miércoles, 26 de octubre de 2022

El chico que se saltaba los semáforos

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)

De toda la fauna que España ha producido en las últimas décadas, la figura del "pequeño Nicolás" merece ser estudiada con cierto detenimiento, especialmente porque es un producto nacional que se ha ido desarrollando a falta de cosas mejores. Hace unos cuantos años España volvió a sus raíces picarescas, son figuras que van del "Dioni" a los comisionistas de "pa' la saca". España, hay que reconocerlo, produce pocos genios y muchos "listos" que es la categoría que más nos va y de la que dieron cuentas plumas anónimas como la que los reflejó en El Lazarillo de Tormes o firmas emblemáticas como la de Cervantes. ¡Qué se le va a hacer! Otros producen otras cosas, nosotros estos especímenes de la supervivencia social, del mangoneo, el escaqueo y muchas otras palabras de este tenor, que son el verdadero arte nacional. Creíamos que esto se había acabado y que se nos pegaría algo de turistas alemanes y nórdicos, pero ¡qué va! solo nos salieron nuevos dientes retorcidillos y algunos se especializaron en determinados campos como otros lo hacen en la Medicina.

"El pequeño Nicolás" es el futuro, por edad y rendimiento, desgraciadamente. Nos creímos que con quitar la "mili" ya estaba hecho todo, pero el desengaño llegó pronto. Aquí la Policía nos regala un espécimen como el Comisario Villarejo, un hermano mayor de todos estos, que son primos de alguien, amigos interesados de las personas influyentes, a los que les gusta esta adulación. Necesitamos nuevos escritores que den cuenta de estos personajes porque son en los que muchos se ven reflejados.

Aquí, los mejores —como siempre— se van, emigran, mientras que los "listillos" se quedan a hacer su agosto y después a contarlo, que si no —como Don Juan— no tiene gracia. Afortunadamente ese contarlo les suele traer disgustos.

El pequeño Nicolás reaparece a lo grande, de nuevo en titulares. Y es que la Justicia en este país es una alfombra roja eterna, por la que no se deja de desfilar, una y otra vez. ¿Cuándo vamos a tener una Justicia ágil? Pero, bien pensado, ¿para qué necesidad hay si lo que prima es el espectáculo, la ejemplaridad de lo poco o nada ejemplar?

En el diario ABC nos recuerdan algunas de las andanzas del Pequeño Nicolás, un apodo que hizo fortuna, y se le sigue aplicando pese a que los años pasan, aunque no por él, fosilizado en esa figura de rizos, esa medio papadita que le dan un aspecto único y muy convincente. Nos cuentan:

Los hechos se remontan a 2014, cuando el Pequeño Nicolás, que entonces tenía 20 años, habría intentado estafar al empresario Javier Martínez de la Hidalga en la venta de la finca toledana La Alamedilla. Según la Fiscalía, el joven se presentó al empresario como miembro del equipo de la entonces vicepresidenta Soraya Sáez de Santa María y del CNI para ofrecerse a intermediar en la operación a cambio de 300.000 euros.

Incluso utilizó material falso de distintas instituciones del Estado, como membretes de la Presidencia del Gobierno, de la Casa Real y del propio CNI elaborados por él mismo, además de distintivos policiales falsos y coches alquilados de alta gama para que parecieran oficiales.

Coches con chófer

La defensa del joven ha pedido en las cuestiones previas al juicio que el acusado pueda declarar el último, por lo que la sesión ha empezado con la comparecencia como testigos de hasta 11 policías. El primero de ellos ha explicado cómo identificaron al Pequeño Nicolás. Los agentes comprobaron que se desplazaba en coches alquilados con chófer, en los que usaba luces falsas como las de los vehículos oficiales de escolta: «Y además, se saltaba los semáforos», ha añadido el primer testigo policial.

Los agentes han explicado que advirtieron al empresario presuntamente estafado y que éste reconoció que ya había empezado a sospechar de Francisco Nicolás. También han recordado la documentación falsa que le intervinieron cuando fue detenido y que el joven preparaba en una tienda de la cadena de copisterías Work Center.

Además, el primer agente en testificar ha detallado que fue Presidencia del Gobierno la que avisó por escrito al de Ministerio del Interior, que puso el caso en conocimiento de la Dirección Adjunta Operativa (DAO) de la Policía, cuyo departamento de Asuntos Internos inició entonces la investigación que terminó con la detención del acusado.* 

De todo esto, lo que más me sorprende e interesa es esa capacidad casi mágica para hacer creer a los demás en las ilusiones que fabricaba. Es decir, cómo alguien al que llaman "el pequeño Nicolás" es capaz de dar el pego de esa manera. Pero la base del timo es encontrar alguien más idiota que tú, mejorando lo presente. Por muchas obras que se escriban, por muchas películas que se filmen, el hecho es que no aprendemos. El timo a la española tiene su técnica, su método, su tempo.

De todos los detalles con los que el veinteañero sorprendía a los demás me parece absolutamente revelador el del saltarse los semáforos. En otros ámbitos europeos, se hubiera hecho lo contrario, tratar de mantener discreción, no llamar la atención, mostrarse más respetuoso que nadie con las normas. Pero el pequeño Nicolás iba —seguramente sin haber leído a Michel Foucault— a establecer que lo que es más admirable del poder es saltarse sus propias reglas, en este caso, representadas por el semáforo.

La visión del pequeño Nicolás —y le funcionaba— no es la del que ha estudiado Políticas o Sociología. Es picaresca pura y dura, orwelliana rural, sacada del imaginario popular. Para el pequeño Nicolás el poder era un montón de papeles con membretes y sellos y poderse saltar los semáforos. ¡Para qué la teoría política! ¡Hay que ir directamente al imaginario agrario hispánico subyacente!

Dicen que cuando veía que dudaban cogía el teléfono y decía cosas como "¿Sí..., Soraya?", y que le abrían las puertas del vehículo. Coches de alta gama, luces y saltos de semáforos, con chófer que te abre la puerta al llegar, todos signos de poder. Salir corriendo con el teléfono en la mano porque "Soraya" te espera para tomar el aperitivo mientras discutes con ella las grandes operaciones del gobierno. Puro teatro, pero ¿qué es la política sino puro teatro, traducción del poder a signos visibles, como los señalados?

No puede dejar uno la perplejidad que produce el historial:

El Pequeño Nicolás, actualmente en libertad, ya fue condenado el año pasado por otros dos asuntos similares, como el viaje que realizó a Ribadeo (Galicia) también en 2014 haciéndose pasar por un enlace del Gobierno y la Casa Real y por falsificar un DNI para que un amigo se presentara por él a la Selectividad hace diez años. Sin embargo, fue absuelto en una cuarta causa por calumnias e injurias al CNI.

A su llegada a la Audiencia madrileña, el joven se ha mostrado «tranquilo» y se ha quejado de que este asunto está «durando mucho». A la salida, de nuevo ante los medios, aseguraba que está «contento» de que la primera sesión haya transcurrido «según lo previsto». Preguntado si se considera inocente, ha respondido con un «sí, por supuesto». Su abogado ha avanzado que en la segunda sesión aducirá el «trastorno de personalidad» del Pequeño Nicolás que ya recoge su condena de 2021 por la visita a Ribadeo.* 

Ese pasar de la "Casa Real" a falsificar el DNI para la selectividad es digno de su biografía picaresca. No tengo la más mínima admiración por un personaje como este, porque supongo que tendrá ya muchos admiradores, que tendrá cola editorial para publicar sus memorias o que habrá inspirado relatos de todo tipo. Si viviera en otro país, ya tendría representante en vez de solo abogado. Pero está aquí, entre nosotros.

No es ya un "hijo del subdesarrollo", sino de la siguiente, la del siglo XXI en el que ha realizado su carrera de fingimiento y osadía, de desparpajo y desvergüenza. Tony Leblanc ya no podrá componer un personaje con él porque no lleva boina, sino rizos al viento con un aparente descuido, pero que es su forma capilar de fingir un origen nobiliario. Los rizos visten, decoran y dan una pátina de sangre azul tirando a moderna.

Llegando casi a los treinta años, el pequeño Nicolás sigue igual de "pequeño" e igual de "Nicolás". En Estados Unidos hubiera sido en unos pocos años vicepresidente y sucesor de Donald Trump. El diagnóstico que le hicieron —trastorno de la personalidad— y que le sirvió como atenuante y librarse de unos cuantos meses de cárcel coincide con el de Trump; son como dos gotas de agua, narcisistas e histriónicos, no sabemos hasta qué punto se creen sus mentiras. ¡Allí si que se hubiera saltado semáforos!

Me preocupa, como digo, que el personaje tenga continuidad a través de esos imitadores que ven en él la esencia hispana, el pasado, presente y (peor) futuro. Podemos tomarnos al pequeño Nicolás con humor, pero nunca a broma. 

* Jorge Navas "El Pequeño Nicolás «se saltaba los semáforos» y «preguntaba por Soraya» para simular que era del Gobierno y del CNI" ABC  25/10/2022 https://www.abc.es/espana/policia-sobre-falsos-coches-oficiales-pequeno-nicolas-20221025121221-nt.html

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.