martes, 26 de diciembre de 2023

Preserve lo bueno

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)

Leo con sorpresa un titular de RTVE.es: "Las cenas navideñas, un reto para la convivencia: expertos aconsejan no enzarzarse en polémicas". Es una idea sensata y por ello poco adecuada fuera de lo que son las cenas navideñas. Cualquier "espíritu navideño" se desvanece más allá de los límites del escenario de esas cenas en las que el protocolo manda sonreír y centrarse en cosas positivas.

Que los expertos se tengan que referir a los peligros de salirse del guion navideño ya dice mucho de lo que estamos viviendo, esta cultura de la polémica, que bien definió la lingüista Deborah Tannen, que nos presiden.

Hemos conseguido el país que no está de acuerdo en nada. Fuera de un par de detalles deportivos (pocos), lo que nos preside es la controversia y el enfrentamiento, algo que llega incluso a los "socios" (o especialmente con ellos) de los diversos gobiernos. Es la España que discute, la España enfrentada por cualquier cosa. Es la España a palos que pintó Goya, que debería incluirse en monedas y billetes.

En la sinopsis del vídeo con la información se nos dice:

En torno a una mesa, se pueden dar situaciones incómodas como, por ejemplo, un familiar que pregunta "¿cuándo vas a acabar los estudios?" a un estudiante o que hace un chiste irrespetuoso. La psicóloga Lorena González aconseja evitar a las personas que nos generan tensión emocional. Y comparte una técnica ante cuestiones poco agradables: repetir una respuesta corta, clara y sencilla hasta que el comensal se canse de preguntar. El sociólogo Luis Ayuso nos recuerda que las comidas navideñas, aunque puedan ser un engorro a veces, son rituales importantes para cohesionar a las familias.*

Confieso que me han sorprendido las respuestas defensivas posibles que se nos ofrecen. Yo creo que la más socorrida sigue siendo levantarse al baño con una excusa recurrente, que nos permita ausentarnos hasta que personaje incómodo en cuestión la tome con otro.

Si fuera tan fácil evitar las "tensiones emocionales", como dice la psicóloga citada, nuestra vida sea otra. Ya es triste tener que hacer una planificación estratégica de las comidas de navidad —quizá sobornar a los anfitriones para que no te siente junto el molesto indeseado que te pregunta por tus estudios—, para tener que celebrar la comida familiar con monosílabos.

A lo mejor, la pregunta por la finalización de los estudios —en esto no se entra— es pertinente y refleja la preocupación familiar por aquel que no termina, por un motivo u otro, los estudios. Pero la cultura de la molestia personalizada y la autodefensa avanzar independientemente de las causas.

No dejo de pensar en esas cenas navideñas malavenidas de las que se nos habla y nos advierten los expertos (¿hay expertos también en esto?). No dejo de pensar en una comida navideña en La Moncloa, con Sánchez pidiendo que le pongan lejos de Núñez Feijoo, por ejemplo, con cada uno de los comensales pensando en "respuestas cortas" para frenar las preguntas sobre la inflación, la alcaldía de Pamplona o la amnistía de Puigdemont o con el presidente levantándose al baño cada dos por tres. Me imagino a Núñez Feijoo levantándose al baño cuando le toque dar cuentas de cualquier asunto poco grato.

No, no me imagino una comida navideña de la familia política. La necesaria cohesión política para adentrarnos en el mar de problemas no aparece por ningún lado. Hasta el tradicional mensaje de Nochebuena por parte del Rey recomendando esa "cohesión" que recomiendan los expertos se discute. Llamar a la "unidad" familiar española se considera un insulto por parte de los díscolos, que les gustaría tener todo su protagonismo negacionista de que exista una familia llamada España. Y así es difícil el espíritu navideño.

Por eso se ha olvidado tanto el concepto de "la buena voluntad", requisito de la paz y de un querer ser conjunto, llámese "familia" o "nación", concepto en los que hay que creer previamente. Nuestro problema es, en este sentido, grave. Aquí todos se consideran familiares "secuestrados", sacados a punta de pistola de sus cunas nacionales y obligados a tocar la zambomba.

No, no hay "España navideña", de cohesión familiar, sino más bien un intento continuo de envenenar el pavo, de echarle algún producto maléfico al cava, no quitarle las semillas a las uvas a ver si te atragantas.

Afortunadamente, la gente es un poco más sensata que nuestros políticos, sacados de una pecera con pirañas y deseosos de hincar el diente a las primeras de cambio. Para las personas de buena voluntad puede haber problemas, pero también hay soluciones. Para nuestros políticos actuales, solo existe la desaparición del problema con el molesto dentro.

Los españoles necesitamos un urgente cambio en nuestra consideración de la política y los políticos. Necesitamos ver que estamos creciendo hacia un futuro más integrador y pacífico que el que nuestros políticos usan para enredarnos en sus visiones de conflicto, visiones de un escenario bélico. Todos incurren en la estrategia de los manuales, en la confrontación, subiendo cada vez más en la escala y creando esa tensión palpable. Ser un buen político es algo más que conseguir votos, fotos o titulares. Es precisamente construir comunidad, familia, y esto parece de Montescos y Capuletos. Los países no crecen con discusiones centrípetas, sino con debates centrífugos. Sin buena voluntad, la democracia se convierte en un escenario de chillones, de histeria minoritaria y narcisista discordante.

Si ahora hay que dar consejos sobre cómo "sobrevivir" a las cenas navideñas es que algo pasa. Normalmente estaríamos deseoso de poder "disfrutar" de las cenas, de la compañía familiar (aunque haya siempre alguna oveja negra). Parece que también ahí, nos dicen los expertos, hay peligro. ¿Qué nos queda? 


Las cenas no son un peligro en sí, sino una ocasión. Verlas como peligro, como en la vida real, supone no resolver nada y desperdiciar una ocasión de arreglar algo. En la política ocurre igual: si se desaprovechan las ocasiones o se utilizan para manifestar desacuerdos y enfrentamientos, nada se arregla.

Los medios se llenan de consejos sobre cómo sobrevivir a las cenas navideñas. Si se trata de una cena de empresa, cree un buen ambiente. La empresa que trata bien a sus empleados tendrá buen ambiente. Si es una familia, lo mismo. Serán reflejos de lo que se hace en el resto del año. Si no, es un mal trago y una hipocresía.

Deseo felicidad a todos los que se desean ser felices familiarmente hablando; a los que son capaces de compartirla sin mirar, no solo en cenas y festejos. Eso que llaman "espíritu navideño" no es solo para la navidad, sino para todo el año, más allá de esa cena que los expertos nos enseñan a superar vivos. Cuide a la buena gente como tesoros y cuídese usted mismo; preserve lo bueno, cada vez hay menos. 

* "Las cenas navideñas, un reto para la convivencia: expertos aconsejan no enzarzarse en polémicas"" RTVE.es Telediario https://www.rtve.es/play/videos/telediario-1/cena-navidad-consejos-expertos-cunado/7044272/

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