domingo, 29 de agosto de 2021

El tamaño del error

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)


Los analistas políticos norteamericanos se hace la pregunta sobre la Historia: ¿Quedará marcada la presidencia de Biden por lo ocurrido en Kabul, por la caótica retirada de los Estados Unidos? la preocupación por la Historia no deja de ser una trivialidad, un mirarse el ombligo en el qué dirán futuro. Sin embargo, este aspecto parece revestir una cierta importancia para algunos que ven el futuro en las próximas elecciones más que en los libros. No hay papel más importante en la política que las papeletas y Biden, desde luego, no las tiene todas consigo. Si se prefiere, dada la edad del presidente, el asunto preocupa más a la herencia que deje a su sucesor, ya sea la vicepresidente Kamala Harris o cualquier otra persona que los demócratas elijan para encabezar la próxima legislatura.

La Historia, como algunos juegos de mesa, camino recorrido a golpe de tirada de dados, con casillas y "pozos" en los que puedes caer y de los que no es tan sencillo salir. Biden parece haber caído en un pozo del que no le va a ser fácil salir. Pero en eso consiste la vida, en lo imprevisible.

Joe Biden había basado su estrategia, sobre todo, el éxito en el control del coronavirus con el plan de vacunación. No era mala elección porque el desastre causado por Trump era de tal magnitud que había llevado al ridículo universal, incluidas las intervenciones de Trump sobre la lejía y demás manifestaciones absurdas. Con el control de la epidemia y la lógica de mascarillas más vacunación, Biden esperaba una segunda acción doble en el terreno internacional. La primera parte era rehacer todo lo que Trump había deshecho, que era mucho. Con la segunda parte, la retirada de las tropas de Afganistán, Joe Biden esperaba unir de nuevo al pueblo norteamericano con algo que era una carga desde hacía 20 años. Pensó que ya se había hecho todo lo que había que hacer y dejar en manos del nuevo ejército afgano, bien armado y entrenado por los Estados Unidos. Pero todo lo que viene de Trump está gafado y se ha hecho para mayor gloria suya.


Trump había tenido la misma idea, es decir, que el abandono de Afganistán le traería votos para la reelección, pero la pandemia —el "maldito virus chino"—se le cruzó por el camino desbaratando sus planes. Joe Biden vio una oportunidad fácil de terminar lo que Trump había hecho y llevarse el mérito de cumplidor y buen ejecutor, a la vez de mostrarse como "experto" en relaciones internacionales, él conocía el mundo, a diferencia de Trump, que solo conocía campos de golf.

Sin embargo, Afganistán esta gafado. Todas las especulaciones, asesorías, cálculos, etc. se vinieron abajo porque es difícil aceptar que estás equivocado cuando eres presidente del país más poderoso del mundo y te encuentras especialmente cualificado en una cuestión. Son todos los requisitos para equivocarse. Y así ocurrió.

En el ámbito mediático, los analistas ya no preguntan si Biden se equivocó, algo que todos saben, sino cuáles van a ser los efectos de su error. En The Washington Post luce en estos momento el siguiente titular que nos puede servir de ejemplo, "Surprise, panic and fateful choices: The day America lost its longest war", y resume bastante bien el sentimiento generalizado de los norteamericanos que han pasado de las celebraciones gloriosas de las repatriaciones al desconcierto culpable por el caos agridulce de lo que creían era una retirada con la misión cumplida y ahora califican como derrota absurda, autoinflingida por la soberbia.

En la CNN, el analista de seguridad de la cadena, Peter Berger titula "Why Biden's views on the Afghan terror attack make no sense" y se lanza contra la imagen que el presidente Biden se empeña en mantener:

 

After the airport attack Biden spoke at the White House and continued to defend his withdrawal decision with a remix of specious arguments that he has made before.

First, that al Qaeda is gone from Afghanistan, while a recent UN report says the group has a presence in some 15 of 34 Afghan provinces.

Second, that Afghanistan has never been a united country, despite the fact that Afghanistan united as a country in 1747, before the US existed.

Third, Biden again hung his withdrawal decision on the agreement that former President Donald Trump had struck with the Taliban, even though the group didn't reject al-Qaeda, a key point in that agreement. Indeed, the UN issued a report in June that al-Qaeda and the Taliban "remain close, based on ideological alignment, relationships forged through common struggle and intermarriage."*



 Ante este tipo de críticas preguntarse por la Historia y el papel que Joe Biden tendrá en ella no tiene mucho sentido. Es el propio Biden quien se ha situado en la acera equivocada —¡la acera que no está de moda!, escribiría Oscar Wilde— de la Historia.

La cuestión ahora no es qué dirán, sino cuánto les queda por decir. Mucho me temo que lo ocurrido no es más que la punta del iceberg de lo que vendrá. La rápida respuesta bombardeando con un dron al autor intelectual de las bombas en el aeropuerto y en las cercanías, con ya más de 170 muertos y 13 soldados norteamericanos es el principio de una serie de acontecimientos que se irán produciendo encadenados.

Los tres puntos a los que se refiere Berger en la cita son de naturaleza distinta. El primero no admite mucha discusión: si Al-Qaeda estás allí, está allí. Lo que puedan hacer ya es otra cosa, pero ha comenzado el baile de la competición por ver quién lo hace mejor. Esa decir, Estados Unidos ha creado el escenario perfecto para ser atacado sin necesidad de jugar en territorio ajeno. Gracias a la infructuosa maniobra de huida, han quedado al descubierto como blanco fácil miles de afganos que pueden ser cazados uno a uno o mediante atentados.

El segundo punto es más discutible. ¿Hasta qué punto "país" (o "estado") significa lo mismo para un occidental que para un afgano o, más específicamente, un talibán? ¿Estamos hablando de lo mismo? Lo primero que han dicho los talibanes es que van a crear un "emirato islámico", fórmula que está próxima al "estado islámico" o a la idea del "califato", una fusión de elementos organizativos  basados en una ley, la Sharia, un espacio islámico en el que el musulmán piadoso puede ser feliz cumpliendo y, esto es importante, haciendo cumplir la leyes divinas dadas a los seres humanos. Son términos provisionales, pues la aspiración es que el islam, como no podría ser de otra forma, cubra la faz de la tierra, momento de la máxima perfección. Recuerden, por ejemplo, el particular y divertido empeño del presidente turco al decir convencido que Cristóbal Colón vio minaretes de mezquitas cuando llegó a América. La cultura es la cultura y tiene poco que ver con la verdad si no pones un poco de tu parte.



Desde luego, Afganistán no era un "estado", concepto que surge en otro contexto cultural y diferentes raíces. ¿País? Puede haber cierto sentido de pertenencia geográfico. 

Recordemos que el Estado Islámico, por ejemplo, sigue pensando en reconquistar Andalucía, algo que "les quitamos". Da igual que sea una tontería, pero el que quiere creerlo, lo cree. De igual manera, "sociedad tribal", "suma de tribus", "señores de la guerra", "clanes", etc. son etiquetas que le ponemos a la realidad y que no todos comparten. Es evidente que los que se van tienen un sentido distinto de Afganistán respecto a los que se quedan o a los recién llegados, que vienen con otra idea de qué es Afganistán. 

Las decenas de miles de yihadistas que han acudido a Afganistán en los meses últimos lo ven de otra manera, como ocurrió en Siria, donde decenas de miles —incluidos españoles y españolas, muchos europeos— se sintieron especialmente motivados para ir a dar tiros, a buscar pareja o ambas cosas. Los que van ahora a Afganistán, los que están ya allí, ya saben a qué van, a cumplir un sueño, a hacer realidad a sangre y fuego lo que les enseñaron, aprendieron y les prometieron, tanto en este mundo como para el otro.



Es evidente que el patrullar de los talibanes no va a hacer de Afganistán un lugar más seguro, ni siquiera más controlado. Afganistán no es Irán, donde sí existían unas estructuras previas que aprovecharon. A Irán, por ejemplo, le viene bien esto. Muchos ya dan por sentado que han estado detrás de los movimientos en Afganistán. Se puede alejar el foco de ellos y siempre podrán actuar como "mediadores" si las cosas se complican con Occidente. 

Los pocos afganos que resisten y se han refugiado en una provincia dicen que no existe el grupo del Estado Islámico que atentó en Kabul, que son los propios talibanes los que han provocado esto para ejercer presión sin responsabilidad directa. Son discusiones importantes, pero menores en comparación con las que los norteamericanos se están haciendo ahora mismo sobre el ayer —del 11 de septiembre en adelante—, del presente —¿cuántas vidas va a costar la retirada caótica y que consecuencia tiene para su "prestigio" y relaciones internacionales?— y el futuro, abierto a cualquier situación por parte de unos y otros.



El aviso de otro atentado en pocas horas por parte de los servicios de Inteligencia occidentales puede librar a algunos, pero no a todos. Evitar los atentados no está en manos de los norteamericanos, solo avisar y anticiparlos. Son los muertos norteamericanos los que Biden trata de evitar. Estos se irán dando porque él mismo cometió el error de marcar la fecha de salida, como le recuerdan ahora los comentaristas. Por muchas personas evacuadas que haya, nadie va a poder frenar el drama.

La cuestión ahora es si los atentados y sus réplicas de castigo se van a limitar al espacio afgano o los golpes pueden ser más audaces, en cualquier lugar del mundo o en los propios Estados Unidos; está en si la rivalidad entre grupos busca el prestigio general para captar fondos y yihadistas para sus filas. También los terroristas se preocupan por su "legado".

Conforme pase el tiempo, las preguntas ganarán en intensidad porque se irán acumulando situaciones más complicadas y fuera de control. Los talibanes, nos dicen los que huyen o los que se quedan allí, van puerta por puerta.



La crisis migratoria está servida con su efecto caótico. Aumento del populismo xenófobo, radicalización política, conflictos por desavenencias según los intereses de cada uno, medidas unilaterales, aumento del poder estratégico de terceros...

Biden, sí, ya ha entrado en la Historia por una puerta por la que es difícil desandar lo andado. No es fácil calcular el tamaño del error cometido por los que tomaron la decisión. Parece que Biden sigue firme en ello. No creo que rectifique en ningún momento. La cuestión está en saber si las decisiones futuras se seguirán tomando bajo premisas equivocadas. Los demás se irán alejando de quien les puede llevar a un desastre. Esa es otra consecuencia, que los demás no están dispuestos a asumir mancomunadamente los errores del jefe.

Creo que ya nadie se pregunta sobre si Biden se equivocó; en cambio muchos se están preguntando ahora por el tamaño de su error y las consecuencias para todos en el futuro. 

 


Peter Bergen "Why Biden's views on the Afghan terror attack make no sense" CNN 28/08/2021 https://edition.cnn.com/2021/08/28/opinions/bidens-views-afghan-terror-attack-make-no-sense-bergen/index.html

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