viernes, 23 de mayo de 2025

El miedo al antisemitismo

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)

La mirada horrorizada del mundo es como la del asistente a un partido de tenis, moviendo la cabeza de un lado a otro siguiendo esa cruel pelota que los contendientes golpean con saña. Es algo que los contendientes buscaban. De vez en cuando se dirigen a sus rincones para tomar nuevas fuerzas y seguir con sus encarnizados golpes. No hay piedad.

Las dos guerras que nos hacen mover nuestras cabezas de un punto a otro tiene curiosos paralelismos, ciertas sincronías; ambas son la demostración sangrienta de una forma de actuar y de reaccionar por parte de los espectadores.

¿Por qué no se actúa igual en ambas, por qué estas diferencias antes el sufrimiento? ¿Son estas guerras una demostración del funcionamiento desigual de la comunidad internacional? En ambas se esgrime la excusa de la "seguridad" para no detenerse, pero las dos esconden sus verdaderos motivos tras esa palabra.

¿Cuántos miles de muertos más, cuántos miles de niños y civiles muertos son necesarios para que esa entidad extraña llamada la "comunidad internacional" se enfrente a una realidad que la hace cómplice? ¿Cuánto encubrimiento, medias verdades, economía subterránea, etc. hay que realizar hasta el momento en que se diga ¡basta! y se actúe en consecuencia?

¿Por qué ese sentido el peligro por lo que ocurre en Ucrania, una invasión imperialista en toda regla y por qué ese consentimiento implícito, ese retardo de las acciones, ese continuo "avisar", "advertir", "amenazar", etc. hechas más de cara a la galería interna que hacia la realidad insufrible de lo que vemos? ¿Es real esa infame argucia de Netanyahu de llamar "antisemita" a los que critican o se oponen a sus acciones genocidas, a su crueldad calculada? ¿Son responsables de lo que ocurre en los Estados Unidos de Trump en su intento de convertirse en el centro del planeta y amparando a Israel a la vez que compra y vende con los millonarios estados del Golfo?

Las jugadas propagandísticas, por repetidas una y otra vez, han dejado de ser eficaces para las opiniones públicas que exigen a sus representantes electos que paren, sancionen o, al menos, no sean cómplices del exterminio sistemático, programado, que Benjamín Netanyahu califica ya como el objetivo de Trump. Lo ocurrido en Eurovisión no es una anécdota, sino un ejemplo más del descaro israelí y de la sumisión institucional por miedo a "ofender" a Israel, por denunciar con acciones reales el exterminio y sus planes posteriores de desplazamiento de un pueblo entero donde Hamás es la excusa en bandeja.

Forma parte de ese fatalismo fundamentalista islámico contar con el sacrificio de los que pueden controlar. La "solución de los dos estados" no interesa a Israel porque está poseído por la misma enfermedad que la Rusia de Putin, la incapacidad para relacionarse con sus vecinos sin absorberlos y eliminarlos. Las deportaciones de población y su sustitución por rusos se llevan practicando cientos de años y es una de las lecciones aprendidas por los judíos, que las padecieron en sus carnes cuando eran desplazados de sus zonas y se les encerraba en los guetos. Lo malo es contagioso y se aprende rápido.

Entre el fundamentalismo islámico y el sionismo que se alimenta desde el poder israelí, ¿puede haber un espacio posible para la convivencia, un futuro? Todos los indicios señalan lo contrario: unos y otros esgrimen las amenazas que justifican sus acciones. Los muertos son números aprovechados. Poco más hay.

Como hemos repetido aquí en ocasiones, no hay que ver las dos guerras como fenómenos independientes, sino como partes de ese partido tenístico simbólico que mencionábamos al principio. Hay que buscar en ellas esos puntos de acción sincronizada e invertida, amenaza vs defensa que se esgrimen en cada uno de los casos. Detrás de ambas están los Estados Unidos de Trump vendiendo soluciones distintas, pero con un mismo protagonismo. Con una quiere apoyar al Israel de Netanyahu, que ve en la guerra la excusa para su plan imperialista de hacerse con un territorio "limpio", sin palestinos, expulsados o masacrados, aburridos de ir de un lado para otro con sus pocas posesiones. 

Por el lado ucraniano, los Estados Unidos de Trump se han ido haciendo con un  papel superior supeditando a Europa a su defensa, algo que fortalece a su industria de defensa, un sector poderoso; ha conseguido que le paguen por la protección, es decir, cobrar por los peligros que él mismo genera, algo que ha sabido aprovechar el imperialismo de Putin, también financiado por la corrupción política y económica de los llamados "oligarcas", el poder en la sombra creado por Putin, que le sirve de apoyo.

La invocación de Netanyahu de estar realizando los planes de Trump para la Franja tiene su punto de descaro y desvergüenza, pero también su punto de verdad. ¿Estamos en un mundo distinto al previo a Trump? Sin duda. El cambio de fines y de actitud es muy evidente. Esto afecta a los países árabes, cómplices ante la destrucción palestina, porque les garantiza la "destrucción" del islamismo que forma parte de su guerra interna y, no menos importante, refuerza económicamente a una jerarquía milmillonaria que tiene su sustento en el petróleo, cuya reducción hace bajar su valor de mercado, pero que pueden vender influencia y estrategia.

Hamás ha conseguido la rentabilidad del sufrimiento palestino. Netanyahu e Israel han conseguido lo inesperado, convertirlos en héroes y mártires "justificando" sus actos terroristas y de control del pueblo como "heroicos". Eso pone nerviosos a muchos estados árabes que no quieren tenerlos por allí sabedores de su verdadera naturaleza y objetivos. Israel se lo ha puesto en bandeja.

Si la guerra de Ucrania se explica en gran parte por los intereses rusos y su forma de aglutinar el poder, la de Gaza tiene muchas aristas y sombras, muchos intereses y participantes. El grito de Trump —"¡perforad, perforad, perforad!"— resuena en muchas partes. Las ventas de armamento son más fáciles en un mundo en peligro que en uno en paz.  En un mundo polarizado es más fácil aislar el desarrollo económico de países emergentes que en uno globalizado en armonía o equilibrio.

Si a esto le sumamos el cerco a Netanyahu desde la justicia internacional y desde la propia, la israelí, podemos apreciar que el caso no es sencillo de resolver. Pero llegará un momento en que la cuestión no se pueda resolver comprando votos para la canción de Eurovisión. Habrá un momento en el que no se pueda vivir ante la vergüenza de la inacción, del consentimiento implícito, de ver las imágenes insoportables del dolor, la muerte y la destrucción.

Nadie ha hecho más que Netanyahu contra el pueblo de Israel, pasando de la simpatía al horror.

Hay sanciones a Rusia; hay medidas para desarrollar formas de defensa que eviten la dependencia y el control. Las medidas contra Israel, en cambio, son tibias por temor a ser llamados "antisemitas", pero sobre todo a enfadar al habitante de la Casa Blanca, convertido en Juez Universal, en Patrón de todo, una máquina de intereses y de cometer errores que la Historia y decenas de miles de muertos y desplazados no le perdonarán.

Hoy son ya los israelíes repartidos por el mundo los que, obligados a dar una explicación, se vuelven contra Netanyahu entendiendo que, de una forma u otra, acabarán pagando las consecuencias. Netanyahu ha cambiado la estrategia de la defensa por la de lo inevitable, por hacer ver que no hay forma de que se le pare. Ya no hay medias tintas, solo el aviso de que no parará. Esto se expresa con una serie de fórmulas ambiguas sobre la "seguridad" que solo se pueden entender como "exterminio", desaparición total de los gazatís. Es lo que favorece a Hamás, a los que les importan poco las vidas que queden por el camino, solo preocupados por atraer indignados, por arrastrar contra los gobiernos árabes existentes.

Los crímenes, asesinatos, que están empezando a cometerse contra israelíes repartidos por el mundo hay que apuntarlos a Netanyahu, sin librar a sus autores de responsabilidad. Pero es Netanyahu el que está creando el clima propicio, lo queramos ver como rebrote del "antisemitismo" o como creación del "anti Netanyahu". El efecto en las víctimas es el mismo, la muerte, y la causa solo le importa ya a los vivos. El hacer ver que es imparable lo pagan otros.

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