Joaquín Mª Aguirre (UCM)
La entrevistadora se empeñaba en sacar una declaración sobre la situación de las mujeres afganas al representante de Médicos sin Fronteras, se empeña en que le digan algo que todos saben, si ahora tenían más riesgos para ir al médico o a los hospitales. Él, por su parte se resiste a hacer la declaración que ella quiere. La periodista no entendía que la única forma de mantenerse con vida allí era mantenerse "neutral", pensara lo que pensara de lo que estaba ocurriendo. En teoría, están allí para ayudar a toda persona que lo necesite por más que lo que vean sea brutalidad y salvajismo. Él repetía "un hospital es sagrado", creo que lo hizo no menos de tres veces en la videoconferencia con la periodista. Acababa de regresar de Afganistán y el panorama que contaba, sin poder decir más, era demoledor. Se trataba de ser "diplomático", oficialmente neutral", evitar manifestarse sobre lo que ve como parte sanitaria que es la ONG en esa guerra.
Lo "sagrado" de los hospitales no existe más que para los que los consideran "sagrados"; es cuestión de valores que no se suelen compartir en muchas ocasiones y menos cuando se está librando una "guerra santa" contra herejes y ateos. Entonces, solo son sagradas la espada, la bomba, la metralleta..., todas regalo de Dios para que se cumplan sus órdenes.
La
noticia de la retirada norteamericana se hizo pensando que se podría resistir.
Tremendo error. Bush cometió los suyos, Obama los propios, Trump los propios y
ajenos, y ahora le toca equivocarse a Biden.
En The
Washington Post, un artículo a cuatro manos (más dos colaboradores) titula "U.S.
officials warn collapse of Afghan capital could come sooner than expected".
Los cálculos les han fallado o han querido que les fallaran, cuando las
provincias y sus capitales van cayendo como fichas de dominó hasta llegar al
seis doble de Kabul para el que no queda mucho.
Las
tropas se retiran, pero queda el apoyo aéreo dicen para tratar de aliviar el
penoso efecto. Pero es ahí donde Médicos sin fronteras saben qué ocurrirá, todo
dejará de ser sagrado. Solo será
sagrada la victoria.
Recogen los
periodistas de The Washington Post las palabras de Biden: «“Look,” Biden
told reporters at the White House, “we spent over a trillion dollars over 20
years. We trained and equipped, with modern equipment, over 300,000 Afghan
forces. And Afghan
leaders have to come together.”»*
¡Qué profundo desconocimiento, qué errores, como los cometidos en Oriente Medio! No van a tardar mucho en descubrirlo. La incapacidad de los norteamericanos para entender el problema existente y lo que han estado haciendo allí es trágica por lo que va a suponer para una parte del pueblo afgano, para quien los Estados Unidos han sido "empleadores" porque les pagaban. Y si se tenían que vestir de soldados, así lo hacían.
Desde
el propio diario se recoge lo erróneo de ese supuesto del que parte Biden:
Price, the State Department spokesman, said the
Afghan national security forces “far outnumber the Taliban,” with a “capable
fighting force of 300,000 troops.” U.S. assessments in the past have indicated
there are fewer than that due to corruption in the Afghan military that
includes “ghost soldiers” — personnel accounted for on paper but who don’t show
up to do their jobs. Other soldiers have fled their posts in recent days when
faced with threats by the Taliban.*
Y señalan más adelante:
Price and Kirby also pointed out that the
United States has provided the Afghan military with modern weaponry that
includes an air force. But the Taliban has been seen in recent days using an
array of weapons and equipment that it seized from the Afghan government,
including vehicles that still have Afghan army insignia on them.*
Que sea el Departamento de Estado el que esté haciendo descender a la realidad las palabras de Biden no deja de ser una ironía. De esos 300.000 soldados, como le dicen, muchos no existen, han sido sueldos cobrados que alguien se ha quedado con ellos. El armamento moderno comprado ya está en manos de los talibanes según van pasando porque es la mejor oferta para intentar salvar su vida, ya que saben que serán siempre los talibanes los que se harán con el poder. Lo saben desde el primer día, sabían que volverían.
Los talibanes saben que ellos lo saben y temen. Algo que ha existido en estos estados bélicos es precisamente que el terror te antecede. Es lo mismo que el Estados Islámico ha ido haciendo, que sepas que Dios está con ellos y que ni ellos ni Dios perdona. Las ejecuciones públicas del Estado Islámico son la sabiduría popular bélica: que te teman, que sepan que eres implacable, que nada es sagrado para ti salvo la victoria. Me viene a la memoria un caso que me impacto, el del soldado del Estado Islámico que mató a su madre por dudar de la victoria, por temer que su hijo muriera.
Dicen las autoridades afganas que han llegado ya más de 11.000 extranjeros a luchar junto a los talibanes. Volvamos a la idea: no se trata de Afganistán, un concepto construido con otra cultura. Son tierras inhóspitas habitadas por fieles o por infieles. No hay más, sean rusos o norteamericanos. Su destino es sufrir la derrota a manos de los que llevan siglos batallando entre señores de la guerra. No hay negociación, solo astucia para engañar al enemigo.
Todo fiel, sea de donde sea, debe serlo a la causa y no hay otra que se cumpla la voluntad de Dios. Los talibanes, lo olvidamos con frecuencia, son los estudiantes de la religión, son los "seminaristas", por decirlo así. No se sienten como soldados de un ejército nacional, sino como parte de una guerra santa por la verdad y por la sumisión, que es lo que significa islam, algo que no es negociable. En estos meses hemos visto absurdas negociaciones, pero solo puede haber un ganador. Con las cosas de Dios no se negocia, ¿quién es el ser humano para hacerlo? Y todo es voluntad de Dios, una voluntad expresada con claridad.
Desde el punto de vista político y mundano, la caída de Afganistán, conlleva una serie de problemas encadenados. Hace mal Biden en ignorarlos y solo mirar el bolsillo. Los Estados Unidos han creído que se podría hacer lo que hicieron con Japón, americanizarlo o democratizar a la Alemania pos nazi. Pero Japón se había modernizado previamente y Alemania era el país más avanzado del momento. Afganistán es un pozo de pobreza, atraso y corrupción, donde las personas que hayan logrado acceder a la cultura diferente, moderna, están en riesgo solo por haber leído, ido al cine o tener un televisor.
El drama de Afganistán es el de las personas que van a quedar en la nada de ese agujero retrógrado y violento que se avecina, que tienen cada día más cerca y que puede ejercer violencia sobre ellos sin necesidad de dar explicaciones porque ellos son la mano de Dios.
Las imágenes nos muestran la dureza de unos seres deshumanizados en su locura dogmática, mientras que otros huyen camino de la siguiente ciudad con la esperanza que resistan. Miles de afganos están ya en las calles, en los caminos, buscando quien les acoja.
Hemos visto ya el drama de los intérpretes, de los traductores que las fuerzas internacionales han usado en este tiempo. Son las personas más expuestas. Piden desesperadamente ayuda, pasaporte, ser aceptados por los países a los que sirvieron una vez que estos se van. Ellos perdieron la apuesta y saben que serán los primeros ajusticiados en plena calle para ejemplo de todos.
Estos veinte años de batalla les han hecho comprender que hay que hacer una política de tierra arrasada, que muchos temen que se esté empezando a practicar. La insistencia en el "hospital como terreno sagrado" es un deseo de que respeten algo, aunque con poca esperanza. La idea de que alguien cuide a los heridos solo tiene sentido si son los suyos. No es la primera vez que se pasa a cuchillo un hospital con combatientes del otro bando.
Esos 11.000 soldados que llegan desde fuera son un intento de consolidar un territorio firme, que sirva para poder desplazarse por la zona y posteriormente de refugio, como hizo anteriormente. Hay que tener espacio franco para poder reorganizarse, tener arsenales y, especialmente, hacerse con el material norteamericano dejado atrás, vendido o robado. Esos materiales modernos serán pronto empleados en otros lugares en cuanto que se asienten.
Está por ver la respuesta norteamericana. El artículo en The Washington Post se cierra con dos párrafos inquietantes:
Bruce Riedel, a former CIA officer who led a review of U.S.
policy toward Afghanistan and Pakistan for President Barack Obama in 2009, said
the situation in Afghanistan “is bleak, worse than most expected this quickly.”
“The danger,” he added, “is that the momentum
of the Taliban’s offensive will overwhelm the Afghan government and the defense
of Kabul will collapse.”*
Entonces, efectivamente, se verá cómo muchos de los que estaban en un lado, ahora están en otro, en el eterno péndulo de la supervivencia. Es cuestión de eso, no de otra cosa. El problema serán los estragos que hagan por donde vayan y, cuando lo tengan controlado todo, cuál será el siguiente paso.
El abandono de Afganistán es un problema. Y un problema irresoluble. Cuando tú quieres lo mismo que tu enemigo, las cosas se pueden dividir. Pero cuando las visiones son incompatibles y no puedes defender tus logros, hay poco que acordar, nada que debatir. Para ellos solo existe la posibilidad de la victoria. Es lo que les han prometido y de lo que dudar es impensable.
Ellos no viven una guerra moderna entre estados. Es otra cosa.
* Dan
Lamothe, John Hudson, Shane Harris y Anne Gearan "U.S. officials warn
collapse of Afghan capital could come sooner than expected"
https://www.washingtonpost.com/national-security/2021/08/10/afghanistan-intelligence-assessment/
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