domingo, 20 de junio de 2021

Las 7 magníficas o cómo cambiar bares por librerías (sí, ha leído bien)

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)



La noticia me ha dejado anonadado. Leí el titular pensando que se trataba de un error, de otro país, de otro planeta. Pero, no, era aquí. Así lo presentaban en RTVE.es: "Un pueblo de la Costa Brava busca abrir siete librerías y convertirse en una villa de libros". La noticia ocupa 1:04 minutos; el texto está falto de acentos y hay hasta un inexplicable rótulo sobreimpresionado que confunde "Calonge" con "Catalogne". Pese a todo ello  lo que se nos cuenta es positivo, sorprendente, mágico. El texto resumen que acompaña a la breve pieza (una vez revisado en su falta de acentos)  es este:

 

Calonge es un pequeño pueblo de la Costa Brava, con un núcleo medieval que pasa desapercibido entre los turistas... Para revitalizarlo, el ayuntamiento quiere convertirlo en una villa de libros... Han hecho un llamamiento a los libreros y aspiran a tener 7 librerías... Y para conseguir que las librerías se instalen en el casco antiguo, donde ahora solo hay bares, el ayuntamiento ofrece ayudas de hasta 16.000 euros y otros incentivos...Ya se han interesado libreros, editores e ilustradores... El ayuntamiento quiere implantar el modelo de Urueña, en Valladolid, cuya atracción turística son los libros y la cultura.*

 


¿Es posible? ¿Es posible que se cierren bares y se abran librerías? ¿Es posible en España, tierra de bares y sombrillas? ¿Es posible en la Costa Brava, zona turística por excelencia?

El propio reportaje nos muestra el escepticismo de unos ("¿Siete librerías, aquí en Calonge? No sé..." o "Faltaría gente para tanta librería, yo creo...") al posibilismo de otros desde el sector, que ven que es posible sobrevivir si las librerías se especializan para evitar hacerse la competencia unas a otras.

Con todo, poner la librería sirve de poco si no hay lectores por los que competir. El problema de la competencia entre librerías solo se da una vez que se ha ganado la batalla primera, que es despertar el interés por la lectura. De poco sirven las librerías si no hay lectores. Aquí se nos plantea cierto problema del "huevo y la gallina".

Creo que uno de los mayores problemas de nuestro país, en lo que se refiere a la cultura, viene de pensarlo en términos de competencia —es lo primero que se les ha pasado a todos por la cabeza— y no en términos de conjunto, de sistema, por decirlo así.

Podríamos representar el descenso hispano a los infiernos de un bar por cada 170 personas sin que nadie se plantee aquí cuestiones de competencia. Parece que hay para todos. Aquí, curiosamente, nadie dice "No sé si habrá bebedor para tanto bar..."

Las librerías, como los cines, han sufrido fuertemente una reducción de su papel con la transformación de nuestra sociedad, modelada desde intereses económicos de desarrollo salvajes, entendiendo por este término que no se paró nadie a pensar demasiado en las consecuencias. También que se ha reducido todo a dinero. Siempre que se empieza a hablar de cultura, se acaba hablando de dinero. Habría que hacerlo cuando se tengan claras las causas y, sobre todo, los objetivos. Si se piensa en la supervivencia del sector no saldremos de aquí. Hay que trabajar sobre el país primero para que estos sectores culturales puedan sobrevivir.

Librerías y cines poblaban la ciudad de mi infancia y juventud... hasta que empezaron a desaparecer. Dedicaba muchas tardes de sábado a recorrer librerías simplemente paseando y entrando en ellas a ver qué había. Eso era posible porque tenían lo que se llamaba "fondo". Podías encontrar una gran diversidad de títulos, libros de décadas atrás, libros importados de Hispanoamérica. Llegado el fin de la tarde, regresaba a casa cargado de libros. Otro elemento, los puestos de prensa acristalados tenían la parte trasera y los laterales convertidos en expositores en donde se alineaban los libros de bolsillo. Eran también librerías, es estos quioscos, lo recuerdo, puede comprar los Cuentos completos, de Voltaire,  El vicario de Wakefield  o el teatro de Pierre Corneille, por citar solo algunos que me vienen a la mente. Todavía forman parte de mi biblioteca.



Las sesiones de videoconferencias durante la pandemia permiten comprobar que nuestras casas hoy carecen de libros. Esta generación siguiente ha crecido lejos de los libros, acostumbrada a las bibliotecas y a la búsqueda de información en Internet. Los ha visto como un gasto inútil y una ocupación de espacio. El ocio se rellena con otras cosas más allá de la lectura en forma mayoritaria. No se trata ya de reencontrarse en el ocio, como ocurre con la lectura, que es un acto concentrado e individual; sino que, gracias a las redes sociales, a la digitalización social masiva, se trata ahora de un tiempo compartido, relacional, absorbente y que compite por nuestra atención, como saben ya los economistas y psicólogos. Todo nos impulsa a salir de nosotros mismos y a encontrarnos fuera, ya sea en espacios virtuales (redes) o en espacios públicos (del botellón a la terracita). Y no hay equilibrio.

Por ello, sustituir bares por librerías es algo más que una cuestión de competencia entre negocios. Es más un cambio de modelo cultural y de vida. Hay muchos espacios, la Costa brava, es uno de ellos en los que ya se ha llegado a un nivel en el que la dependencia del modelo bar-turístico ha desbordado la paciencia de los residentes que no saben cómo cambiarlo, lo que acaba produciendo enfrentamientos entre los que llegan a disfrutar del exceso, los que se benefician de él y los que lo padecen.

Abrir 7 librerías tiene algo de "colonizar" el salvaje Oeste, intentando cambiar el modelo existente, atraer a otro tipo de visitantes con intereses distintos modificando la oferta. Crear librerías en vez de bares también ayuda a "silenciar" la zona, a cambiar por decirlo así su "banda sonora" de fondo. Es la forma de modificar el ruido de fondo y a traer un turismo más tranquilo.

Abrir librerías es un aviso, una forma de comunicar un deseo, una intención y una visión de otro futuro. Pero eso no bastará, más allá del problema de la "competencia".

Para que el modelo funciones, hay que diseñar un plan más amplio dotando de actividad a las librerías, no plantearlas como un antídoto frente al ruido y el exceso, sino convertirlas en centros de actividad. No hay que esperar a que alguien entre, sino que más allá de la recomendad especialización para evitar la competencia, lo que hay que hacer es crear una rica oferta cultural acorde con los perfiles que se han buscado, los de personas que disfrutan de la lectura y buscan la paz necesaria para poder realizarla.



Si yo fuera el Concejal de Cultura estaba ya diseñando proyectos para ofrecer a esos colonos lectores que vienen a traer "civilidad" un panorama de actividades culturales rico y variado, algo que haga que el turismo que les llegue desee algo más que beber y recuperarse en la playa.

Una vez que se ha apostado por el libro, habría que hacerlo por las actividades lectoras, por atraer autores a explicar sus obras, conferenciantes sobre temas relacionados con la cultura, atracción por el Arte y la Ciencia, encuentros para hablar sobre la lectura, concurso literarios, etc. Hay un sinfín de actividades que pueden ayudar a crear esa burbuja libresca a la que el libro es la puerta de entrada.

Uno puede ir a un lugar turístico porque hay muchos bares o porque hay representaciones de teatro, conciertos de cámara, jazz o recitales de cantos profanos o religiosos, antiguos y modernos; uno puede ir a un sitio donde la alternativa nocturna no sea qué bar elegir, sino a qué conferencia, recital o representación se va a asistir.

Con todo, en Calonge el año tiene los mismos doce meses que todos los demás lugares. Esto quiere decir que, más allá del periodo vacacional, está el día a día de todos los lugares en los que se están formando esas personas capaces de valorar, de apreciar un verano cultural, donde entrar a una librería sea un acto relajado e interesado. Si se trata solo de bajar la densidad de bares de las zonas, no llegarán demasiado lejos. Si, por el contrario, hacen una apuesta por el cambio de modelo, necesitarán más apoyo, más difusión, crearse una identidad clara que permita saber que los libros y las librerías no son anecdóticos.



El experimento de Calonge no es trivial. Es una elección que debe ser apoyada y estudiada. A lo mejor somos capaces de ajustar nuestra demanda cultural. Debería ser un toque de atención a la situación cultural real, no lo que produce económicamente, que parece ser lo único que importa a los sectores. Hay que reorientar nuestro sistema educativo básico, hacer que esa reforma llegue al propio mundo universitario, que adolece de una serie de enormes carencias en sus estamentos, condenado a estar separado de la sociedad por los propios sectores universitarios y culturales, que lo condenan a una comunicación entre pares y lo estigmatizan como sin interés para barrer la absurda competencia.

Cuando haya siete librerías en Calonge tendré envidia. Vivo en moderno pueblo, con mucho profesorado universitario por la proximidad a la Universidad Autónoma, con un elevado nivel cultural y económico, donde apenas existe una librería, especializada en literatura infantil primordialmente. Hubo alguna que prácticamente vendía los libros recomendados para su lectura en los colegios y los libros de texto, que han sido los que han mantenido la vida de estas pequeñas librerías, algo que no eran realmente, sino puntos de venta de algunas editoriales que les presionaban para vender sus bestsellers.

Las librerías han ido reduciendo su tamaño en las grandes superficies reajustándolas a lo que se vende y reduciendo su fondo. Lo mismo que se percibe en las Ferias de libro, todas las librerías tienen un fondo muy similar, de rápida reposición donde el libro desaparece pasados unos meses, desplazado por la siguiente apuesta editorial.

La editoriales pequeñas, que hacen una enorme labor, sobreviven con venta online o sirviendo a las librerías cuando los clientes les piden algo específico. Las librerías online han ido desplazando a las librerías físicas o, si se prefiere, ocupando un espacio que quedaba vacío por los cierres.

Nuestro problema es educativo y, en un nivel más profundo, de modelo social, de país que ha dejado de valorar la cultura social y personalmente, metido en un pragmatismo reduccionista y una limitación de posibilidades que nos embrutecen. No valoramos la educación porque solo le pedimos aspectos prácticos, porque no somos capaces de encontrar cuál es su sentido en un mundo cortoplacista y enfocado a un tipo de éxito basado en el dinero y poco más. El mundo digital nos ha pillado con una cultura sujeta con alfileres después de la explosión de los años 70 y 80, curiosamente los de la entrada en la democracia y en Europa, por lo que la responsabilidad de nuestra clase política es clara: no han sabido tener un modelo de país más allá de lo obvio. La caída de los medios de comunicación en un espectáculo trivial, llenos de personajillos fabricados para entretener (llevan décadas), faltos de responsabilidad y convertidos en promocionales más que de difusión cultural completan el cambio de pasar de una sociedad que aspiraba a la cultura a una sociedad que solo aspira a salir de la precariedad mientras nada en lo zafio.

Por eso iniciativas como esta de Calonge son gratificantes. Les deseo que se conviertan en un ejemplo de cómo se puede dar un giro al destino, que nada es irremediable mientras exista un punto de esperanza. Ellos han dado un primer paso. Tendrán resistencia y les llamarán locos. Eso lo hace más emocionante. Las 7 magníficas.

 


* "Un pueblo de la Costa Brava busca abrir siete librerías y convertirse en una villa de libros" RTVE.es 19/06/2021 https://www.rtve.es/alacarta/videos/telediario-2/pueblo-costa-brava-busca-abrir-siete-librerias-convertirse-villa-libros/5947268/

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.