miércoles, 16 de junio de 2021

La retórica del regreso

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)



La insistencia de Biden en que "Estados Unidos ha vuelto" hace preguntarse una cuestión directamente vinculada: ¿dónde está Trump? La retórica que la frase representa esconde esa pregunta que es, sin embargo, esencial por muchos motivos. Algunos los hemos comentado ya: ¿no era Trump "Estados Unidos"; entendimos mal lo del "America First!"? Los norteamericanos pueden reinterpretar su historia como quieran, pero los que han padecido cuatro años de trumpismo no pueden ser consolados con una frase. Cuando han preguntado a Biden sobre las sanciones de la Norteamérica trumpista ha respondido con un "Give me a break!", una fórmula interesante, sin duda.

Pero desde la perspectiva interna, la cuestión se complica. La pregunta de "¿dónde está Trump?" no es trivial ni tampoco literal. Me imagino que saben dónde está físicamente.  Pero no están tan claros otros aspectos que se plantean.



Lo ocurrido durante su mandato parece tener demasiadas sombras. El ejemplo más claro es el bloqueo republicano a la investigación sobre los gravísimos hechos ocurridos el 6 de enero con el asalto al Capitolio. ¿Cómo es posible? ¿Pueden los republicanos, el trumpismo republicano, esconder las acciones de Trump bajo chorros de tinta? El calamar camufla su huida, pero el trumpismo no ha huido, más bien se está reorganizando, entretejiendo acciones con las que reconquistar el poder en las cámaras que es donde reside no solo el poder legislativo sino el de ocultación, esencial para la falta de transparencia necesaria para el encubrimiento.

La lucha por tratar de revertir desde el poder el resultado de las elecciones se está escribiendo con cuentagotas. La crisis del sistema que se podría provocar asusta a los demócratas y hiere de muerte a los republicanos. Con todo, el gran obstáculo es psicológico: a mucha gente le parece bien retener el poder como sea racionalizando las causas y, por otro lado, un segundo mecanismo de defensa, lo creen realmente.

Con una parte del electorado que justifica cualquier cosa y otra capaz de creer ciegamente, la crisis de la democracia está servida. Es una crisis de las raíces y, por ello, profundamente peligrosa. Todo es válido, todo es creíble. Biden habló en su discurso inaugural sobre la "verdad", pero la verdad puede ser tan dolorosa que se dé en pequeñas dosis.



En la CNN se nos da una de ellas. Se hace con un artículo firmado por Elie Honig, un antigua fiscal del estado y analista legal de la cadena. El título —"New emails reveal a Trump White House gone mad"— hace referencia a la aparición de correos del periodo final antes de la toma de posesión de Biden, en los que se seguía intentando evitar que Biden tomara posesión de la presidencia. Estamos hablando de Estados Unidos, el líder de los países democráticos, el abanderado de las libertades y, en versión Biden, el país que debe ser el centro de las democracias frente a las que no lo son.

Que desde la administración se haya hecho todo lo posible para truncar lo surgido de las urnas no es una cuestión baladí, sino un cuestionamiento que hoy por hoy Estados Unidos no se ha hecho, desarrollando la idea del "borrón y cuenta nueva", que no es más que un cierre en falso de sus propias miserias políticas y una forma de intentar convencer en el exterior de que "aquí no ha pasado nada". El "give me a breath!" de Biden dice mucho más de lo que quiere decir.



Esto es especialmente grave en la política internacional donde los movimientos realizados son de enorme trascendencia, como hemos analizado. La política exterior de Trump era una política sin máscara y con un doble objetivo: el exterior, demostrar quién manda en el mundo; el interno, demostrar a los norteamericanos que son ellos los que dictan, devolver orgullo practicando la humillación. La política exterior de Trump se basó en los puros intereses, abrazando dictadores y estableciendo enemigos en los rivales, nada más. Trump se sentía más a gusto con Putin y con los rusos en su despacho que con los líderes de países democráticos, a los que espió y despreció. La salida de los foros internacionales era solo una consecuencia de esta actitud, de poder tener las manos libres. Junto a algún que otro interés personal, en política internacional Trump siguió los intereses norteamericanos aderezándolos con su histrionismo, para deleite de sus seguidores. Eso sí, utilizó todas las malas artes, permitió que se sacara provecho personal por parte de sus allegados, como ha ido saliendo poco a poco, viendo cómo se mezclaban privilegios particulares y acuerdos internacionales.

Los correos que salen ahora a la luz muestran algo más que la "locura", como establece Honig en su valoración a través del título. "Locura" significa otra cosa; aquí lo que hay es la retención del poder a todo trance, pisotear los fundamentos de la democracia desde distintos ámbitos, en esta caso desde la propia Casa Blanca. Escribe Elie Honig en su artículo:

 

The emails themselves look like the stuff that normally gets routed to your spam folder: wild conspiracy theories about election fraud, absurd suggestions on strategy to overturn the already-completed and certified election, desperate entreaties from unhinged fantasists dreaming of flipping the election's outcome. But these were not junk emails from some trolls -- they were sent from the top echelons of power in the White House to the Justice Department, in a genuine effort to overturn an American election.

In a sense, none of this is surprising. The emails, sent in December 2020 and January 2021 -- well after it was clear to any reasonable person that the election was over and Joe Biden had defeated Trump -- are the inevitable end result of four years of Trump using the Justice Department as a political tool, with US Attorneys General Jeff Sessions and William Barr largely playing right along.*

 


No sorprenden los hechos, sino su descripción pausada, casi meramente documental. "Se volvieron locos", ¿es eso una explicación "racional"? La "locura" ha sido una de las grandes excusas de la historia, cualquier cosa antes que reconocer la podredumbre del sistema, la elección de personas infames para los cargos públicos y el pisoteo de la función pública en nombre del interés egoísta (me resisto a llamar "político" a esto). La política es el juego democrático; esto es otra cosa: la transformación mafiosa de los gobiernos, de las instituciones. Esta tiene un punto crítico, cuando al llegar a él se  convierte en forma generalizada de pensar en el poder y las instituciones. Lo vemos en algunos países satisfechos con sus dictaduras porque la autoridad es lo suficientemente "comprensiva" como para atender tus deseos y ponerlos por encima de la ley (o convertirlos en ley), mediante el pago correspondiente. Con Trump, sabiendo esto, la corrupción de parte del sistema es un hecho. La cuestión está en si es reversible o se sigue pensando que Trump "actuó bien".

Tiene razón Honig en el cierre del artículo:

 

The emailed reactions of officials within the department appropriately reflect a sense of incredulity and dismay at the efforts of Trump's staffers to get them on board with trying to overturn a democratic election. In one internal Justice Department email, Rosen asks "Can you believe this?" and in another, a top department adviser characterized the White House's outreach as "pure insanity."

"Pure insanity," indeed. But it's worse than that, really. In one respect, the White House acted from a sense of delusion, both about the actual outcome of the 2020 election and about its chances to reverse it.

But in a more sinister sense, Trump and his top advisers acted purposefully and deliberately. Their efforts to steal an election and undercut democracy are as clear as the words on the page. And as the efforts of Trump and his followers to continue spreading the Big Lie continue and intensify, we need to remember just how close Trump and his enablers came to succeeding the first time.*

 


Afortunadamente había gente que "no lo podía creer". Cuando el número de personas que lo crean supere el de aquellos que no lo crean será un día terrible, uno de esos en los que ya nada importa, un día de esos en los que solo quedan palabras vacías y actos siniestros a los que nadie concede atención y los que les conceden atención no les conceden importancia. "El mundo funciona así", "el poder lo es todo", "es nosotros o ellos"... son algunas de las fórmulas empleadas para seguir manteniendo el mundo en marcha.

Biden da por descontado que con su llegada todo se ha normalizado. No es lo que se percibe en el interior de la política norteamericana ni en su faceta exterior. Unos cuantos gestos no entierran la realidad.

Por eso Biden se ha encontrado con sonrisas educadas en el G7, pero también con mucho educado escepticismo. No le va a ser fácil borrar la impresión exterior, como no le va a ser fácil sacar  a la luz las miserias internas, desprenderse de ese entramado trumpista republicano que sigue ahí, que no se ha ido ni tiene intención de hacerlo. Honig pone cara a los corruptos, pero el sistema es otra cosa. Las caras se reemplazan con facilidad. El miedo es a descubrir la profundidad de la "locura", por usar el término del autor.

Hoy son varios los artículos que desde las principales cabeceras norteamericanas apuntan a Trump y al trumpismo. Lo hacen porque los republicanos insisten en meter el pasado debajo de la alfombra a base de bloqueos o de acciones en las zonas que controlan. Es algo más que "bipartidismo". Trump ha llevado a otra esfera la política norteamericana contaminándola en el interior y en el exterior. Muchos no la dan por acabada, sino como una forma de entender la política que se "normaliza" por su acceso al poder. Prácticas poco o nada democráticas se perciben como naturales en el juego de conseguir el acceso al poder y a sus beneficios posteriores.  En la calle supuso el aumento del racismo, del machismo, entre otras cosas; fuera fue la prepotencia y el descaro de los intereses propios, además de la mezcla de los negocios con la política. Queda mucho por desinfectar.

Trump ha servido para hacer comprender al mundo que la frase "United States is back!" puede ser dicha por Biden o por Trump o un discípulo suyo que llegue al poder, porque es lo suficientemente ambigua, mientras no se aclaren internamente. Quizá tengamos que escuchar, dicho con la misma alegría, "Trump is Back!", ¿por qué no? Quizá seamos nosotros los que tengamos que pedir "give me a break!"

Una vez abierto el camino del poder desnudo, todo puede volver a repetirse. Muchos han hablado filosóficamente de las repeticiones de la Historia. Lo que está claro es que lo que sucede una vez puede repetirse. Un mundo expuesto a que Estados Unidos vaya o venga es bastante inquietante.

 


* Elie Honig "New emails reveal a Trump White House gone mad" CNN 15/06/2021 https://edition.cnn.com/2021/06/15/opinions/trump-white-house-doj-gone-mad-honig/index.html

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