Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Cada
vez son más los candidatos que llevan a Dios en su agenda electoral. No se les
cae de la boca y, por supuesto, actúan siempre en su nombre, con un programa
escrito al dictado-revelación. Creo que, desde el origen del mundo, no ha
tenido tanto trabajo. Hemos vuelto a época de cruzadas, tanto en dictaduras
(Putin llevando un cirio en las manos) como en la democracias. Hoy le toca a
Jair Bolsonaro, apóstol brasileño, que ya ha dicho que solo abandonará la
presidencia si Dios lo quiere, algo que le emparenta con su sosias del norte,
Donald Trump.
En la
información abundante de RTVE.es sobre las elecciones brasileñas, cuya primera
vuelta se celebra hoy, se nos dice esto Jair Bolsonaro:
El actual presidente es un nostálgico de la dictadura militar que se vende a sí mismo como un ferviente católico defensor de la familia. Durante su mandato, entre otros asuntos, ha facilitado e incentivado la tenencia de armas en el país, tomando como ejemplo el modelo estadounidense, y ha sido duramente criticado por su gestión de la pandemia, acusado de haber mostrado escasa empatía hacia las víctimas con su actitud negacionista.*
Se nos explica, además, que Bolsonaro ha planteado las elecciones como "una lucha entre el bien y el mal". Por supuesto —¿alguien lo duda?—, el "bien" es él. Es todo lo que él dice representar.
Atrás queda la "gripecita" para referirse a la COVID y unos cuantos —muchos— miles de brasileños muertos. Todo es bienvenido porque todo viene de Dios. Esperemos que cuando Lula gane, como señalan las encuestas, también lo acepte como una decisión divina y se vaya a hacer ejercicios espirituales a ver si en alguna revelación le explican por qué ha perdido.
Jair Bolsonaro es un caso. Hay muchos otros de estos nuevos apóstoles políticos y la religión se entremezcla más en los discursos políticos, algo preocupante porque uno de los elementos básicos de la democracia es evitar lo que supone un mal uso de la religión, el dogmatismo.
Las religiones no son democráticas en sí. Lo son las formas que puedan tener para organizarse o de convivir con otros que no creen o creen otra cosa. Por eso las ideas de "tolerancia", de "convivencia" son esenciales por lo que implican de respeto a los demás. La política se puede inspirar en principios religiosos, pero no puede imponer a otros su visión de la vida. Hay mucho humanitarismo en casi todas las religiones, pero lo que acaba de forma problemática es su carácter impositivo utilizado para el enfrentamiento.
Y esto explota cuando se convierte en una oposición bien-mal. Cada vez es más frecuente que las distinciones básicas se barnicen con elementos religiosos para así potenciar su efecto emocional sobre la gente.
Que un personaje como Putin pueda fotografiarse recibiendo las bendiciones del Patriarca de Moscú nos muestra la doble utilización, el mutuo provecho, de la política utilizando la religión y de la religión usando la política. Es otro retroceso porque fue precisamente esa separación la que permitió muchos avances en muchos campos y una enorme pacificación evitando las llamadas "guerras de religión" durante siglos. Los fines de la Ilustración eran llevar el conocimiento a aquellos que eran atrapados en su ignorancia, limitado su acceso a cualquier cosa que no fuera un refuerzo del control sobre sus mentes y cuerpos.
Jair Bolsonaro es un retroceso político e histórico. Pero habrá que preguntarse por qué este tipo de fenómenos vuelve a producirse y la religión empieza a ser un problema político de nuevo.
Lo que ha aumentado en muchos países es el nivel de credulidad política, un concepto que los especialistas deberían empezar a valorar. Esto implicaría conocer hasta dónde es posible llegar a creerse un discurso político. Este ya no consiste en decir qué se va a hacer en el futuro, sino en ventear los desastres que se producirán si el otro gana o las causas de su victoria. Unos son el plan divino; los otros, diabólicos opositores a sus planes.
Bolsonaro ya ha explicado que solo Dios dispone de su estancia en el gobierno, sea esto lo que sea que quiere decir. Poco más o menos es lo ocurrido en Estados Unidos el 6 de enero con el asalto al Capitolio, donde un "puñado de patriotas" se lanzó a "recuperar para el pueblo" lo que al pueblo le había sido robado. Esto no es ficción, sino una triste realidad en una democracia consolidada en la que cada vez más se habla de una posible confrontación.
El radicalismo acaba arrastrando hacia posiciones cada vez más dogmáticas, más crédulas, según señalamos antes. Los candidatos se erigen en portavoces de Dios, de la Historia, de la Raza, etc., de cualquier principio que sea visceral, para lo que necesitan unas audiencias fanatizadas, deseosas de recibir estos mensajes de confirmación, que les aseguren que están en el lado correcto, el que tiene todas las bendiciones. Para eso, el fomento de la ignorancia es fundamental. No hacen falta electores que piensen, sino emotivos seguidores enganchados al culebrón político, seres simples en los que las frustraciones diarias se convierten en risas y llantos, en gritos y cantos, seres deseosos de sentir y no de pensar, deseosos de creer que Dios los mira y se comunica con personajes como Bolsonaro, Trump o Putin para transmitirles su divina voluntad
* Marta Rey "Bolsonaro vs. Lula: las claves de las elecciones más polarizadas y violentas en Brasil" RTVE.es 2/10/2022 https://www.rtve.es/noticias/20221002/claves-elecciones-brasil/2404404.shtml
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