lunes, 8 de mayo de 2023

Mañana, día de Europa, día de los europeos

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)

Mañana, 9 de mayo, es el Día de Europa. Entre tanta celebración diaria —el nuevo santoral—, este día dedicado a la Unión del continente nos llega de nuevo con una guerra incluida. No se ha terminado la agresión que desde la periferia se hizo a un país que no forma parte de la Unión, pero al que este sufrimiento ha hecho acelerar para su integración.

Europa y la Unión Europea son dos dimensiones superpuestas, cultural y administrativa, de un mismo espacio. Dentro de ese espacio hay europeístas y anti europeístas, aquellos que desde dentro tratan de dinamitar la unión en favor de los espacios nacionalistas. Europa se enfrenta hoy a tres males: el antieuropeísmo, la amenaza constante de Rusia y sus propios defectos.

El anti europeísmo surge como una forma de populismo identitario que enfrenta dos mundos, el que se aísla y trata de destruir la unidad superior de los países, tal como hicieron los británicos del Brexit.

 El dos de enero de este año, los medios daban los resultados de una encuesta en la que un 65% de los británicos querrían repetir el referéndum para tratar de revertir la salida. El entusiasmo provocado por los partidos del Brexit, con la ayuda de los Estados Unidos de Donald Trump (suya es la expresión "¡Llamadme Mr Brexit!") y apoyos de la Rusia de Putin —¡vaya coincidencias!—, no tardó mucho tiempo en diluirse. Tras el sueño de gloria, llegaba la realidad del día a día, las consecuencias desastrosas de la salida de la Unión Europea. Las campañas responsabilizando a Europa de frenar la gloria británica habían dado su fruto, pero no traían gloria sino un desastre detrás de otro.


Hay muchas fuerzas interesadas en el fracaso europeo, no interesa una fuerza relevante a ninguna de las superpotencias y se esfuerzan en destruir la Unión.

Rusia es la otra interesada. La guerra de Ucrania tiene algún sentido si entendemos que Ucrania era el país donde más rusos salían, una puerta hacia Europa. Puede que la guerra no sea más que un intento por evitar que se notara demasiado el deterioro ruso, de tratar de reverdecer laureles al viejo estilo, el bélico.

Muchas veces se ha señalado que el plan de Putin incluía la idea de la división de los europeos. Para Putin la diversidad es un síntoma de debilidad, como suele pensar todo autócrata. Sin embargo, Europa no ha estado dividida y, es más, lo conseguido es que más países quieran formar parte del proyecto ante la amenaza de invasión, el contra modelo ruso de la violencia.

El pensamiento ruso ha estado dividido tradicionalmente en dos grandes rusos, los eslavófilos y los occidentalistas. Puede que siga siendo así, con los primeros como fuerza populista dominante. Los lazos rusos creados con Europa son las tramas de intereses para crear una dependencia, como vemos con claridad con la dependencia energética. Rusia ha mostrado con claridad sus tácticas para evitar que Europa se aleje, algo que no es bueno para Putin.

Europa se tiene que construir, desgraciadamente, con un ojo puesto en Rusia, que ha vuelto a considerar a Europa como un enemigo o como un desafío a su propia forma de ver el mundo. El crecimiento de Europa es un fuerte contraste con la forma rusa de hacer política o economía. La Rusia corrupta de Putin, la de los magnates afectos al poder, los llamados "oligarcas rusos", sostenedores de sus negocios con el apoyo del Kremlin, no es compatible con un modelo europeo.

Por eso hay que ser muy tajantes con la corrupción —el caso de la trama en el parlamento europeo— porque los intentos de tentar a las instituciones es una constante. Ya sea desde Rusia o desde otros países con regímenes autoritarios (especialmente desde los países árabes, como ha ocurrido con el llamado "Qatargate", extensivo a otros países involucrados en sobornos), las amenazas al funcionamiento correcto de las instituciones, a su limpieza y transparencia son constantes y debe vigilarse sin cesar.


Las europeas deben demostrar cada día su decencia, pues la Unión tiene múltiples enemigos que utilizarán cualquier caso para minar la confianza ciudadana en ella. Europa debe ser honesta, transparente y vigilante. Como todo proyecto en proceso —Europa es un camino sin fin—, debe evitar torcerse, dar pie a que sus enemigos levantes recelos y fomenten su destrucción.

Estos problemas constituyen el tercer bloque, los defectos propios, los generados en nuestras propias instituciones. Los europeos deben poder confiar, saber que quienes están en las instituciones no son "un puñado de burócratas", como se les define por sus enemigos, sino el resultado de procesos en los que se selecciona lo mejor para todos.

Hay que visibilizar más las instituciones y organismos europeos, que el ciudadano comprenda la magnitud del proyecto y, pese a fallos o carencias, los increíbles resultados al montar algo de estas dimensiones poco después de una guerra que destruyó el continente.

La Unión Europea ha crecido sobre esas raíces de la voluntad de erradicar del continente los conflictos que durante varios siglos han estado haciendo que los europeos nos viéramos como enemigos. Hoy formamos parte de lo mismo, de un espacio de libertades.

En esto España puede entender muy bien lo que supuso entrar a formar parte de una Europa de la que estábamos alejados. Quizá hoy lo demos por hecho y no se valore como debe. Es importante ser "europeos", sentir que formamos parte de algo integrado por muchos países, unos son vecinos y otros más alejados de nosotros, pero unidos por leyes y sentimientos comunes.

Los intentos populistas, las amenazas exteriores y  nuestros propios defectos son retos que somos capaces de superar aportando a Europa cada uno lo que está en su mano. No se trata de ver Europa como un "suministrador", un "vigilante", sino de verla como un espacio de trabajo, un lugar al que aportar ideas y profundizar en su riqueza cultural.

Europa no es perfecta, pero eso depende de nosotros, de nuestra capacidad de mejorarla día a día. Mañana celebramos nuestro día, el día de Europa y de los europeos. Es el día en que aceptamos nuestra diversidad y nuestra unidad en ese concepto, que ha dejado de ser una abstracción, para ser una realidad.


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