lunes, 2 de agosto de 2021

Influencias

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)


Leo dos noticias en sentido contrario respecto a los efectos de las redes sociales. La primera, de RTVE.es, tiene por titular "La dictadura de los filtros: "Las redes sociales son un caldo de cultivo para los trastornos de la conducta alimentaria"" y nos habla de los problemas de la irrealidad que las redes transmiten, cánones de belleza artificiales, y cómo eso está creando problemas a muchas personas con trastornos alimentarios (y de otro orden, añadimos). La segunda, aparecida hoy en The New York Times, en cambio nos da una perspectiva diferente y contraria: "To Fight Vaccine Lies, Authorities Recruit an ‘Influencer Army’" y nos habla de cómo la Casa Blanca está reclutando un "ejército" de personas influyentes en todas las redes sociales para que ejerzan su influencia en las personas más jóvenes respecto a la vacunación, venciendo así las resistencia existente que retrasa la vacunación.



Son dos ejemplos claros de cómo la presión de las redes puede actuar en un sentido u otro, hacia un fin positivo (favorecer la vacunación) o negativo (crear estados de ansiedad, pérdida de autoestima, dirigir hacia elementos nocivos en la alimentación, etc.)

Los dos, obviamente, dan por hecho que la influencia que las redes pueden ejercer sobre los habitantes de ese espacio paralelo es factible. Ya sea por una causa o por otra, se parte del principio de la capacidad de modificar la opinión a través de estos medios sociales, una variante diferente de lo que eran los medios masivos, con unos efectos diferentes.



Las llamadas Nuevas Tecnologías de la Comunicación han generado un universo social muy diferente a los anteriores, mucho más reducidos en su alcance y poder. Hasta el momento, hemos hablado de medios tradicionales, como la Prensa, la Radio y la Televisión, pero esto es otra cosa.

Lo que se ha formado ahora es una "sociedad red" donde para algunos la vida ya es más intensa que la que tengan "fuera". De hecho, creo que el concepto "dentro/fuera" es inútil en muchos aspectos. No son dos mundos separados, sino interpenetrados; ambos forman parte de nuestra única vida y las interacciones en las redes son cada vez más determinantes.

Que personas o entidades tengan el poder de provocar masivamente, por ejemplo, trastornos alimentarios (con muchos casos de suicidios) o  convencernos de que nos vacunemos o no, es una situación de poder que todavía no hemos llegado a estudiar críticamente como se merece. Especifico "críticamente" porque en sentido contrario los estudios —públicos o privados— sobre el comportamiento y la forma de manipularlo están en su época de oro.



Desde mediados de los años 90, es decir, en 25 años, la concepción de la Red ha pasado de un espacio que se podía estar libre de las influencias del mundo diario, la "república independiente del ciberespacio", tal como fue definida por los rebeldes que la preconizaron frente a los que quería que no existiera, un refugio, un Shangrila, a un escenario de objetos, acciones y sentimientos. La perspectiva ilustrada de la autonomía dejó espacio al triunfo del conductismo programado del mercado.

Sabemos lo suficiente de los ánimos que llevaron a la creación de las redes sociales, bien diferente del inicial "ciberespacio", como para no engañarnos sobre las intenciones y los objetivos. Lo que no se esperaba nadie es que este modelo tuviera tal expansión en tan poco tiempo, abriendo una fisura generacional que borra el pasado e instaura una presente local porque no hay espacio fuera de él.

La lucha de los antivacunas y la lucha por la vacunación es un combate que se juega en paralelo, influencia contra influencia, cambia el contenido y obviamente los efectos finales. Una pregunta: ¿tendría tal fuerza el movimiento anti vacunas sin las redes sociales? Sabemos que las redes disponen de mecanismos de reproducción automática para potenciar lo que es más débil. Sabemos que es posible crear organizaciones, cuya ventaja es precisamente su articulación para determinados fines. Aquí el primero que se organiza da dos veces.

Lo tenemos en la lucha por la influencia a través de la desinformación, a la que recurren cada vez más los gobiernos de los países, hasta las empresas. Una de las denuncias contra directivos del FC Barcelona fue financiar campañas de desprestigio de los jugadores. Es un ejemplo más de cómo la creación del macro escenario ha configurado nuestras tendencias de siempre haciéndolas más eficaces por la intensidad y extensión posibles.



No hemos inventado ni la maldad ni la agresividad o el ansia de poder. Pero hemos saltado de la piedra y la flecha a las armas nucleares. Luego inventamos la Guerra Fría y ahora las Guerras de la Información. Estas no necesitan de la investigación e inversión de las carreras de armamentos. Es mucho más barata la guerra informativa de los rumores, de las "fakes news". No necesitan de grandes inversiones y cada vez tenemos más información disponible a través de la recolección y el procesamiento del Big Data a través de la Inteligencia Artificial. Todos estos elementos hacen que se produzcan guerra por acceder a ella. No hay otra en la guerra de Estados Unidos contra China a través de Huawei. Fue el acceso al 5G de la compañía de China. El 5G permite la Internet de la Cosas, que facilitará todo tipo de huellas digitales de cualquier uso o comportamiento, permitiendo aquellos objetivos que se puedan plantear, ya sean económicos, políticos o militares.

La recogida de datos permite un mejor uso, más eficaz de la información, lo que se traduce en una mayor influencia, que es finalmente nuestra capacidad de provocar o modificar una decisión. Esa influencia permite hacer que te vacunes o no; que dejes de comer o que solo comas determinados productos.



Antes el poder se centraba en determinadas características, desde los numerosos ejércitos a las resistentes armas, su alcance y carácter mortífero. Todo muy caro. Hoy el poder es influencia, capacidad de hacer ver el mundo de una manera determinada y de actuar en un sentido determinado. No es tanto lo que tú haces, sino lo que haces hacer.

El problema de esto es que se ha creado un universo de conteo, un mundo en donde se lleva la cuenta de todo lo que haces o dices a través de las redes, primero, y próximamente de las "cosas", donde todo lo que tocas y te rodea informa sobre tú.

La pandemia ha marcado un nuevo nivel de acceso precisamente porque ha aumentado la presencia en la red y porque ha sido más fácil vender datos para compensar las pérdidas en muchos sectores. El aumento de la potencia de cómputo y la mejora de los algoritmos hace que la eficacia sea mayor.



Las posibilidades de defendernos son cada vez menores, especialmente porque no es un asunto relacionado solo con el marcado: a la política también le interesa ser influyente, es decir, tener acceso a los datos. Las encuestas tradicionales no dan suficiente. Conocer e influir son las dos caras de los que ven las redes como un campo en el que cosechar. Las grandes empresas de las redes —propietarias de redes, navegadores, servidores...— quieren el pastel completo, aunque les están saliendo muchos competidores, los que nos recogen y ofrecen en cualquiera de nuestras versiones digitales.

No es casual que las dictaduras cierren los accesos a Internet y creen sus propia redes autónomas. Saben perfectamente que es una información esencial para su futuro, por un lado, y quieren ser los únicos influyentes, por otro. Es la muestra más evidente del poder de influir. Quien influye decide qué es verdad, qué está bien y hacia dónde va el futuro. No hace falta mucho más.


 

 

* "La dictadura de los filtros: "Las redes sociales son un caldo de cultivo para los trastornos de la conducta alimentaria"" RTVE.es 1/08/2021 https://www.rtve.es/noticias/20210801/dictadura-filtros-redes-sociales-caldo-cultivo-trastornos-alimentarios/2141103.shtml

** "To Fight Vaccine Lies, Authorities Recruit an ‘Influencer Army’" 01/08/2021 The New York Timeshttps://www.nytimes.com/2021/08/01/technology/vaccine-lies-influencer-army.html

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