Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Las
palabras son como las muñecas rusas, esas matrioshkas, una dentro de otra,
resultando la última vacía. Las hay que tienen dos o tres y las hay que te
llevan hasta el aburrimiento, una tras otra, de palabra en palabra, tratando de
encontrar algo. Y ese algo es un sentido común, algo que nos permita decir
"sí, a eso me refería". La insistencia en fijar el sentido de forma
clara o al menos explicada es característica de la Ciencia, donde gran parte de
su actividad consiste en evitar ambigüedades porque la claridad es necesaria
para ponerse de acuerdo.
En el
otro extremo, claro, está la política, el arte de encontrar las palabras que
significan para cada uno algo distinto y así convencer al otro que está de
acuerdo con él o que él está de acuerdo contigo. Todo esto se ha agravado en los
últimos años, en los que los políticos se miran a la cara cuando discuten, pero
en realidad están hablando apara sus propios públicos, en un diálogo de sordos permanente.
No es
fácil que las palabras sean "precisas" cuando el propio mundo es "impreciso",
una forma de expresar nuestras dudas responsabilizando a lo que es problema de
nuestro propio sistema de creación del sentido. Como escribe Siri Hustvedt en
su última obra aparecida entre nosotros, Los
espejismos de la certeza (Seix Barral 2021) "la semántica rara vez es
controlable" (52).
La
diferencia entre los campos señalados de la Ciencia y la Política es que mientras
unos luchan por lograr la precisión imposible, los otros aprovechan para la
confusión interesada.
Todo
esto viene a cuento del revuelo causado por la respuesta dada por el presidente
de la CEOE cuando le han preguntado sobre los "indultos":
El presidente de la patronal Confederación
Española de Organizaciones Empresariales (CEOE), Antonio Garamendi ha afirmado
sobre los indultos a los líderes independentistas catalanes condenados por el
'procés' en una entrevista en Ràdio 4 de RNE que "si las cosas se
normalizan" con los indultos, "bienvenidos sean". Después,
matizando sus palabras, ha dicho que "normalización" significa
"respeto al Estado de Derecho", que lo que quieren los empresarios es
"estabilidad política" y que la CEOE defiende la unidad de España y
la Constitución Española.
Entrevistado en el programa Cafè d'idees, que
se emite simultáneamente en Ràdio 4 de RNE y La2 de TVE, Garamendi había
afirmado que "hay opiniones diversas", pero "los indultos están
dentro del estado de Derecho" y que es una facultad del Gobierno concederlos.
La matización a estas palabras llegaba
después, en declaraciones a la prensa en el Cercle d'Economía de Cataluña,
donde los empresarios han defendido los indultos, Garamendi ha dicho que esa
"normalización" de la que habla significa que se cumpla la Constitución,
se trabaje dentro el Estado de Derecho respetando la ley y el Estatuto.
Garamendi ha recordado que pertenece a una organización que defiende la unidad
de España y la Constitución Española "que es el marco donde está la
democracia y donde todos nos movemos".*
Como se
habrá percibido, todo el lío gira no sobre los "indultos", que parecen
ser un hecho sobre el que solo queda especular el día, sino sobre esa palabra
tan socorrida, ambigua y demasiado utilizada, "normalización". No sé
qué entienden muchos por "normalidad", es decir, cual debería ser el
resultado final de la "normalización". Y mucho me temo que lo surge
en el cerebro de cada uno cuando escucha la palabra "normalidad" es
muy diferente.
Las
explicaciones de Garamendi sobre lo que llama "normalidad" no dejan
de ser una forma de huida del lío por su buena intención, pero su inmersión en
un territorio pantanoso de profundidades por descubrir. De hecho, tiene que
traducir sus palabras a un estado de la realidad, que deje de haber inseguridad
empresarial, que también puede ser debatido, pero que al menos tiene el balance
anual de resultados, las cifras de huidas de empresas de Cataluña y algún que
otro dato "objetivo".
Para
Garamendi "normalización" significa esencialmente "estabilidad"
que traiga beneficios a las empresas y no que las hunda. Por eso le dan igual
los indultos si traen pragmáticamente la "estabilidad", otra palabra
confusa y diversamente interpretable.
En el
fondo, "normalidad" y "normalización" tienen tantas interpretaciones
como intérpretes. El pragmatismo de Garamendi viene a decir me da igual si las
empresas funcionan, que es lo que él considera una "normalidad deseable".
Podría haber dicho que cualquier cosa que permita la "normalidad",
entendida como funcionamiento de las empresas, es "positiva" y en "cualquier
cosa" va una inmensa cantidad de posibilidades, todo un mundo de discrepancias.
En el
fondo ¿quién no quiere una vida normal? El problema es que para el gobierno catalán
"normalidad" significa "república independiente", mientras
que para otros significa la "unidad de España" en una monarquía
parlamentaria, constitucional. Por eso, Garamendi ha tenido que hablar después para
contentar a todos, al gobierno con lo de "bienvenidos los indultos
si..." y con su "creencia en la unidad de España", algo incompatible que se
puede mantener con el "corazón partido", pero difícilmente con la
cabeza entera.
Hoy por
hoy, la idea de "normalización" es tan ambigua que hace imposible
cualquier diálogo que no tenga reservas mentales, lo que sería pan para hoy y
hambre para mañana. Por eso pensar que los "indultos" van a arreglar el "problema" es algo más que una cuestión de semántica. Es algo que dicen los
propios presuntos indultados, que
están deseando salir a la calle para continuar con lo mismo. Es jugar demasiado
con la elasticidad de la política plantearlo de otra forma.
La idea
del presidente de los empresarios españoles es puramente pragmática. "Normalidad"
es que los negocios vayan aceptablemente bien; "estabilidad" es ajustarse a las
reglas claras del juego económico. Los políticos están para garantizar la "normalidad" que permita el desarrollo económico y el beneficio de las empresas.
No le importa cómo se repartan esos beneficios, ni las condiciones de los
trabajadores, que para eso están los sindicatos. Patronos y trabajadores, con
intereses diferentes, se sientan en una mesa y se ponen a discutir un camino que
puedan recorrer sacando lo más posible uno del otro, lo que dependerá de la
coyuntura. Si no hay acuerdo, tercia el gobierno. Aquí no hay quien tercie, pese a los intentos de "internacionalizarlo".
Pero la "cuestión catalana" es otra. No está claro qué sea "normalidad", ni
está claro qué se deba hacer para normalizar una situación de estas
características. Es una ingenuidad pensar que los indultos van a normalizar
algo. Otra cosa es que sea conveniente para ciertas estrategias, pero eso es lo
que se esconde en el fondo de las palabras o quizá, como en las matrioshkas, en
un vacío ilusorio.
Los indultos no son el final de nada y, probablemente, tampoco sean el principio de otra cosa. Como gesto, será interpretado como "debilidad" por unos, como "magnanimidad" por otros, como "ingenuidad" por muchos. Esto es como un vegano y un carnívoro eligiendo restaurante y se lo juegan después a ver quién paga la cuenta.
No hay
que cargar demasiado contra Garamendi; se ha limitado a expresar un deseo, aunque lo haya
en su cabeza tenga poco parecido con lo que haya en otras cabezas. Pero las palabras, una vez más, dicen poco. Importan
más las voluntades y lo que hay detrás. Y, en eso, mucho me temo que no haya normalidad compartida. Todo su asombro ante lo dicho da muestra de esa ingenuidad con la que ha entrado en un terreno resbaladizo. Él está asombrado por las reacciones, algo que confirma la ingenuidad.
Ahora Garamendi sufre las iras de empresarios y políticos. Si quería "normalidad", mucho me temo que ha provocado lo contrario.
* "El presidente de la CEOE, sobre los indultos del 'procés': "Si las cosas se normalizan, bienvenidos sean"" RTVE.es 17/06/2021 https://www.rtve.es/noticias/20210617/presidente-ceoe-sobre-indultos-del-proces-si-cosas-se-normalizan-bienvenidos-sean/2104902.shtml
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