miércoles, 9 de junio de 2021

Lo roja o el debate (caliente) de la vacunación

Joaquín Mª Aguirre (UCM)



No sé cómo lo llevan otros países, pero lo nuestro con el COVID-19 es de análisis profundo. No sé si las polémicas, desde que han llegado las vacunas, son solo nuestras o si hay algún tipo de paralelismo con lo que se suele denominar "países de nuestro entorno". Creo que lo nuestro, una vez más, no tiene parangón.

El sistema de salud funciona razonablemente bien gracias al esfuerzo de los profesionales, a los que nunca se lo agradeceremos bastante, sobre todo cuando se leen la situación en que la administración les deja. La llegada de las vacunas ha multiplicado sus esfuerzos porque ya no solo tienen que gestionar lo que es la atención primaria y los casos de COVID-19, de la planta a la UCI, sino que llevan adelante todos los procesos de vacunación.

La gota que colma el vaso (por el momento) es la polémica surgida por los dos positivos en la selección nacional del Fútbol. La mezcla de pandemia y fútbol es explosiva. Hasta el momento, las polémicas más sonadas han sido las de los políticos (y familia) que se vacunaron cuando no les tocaba, la interesada polémica sobre el alto mando militar que se vacunó y las vacunaciones de las infantas cuando fueron a ver a su padre el rey emérito. Las tres tenían un componente morboso ya fuera por político, antimilitarista o republicano según los casos. Cada una de ellas ha servido para mover los medios en momentos de rutina, de parálisis informativo. Pasamos de las imágenes constantes de los hurgados de narices de la primera fase a los pinchazos de hombros de la actual, de las terracitas vacías a los botellones de escándalo, de la adopción de mascotas al abandono de animales. Todo se convertía en rutina y creo que hay un hombro que podría identificar en la calle por las veces que lo he visto pinchar.



Pero el positivo de Busquets primero y de Llorente después permiten una polémica multidimensional con ese fenómeno de masas aburridas, desplazadas de los espacios, que es el fútbol. Me quedo con los dos titulares de ABC sobre el asunto, un verdadero pistoletazo de salida para lo que se avecina, "Diego Llorente, otro positivo que angustia a España" y este segundo auténticamente provocador  "El debate de la vacunación llega al Congreso: «Son once hombres que dan toquecitos a la pelota»".



En el primero, esa "España" del titular adquiere una explosión semántica inusitada fundiendo a la selección y a la patria frente a la enfermedad, sí, pero sobre todo frente al resultado negativo para lo importante, el juego. A la idea de la "angustia" primera, la normal, se le suma la abrumadoramente emocional, la de "qué va a pasar con España", una pregunta vigente desde la generación del 98, pero que finalmente hemos resuelto en términos deportivos. España ya no es España, es "la roja", que tampoco es lo que era. Sí, ¿qué pasará con España?

El segundo titular muestra la distancia entre la clase política y el pueblo. ¿Puede haber mayor desprecio, mayor insulto que tratar así al fútbol? Según esa definición, por ejemplo, los diputados son unos cientos de personas que aprietan un botón o se faltan unos a otros. Incluso eso de "hombres que dan toquecitos a la pelota" tiene algo de obsceno y equívoco, de mal intencionado e incluso machista. ¿Por qué esa exclusión, por qué no "hombres y mujeres que dan toquecitos a la pelota"?, afinarán algunos defensores de lo inclusivo. ¡Cuánta insensibilidad!

Con todo, los dos positivos de la selección española (masculina) de fútbol, abren una nueva línea (un "hilo", como se dice ahora) discursiva, la de los agravios comparativos. En La Vanguardia, metiendo cizaña, titulan "Los inmunizados olímpicos" y nos muestran la imagen sonriente tras la mascarilla de una seleccionada del equipo olímpico de Baloncesto, Silvia Domínguez, mientras le dan el pinchazo en un hombro. Ella levanta su pulgar mostrando su satisfacción.



Nos explican que llevan vacunando desde mediados de mayo a los olímpicos y a la delegación que acudirá (presuntamente) a Tokio. Lo matizo porque los juegos olímpicos están en el aire desde que dijeron que "sí o sí" se iban a celebrar el año pasado, algo que como sabemos no ocurrió. Finalmente, el espectáculo debe continuar.

Lo importante desde los medios es el humo, ni siquiera el fuego. Y esto da una humareda de la buena. La mezcla de pandemia y fútbol tiene todos los ingredientes para enganchar de nuevo a las noticias, un filón que salta.

Ahora que se había permitido entrar al público a los estadios, como ocurrió hace unos días con la selección, resulta que empiezan los positivos entre los jugadores. Menos mal que se empató a cero, con lo que se eliminaron los peligrosos abrazos de las celebraciones. Ahora vienen las investigaciones o meras especulaciones: que si dónde lo pilló Busquets que si dónde lo pilló Llorente; que si esto pasa por dar días libres, que si hay que tenerles encerrados.



Los contagios, a diferencia de las lesiones, implican aislamiento de todos, es decir, la selección al pleno. Por eso han tenido que llamar a los Sub-21. Con un esguince o una rotura, te sacan el suplente; pero con esto de la pandemia es un poco Fuenteovejuna. Con uno que la pifie, que regrese un poco más tarde, que sea más efusivo en los abrazos y que se quite la mascarilla antes de tiempo... lo pagan todos.

Los debates sobre si es justo vacunar a veinteañeros millonarios no esenciales para la comunidad frente a, por ejemplo, repartidores que se juegan el contagio de puerta en puerta por un sueldo tirando a miserable, se resolverán de la forma más injusta: ¿quién se atreve a decir que el fútbol no es esencial? ¡Qué salga a la calle y lo diga! El problema es que sus señorías no quieren cargar toda su vida con el sambenito de que consideran el fútbol como algo que les permite saltarse sus propias normas. Cuando hay cientos de grupos que se juegan la vida diariamente y que no consiguen ser vacunados porque no se les considera "esenciales", decir que hay que vacunar a los futbolistas es algo con lo que habrán de cargar. Puede que el público les aplauda, pero la campaña en contra está asegurada.



Lo que choca es cómo a los olímpicos los han organizado tan bien y cómo los del fútbol se lo han montado tan mal. La explicación parece estar en la organización olímpica que se ha encargado de suministrar las propias vacunas a los que participen. Así nadie, en el caso español, siente que le han robado su vacuna unos privilegiados "que dan toquecitos a la pelota".

Todo esto, desde el punto de vista de los medios, es la felicidad informativa. Ya escuchamos a gente indignada, a favor y en contra, haciendo memoria de privilegios y privilegiados. Por si todo esto fuera poco, los Sub21 enviados a sustituir a los millonarios enclaustrados preventivamente, han goleado a Lituania. ¡Qué más se puede pedir!



Lo sorprendente sigue siendo cómo se han podido contagiar aquellos que deberían estando formando burbuja, lo que nos abre nuevas líneas de discusión. Lo que no se puede discutir no sirve para nada en un mundo de llamados estridentes de atención.

La otra noche, en uno de esos programas donde se le dan vueltas al fútbol, los tertulianos futboleros contactaron con un médico de guardia mediática (eran ya las tantas) para interesarse por los plazos que había que establecer para saber cuántos más podrían aparecer, cuál es el tiempo de incubación porque les habían hecho una PCR antes del partido, etc. El buen médico asistía con cierto asombro a esas horas de la noche a cómo los comentaristas de patadas, patadones y toquecitos de pelota trataban de dilucidar lo ocurrido con Busquets. El médico esperaba la llegada del desacuerdo o de la incertidumbre, según el momento, para contestar a la pregunta concreta, que solía responder con un sensato "es posible". Así, a los "¡pero cómo es posible!" le seguían sus escuetos comentarios afirmativos.

En los próximos días se esperan encendidos debates, reproches, manos a la cabeza, etc. sobre esta peliaguda que afecta a España y a "España", a las dos, la de los millones de seguidores y los representantes. Si hasta hace unos días el debate era que España (el equipo) no tenía líder reconocido (¿existe un líder que no sea reconocible?), el problema ahora es otro. Seguiremos atentos este giro del guión pandémico. ¿Qué les queda ahora a los negacionistas patrióticos? ¿Caerán en la tentación de vacunar o resistirán?


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