jueves, 18 de mayo de 2023

Actos sencillos, futuro previsible

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)

Nos lo advierten en un breve reportaje en los informativos RTVE y en el correspondiente en RTVE.es: comprar un billete de avión online tiene sus trucos. Pero más que los nuestros son los de las compañías aéreas los que se acaban llevando el gato al agua.

En estos días que tanto se habla de las ventajas e inconvenientes de la "inteligencia artificial" salen a la luz cuestiones que se saben desde hace mucho, pero a las que nos enfrentamos ahora. Durante mucho tiempo se nos habla de las ventajas, pero mucho menos de la otra parte, aquella en la que la banca gana siempre. Nada nos convierte más en víctimas que creernos ganadores, más listos que los demás, una tendencia muy humana y que las empresas aprovechan bien.

Leemos en RTVE.es sobre la cuestión de la compra de billetes de avión (se supone que puede ocurrir lo mismo con otro tipo de compras online):

Comprar billetes de avión puede convertirse en una odisea cuando se intenta encontrar el mejor precio. Las aerolíneas establecen el coste de los vuelos mediante el uso de algoritmos que son capaces de detectar la hora, el día y qué tipo de dispositivo utilizan los potenciales clientes a la hora de realizar la búsqueda. Todo ello influye en el precio que aparece reflejado en pantalla.

"Cambias de página, buscas otra vez y 70 u 80 euros más", explica a TVE un usuario. Así, muchos aseguran que solo por buscar el mismo trayecto varias veces, aumenta su precio. Aquí entran en juego los algoritmos de las aerolíneas, que identifican el momento en el que el cliente está dispuesto a pagar más.

"Todo depende de la oferta y la demanda", explica a TVE Beatriz Oficialdegui, directora de marketing de Destinia, "y si en ese momento es cuando más se está buscando y reservando, pues sí puede afectar".*


La hora y el día no requiere mucho misterio. Somos nosotros los que nos ponemos en contacto. Pero la información sobre localización y, especialmente, la exploración de nuestro dispositivo suministra mucha información a partir de la cual es posible fijar un precio más elevado. Se trata de generar automatismos capaces de procesar todo aquello a lo que tienen acceso y establecer una respuesta, el precio que estiman que podemos pagar. Vamos buscando el mejor precio, pero en realidad obtenemos del peor de los mejores precios, es decir, la oferta más alta que somos capaces de aceptar. Lo importante es cómo se nos presenta esto. Y ahí entra en juego la promoción, que nos asegura mediante campañas que vamos a obtener lo mejor. Y lo creemos.

Sin duda: solo prosperan los mecanismos que favorecen a las empresas, que son quienes los desarrollan e implantan. La banca, como dijimos, gana siempre. Por mucho que nuestro ego se recree en la idea, ellos son más listos que nosotros.

Los análisis de la información de los teléfonos u ordenadores desde los que accedemos a los servicios son inestimables fuentes de información. Son instantáneamente procesadas y les permiten, con la mejor de las sonrisas ofrecernos algo que podernos ofrecer y que por una mayor necesidad estamos dispuestos a pagar. El ejemplo de la búsqueda repetida, almacenada en la memoria de nuestro teléfono u ordenador, es claro: si hemos realizado diferentes búsquedas refleja un interés claro.

El teléfono es el espejo del alma, podríamos decir. En él queda marcada toda la información que permite reconstruir el quiénes somos, lo que hacemos y lo que podríamos pagar por algo, que es lo que interesa. Todo se nos vende como beneficios, pero en realidad eso forma parte de la estrategia de captación. Hubo un tiempo en el que las cosas tenían un precio y este era igual para todos. Hoy eso nos parece aburrido y nos consideramos muy listos pensando que sacamos el mejor precio. Pero si se suma la totalidad de lo recaudado seguro que la empresa sale ganando. De otra forma no implantaría el sistema. Pero lo importante es lo que nosotros creemos. Los precios son altos para los otros; solo nosotros, los listos, le sacamos provecho. Eso nos hace sentir bien... y se aprovechan.

Lo que nos dice el reportaje de RTVE.es es que "ellos" tienen acceso a mucha información que les permite hacernos ofertas al alza. El teléfono y el ordenador, cualquier dispositivo, puede darles los datos necesarios para formalizar su oferta. Esto es posible por la exigencia de autorizarles a ciertas cosas para habilitar el servicio. Esto no es solo desde los teléfonos, sino desde cualquier dispositivo:

No obstante, desde el ordenador también hay que tener ciertos aspectos en cuenta. Es el caso de las cookies, pequeños ficheros que almacenan información y dan pistas a las aerolíneas para saber si hemos buscado varias veces la misma opción y si, por tanto, estamos muy interesados. "Cuando volvemos a buscar ese vuelo, la aerolínea sabe que ya teníamos intención de comprar ese billete y quizá el precio que veíamos antes ahora sea mayor", explica a TVE Manuel Moreno, director de Trecebits.com.*

 En la medida en que nuestra vida aumenta en las redes, la información que queda almacenada es mayor y, por ello, crece su valor. Esa información no solo se almacena en nuestros dispositivos, sino que puede ser vendida y revendida a terceros, a esos famosos "socios" que aparecen emparejados con los sitios que visitamos. Con el aumento de la capacidad de procesamiento y almacenamiento, esos famosos "algoritmos" son capaces de establecer cuál es la probabilidad de aceptación de un precio o de cualquier otra cosa que pueda ser respondida con esa información.

Hubo un tiempo en que no se sabía qué hacer con la información generada. Ocupaba mucho espacio y era "intratable". Hoy sucede lo contrario, se ha convertido en un valioso bien, en una descripción ajustada de quiénes somos, lo que hemos hecho y la proyección de lo que haremos en diversas circunstancias.

Lo cierto es que nuestras promesas de libertad infinita en la sociedad de la información se han transformado en el hecho de la vigilancia y la dependencia. No es fácil para los gobiernos un poder que ha quedado en manos de las empresas. Es un escenario que puede parecer trivial o menor en cuestiones como el precio de un billete, pero que tiene una trascendencia mayor cuando se aplica a ese conocimiento cada vez más incontrolado del negocio de nuestros datos, un bien que no se agota, vendido y revendido que da acceso a nuestro pasado, presente y estimación probable de nuestro futuro.

El pequeño reportaje se centra en un hecho que puede parecer trivial pero nuestras vidas son triviales, es decir, compuestas de muchos y pequeños hechos aparentemente sin importancia, pero somos su suma. Eso es nuestra vida transformada en datos. Y con ella se puede hacer muchas cosas. Hay datos sanitarios que afectan a nuestra empleabilidad, a los precios de las compañías de seguro; nuestros hábitos de alimentación, por ejemplo, dicen mucho sobre nosotros... todo lo que se registra es susceptible de formar parte del conjunto, una pincelada de las muchas que componen nuestro retrato. Acostumbrados a pensar en los destinos y lo transcendental, perdemos de vista la realidad sencilla y acumulable de nuestras vidas, la construida a golpe de dato significativo para terceros.

Preocupados por conseguir el mejor precio de un billete, no vemos la auténtica importancia de lo que revela de nosotros para nuestra relación futura.  Años de nuestra vida en redes pueden procesarse en milésimas de segundo en esta desigual competencia.

* "La odisea de comprar un billete de avión a buen precio: ¿cómo funcionan los algoritmos de las aerolíneas?" RTVE.es 17/05/2023 https://www.rtve.es/noticias/20230517/como-afectan-algoritmos-precios-billetes-vuelos/2446392.shtml

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