Joaquín Mª Aguirre (UCM)
La respuesta de Donald Trump ante estos primeros reveses judiciales producidos es la publicación en su red social de una imagen en blanco y negro en la que se asegura que lo suyo es una "misión divina" a la que, lógicamente, oponerse es un pecado suicida. Lo que muchos han visto como una excentricidad megalómana se va revelando como algo más, como algo que ha sido asumido en su extravagancia como realmente un plan divino, el que confirma la excepción norteamericana, el nuevo pueblo elegido.
Hay toda una serie de precedentes a lo largo de los dos siglos pasados, XIX y XX, de existencia de diversas teorías mediante las que una parte del pueblo norteamericano (entendiéndose tales como una extensión de grupos blancos, provenientes de Europa, mayoritariamente anglosajones, protestantes) veía "América" como la nueva tierra de promisión, con un destino manifiesto.
Trump ha sabido ponerse al frente de todos esos poderes en la sombra, de corte religioso fundamentalista, que le apoyaron en su ascenso al poder por coincidencia del mensaje. Trump era el nuevo mesías, el que consolidaría el nuevo poder terrenal en el que se plasmaría la voluntad divina con los Estados Unidos como herramienta.
No nos
hemos tomado muy en serio todo este elemento subyacente que Trump ha sabido
encauzar y darle el toque divino que sus votantes y apoyos necesitaban. La
demagogia trumpista se basa en ese principio fundamental: no es su deseo el que
hace avanzar, sino que es Dios quien actúa sobre él, modesto servidor. Para
muchos era la distancia suficiente como para disolver el ego individual del
político en un plano general en el que son Dios y el pueblo que le sigue quienes triunfan sobre un mundo hostil y descreído.
El
problema real de todo esto es cuando se descubre que son muchos millones los
que lo creen, millones a los que se convence de que el principal obstáculo para
que se produzca el plan divino establecido es un mundo negativo que existe al
otro lado de las fronteras. Descubrimos entonces que hay dos facetas del
pueblo norteamericano que son reales e irreconciliables y que Trump y sus
maquiavelos alrededor han conseguido canalizar la opinión dispersa dándole
forma, asegurándose la penetración de los mensajes y enterrando la voluntad
democrática bajo un mensaje de predestinación atractivo, que se impone por la
fuerza de las armas si es necesario, dentro de la mejor tradición medieval y de
las cruzadas. El mensaje deja claro que la fuerza es un elemento disponible y
necesario; clasifica el mundo en "americano" y "terrorista anti
americano", como veíamos ayer, y convierte a los otros poderes del estado en
fuerzas diabólicas a las que hay que resistir, como ha ocurrido con las sentencias
judiciales adversas.
En
RTVE.es podemos leer sobre estas sentencias:
Según un panel de tres jueces de la Corte de Comercio Internacional, los "aranceles mundiales y de represalia" de Trump "exceden cualquier autoridad otorgada" por la Ley de Poderes Económicos en Emergencias Internacionales de 1977 (IEEPA).
El tribunal considera que las medidas sujetas a la IEEPA, que incluye los gravámenes globales y "recíprocos" anunciados el 2 de abril y otros previos contra Canadá, México y China, deben "ser suspendidas y su operación permanentemente prohibida".
La orden, en definitiva, considera "inconstitucional" la política arancelaria de Trump, uno de los emblemas de su segundo mandato.
La mayoría de los aranceles recogidos en la orden ya estaban en pausa después de que las bolsas reaccionaran con fuertes caídas y el 9 de abril Trump decidiera mantener solo gravámenes de 10% durante 90 días para alcanzar acuerdos con cada país.*
La idea del "exceso de autoridad" que se plantea ha sido respondida con ese plus divino que Trump dice poseer, lo que a los ojos de muchos convierte a la judicatura en secta satánica y la rebelión en evangélica.
No hemos sabido responder al trumpismo pensando que solo eran las ideas de una persona a la que se ridiculizaba durante décadas, alguien que se había exhibido organizando concurso de belleza y televisivos. Pero el peligro de las personas no es lo que piensan, sino hasta dónde llegan. Y Trump ha llegado muy alto, quizá no al cielo pero lo importante es lo que creen los que le siguen.
Trump ha deshecho el partido Republicano, lo han convertido en una caricatura trumpista sacando lo peor de sus huestes, desplazando no solo la moderación sino el sentido común. Ha hecho prosperar a los más ambiciosos y los ha movilizado a luchar por el poder interno en busca de una sucesión en el tiempo, la zanahoria que se exhibe ante las narices del burro.
Ahora, pasados unos pocos meses de su llegada, tras dinamitar día tras día el sistema, comienzan los frenos judiciales y los abandonos de los que no quieren verse marcados por sus políticas o arrastrados a las pérdidas millonarias.
Veremos cómo se le puede frenar y, especialmente, los recursos de resistencia que pretende movilizar. Insisto que el problema no es solo Trump, sino los millones detrás, los millones convencidos de que Dios le ha puesto allí para que los Estados Unidos se conviertan en instrumento divino para la transformación del mundo.
Las imágenes de un Trump-Papa, de su conversión en oficina de las salas del Vaticano, son algo más que anécdotas. Basta con ver los crecientes mensajes e imágenes que el propio Trump fomenta para comprender las dimensiones del problema. "Jesús es mi salvador / Trump es mi presidente". Nadie le puede parar.
* "Una corte federal de EE.UU. declara "anticonstitucionales" los aranceles de Trump y ordena su suspensión" RTVE.es / Agencias 29/05/2025 https://www.rtve.es/noticias/20250529/corte-federal-eeuu-bloquea-parte-politica-arancelaria-trump-por-excederse-poderes/16601240.shtml







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