Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Los
datos de muertes en las residencias de ancianos vuelven a dispararse en esta
ola, la quinta. De nuevo personas que están aisladas quedan sometidas a la
voluntad de vacunarse o no de las personas que trabajan allí o de las que van a
visitarlas. La evidencia es clara: si ellos están aislado, el virus vendrá de
los que entran y salen.
Pese a
ello, los tribunales siguen prohibiendo las medidas de protección de esas
personas en un absurdo problema jurídico que nadie acaba de entender. Y es un
problema para un país empezar a distanciarse de los jueces cuando uno empieza a
ver amenazas para el conjunto en sus decisiones.
Desde
el principio de la pandemia se ha producido una situación de conflicto entre lo
individual y lo colectivo, con un problema de interpretación: no se combate un
virus con derechos. Infectarse o infectar a otros no es una cuestión de leyes
de los hombres sino de leyes de la naturaleza. Vacunarse es el precio de la
convivencia. Si a una persona no se le puede obligar a vacunarse, tampoco se
podrá imponer a otros que lo acepten, pues ponen en riesgo sus propias vidas,
como ocurre con los ancianos de una residencia. Los derechos laborales (tampoco
se le puede despedir) suponen el dudoso derecho a infectar a otros. Sobre esto
hay cierta literatura jurídica, especialmente en los casos en los que alguien
sabía que tenía alguna enfermedad contagiosa e infectó deliberadamente a otras personas.
Recuerdos casos de SIDA en este sentido.
La respuesta judicial a todo lo que se propone para evitar el contagio es siempre negativa o mínima en nombre de unos derechos generales. Uno llega a pensar, ante las resoluciones absurdas, si no se está pasando factura por otros problemas entre ejecutivo y legislativo. Espero y deseo que no sea así, pues sería el hundimiento de un pilar necesario para la vida democrática. Sea por lo que sea, nadie entiende estas resoluciones que van en detrimento del conjunto, de su derecho a la salud.
Sabemos que existen los conflictos de derechos, pero el principal es el derecho a la vida. Este es el que se les está negando a las personas que fallecen ahora en residencias o en ciertos servicios sanitarios, en centros de enseñanza, etc. donde un reducido número de personas se niegan a vacunarse y exigen, por contra, seguir trabajando como si este hecho no afectara a los que les rodean. Pero a ellos esto no parece importarles. Puedo entender que alguien, por el motivo que sea, no quiera vacunarse, pero no logro entender cómo esa persona puede "imponer su presencia" a otros poniendo en riesgo su vida.
Es una imposición cuando yo no puedo saber si la persona con la que estoy hablando está vacunada o no. Con ese amparo en el derecho a la intimidad, a que los demás no puedan saber si está vacunado o no, se vulneran los derechos de los demás a la seguridad a poder poner en marcha los mecanismos de defensa. Si vivo en una residencia, por ejemplo, ¿puedo saber en manos de quién estoy, ya que supone un riesgo para mi vida? Si voy a un centro de salud, a un dentista, etc. ¿él o ella pueden conocer mi estado, pero yo no puedo conocer el suyo? ¿No tengo derecho a saber si está vacunada la persona que me atiende? ¿Puedo exigir que me atienda una persona que esté vacunada y que me dé una mayor seguridad que quien no lo está? ¿Puedo preguntar a quien me atiende o cuida?
No,
esto no es una cuestión de individualidad o de privacidad. Son tiempos de emergencia
en donde hay personas con sentido cívico y otras que no lo tienen. Las leyes se
hacen para poder convivir y eso implica la confianza mutua en que todos las
respetan. Si yo no sé en manos de quién estoy, la confianza se viene abajo. Los
jueces ignoran las medidas comunes en favor de las individuales que se vuelven
contra la comunidad, entendiendo que esta es la mayoría sobre la que se
articula la vida común.
El
panorama es completamente distinto entre una enfermedad y una enfermedad
contagiosa. Yo puedo decidir no someterme a un tratamiento contra el cáncer y
dejar que la enfermedad siga su curso, pero una enfermedad contagiosa, que causa
la muerte de otros es muy diferente porque mi decisión tiene repercusiones
sobre los otros imponiendo mi criterio.
¿Por
qué, por ejemplo, se le puede hacer a un conductor un test de alcoholemia y no
se le puede hacer un PCR a un trabajador de una residencia de ancianos? El test
de alcoholemia se hace para prevenir accidentes y en atención a la propia
seguridad del conductor al que se le impide conducir mientras se encuentra bajo
la influencia del alcohol. Yo puedo emborracharme todos los días, pero lo que
no puedo hacer es coger el coche porque entonces me convierto en un riesgo
contra los demás. Tengo derecho a beber, pero esto limita mi derecho a conducir
porque paso a ser un peligro. Nadie considera que sea una violación de la
intimidad realizar el test. El número de muertos en carretera es superado por
los que fallecen por contagios en residencias.
En la
web de Antena3 leemos respecto a los datos sobre las residencias:
Los contagios por coronavirus siguen
aumentando en las residencias de mayores. Como consecuencia, aumentan también
las muertes y preocupa que esta quinta ola no de un respiro a los que, ya en su
momento, fueron los más afectados por el virus. Según los datos que maneja el
Imserso, en colaboración con el Ministerio de Sanidad, en la última semana 148
ancianos han fallecido a causa de la COVID-19, un 43 % más que la semana
anterior.
Las comunidades buscan el aval judicial necesario para poder obligar a los trabajadores no vacunados de estos centros a realizarse pruebas PCR semanales. Quieren evitar al máximo cualquier tipo de vía que permita la entrada de la COVID-19 a las residencias. Sin embargo, la Justicia no lo está poniendo nada fácil.
Andalucía quiere
realizar PCR a los trabajadores no vacunados
Andalucía es una de las comunidades que se
suma a esta petición. Preocupa especialmente en los últimos días porque se han
detectado brotes de coronavirus en 73 de sus residencias de mayores. No
obstante, hace unos días la Justicia ya se pronunció al respecto de este tipo
de medidas, que ya se habían implantado en algunos centros de España, y
prohibieron que se siguieran haciendo porque afectaba a los derechos de los
individuos que fuesen a visitar a sus familiares o la intimidad de los
trabajadores.
No conformes, el Gobierno andaluz da un paso
más y pide un aval judicial para poder realizar PCR dos veces por semana a
todos los trabajadores de los geriátricos que no estén vacunados contra la
COVID 19.*
Sabemos
de casos en los que personas que se saben contagiadas se han subido a un avión
de pasajeros. Supongo que alguien dirá que ejerciendo su derecho a la intimidad
o a moverse libremente. Negarse a saber si se está contagiado o no no debería
ser una excusa ni la ley ampararlo cuando se entra en contacto con otros.
Los
expertos en salud nos están diciendo todos los días que los focos de personas
sin vacunar no solo son en los que se producen más muertes sino que son el
punto en donde se producirán las entradas de nuevas variantes que atenten
contra la eficacia de las vacunas en los ya vacunados. Será en ellos donde
comiencen las nuevas "olas" que han de llegar inevitablemente.
Ayer
nos daban noticia de la muerte de dos mujeres embarazadas por no vacunarse.
Dieron a luz mediante cesárea estando en las UCI. Los bebés están a salvo, pero
afrontarán una vida sin madre por la decisión que ellas tomaron. Nos dicen que
hay muchas mujeres embarazadas ingresadas por COVID19; algunas correrán la
misma suerte... y con ello afectan a la vida futura de sus hijos. Hay decisiones
individuales que están en nuestras manos, pero hay otras que están en nuestras
manos pero afecta de forma grave a los demás, de forma irreversible como es en
los casos de muertes.
Estamos
pagando con vidas la falta de acuerdos entre los partidos, que les impide
legislar como deben en esta situación, y entre poderes por las fracturas
existentes entre ellos, que deberían poder resolverse y que obedecen
también las trifulcas políticas entre
partidos. La falta de voluntad política se acaba trasladando a la calle, donde
los irresponsables se sienten respaldados por las medidas judiciales que
impiden regular lo que ocurre en ellas.
Desgraciadamente,
la toma de medidas se hace muchas veces con la boca chica, tratando de hacer
ver que se toman medidas pero que luego la Justicia no las respalda. Así ocurre
con medidas como la exigencia del pasaporte COVID, que muchos solicitan pero
con el ánimo interior de que no se apruebe, dejando así en libertad de
circulación para rellenar el ocio, los viajes, etc. Pero eso es ya otra
cuestión, aunque sea igualmente la misma que llena las camas de los hospitales,
las UCI y los cementerios.
Mientras
la mayor parte de la ciudadanía trata de hacer lo que esté en su mano para su
propia seguridad y la de los demás, pensando que no son cosas aisladas, existe
un grupo de gente que por distintos motivos no se siente solidario más que
consigo mismo. Una visión frívola de la vida, en unas ocasiones, una visión
dogmática y antisocial, en otras, quedan en evidencia en esta sociedad que
arriesga su vida por un botellón, un viaje de fin de curso o no perderse un
concierto, por seguir en otros lugares los finales de fiesta, etc. están en el
fondo de estos comportamientos peligrosos.
Ya sea
por los irresponsables, sean políticos, judiciales o simples ciudadanos, se
está prolongando el sufrimiento de muchos y se está acabando con el de otros,
desgraciadamente. Se está llevando este país —en el que muchos viven de y para
la fiesta— a una situación peligrosa y, sobre todo, que hunde nuestra confianza
social y en el sistema. Los españoles somos muy buenos captando los malos
ejemplos.
*
"Aumentan un 43% los contagios y fallecidos por COVID-19 en las
residencias de mayores en la última semana" Antena3 Noticias 20/08/20121
https://www.antena3.com/noticias/sociedad/aumentan-43-contagios-fallecidos-covid19-residencias-mayores-ultima-semana_2021082061200b3f1827770001497c9f.html
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