sábado, 23 de diciembre de 2023

De Madrid... a la bronca política

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)

Algo pasa en Madrid. Ya es el segundo incidente en el que se sobrepasa la agresión verbal, que es un hecho "normalizado" ya en todos los lugares en los que se discute de política. Esto es ir por segunda vez "más allá".

No sé si sus señorías de todos los niveles son conscientes de lo que muestran y alientan. ¿Son conscientes de que contagian y se contagian de la violencia? ¿Son conscientes que lo que es una "palmadita" en un ayuntamiento puede suponer golpes en la calle? ¿Son conscientes de que golpear con unos papeles y hacer caer en la mesa una botella de agua vacía pueden ser pedradas en las calles?

La conexión entre lo que los políticos hacen en los foros públicos y lo que ocurre en las calles, esta interacción, una doble vía, es influyente, tiene trascendencia. ¿Pierden los nervios o son estrategias de provocación para convertirse en "héroes" de sus adeptos?

El "calentamiento político" es un hecho. No hay dudas de que sube la temperatura política y que los que han sido elegidos para resolver situaciones dejan en muy mal lugar todo el sistema cuando este se demuestra inútil para lo que es su función principal: evitar la violencia. La política no es la forma de encontrar a tu enemigo, sino la de buscar la mejor comprensión posible entre todos. Si las sesiones de un ayuntamiento, de un parlamento, llegan a las manos, por suave que sea el encontronazo, el sistema fracasa en su conjunto.

Es importante incidir en esto del "conjunto" porque esto no es cosa de dos, sino que afecta a la totalidad del sistema político, incapaz de ajustarse a las normas de convivencia de las que se debe dar ejemplo. Olvidamos o no queremos reconocer el carácter ejemplar de la política. Incidimos, en cambio, en su carácter de espectáculo, en su forma de promoción.

En muchos de los titulares se habla de "tirar la botella", "lanzar una botella", incluso "una lata". He repasado las imágenes y lo que veo es que Ortega hace caer una botella que estaba sobre la mesa al agitar los papeles ante las narices del que estaba en el escaño. Tal como ha sido descrita por algunos "tirar la botella" es equivalente a "lanzar una botella", algo que no veo por ningún lado.  Puede apreciarlo en la foto que sirve de entrada a este texto: la botella caída sobre la mesa.

No sirva esto como disculpa hacia Ortega Smith, sino una crítica a los medios que juegan con "botellas lanzadas" o "latas lanzadas" aumentando el acto de la agresión. El hecho es grave en sí mismo como para acompañarlo de estas "morcillas" de los medios. Si lo hecho por Ortega es malo, se puede contar también de formas perversas envenenando los mensajes. Entre la información y la manipulación puede haber distancias cortas. Las imágenes son claras; las palabras no tanto, en este caso. Que no se contagien los medios de esta lucha en la que vale todo.

Tanto el vídeo como la fotografía desde otros ángulos muestran lo mismo: Ortega Smith agita los papeles y hace caer la botella de agua que el concejal tiene sobre la mesa. No ha "lanzamiento" alguno, ni de botella ni mucho menos de la "lata"; solo el "derribo" de la botella sobre la mesa. Querer convertir esto en algo que no vemos es malo para la credibilidad de los políticos y de los medios. Pero muchos se quedarán en titulares.

Condena absoluta de lo hecho por Ortega Smith; condena absoluta de la manipulación informativa y política. Ya recogen los titulares los ataques a Núñez Feijoo por lo ocurrido con Ortega Smith. Los hechos se reciclan.

En España se veían estas cosas en imágenes de parlamento de otros países, en los que no había asentada una verdadera democracia. Los telediarios reproducían las imágenes de peleas y tumultos en el extranjero. Aquí esto no pasaba, pensábamos. Ahora pasa y el espectáculo bochornoso por el mundo somos nosotros.

Dar el espectáculo fuera es malo, pero es peor su influencia entre nosotros. Habrá quien se sienta abochornado, pero habrá otros muchos que alienten este tipo de comportamientos e incluso les parezca poco.

Los populistas oficiales y los que van por libre gustan de esta forma de violencia que es gesto de desprecio, de mostrar lo poco que nos importa el otro, el que piensa distinto. Discute las ideas, pero respeta al menos el espacio en el que te encuentras, el de la práctica democrática, que está reñida con esta violencia.


Lo que ha hecho Ortega Smith está mal, se lo haya hecho a quien se lo haya hecho. Es él mismo el que se denigra y se pone en evidencia. Que sus oponentes le saquen provecho es algo cada vez más normal. Hace poco tiempo ocurrió el caso de los "cachetitos" al alcalde Almeida. Demasiados casos de mala educación, primero, de violencia después. Las provocaciones, los gestos insultantes, "la fruta" y demás nos van rodeando y forman ya parte del circo político. Algunos ya piensan la próxima.

Habrá que plantearse por qué están ocurriendo estas cosas en Madrid, por qué tenemos que llegar a la manos en la capital. En Madrid se juega fuerte y los excesos están al día. Las consecuencias son este mal ambiente del que disfrutamos. Los medios se fijan en los desplantes más que en las propuestas. Una grosería, dada o recibida, garantiza la atención mediática y esta es la antesala de los votos. Los propios partidos premian estas formas de popularidad dando cancha a los agresivos más vistosos. Seguro que Ortega Smith ha subido enteros entre sus seguidores que se habrán preguntado por qué la botella no estaba llena o no usó algo más contundente que unos papeles. Y es de esto en contra de lo que hay que ir.

El siguiente paso en esta escalada violenta será la agresión real, el golpe contundente. Las palmaditas nos sabrán a poco y dejarán paso a hechos más graves.

Hace unos años, en estas fechas se nos daba cuenta de los partidos de fútbol entre rivales en el congreso, entre fuerzas de seguridad y diputados, etc. Eran formas de escenificar la normalidad de las relaciones, que tras las discusiones parlamentarias había un "fair play". Recuerdo estos momentos en los que se trataba de dar buen ejemplo y ofrecer a los españoles una señal de confianza en las instituciones. No es lo que veo ahora.

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