Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Las
olimpiadas dan para mucho, de lo bueno y de lo malo. Empeñados en sumar en los
medalleros para mayor gloria patria, no siempre percibimos de forma clara lo
que hay tras cada participación. Hoy actúa de nuevo Simone Biles, liberada de
presión. El caso, del que hemos hablado mucho, sirvió, por ejemplo, para que se
nos mostrara un ratón angustiado en un cajón de experimentos, gracias a ese
extraño sentido didáctico que a veces lleva a los medios a descubrir el
Mediterráneo.
Hemos
visto el prodigioso momento en el que la corredora holandesa Sifan Hassan cae
en las semifinales del 1.500 y tiene la fuerza de voluntad de levantarse e ir
pasando, una a una, a todas sus rivales para entrar en primer lugar ante los
ojos sorprendidos de un estado vacío y media humanidad viéndolo en sus casas.
¡Ojala todos pudiéramos tener esa capacidad! Hace falta mucha capacidad... ¡de
todo! para hacerlo. La corredora confirmó su excepcionalidad llevándose de
calle la final, aunque la verdadera batalla la dio anteriormente en la
semifinal, cuyas imágenes deberían servir de motivación en todas las escuelas
del mundo.
La
motivación lo es casi todo en la vida. Sin ella, por mucha capacidad que
tengamos, poco se puede hacer. La búsqueda de motivación es una búsqueda en uno mismo, localizar un resorte que sea capaz
de sacudirnos para hacer algo, sencillo o complicado, pero que nos ofrece un
reto fuerte.
En esa
búsqueda que nos traiga el impulso, la energía y la resistencia no hay muchas
recetas generales y sí mucha historia personal. La motivación de otros no es
válida en la mayoría de los casos. Ese talismán interior tiene que surgir de
uno mismo.
Teniendo
en cuenta esto, la edad pasa a ser esencial. Nuestra primera medalla olímpica
dejó a todos con poca capacidad de explicación, rendidos ante los hechos. Una
joven de 17 años, Adriana Cerezo, sorprendía a todos, en su primera participación
se iba deshaciendo de sus oponentes hasta llegar a la final. Pero si lo
conseguido era mucho, lo que se mostraba del carácter y decisión de esta joven
lo era mucho más. La fuerza interior que hay que tener para alcanzar lo
conseguido es enorme, pero hacerlo con la actitud demostrada lo es mucho más.
Parece que Adriana Cerezo es así en la vida —en su corta vida—, que sus éxitos
en los estudios avalan que posee esa determinación insólita. El mérito de una persona
tan joven es enorme en un nivel deportivo donde la experiencia y el control de
las emociones son esenciales.
Hay
casos de personas muy jóvenes que alcanzan precozmente niveles importantes en
ciertas especialidades, como la gimnasia, por ejemplo. Pero no es el Taekwondo
una disciplina del mismo orden. ¡Ojala mantenga siempre esa alegría y
motivación, ese entusiasmo y ese sentido de la normalidad aunque su vida sea
única y diferente!
Mucha
juventud y motivación la hemos visto en la competición de Skateboarding, con el
podio más joven de la historia. Allí
podíamos ver compitiendo a participantes de 13 años. Era la edad de las medallistas
de oro y plata; la de bronce tenía 16. Como en el caso de Adriana Cerezo, se
veía una enorme motivación y un espíritu de conjunto, como el representado, por
ejemplo, por la representante de Filipinas, que estaba disfrutando de la final
junto a sus compañeras. Entre toda estas participantes, la norteamericana tenía
31 años, arquitecta. Indudablemente, su motivación debía ser diferente a la de
sus jóvenes competidoras. ¡Enorme fuerza de voluntad! No se llega a una
Olimpiadas por cualquier camino. Seguro que los suyos merecen contarse.
He
visto muy preocupados por la edad a los comentaristas de las olimpiadas. Parece
que en algunas ocasiones hay una especie de sorpresa por el rendimiento de
personas a las que dan por acabadas antes de tiempo. Es indudable que según las especialidades, la
vida deportiva es muy diferente, tanto por su duración como por los resortes
motivacionales.
Hace
unos días escuchábamos a nuestro medallista en Ciclismo Cross Country, David
Valero, que sorprendió a todos con un bronce. "¡Acuérdate de tu
hijo!", se le escuchó a su entrenador cuando pasaba. Palabras mágicas. La
motivación le hizo resistir y seguir y seguir en una disciplina de enorme
desgaste, donde no solo compites contra los otros, sino contra la dificultad el
suelo. David Valero encontró en la imagen de su hijo, hábilmente espoleado por
su entrenador (un entrenador debe saber cuál es la motivación y usarla en el
momento adecuado).
Hoy
hemos tenido un caso parecido y con una edad parecida. La medalla de plata
conseguida por la piragüista Teresa Portela, en su sexta participación
olímpica. Gran parte de los comentarios se han centrado, de nuevo, en la
cuestión de la edad. Sin embargo, Teresa Portela lleva dentro la motivación más
fuerte, la ilusión de su hija, que la despidió con un "¡Mamá, gana!"
que tiene un enorme valor para ella y lo ha escuchado en cada paletada. Si
Valero sentía que su hijo le estaba mirando, a Portela era la mirada de su hija
la que le daba fuerzas. Ella, que lo dejó para ser madre, encontraba para el regreso la motivación en esa imagen de su hija.
Los más
jóvenes la sacan de la ilusión de lo nuevo; los más maduros, sacan la fuerza de
aquello que les rodea en su entorno, básicamente familiar. Hemos escuchado
también la motivación del recuerdo, del compromiso ante las personas
fallecidas, que ellos han sentido que les espoleaba. "Los que ya no
están" lo están, sin embargo, en el recuerdo y a ellos se les dedica ese
esfuerzo al que han contribuido desde ese extraño compromiso que los humanos
hacemos con ellos, más fuerte en ocasiones que los que tenemos con los vivos.
Nos
llega la noticia reciente de que Simone Biles finalmente ha participado y ha
ganado una medalla de Bronce en la especialidad que menos le gustaba. La
motivación de Biles ha sido encontrar la respuesta a la pregunta que se hizo:
¿por qué sufro con lo que tenía que disfrutar? ¿Dónde está lo que me han
robado? Biles ha encontrado la respuesta satisfactoria. Han sido las muestras
de cariño las que le han devuelto la ilusión por competir, sentir que importaba
a alguien más allá de lo que consiguiera. Esa frase donde dice que el apoyo
recibido de miles de personas "me
hace darme cuenta que soy más que mis logros" es la gran barrera que
encierra en la angustia. Si solo me
quieren por mis logros, significa que si fallo me odiarán o dejarán de quererme.
Biles ha conseguido darse cuenta que, en efecto, es una persona y no solo una
máquina de conseguir medallas, una máquina desechable cuando deje de hacerlo.
Una mujer que ha conseguido todo en su campo es fácil que sienta que cada nueva
competición es una amenaza. Por eso, la reacción popular ha sido muy
importante. Con ello, Simone Biles tuvo que buscar la motivación contraria, la
de no competir, probablemente la decisión más difícil y valiente de su vida.
Pero ha ganado y se ha recuperado a sí misma.
Adriana Cerezo, Teresa Portela, David Valero, Sifan Hassan, Simone Biles... todos son ejemplos de motivación. Cada uno la ha encontrado en el fondo de sí mismo, propia, convertida en energía y fe. Da igual la medalla o su ausencia. Han encontrado algo importante en sus vidas, algo que vale más que las medallas, que el triunfo mismo, algo fuera del deporte que les transmite energía y les levanta cuando caen.
Creo
que todos saldríamos ganando con la ejemplaridad del deporte, con lo que tiene
ganarse a uno mismo ante que ganar a otros, batir récords o conseguir medallas. El foco se
pone en esto último, pero el ejemplo está en otro lado.
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