sábado, 28 de agosto de 2021

Caer del cielo

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)


Las víctimas mortales del doble atentado de Kabul ascienden ya a 160 muertos más los heridos. Los terroristas suicidas deben haber sido recibido con gran alegría en el otro mundo; lograron su objetivo.

La mayoría de las veces los muertos no tienen historia; se esconde tras la frialdad numérica de la cifras, que se van actualizando como si fueran índices de precios o cualquier otro dato.

De las imágenes que hemos visto, las más impactantes inicialmente fueron las de los cuerpos cayendo desde el cielo al soltarse de los trenes de aterrizaje a los que algunos se habían aferrado para no se sabe muy bien qué hacer, aunque su intención era clara: salir de allí, huir de los talibanes. La acción era irreflexiva, quizá guiada por la primera euforia de haber conseguido entrar y agarrarse a los trenes de aterrizaje. Sabemos de cadáveres congelados encontrados dentro de la carcasa de los trenes de aterrizaje en gente que huye de sus países para intentar entrar en otros de la forma que sea.

The Washington Post le ha puesto rostro e historia a una de esas pequeñas figuras, apenas unas manchas en el cielo, captadas en su caída por los teléfonos móviles de los que, a falta de libertad, recogían el testimonio del desastre que se producía ante sus ojos. Hay muchas imágenes de caos y desesperación en el Kabul tomado por los talibanes en una de las peores operaciones que se han visto en décadas.



La historia es la de Fada Mohammad, de cómo salió de su casa sin que supieran dónde iba y cómo cayó sobre una casa a varios kilómetros de Kabul. The Washington Post ha titulado el artículo "The story of an Afghan man who fell from the sky" y los firman Gerry Shih, Niha Masih y Dan Lamothe:

 

As the Taliban encircled Kabul on Aug. 15, Fada Mohammad told his family about what he’d seen on Facebook: Canada and the United States were airlifting anyone who wanted to leave out of the Kabul airport.

But if Fada wanted to go himself, recalled his father, Payanda Mohammad, he didn’t mention it.

The young dentist never reached either country. The next day, he didn’t make it beyond a rooftop four miles from Kabul airport, where his body was found after he plunged from a U.S. military plane as it took off — one of the most tragic and indelible images in the final chapter of the U.S. campaign in Afghanistan.

In the 10 days since then, many details of the chaotic events at Hamid Karzai International Airport remain unknown. Fragments of videos taken by bystanders, which quickly went viral on social media, showed glimpses of an extraordinary scene as hundreds of Afghan civilians swarmed the Air Force cargo transport on the tarmac in a desperate attempt to get on board.

In one video, at least a dozen people were on top of landing gear hatches as the aircraft accelerated down the runway. In another, two bodies fell from the plane as it climbed skyward.

Yet another smartphone clip showed the aftermath: at least four motionless bodies on the airport tarmac, randomly spaced along the length of the runway. A promising teenage soccer player was among those who died. So was Fada.

The Air Force said a C-17 crew decided to “depart the airfield as quickly as possible” that day because of the deteriorating security situation. U.S. officials later found crushed human remains inside the wheel well. The Air Force has pledged a thorough investigation to “prevent a situation like this from happening again.”

In Kabul, residents are grappling with questions of their own.

Wali Salek, who has lived 20 years in Kabul’s Panjsad Family neighborhood, wonders how misfortune could strike from the sky, sending two bodies, including Fada’s, crashing onto his cracked roof like “an explosion” going off.

 

Es imposible ponerse en la situación de alguien que vuela esas millas desde el aeropuerto hasta caer sobre el tejado de una casa, ver el mundo desde esa altura que el avión llevaba. Y caer.

Pero sí podemos ponernos en la posición de espectadores, ya sea horrorizados o indiferentes. Las cadenas nos advierten que van a mostrarse imágenes molestas, que pueden herir nuestra sensibilidad, como suele decirse. Nos advierten para no mirar, para no ver las consecuencias reales de lo que ocurre en una realidad demasiado dura para hacérsenos real. Pero el hecho de no mirar, como avestruces, no evita que las cosas ocurran y que ocurran como ocurren. Los que tuvieron que retirar los restos de las personas que quedaron atrapadas en el tren de aterrizaje del avión saben que no siempre se tiene ese recurso de dejar de mirar, reservado a privilegiados

Hay un detalle al inicio de la historia. Fada ha oído que todos los que lleguen al aeropuerto podrán salir hacia Estados Unidos y Canadá. Creo que es relevante porque Fada fue a su muerte engañado. ¿Se trataba de crear un caos en el aeropuerto? Sin duda. Los talibanes sabían lo que ocurriría y su "inteligencia" puedo perfectamente colapsar la retirada mediante el recurso de asegurar que cualquiera que llegara podría subirse al avión de salida. Serían así las fuerzas en retirada las que tendrían que rechazar a los afganos desesperados que no estaban en lista alguna. La estrategia del caos es la más barata, bastan unos cuantos twits, un par de mensajes en las redes sociales para crear el caos en una situación de desesperación.



En el artículo, se da paso a la palabra del padre de Fada. Era el mayor de sus diez hijos el que había muerto. Toda la vida fue, como primogénito, en el que se invirtió: se le pagó una universidad para que se hiciera dentista, se pidieron préstamos para que pudiera montar una clínica con un socio al terminar, más préstamos para organizar su boda. Y ahora Fada había sido encontrado sobre el tejado de una casa a más de diez kilómetros de Kabul. La vida es absurda:

 

In the city’s outskirts, Fada’s father wonders why his eldest son went to the airport that morning without telling him. He asks why the pilot lacked “humanity” and decided to take off even as people hung on.

“If somebody is clinging onto the plane, does the pilot have the right to fly? Is this lawful?” Payanda said Tuesday. “It was like killing a mosquito that you do not even consider human.”*

 

Su pregunta sobre la "licitud" del despegue no deja de ser un intento de dar sentido al absurdo responsabilizando al piloto. Pero el piloto no tiene mucho que ver con lo ocurrido. Ya tiene bastante en la vida con ver las imágenes de la gente cayendo desde el avión que pilotaba, estampados contra el suelo de la pista. La historia de Fada, si llega hasta él, pondrá cara e historia a su imaginado dolor.

El artículo se mueve por las opiniones de pilotos expertos tratando de explicar que los que pilotaban en ese momento no podían ver a los que estaban enganchados al tren de aterrizaje y que si se hubieran detenido el caos habría sido mayor y los efectos peores. Pero eso siempre es especulación.

Nos dicen que Fada había crecido en un Afganistán y que sus deseos de mejora le hacían soñar con salir del país. Formarse, como en tantos otros países de miseria, es la puerta de salida, el camino a un empleo mejor que lo que tu propio país te puede dar. No es solamente en Afganistán donde esto ocurre. Lo explica su primo, con el que compartía los sueños de huida que no compartía con su padre y hermanos, que lo veían como una inversión, como una forma de mejora del grupo familiar.



Hay en todo este desastre un sentimiento —lo veíamos aquí ayer— de conexión con el 11 de septiembre, con Vietnam, con los destres  que han marcado la vida norteamericana desde el comienzo del siglo y que les llevó a Afganistán en 2001. Las asociaciones son inevitables para muchos:

 

The final days “may create more panic, uncertainty and more tragic images at Kabul airport,” said Gohel, who compared the airport videos to the photos of people falling to their deaths after jumping from the burning World Trade Center towers on Sept. 11, 2001 — the terrorist attacks that triggered the U.S. war in Afghanistan.

Each of the people touched by Fada’s death remains deeply shaken.

Salek says he understood anxieties were running high in Kabul. Many shops in Mandawi market were closed. Women had largely disappeared from the streets.

“Of course people need to flee,” he said. “But as a doctor, someone educated, [Fada] should have some logic, to know better than cling onto a plane.”

Mohammad has a different view. His son must have known the danger, he says, but believed the aircraft would never take off in that situation and that he would then have had a chance to negotiate a passage to the United States.

“We all have a sense of humanity, so [the pilots] knew better than to take off,” he said angrily. Instead, they “created an image that dehumanized the Afghan people.”

Fada’s cousin is still struggling to explain his loss.

“His time was over,” Basir has decided. “It was written in his destiny.”*

 

Entre el odio a los pilotos, que pronto crecerá hacia los occidentales y el destino escrito hay poco margen. Fada tiene nueve hermanos que crecerán en un Afganistán distinto, indudablemente con menos probabilidades que las que el joven caído tuvo. La pobreza y el odio son mala combinación allí donde se dan. Los islamistas son especialista en la manipulación del odio y del resentimiento. Es la forma en que manipulan para crear sus brazos ejecutores. Pronto alguien irá cada día a recordar al padre de Fada cómo murió su hijo, a manos de quién lo hizo y de la falta de "humanidad" de los occidentales, para quienes su falta de religión les impide actuar como deben. ¿Qué se puede esperare de ellos?

Da igual que se cumpla en su familia, lo harán en las de otros. Como ocurrió en zonas de Oriente medio abandonadas a sus suerte, la seducción se irá imponiendo para poder salir de la vida pobre, sin sentido y darle uno precisamente a través del sacrifico, de la inmolación. No es casual que los mecanismos de captación se dieran en personas sin demasiado futuro. La familia de Fada ha perdido sus esperanzas y ahora solo le queda el odio y recibir las condolencias. El primo Basir, en cambio, es fatalista. "Se le había terminado su tiempo", señala. Fue su destino; estaba escrito. Nada de lo que ocurre no lo está.

Pero ahora, al margen del destino, la historia de Fada Mohammad está también escrita, esta vez en las páginas reales y virtuales de The Washington Post. Sus lectores las verán como destino, como crueldad, como inoperancia, como caos, como desesperación. Cada uno sacará sus consecuencias sobre ese joven que cayó del cielo huyendo del infierno. Vivió, como el país, en una ilusión que la realidad ha puesto trágicamente en su sitio. Se le había terminado el tiempo.

 


*  Gerry Shih, Niha Masih y Dan Lamothe  "The story of an Afghan man who fell from the sky" The Washington Post 27/08/2021 https://www.washingtonpost.com/world/2021/08/26/story-an-afghan-man-who-fell-sky/

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