Joaquín Mª Aguirre (UCM)
No
querían que me enterara de cualquier manera, pero fue finalmente por una
casualidad. Entré en el comedor buscando a unos compañeros y me encontré con
otros, que me lo dijeron: María Dolores había fallecido hace unos días. María
Dolores era María Dolores de Asís Garrote, la que fuera mi directora de tesis.
Había sido, me dijeron, una muerte tranquila, en paz.
María
Dolores fue Catedrática de Literatura en el entonces de Departamento de
Filología Española III (Lengua y Literatura), de la Facultad de Ciencias de la
Información, en el que pasé mis primeros veinte años como docente. En él tuve
la suerte de vivir una experiencia universitaria que se parece muy poco o nada
a lo que hoy se vive. Doy gracias cada día por haber podido tener esa
experiencia y me da pena ver cómo los que ahora llegan carecen de aquello.
Mi
contacto con ella fue en la primera hora del lunes que me incorporé a realizar
una segunda licenciatura tras la realización del Servicio Militar. Fue una
clase sobre Larra y yo, como estudiante redicho, ya levanté la mano desde el
final del aula para preguntar.
Enamorados
de la Literatura, acudimos a hablar con ella una sobrina de Torrente Ballester
y yo al finalizar el curso. Le llevábamos una propuesta, la de reeditar como
publicación universitaria "El pobrecito hablador", algo que aceptó
encantada y asumió como actividad del departamento para darle el respaldo y
moverlo.
No quiero
preguntarme por qué el día antes de que me notificaran el fallecimiento de Mª
Dolores tenía en mis manos dos ejemplares de El Pobrecito Hablador que, sencillamente, estaban ahí y que revisé
con nostalgia. Vi una revista que incluía entrevista a Camilo José Cela, a
Miguel Narros, a Elena Soriano; que tenía artículos sobre Ezra Pound, Rosa
Chacel o William Golding, críticas de obra importantes que se publicaban en el
rico panorama editorial de los ochenta. Eran el número 2, publicado en noviembre
de 1983, y el número 7, en mayo de 1988. Un número por año para el que había
que recaudar para su realización. El número dos incluye en la segunda página
una "Lista de Amigos del Bachiller", personas que había aportado,
según se señala, 3.000 pesetas para financiar la publicación. La lista incluía
al decano de entonces y a la mayoría de profesores del Departamento y de otros
de la casa. Todo eso fue obra suya, que se encargó de dar esos sablazos para
que la publicación pudiera salir.
María
Dolores era entonces directora de la revista Crítica, que tenía un muy buen nivel en los artículos sobre el
mundo de la cultura. Su vocación por la prensa estaba clara. El departamento,
bajo la dirección de otra enorme persona, Mª del Pilar Palomo, se esforzó en
adaptarse y avanzar en los estudios literario periodísticos. Esto suponía
desplazar el foco de la obra literaria hacia la obra periodística de muchos de
los grandes autores españoles, cuyas publicaciones había permanecido
oscurecidas. Tengo cerca la última prueba de ello, el amplio volumen
"Bécquer periodista", como resultado de unas intensas y fructíferas
Jornadas dedicadas al poeta... y periodista.
Mª
Dolores nos comentaba divertida que su padre, Catedrático de Griego, discípulo
de Miguel de Unamuno en Salamanca, la llamaba "Lolita la Traidora"
porque se había desviado de sus estudios de Clásicas y se dedicaba a la
Literatura contemporánea española. Pero creo que no renunció nunca a su formación clásica que usó como base para muchos de sus trabajos, en especial sobre la función de los mitos.
Con
Pilar Palomo y Mª Dolores de Asís en el Departamento, la entrada de los autores
en la Facultad ya no era una metáfora, sino que un día podías encontrarte a
Dámaso Alonso en el despacho de dirección, otro a Rafael Alberti, a José
Hierro, Antonio Colinas cuando se organizó una histórica Jornada de una semana
dedicando un día a cada generación, con la participación de lo que quedaba vivo
del 27 y del 36 en adelante hasta llegar a los que estaban brillando en ese
momento.
Lo más
importante: lo hacían por los alumnos. Lo hacían para que, como decían,
pudieran "tocar" lo que hasta el momento solo había visto en los
libros. Recuerdo la avalancha de alumnos entrando en la Sala Naranja, llena a
rebosar, para ver y escuchar a Alberti, que se negó a empezar hasta que no le
llevaron un gin tonic para regocijo del alumnado. Era otra universidad. Era
otra forma de sentirla, de participar en ella, de contribuir al conjunto.
Creo
que la última vez que vi a Mª Dolores fue hace unos pocos años, antes de que la
pandemia dividiera el tiempo; fue en la presentación de un número de la revista
que dirijo y edito desde hace casi treinta años y que surgió también en aquel
departamento, Espéculo. Una alumna mía, Qian, valorando en su cultura los
vínculos y las generaciones, me llamó para que me acercara y hacernos los tres
una foto juntos. "Foto con la directora de la tesis de mi director de
tesis", nos decía sonriente. Nos hicimos la foto. Sí, era un gran momento
y no lo veíamos.
Habría
decenas de anécdotas que contar, pero no es momento. Quiero recordarla dentro
de un ambiente universitario que ella siempre respetó en una universidad que se
hacía respetar. Durante años, el bar de la facultad estaba decorado con los
carteles de los grandes congresos que se celebraron allí, de centenarios como
los de León Felipe o de santa Teresa de Jesús, los dedicados al teatro y la
novela contemporáneos, al exilio, etc. Luego alguien aprovechó una pintura de
la cafetería y fueron devueltos todos al departamento.
Lo que
vivimos en esa época de la Universidad es irrepetible. Lo es por la actual orientación
burocrática, competitiva, individualista, con la financiación como forma de
vida, etc. que la propia política universitaria crea y fomenta. Hace muchos
años que no veo este tipo de relación entre compañeros o entre profesores y
alumnos. El mundo universitario ha cambiado.
Yo doy
gracias por haber podido conocer a personas que entendían de otra manera el
conocimiento, la forma de transmitirlo y de recibirlo. El respeto surge del
respeto propio.
Descanse en paz Mª Dolores de Asís, profesora, periodista, universitaria, directora, amiga, persona.
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