viernes, 27 de agosto de 2021

Futilidad

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)


En estos días, con el fondo del caos afgano, hemos insistido en la rivalidad por la pureza islámica, es decir, por la existencia de grupos que consideran "débiles" o "traidores" a otros grupos reclamando el poder de dirección o control social. Ya tenemos sobre el papel los resultados, los cruentos atentados de ayer, como más de 60 muertos y más de cien heridos. De los fallecidos, trece son norteamericanos, lo que complica más las cosas a Joe Biden y a los propios Estados Unidos, además de condicionar las operaciones de todos los países.

Por caótica que fuera la situación, los talibanes han sido los más interesados en que los occidentales no tuvieran demasiados impedimentos para su propia salida, manteniendo la fecha del 31 de agosto como límite con "consecuencias", como ha repetido en diversas ocasiones. El límite es el fin del control del aeropuerto y se comprometían a la salida de vuelos civiles, algo que no era merecedor de mucha confianza por parte de las fuerzas militares. El objetivo es el control del aeropuerto, por un motivo obvio: el que lo controle decide quién sale y quién no. Mientras el aeropuerto lo controlen los Estados Unidos y demás fuerzas, serán ellos los que decidan. Cuando esté bajo control talibán, serán ellos quienes lo decidan. No hay que tener demasiada imaginación para entender lo que ocurrirá.



El atentado del aeropuerto nos muestra varias cosas. La primera es que los grupos rivales están ahí, activos. La segunda, que los talibanes, pese a su constante patrullar, no controlan lo que ocurre en Kabul, en su aeropuerto o en cualquier otra zona. Si hay zona controlada es el aeropuerto, con su doble cordón, el talibán y el norteamericano. El suicida ha conseguido salvar el primero y acercarse hasta el segundo, donde se ha hecho explotar.

En la CNN leemos el artículo de Stephen Collinson titulado "Kabul terrorist attack highlights Biden's Afghanistan dilemma":

 

America's longest war is ending as it began, with the nation mourning the dead of a terrorist attack and an outraged President vowing to hunt down the culprits in Afghanistan.

The bloody coda to a tortured 20 years -- the loss of 13 US troops and more than 60 Afghans in blasts outside Kabul's airport on Thursday -- exemplified the human tragedy and ultimate futility of a conflict that failed in its core purpose: purging Afghan soil of terrorism. In a cruel irony, the latest Americans to die perished in an attack conceived in the very same land as the al Qaeda assault on September 11, 2001, that triggered the war they were trying to leave.*

 


Hablar de "futilidad" tras veinte años de conflicto debería servir de algo, al menos para ver que ni el fondo ni las formas han funcionado, que un país no se transforma desde el exterior a menos que se den ciertas condiciones, que están todavía por dilucidar cuáles son y si son las mismas para todos. La transformación profunda de Japón se hizo sobre un país derrotado, pero que era el más avanzado de Asia en esos momentos, el que más había avanzado en el progreso económico e industrial. 

Japón era Japón antes y después de la ocupación y transformación cultural. Pero Afganistán no es Japón, con mucha claridad. Es uno de los países más pobres y corruptos, con una economía basada prácticamente en el opio; sin estructuras sólidas de estado ni algo que se le parezca, un lugar para que prospere el fanatismo antes que la educación. Incluso las elites está marcadas por su propia pertenencia a los grupos favorecidos y no ven más allá de los intereses de familia o clan. 

Evidentemente, las recetas (si es que son posibles) tienen que ser otras más allá de la contención por la ocupación, en un entorno también muy distinto e incontrolable de países que le rodean y en el marco de un enfrentamiento global con los movimientos de corte islamista, con flujos de capital que les llegan desde oscuros rincones del mundo donde tienen sus piadosos simpatizantes dispuestos a ganarse el cielo financiando grupos terroristas.



Joe Biden ha hecho lo que cuatro presidencias anteriores no han hecho. Pero no se ha preocupado de porqué no lo hicieron. Indudablemente, hay motivos. Cuando vemos las toneladas de armamento norteamericano que ha caído en manos de los talibanes, abandonado por el ejército afgano, empezamos a entender parte de los intereses. Por otro lado, no podía ignorarse el poder de los talibanes por muy lejos que estuvieran. La baza de la propaganda anti occidental (especialmente anti norteamericana), como hemos analizado en muchas ocasiones en estos años en el caso egipcio, es perfectamente compatible con ser financiados por los Estados Unidos, como allí ocurre. El ejército egipcio está pagado por los Estados Unidos, pero el pueblo es profundamente anti norteamericano, tanto por ser occidentales (infieles) como por ser los defensores de Israel. Todo esto es usado por islamistas y rusos para hacerse con la influencia social y las estrategias geopolíticas. Curiosamente el mayor grado de antiamericanismo se daba en Turquía, país de la OTAN y con aspiraciones (imposibles ya) a entrar en la Unión Europea. Los norteamericanos han financiado el ejército de Afganistán como financian generosamente el de Egipto. Esperemos que no haya que tomar partido en un futuro.



En su lúcido artículo, Stephen Collinson recuerda esa futilidad por la ironía que revela, tanto gasto y sufrimiento para acabar de nuevo en el principio y recuerda la similitud en la palabras de Bush cuando los atentados contra las Torres Gemelas y el Pentágono, y las que Joe Biden ha dicho ahora con los atentados en Kabul.

 

At a time of national tragedy, nations turn to their leaders. Biden, who spent much of the day in the White House Situation Room, emerged in the late afternoon for a televised speech. Torn between grief and resolve, he vowed vengeance. "We will not forgive. We will not forget. We will hunt you down and make you pay," the President told the terrorists in remarks that mostly seemed aimed at projecting strength to Americans at home.

"We will respond with force and precision at our time, at the place we choose, and the moment of our choosing," the President said. Biden's withdrawal marks the symbolic reversal of the US arrival in Afghanistan launched after 9/11 and the strategy of putting troops on the ground in foreign states to fight terrorism.

But ironically, his pledge of revenge mirrored one made by ex-President George W. Bush days after the world's worst terrorist attacks. "This conflict was begun on the timing and terms of others; it will end in a way and at an hour of our choosing," Bush said at a prayer service at Washington National Cathedral.*

 

¿Vuelve la Historia a repetirse? ¿Ha entrado en un bucle en el que un ataque lleva a otros y este a otro indefinidamente? ¿Cuándo llegará la venganza de la venganza? ¡Cuánta futilidad! ¡Cuánta ironía!



Frente a los países y estados, unidades estables y con responsabilidades nacionales internacionales, los grupos terroristas carecen de ellas y sus objetivos y justificaciones se mueven en diversos tipos de ambigüedades, alentados por el fanatismo. Son una mezcla de dogma y caos, donde existe a la vez disciplina y caos. Las estructuras de red los han convertido en autónomos y la existencia de los llamados "lobos solitarios" en absolutamente impredecibles. La estrategia estructural diseñada por Bin Laden funciona bien, genera el suficiente desorden como para producir un patrón teórico y una impredecibilidad práctica. El atentado cumple su función propagandística, provocadora y sangrienta, y, a la vez, es prácticamente imparable. Los norteamericanos sabían que se iba a producir un atentado, pero no saben quién o dónde.

Cuando un grupo terrorista quiere ir más allá del "terror" y convertirse en alternativa estable, una parte se escinde y sigue manteniendo la violencia como eje de actuación, acusando a los que han abandonado las armas de "traidores". Nos dicen que la variante del Estados Islámico de Afganistán es declarada enemiga de los talibanes. Los motivos los reseñados, cualquier movimiento de normalización talibán será respondida negativamente por los nuevos terroristas, que ven en ello una forma de congraciarse con los más radicales entre el pueblo y los grupos de otros países.



El gran cambio entre este terrorismo y los de corte nacionalista-independentista, es que forman redes extensas y deslocalizadas. No son nacionalistas, sino profundamente ideologizadas, en este caso, alrededor de la religión. Esto es esencial porque sus objetivos dejan de ser geográficos —por ejemplo, la descolonización— y pasan a ser "espirituales" (me resisto a llamarlos políticos), lo que los convierte en "no negociables", es un todo o nada. Si a esto le añadimos una percepción santificada del suicidio, en la que se es mejor tratado en la otra vida cuantos más enemigos te hayas llevado por delante, mucho me temo que la situación del pueblo afgano va a empeorar mucho más de lo pensado. Harán pasar a los talibanes por "moderados".

El atentado cambia bastante el panorama y, por lo que dicen, introduce una cuenta angustiosa de los días que restan para la salida ante el temor a otros ataques. Por lo pronto, ya tenemos noticias que los Estados Unidos está "compartiendo información" anti-terrorista con los talibanes, algo impensable hace 24 horas. Como ha explicado un jefe militar norteamericano, ahora tienen "objetivos comunes", evitar los atentados.



Una vez producido, es el momento de tratar de predecir en qué dirección se mueve el conjunto. Tratar de entender cuál es la lógica del atentado, qué se busca, puede resultar infructuoso o demasiado obvio. La intención de quien lo realiza no tiene por qué ser el resultado final. Es mejor intentar comprender el dibujo que esta piedra lanzada al agua del estanque producirá.

De la misma forma que el constante patrullar de los talibanes por las calles no significa "orden", parece que la retirada de las tropas y el abandono del aeropuerto no van a significar "paz" alguna, pese a lo que digan los talibanes si realmente no hay control sobre el país, por más que haya vigilancia. El aeropuerto de Kabul, además, es la forma perfecta de ofrecer un blanco concentrado para posibles atentados porque los que quieran irse, por definición, son los enemigos, a los que hay que castigar. Si las relaciones entre Occidente y los talibanes eran complicadas, la entrada en escena de un tercer grupo, los terroristas del Estado Islámico, puede tener efectos imprevisibles, incluso los de colaboración señalados. The Washington post habla hoy de encuentros de dirigentes talibanes  y de la dirección de la CIA. Toda la vigilancia montada durante años ha servido de poco y ahora hay que pasar los datos al enemigo porque ha surgido otro enemigo mayor.

"Futilidad" significa que todos tus esfuerzos se muestran como inútiles, que no han servido para nada de lo que pretendías. Muchos han comparado Afganistán con un castillo de naipes. Y así ha sido. Lo que parecía sólido a algunos, se ha mostrado de una pasmosa debilidad en su vertiginosa caída.

El artículo de Collinson se cierra con una frase: "(...) Thursday showed, presidents for all their power, are often hostage to horrific events beyond their control." Nada más cierto. Creer que controlas todo es malo. Nada es más peligroso que los errores debidos a la soberbia del poderoso. 



* Stephen Collinson "Kabul terrorist attack highlights Biden's Afghanistan dilemma" 27/08/2021 CNN https://edition.cnn.com/2021/08/27/politics/joe-biden-kabul-airport-terrorist-attack-afghanistan/index.html

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