viernes, 20 de agosto de 2021

El imposible vuelo del pájaro cantor

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)


"Nadie debe fiarse de lo que sale de la boca de un talibán", dice el actual titular principal de la CNN. El artículo recoge los testimonios y miedos de tres mujeres sobre lo que les espera y lo que pueden esperar. Los testimonios son variados, pero todos tienen un mismo fondo, han perdido la poca o mucha libertad que pudieran tener.

Evidentemente, los talibanes saben que necesitan ir ocupando todo el país, cada pueblo, cada calle, cada casa y cada mente, antes de mostrarse en su verdadera dimensión. Han escogido una fórmula interesante: todo lo que hagan, será acorde con la Sharia. Es una fórmula global que permite despersonalizar la responsabilidad como humanos y poner todo en manos de Dios, que ya habló en su momento diciendo cuanto tenía que decir.

Los talibanes, como hemos repetido, no son un partido político. "Política" es un concepto occidentalizado. Ellos no hacen "política", sino hacen cumplir la ley de Dios, algo no negociable por pura obviedad.

En el mundo islámico, el combate es por la pureza interpretativa. De lo meridianamente claro a las interpretaciones que dicen ser fieles a su origen. Lo que está claro, se cumple; lo que no lo está, se hace cumplir conforma a la interpretación establecida en las líneas que históricamente se han ido formando. Los talibanes entrarían dentro de una línea que solemos llamar "rigorista", es decir, que trata de ajustarse a la intención divina original. Una vez que la letra está dada y es inamovible, la cuestión es la interpretación de lo interpretable, que es donde se producen las discordancias y los cismas, las guerras contra los herejes.



Por eso, diciendo que se cumplirá la Sharia ya tienen dicho lo que quieren y lo que esperan de los demás. Ya con eso, las mujeres quedan marginadas y sumisas, dependientes, sin voluntad, que es sustituida por la de su guardián, siempre omnipresente. En el artículo de la CNN se recoge uno de los testimonios al respecto: 

"It's calm right now, but people are worried. The people here have lost their peace of mind, they are stressed. The Taliban are saying girls can go back to school, but once they do go, the [Taliban] complain that they must be escorted with a male relative. Girls cannot just go out by themselves anymore, they need a male chaperone," she said.

For her, one incident encapsulates the seismic change in Afghanistan.

"The other day, one of our female teachers went back to school and hopped on a rickshaw to get there. In Kunduz, it's very common to travel via rickshaw. However, the Taliban stopped them and beat up the driver for transporting her without a male chaperone. This is what we are currently dealing with," she said.*

 


Es un ejemplo de cómo funciona la aplicación de la ley. De esta forma se controla totalmente la vida de las mujeres, que deben estar siempre bajo vigilancia. Lo ocurrido en Arabia Saudí —otro país restrictivo— con la polémica de la prohibición de conducir las mujeres nos ilustra: una cosa es "conducir" y otra "conducir sola". Una mujer en un coche con un hombre que no es de su familia puede entenderse como "prostitución", por eso el vigilante debe estar "reconocido" como tal: padre, marido, hijo o hermano. El poder lo da la sangre, el individuo no es nada al margen de la familia, que es la unidad real, extendiéndose al clan o tribu para otros efectos.

La diferencia entre Arabia Saudí y Afganistán es obvia: los saudíes son ricos, mientras que la mayoría de los afganos son pobres. No es una obviedad, sino algo que también está en la base cultural. Desgraciadamente, la teorización sobre la eliminación de la pobreza no se encuentra en página alguna. Solo la obligación de la "limosna", como uno de los pilares. La mente tradicional se siente cumplidora al dar la limosna, pero no se incomoda con la pobreza, que existe porque Dios lo quiere en su reparto del destino.

La riqueza de Afganistán no es una riqueza nacional. Se basa en el opio, esencialmente, algo que los talibanes han aprovechado para financiarse. Tampoco aquí hay ningún escrúpulo. No se dice nada sobre ello en ningún libro o comentario sobre él en alguna interpretación reconocida. De esta forma es malo que una mujer vaya sola a algún sitio, pero no es malo cultivar opio que sirva para el narcotráfico y que sirva para comprar armas. De la misma forma, no es malo financiar el terrorismo porque son mártires, iluminados que han visto que se está mejor en el cielo que en la tierra llevándose por medio a los que haga falta. Ir con un fusil de asalto en la mano eliminando herejes es un trabajo más que honorable ya que se trata de hacer cumplir la voluntad de Dios y eliminar a los que se oponen.

Si los que están buscando puerta por puerta —como era previsible— han huido, está bien castigar a sus familias porque tú no eres tú, sino una parte de algo más grande y real que es la familia. Castigándoles a ellos te castigan a ti doblemente, primero porque recortan tu cuerpo familiar y segundo porque te causan dolor al perder a tus seres queridos. Esto es también "normal" y a Dios le parece bien.

De la misma forma, ¿qué hay de malo en azotar y lapidar? En tiempos de Mahoma era normal y no ha habido mejores tiempos que los del profeta. Si está escrito que se lapida, se lapida y ya está. No problem.

Una de las imágenes que están circulando en los medios nos muestra a los talibanes tachando con espráis de pintura los rostros de mujeres de los escaparates, en una suerte de "burka pictórico". La cara de la mujer es una ofensa o una provocación para todo aquel que no sea de su familia, lo que también forma parte de la ley. Se trata de ocultar su visión ya en persona, ya en fotografía. Esa es la función del burka en su versión más extrema. Si hay muchas escalas entre el pañuelo simple que recoge el pelo y el burka, cárcel de tela, los talibanes —más puros que nadie— escogen la extrema, la que hace desaparecer a la mujer en una mancha azul que se desplaza a contados lugares y acompañada.



El tema de la riqueza que hemos señalado anteriormente no es baladí. No basta decir que Afganistán es un país pobre. Hay que ahondar en el fondo y en la forma de esta pobreza, que los norteamericanos y demás no han conseguido erradicar en 20 años en un país que solo lo es tal sobre un mapa. Todos los elementos de cohesión vienen dados por otro tipo de principios. No hay un sentido responsable del conjunto más que como algo que hay que vigilar. Lo que hay es pura fracción en diversos niveles de cohesión. Cuando esta se produce lo es frente a otros, es decir, en oposición a ellos. Se habla mucho de los "señores de la guerra", de los líderes tribales, etc. Son la manifestación de esa individualidad de grupos para la supervivencia, pues la vida es enfrentamiento. Los talibanes, como los islamistas, son fuertes porque crean una unidad por encima de la división general, precisamente porque ocupan la idea central: ellos son la mano de Dios. Fuera de ellos, cualquier otra unidad solo es transmisión del error.

Esa imagen de los talibanes tachando rostros de mujer en los escaparates de tiendas y peluquerías dice mucho, mucho más que esas palabras de las que —nos advierten— no nos debemos fiar.

Encuentro entre mis libros la obra testimonial publicada en Francia en 2001 y traducida aquí al año siguiente, que lleva por elocuente título "Cara robada". Nos cuenta lo que fue la llegada de los talibanes al poder, lo que supuso para todos. Esto es un fragmento tomado al azar, al abrir sus páginas:

 

Todo ha cambiado, el mundo gira al revés. Mi padre sigue levantándose para la oración de la mañana, pero ya no puede salir a hacer jogging porque los talibanes no soportan que alguien que no sea ellos corra por la calle. Soraya, Daud y yo nos levantamos hacia las nueve o las diez de la mañana, sin dinamismo, sin ganas. Mi padre y mi hermano están obligados a llevar barba, todos tenemos la impresión de tener mala cara, cansados, tristes. Nadie enciende ya la radio, porque no dan noticias, ni música, ni poesía. Sólo propaganda.

Y decretos:

«Queda prohibido silbar y poseer hervidores que silben.

»Queda prohibido poseer perros o pájaros.»

Yo tenía razón. Por fortuna nuestro pájaro ya está lejos. Somos nosotros, y nadie más, quienes hemos decidido su libertad. Pero ahora hay que separarse de Bingo, nuestro lebrel blanco de pelo tan denso que parece un osezno. Lo conozco desde siempre. Mi primer recuerdo de él se remonta a una fotografía en colores del álbum que mamá ha escondido en la cocina. Tengo unos cinco años, llevo una falda escocesa, un polo rojo y un sombrero de paja. Sujeto a Bingo a mi lado, levantándolo sobre las patas traseras; con su hocico alargado apuntando en dirección a mi hermana mayor Shakila, parece decir: «¡Suéltame! ¡Estoy hecho para correr a cuatro patas!»

Para nosotros es impensable soltarlo en la calle, como han hecho algunos amos. Así pues, papá lo lleva en coche hasta la casa de nuestro tío, que tiene jardín. Bingo, el disidente afgano de cuatro patas, permanecerá escondido en la casa durante el día y podrá tomar el aire por la noche. Sé que estará bien cuidado.  (pp. 64-65)

 


Es un pequeño que puede darnos una idea aproximada sobre qué supones para todos esa llegada. La vida se ve alterada en detalles estúpidos. No se puede hacer jogging. Si está prohibida la música también lo está silbar y, por esta lógica absurda, está prohibido tener una tetera que silbe. El único sonido es el rezo y la llamada al rezo; todo lo demás es sospechoso, peligroso, se debe prohibir. Tener un pájaro cantor es un peligro, por lo que ellos tienen como consuelo concederle lo que ellos ya no tienen, libertad. Hasta el perro debe alejarse de su mirada durante el día. Solo en la noche podrá salir al jardín, porque la calle es demasiado peligrosa.

No, los talibanes no pueden cambiar porque precisamente su virtud es no hacerlo, es seguir férreamente las leyes divinas desde su interpretación a la letra. Ellos son los ganadores en la carrera por la pureza en la que corren todos los fanáticos, de distintos grupos y sectas, de los ricos y buenos amigos saudíes a los pobres y feroces talibanes, pasando por sus amigos de Hermandades, salafistas, etc. repartidos por el mundo islámico.



El estado de Afganistán bajo los talibanes solo podrá empeorar, porque tienen que controlarlo todo. Tienen que ser ejemplares en el castigo porque así lo requiere la Sharia, que deja claro qué hay que hacer con los que no la siguen. Para ellos no es terrorismo o golpe de estado, es la voluntad de Dios que se manifiesta en su iluminación sangrienta. Con ella en la mano, se irán deshaciendo de cualquier otra idea o comportamientos que hayan llegado del perverso e incrédulo Occidente.

El consuelo de la libertad del pájaro cantor es solo para aquellos que tengan alguna sensibilidad para lo simbólico. Los demás permanecerán en la gran jaula talibán en la que es imposible cualquier otro canto que no sea el suyo. Podrían dejar salir a los que no estuvieran de acuerdo, pero eso no sería ejemplar para el resto ni acorde a la ley de Dios. ¿Por qué los seres humanos se empeñan en huir de su castigo? 

El mundo tiene sus instrucciones de vida y ellos deben hacerlas cumplir a sangre y fuego. Se deben marchar solo los elementos contaminantes, los extranjeros. Por el contrario, hay que buscar puerta por puerta a los que traicionaron su fe, a los cómplices y a sus familias, para que todos vean cómo lo pagan los errados. Dios lo quiere.

Los pájaros cantores de todo tipo deben permanecer dentro de sus jaulas afganas, en silencio, reprimiendo su canto de mayor o menor libertad. Es un canto que comprende desde salir a la calle a jugar al fútbol, de enseñar en las escuelas a escuchar la música.



* Nilly Kohzad "'No one trusts anything that comes from the Taliban's mouth.' Three women on what Afghanistan is like under the militant group's rule" CNN 20/08/2021 https://edition.cnn.com/2021/08/20/asia/afghanistan-women-taliban-intl/index.html

** Latifa (2002) Cara robada. Random House Mondadori RBA, Col. Testimonios de mujer, Barcelona.

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