miércoles, 17 de mayo de 2023

Sobre la caída de la comprensión lectora

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)

Mientras la atracción de las elecciones requiere nuestra principal atención, nos encontramos con titulares preocupantes como los que nos revela el titular de RTVE.es: "Los alumnos españoles de nueve años empeoran en comprensión lectora: bajan siete puntos en cinco años". Aquí hemos analizado en alguna ocasión el problema con datos previos, pero sobre todo con una práctica diaria en las aulas. Esto no es un "problema de primaria", sino una realidad que nos encontramos cada día en la aulas universitarias a las que llegan pasado el tiempo. El déficit de lecturas es también un déficit de comprensión lectora. Leemos menos y peor; leemos peores cosas.

Creo que conté aquí hace años mi encuentro con un amigo que trabaja en una importante editorial española de libros de texto. Me contaba mientras caminábamos, al bajar del tren, que cada año tenían que rebajar el número de palabras distintas ante la queja de la profesora de que los alumnos no entendían las expresiones. "¡Es un desastre!", me decía, "Cada año entienden menos".

Podemos echar la culpa a la pandemia, pero lo cierto es que esto es anterior. La pandemia ha tenido sin duda sus efectos, pero no tengo tan claro que sea una cuestión única.

En RTVE.es se nos dan los datos de este deterioro:

La comprensión lectora de los niños de 4º de Primaria ha empeorado en España siete puntos, hasta los 521, desde 2016 hasta 2021, una bajada similar a la registrada en la OCDE y la Unión Europea que rompe con la tendencia al alza de los últimos años y detrás de la cual podría estar el cierre de los colegios a causa de la pandemia, según un estudio realizado por la Asociación Internacional para la Evaluación del rendimiento Educativo (IEA).

El estudio internacional de progreso en comprensión lectora (PIRLS, en sus siglas en inglés) es la primera gran evaluación internacional tras la COVID-19, que mide la comprensión lectora del alumnado en su cuarto curso de escolarización obligatoria (4º de Primaria en el caso español).

En el análisis de la IEA, divulgado este martes y que se repite cada cinco años, han participado 57 países de la OCDE y de la UE, con una muestra de 140.000 alumnos, 120.000 de ellos de la Unión y más de 10.000 de España.

PIRLS define la comprensión lectora como "la habilidad para comprender y utilizar las formas lingüísticas escritas requeridas por la sociedad y/o valoradas por el individuo. Los lectores son capaces de construir significado a partir de una variedad de textos. Leen para aprender, para participar en las comunidades de lectores del ámbito escolar y de la vida cotidiana, y para su disfrute personal".* 

La búsqueda de explicaciones nos aleja, sin embargo, de una realidad mucho más obvia, pero que quizá no nos gusta reconocer: el cambio de modelo cultural. Desde hace un par de décadas ese modelo ha ido cambiando conforme se transformaban los medios de información, del libro al periódico pasando por todo tipo de modos. La llegada de una sociedad de la información es un hecho, pero quizá deba ser repensada como una nueva sociedad mediática o, si se prefiere una sociedad con nuevos medios. Cada día se nos hace más evidente el dicho de Marshall McLuhan: "el medio es el mensaje". Se recuerda el dicho, pero no se entiende los efectos y consecuencias de un cambio de modelo de los vehículos y por ello las equivalencias informativas no lo son desde el punto de vista de su asimilación o consumo.

La mayor cantidad de información, por centrarnos en la cuestión, no es equivalente a una mayor calidad ni una mejor absorción. La educación no es solo compartir información sino obtener con ello unos resultados. En la medida en que se han difuminado los bordes o fronteras y navegamos en un mar sin líneas, los efectos de la educación se van perdiendo. El bombardeo informativo constante no asegura los objetivos educativos, que deben ser otros, básicamente esos que la encuesta muestra como un déficit de compresión: más información y menos comprensión sería la aparente paradoja. Sin embargo, se produce en todos los campos, especialmente en los que suponen acceso a información. Pasa con los propios medios informativos y ocurre con ese otro medio que es el sistema educativo.

Si a esto le añadimos una creciente burocratización del sistema educativo que limita la capacidad de huir de las fórmulas que no funcionan, el panorama de la educación es bastante sombrío. Nos venderán que los nuevos chatbots de diferentes sistemas permitirán compensar lo que evidentemente se está perdiendo, pero esto está por ver ya que forma parte del propio cambio del sistema en su conjunto.

Vivimos en un entorno informativo de bombardeo constante. Se ha desarrollado la llamada "Economía de la Atención" en la cual este elemento es el bien más buscado. Necesitan ser atendidos para ser eficaces. Eso hace perder eficacia al sistema más débil dentro del conjunto y ese, sin duda, es el sistema educativo, que requiere esfuerzo frente a los demás que se presentan como gratificantes, divertidos, atractivos, etc. para ganar nuestra atención, algo que se ve especialmente claro en las edades escolares. Todo esto significa un menor esfuerzo frente al que supone la propia educación, cuyos objetivos son llevarnos hacia una madurez crítica, reflexiva, capaz de distanciarse de lo superfluo y de saber distinguir. Pero no son esos los objetivos del consumo, lo que hay realmente detrás de los fantasmas informativos que nos rodean en todo momento.


La caída de la comprensión lectora se detecta inmediatamente en un aula. Lo detectas cuando repasas los escritos que te presentan. Durante mucho tiempo nos hemos preocupado por la "ortografía", pero eso es solo la punta del iceberg del problema. Está la pérdida de vocabulario, una reducción de las palabras que nos sirven para comunicarnos con otros y comprender lo que nos quieran decir. Tampoco entendemos lo que leemos. Pero lo más grave no es la pérdida del diccionario, sino la pérdida de la enciclopedia, en la distinción realizada por Umberto Eco. El diccionario nos da un tipo de sentido estándar; el saber enciclopédico nos ofrece otro tipo de información, la que nos ayuda a establecer unidades de comprensión histórico culturales. Y es ahí donde el fallo se produce estrepitosamente.

La comprensión lectora nos lleva más allá de la mera palabra; nos lleva a lo que se construye con ellas y es ahí donde nos fallan los elementos. Existe una profunda interacción entre las palabras y las frases, que es la unidad que necesita de nuestra inteligencia y conexión con el mundo, que es lo que se construye en y con la cultura, es decir, en un mundo significativo, un mundo escrito y descrito.

Aprender a leer es algo más profundo que unir las letras; es ir ascendiendo de la palabra a su sentido en la frase, después a su sentido en el párrafo, para pasar al texto y de ahí dar el salto a lo representa en el mundo. Pero es un camino de ida y vuelta. Cada texto nos exige la competencia lectora, es decir, nuestra capacidad de unirlo con otros textos. Sin embargo, los problemas se detectan ya en la primera fase, las palabras, y siguen creciendo según ascendemos hacia la significación cultural. Es ese, finalmente, el puerto de llegada, del que entramos y salimos durante el resto de nuestra vida.

La última frase del texto citado de RTVE.es explicaba: "Leen para aprender, para participar en las comunidades de lectores del ámbito escolar y de la vida cotidiana, y para su disfrute personal". No es un ideal de periodo escolar. Se aprende durante toda la vida; las comunidades lectoras son los que nos rodean y con los que nos comunicamos más allá de los libros compartidos; finalmente, el disfrute personal lo llevamos hacia otros derroteros, alejados de la propia formación personal en la que pocos encuentran el placer de profundizar.

Ha cambiado nuestro ideal de cultura y también el de persona. Somos partes de un sistema de consumo y nuestra formación es solo otro proceso rentable para alguien. Quizá para muchos y menos para nosotros mismos. Recuerdo la frase de un amigo cuando en la época de nuestra vida universitaria me vio con una novela bajo el brazo durante unas vacaciones: "¿para qué te sirve leerla?" Recuerdo el terrible enfado de una autoridad académica cuando, al visitar nuestra biblioteca de la facultad, descubrió que había estantes de "literatura", palabra que sonaba despreciable en sus labios. Y recuerdo hace unos días los aplausos de mis compañeros ante el anuncio de la desaparición de los libros físicos de esa misma biblioteca y la reconversión de sus salas de lectura en espacios de "co-working". Es lo moderno, dicen.

Sí, hay un cambio de modelo. Lo que es ingenuo es pensar que unos modelos y otros tienen los mismos objetivos y, especialmente, los mismos resultados. El pasado lunes, día 15, el diario El Mundo titulaba "Llega la 'ciborgdocencia' o robots capaces de enseñar a leer y escribir a los alumnos con inteligencia artificial". En el senado de los Estados Unidos algunos "padres" de la IA declaraban sobre la necesidad de regularla, señalaban los efectos sobre el empleo, aunque, esos sí, anunciaban la creación de empleo de "mejor calidad", que es una forma de justificar los despidos masivos previstos. Pero en la educación los efectos serán otros. El problema es que los efectos no parecen importar a nadie, tal como importan poco los nuevos datos sobre comprensión lectora y lo que eso pueda significar.

Cuando empiecen a crearse colegios de élite en donde se pagará generosamente por recibir enseñanza de humanos y no de máquinas, comprenderemos que sí existen diferencias. Al fin y al cabo, solo se necesitan unos pocos dirigentes humanos. Lo demás puede ser cubierto por máquinas y por los humanos educados por ellas.

Una vez más, lo que ocurre en la edad escolar se queda en la edad escolar, terrible error, pues los problemas y carencias se van acumulando. ¿Para cuándo una encuesta de comprensión lectora en adultos?

No sé a qué temperatura arden las máquinas. Sabemos que el papel de los libros lo hacía a 451 grados Fahrenheit gracias a la novela de Bradbury. En nuestra automatizada sociedad, los libros empiezan a ser un obstáculo. Lo veo cada día, abandonados en mesas para que alguien se los lleve. Lo veo en los periódicos que ya nadie se molesta en recoger a la salida del Metro mientras consultan sus teléfonos y vuelven al mundo civilizado de la cobertura.

Quemamos los libros. Lo hacemos abandonándolos de forma metafórica abandonándolos o real. Hace poco recogí un ejemplar de Ubú rey encima de un contenedor de papel. Alguien se había resistido a lanzarlo a su destino en una trituradora y lo había dejado allí. Para evitar tirarlo hay que saber qué contiene, qué significa ese libro. Si no es solo un objeto molesto, que ocupa espacio y que no se puede descargar primero y borrar después. Una cosa es comprender sus palabras y otra comprender su sitio en una cultura cambiante, de la que ha desaparecido porque las palabras solo duran en nuestras mentes mientras son recordadas, comprendidas. Hace mucho que olvidamos. Esto se hace persiguiendo a las asignaturas humanísticas en los planes de estudio; olvidando las obras importantes porque están "ya pasadas" en beneficio del último artículo aparecido en cualquier revista bien evaluada. Cuando establecemos "lo que vale", establecemos también lo que acaba en el contenedor o en el olvido.

Nuestra nueva cultura no quema libros; solo los abandona, los ignora o los olvida.

 

"Los alumnos españoles de nueve años empeoran en comprensión lectora: bajan siete puntos en cinco años" RTVE.es 16/05/2023 https://www.rtve.es/noticias/20230516/comprension-lectora-alumnos-espanoles-empeora-informe-pirls/2446102.shtml

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