Joaquín Mª Aguirre (UCM)
En
estos días ha caído algo más que Afganistán; con él ha caído también el ya
tocado liderazgo norteamericano, anunciado desde hace tiempo y confirmado por
el presidente Joe Biden, que pasará a la historia como aquel que tomó la decisión
de la penúltima palada de tierra sobre él.
Una vez
más, la política norteamericana queda en evidencia ella misma en su intento de
establecer un equilibrio entre su situación interna, la política doméstica, y
la política exterior de una "gran potencia" que aspira a imponer el
orden mundial más allá de la fuerza.
Son ya
muchos los titulares en diferentes países, incluidos los Estados Unidos, que
cuestionan la decisión, la forma en que se ha hecho (especialmente) y, lo que
ya se está manifestando y lo que queda por llegar, las consecuencias terribles
de la decisión en dos niveles, el humanitario y el político y estratégico
internacional.
Biden
ha dado ya dos armas a los enemigos de Estados Unidos. Hay que decir que, en
esto, ha seguido lo que comenzó ya Barack Obama (Biden era su vicepresidente)
con la Primavera Árabe, los que continuó Donald Trump abandonando a los Kurdos
y abrazando a los dictadores y reyezuelos de Egipto, Arabia Saudí y demás
países con los que compartió abrazos e intereses. Todos han actuado en su
momento en nombre de algo difuso pero omnipresente, los llamados
"intereses norteamericanos", que se han ido transformando cada vez
más en la forma en que sus intereses locales condicionan su actuación mundial.
Dejó, de esta forma y por decisión propia el liderazgo, incluido el
"moral" con Trump, y simplemente se manifestó un pragmatismo del
mínimo coste con el máximo de rendimiento para los intereses locales. A eso, en
modo alguno, se le puede llamar "liderazgo" ni que los otros puedan
ser llamados "aliados", un viejo título heredado de la II Guerra
Mundial, que pronto se fue diluyendo en la necesidad de que los "socios
minoritarios" tenían que apoyar las decisiones del mayoritario, tomadas en
nombre de los "intereses citados".
La
culminación descarada de todo esto fue la llegada de Donald Trump al poder, el
quitado de la máscara benevolente
ofreciendo la peor cara norteamericana, la del proteccionismo interior y del
militarismo exterior. El delicado equilibrio de la victoria de Biden sobre
Trump motiva que el primero tenga un ojo puesto en evitar la confrontación
directa con los republicanos. Mucho me temo que lo que ha hecho Biden tenga
como efecto en las próximas elecciones, que se celebrarán dentro de poco, se
produzca un giro abstencionista por el fracaso de Biden al crear un desastre
humanitario más en una zona del planeta que no logra recuperar algún tipo de
paz desde que se produjera la revolución iraní, que fue la primera ficha movida
en la reislamización de todo Oriente Medio y que ha llegado hasta adentrarse en
Asia, con consecuencias graves y conflictos latentes que pueden estallar en
cualquier momento, donde Afganistán es una pieza central por su posición y por
sus relaciones con Pakistán e Irán, ambos con participación activa aunque
discreta.
Si Biden contaba con el apoyo nacional a la retirada de tropas, puede que según lo que ocurra, ese apoyo se invierta en una parte del electorado, precisamente la que rechazaba las retiradas de tropas de Trump, como el caso citado de los kurdos y del avance concedido a la Rusia de Putin en la zona, además de otras alianzas formadas ante la falta de confianza en el "amigo americano".
Este es
un elemento que vimos ya hace años cuando la esperanza de democratización tras
la Primavera Árabe se vio desperdiciada por la falta de visión de Obama y de Hilary
Clinton, que se convirtieron en personajes constante en las pancartas de
protesta. Estado Unidos hundió su prestigio en la zona; es más, se estableció
un creciente antiamericanismo dentro del antioccidentalismo, aprovechado por el
mundo islamista para hacer ver que los Estados Unidos no eran socios fiables,
que hacen precisamente lo que acaba de hacer Joe Biden, dejarte tirado en manos
de tus enemigos. Putin entendió mucho mejor la mentalidad de los que tenía
enfrente, su confianza en la fuerza incondicional como único valor real, frente
a las florituras dialécticas norteamericanas para justificar los que Trump hizo
con sus ahora aliados-clientes: venderles armas para comprar los apoyos a
Israel. Todo es cuestión de precios y de amigos dispuestos a gastar, como los
saudíes y otros que comprendieron que ser "aliados" era cuestión de
precio.
La BBC titulaba ayer "Afghanistan conflict: As Kabul
falls, Biden backlash grows", que no es más que un ligero aviso ante lo
que le queda por tener que recibir a Biden, como cabeza visible del
autodebilitado imperio norteamericano. Allí leemos:
The lightning advance of the Taliban in
retaking the country has led Afghan Americans, former generals and leading
statesmen to blame President Joe Biden for a hasty US withdrawal. But he
appears to have the public on his side - for now.
[...] To his critics, the president's decision
to wind down America's longest conflict has undone 20 years of work and
sacrifice, paved the way for a humanitarian catastrophe and called into
question US credibility.
Many of those closest to the conflict -
Afghans, soldiers and statesmen - have long been sceptical of the president's
view that the Kabul government could be expected to maintain the country's
security by itself.
With the fall of the capital city on Sunday,
some wonder whether it is only a matter of time before the American electorate
comes to regret Mr Biden's move to deliver on the long-held promise of getting
America out.*
Lo señalado en el artículo no es adelantar demasiado. Los efectos de lo que ya está ocurriendo Afganistán, algo cantado, advertido desde hace años, son imprevisibles. Saber si la retirada de las tropas será valorado positivamente a sabiendas de lo que va a ocurrir y que repercutirá inevitablemente sobre la conciencia de los norteamericanos.
La historia de los Estados Unidos quedó rota por la experiencia de Vietnam, en la que el pueblo norteamericano se volvió contra su propio gobierno, creando desde el musical Hair hasta películas como Apocalypse Now!, que marcaron una generación, pero de cuyos errores no se aprendió lo suficiente. Estas guerras solo se ganan mientras estás allí; en cuanto que sales, todo vuelve a su punto de partida. Tus enemigos aprenden que es solo cuestión de tiempo que te vayas y más si tienes detrás una opinión pública que te presiona. Ese era el objetivo del 11-S, elevar la insatisfacción mediante el dolor. La progresiva domesticación de la política norteamericana, su visión aislada de los Estados Unidos, ha hecho que sea más rentable vender armas que mandar soldados, algo que conlleva el riesgo del rechazo —como ha ido ocurriendo con el problema de los veteranos, huella dolorosa y muchas veces sin aceptación social— y la creación de una corriente anti intervencionista.
Han hecho falta veinte años y una quinta presidencia para tomar la decisión de lo inevitable, la retirada, dejando en evidencia el terrible fallo de la estrategia empleada durante décadas.
El artículo de la BBC se ilustra con una mujer secando sus lágrimas por los recuerdos de lo que ocurrió con los talibanes hace veinte años:
Hadia Essazada wept as she recounted
the horror the Taliban visited on her household, first beating her father, and
then killing her brother.
The first time "they were beating
my father with an iron rod because they were looking for my elder
brother", who had fought to resist their rule in the 1990s, she told BBC
Persian.
They fled their house in the
northern city of Mazar-I-Sharif, but "after six months when we returned to
our home, Taliban again came to visit us. And they took my younger
brother".
"I don't know how many days had
passed when a shopkeeper in our neighbourhood came to my father to tell him his
son was killed," she said.
The Taliban had executed him and
dragged his body through the streets. Relatives were not allowed to collect his
body for burial for weeks, and by then, dogs had been allowed to desecrate the
remains.*
Es una descripción terrible de la forma de actuar de los talibanes. Si no encuentran al que buscan se llevan un familiar y lo ejecutan. El impedir que se le entierre y que acabe como comida de los perros les parece lo suficientemente ejemplar como para que cunda como ejemplo. Ellos no tienen prisa; irán cada cierto tiempo para recordar que ellos no olvidan y que las tareas que Dios les ha encomendado para bien de la comunidad se deben mantener el tiempo que haga falta. Tienen toda la paciencia. Si multiplicamos estos casos por cada barrio, por cada pueblo, tendremos un paisaje ajustado de lo que van a ver en los próximos tiempos.
También habrá quien se encargue de que cada imagen recuerde que fue Joe Biden quien decidió, como señaló, que ya se había gastado bastante dinero y vidas norteamericanas y que los afganos debían unirse para luchar por sí mismos, algo que —como ya comentamos hace unos días— era desconocer la realidad o, si se prefiere, ignorarla.
Algunos medios, en cambio, ya recuerdan que Biden ha tenido opinión desde hace décadas como político y que siempre ha sido de esa opinión. Eso no solo no le exculpa de las consecuencias de lo que ocurra, sino que amplía su responsabilidad por el conocimiento.
Si hoy los talibanes ya están en Kabul y los que estaban en los puestos de responsabilidad han huido o lo están intentando, la responsabilidad sí es de quienes han sido incapaces de prever (o no les ha importado las consecuencias). Cuando está 20 años en un país, no puedes ignorar o abstraerte de lo que va a ocurrir al día siguiente.
Es un enorme fracaso que ya están saboreando como victoria y humillación sus enemigos. Un fracaso, además, que aumenta los recelos de la dependencia norteamericana y anuncia probablemente el esfuerzo para la defensa europea autónoma, algo que tanto irritó a Trump, pero que fue el resultado de sus acciones y palabras. "Mr. Brexit", como pidió que se le llamara por su apoyo a la mayor debilidad de Europa, mostró el camino de la prevención. También se enfadarán también porque no haya dependencia armamentísticas o porque Europa no le siga en su estrategia mundial.
Desgraciadamente, lo más importante no es cómo le va a afectar a Biden y a los demócratas la catástrofe que se avecina, éxodos y represalias. Lo importante son esas vidas humanas que van a ser tratadas como nos contaba la joven afgana: ejecuciones y cadáveres para ser devorados por los perros. Es la vieja ley del terror, de eliminar a los oponentes y a sus familias, para que desaparezcan sin remedio y los demás aprendan. No se deja un enemigo atrás.
Todos debemos aprender. La pérdida de liderazgo supone asumir responsabilidades de forma clara. Lo que parece evidente es que la retirada representa una forma de actuar y un deseo, cuyas consecuencias están por ver entre amigos y enemigos. Los enemigos ya hablan; los amigos tienen que replantear que significa la amistad.
* Boer Deng
& Sam Farzaneh & Tara McKelvey "Afghanistan conflict: As Kabul
falls, Biden backlash grows" BBC 15/08/2021
https://www.bbc.com/news/world-us-canada-58224399
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