Joaquín Mª Aguirre (UCM)
La
sombra de Trump es alargada. No está ya en la Casa Blanca, pero la inercia de
las acciones en su mandato se mantiene mientras estas no se detengan por parte
de la nueva administración. En estos días hemos tratado en diversas ocasiones
el problema del "liderazgo norteamericano" y de su conexión con
"su intereses", donde ese "su" es de oscura identificación
porque obedece en ocasiones a posiciones geoestratégicas para controlar zonas,
crear lazos clientelares, vigilar a otras potencias y, en especial, los
intereses de la industria norteamericana, en especial, la de orden militar.
En
estos días se ha producido el choque de Marruecos con España a cuenta de la
atención médica del líder del Frente Polisario en nuestro país a petición de
Argelia, una cuestión claramente humanitaria por más que fuera tomada por
Marruecos como una especie de ataque, lo que dice mucho de su percepción de la
política y de la vida humana, algo que también se reflejaría en su actuación en
Ceuta, lanzando a ciudadanos marroquíes, muchos de ellos niños, al agua
abriendo de par en par sus fronteras. Marruecos ha mostrado con ello el tradicional
desprecio existente hacia su propio pueblo en la mayoría de las monarquías de
la zona. No es la primera vez que lo hacen y no será la última, desgraciadamente.
Lo que ha hecho, además de mostrar este desprecio, dejar al descubierto la
desesperación del pueblo que se ve en la miseria por la indiferencia codiciosa
de sus gobernantes. De esto hemos tratado ya y ha quedado claro en la condena
europea a estas prácticas despectivas, características de visiones
absolutistas-religiosas. La prohibición a que los marroquíes puedan regresar a
su casa a través de España y que tengan que hacerlo a través de Francia o
Italia no deja de ser una nueva muestra de ese desprecio hacia su pueblo, que
es el que pagará sus consecuencias en días de viaje, aumento del gasto, etc.
Esto, como señalamos, no solo es un indicador de la soberbia e indiferencia del
gobierno de Marruecos, que crea más rechazo a sus políticas.
El intento de convertirlo en un problema bilateral, es decir, tratar de evitar la condena europea y la advertencia conjunta de la Unión, demuestra una vez más el error de cálculo. Por mucho que se empeñen, Ceuta y Melilla forman parte de la Unión y marcan sus fronteras.
Pero lo que está sobre la mesa ahora —y nos trae Beatriz Navarro, la corresponsal de La Vanguardia en Washington— son sus relaciones con los Estados Unidos, algo que sin duda ha estado presente en el ánimo de Rabat en la situación creada. Las alianzas militares y políticas de Estados Unidos y Marruecos deben mucho a los manejos de Trump. Nos informa Beatriz Navarro:
Sobre el papel, nada ha cambiado respecto a
las promesas que Estados Unidos hizo a Marruecos durante la recta final del
mandato de Donald Trump a cambio de la normalización de sus relaciones con
Israel. Pero la realidad de puertas adentro es que el apoyo de Washington a
Rabat tiene muchas más fisuras de las que puede parecer.
La comisión de Exteriores de la Cámara de
Representantes, controlada por los demócratas, mantiene bloqueadas desde hace
varios meses dos iniciativas clave contenidas en el acuerdo por el que
Marruecos vio súbitamente realizada su vieja aspiración del reconocimiento de
su soberanía sobre el Sáhara Occidental: la apertura de un consulado
estadounidense en el disputado territorio, subordinado a Rabat, y la venta de
drones armados MQ-9B al reino alauí, según han confirmado a La Vanguardia
fuentes del Congreso.
A pesar del apoyo general del Capitolio a los
acuerdos de Abraham impulsados por Trump entre Israel y diferentes países
árabes, el carácter transaccional de muchos de estos pactos, acompañados a
menudo de ventas de armas, causó inquietud desde el primer momento entre los
legisladores. Con la llegada de Joe Biden a la Casa Blanca, ese malestar se
tradujo en acciones concretas en el caso de Marruecos para tratar de mitigar
sus consecuencias.*
La
jugada de Trump con Marruecos es una repetición de otras dejando al descubierto
sin manera de ver el mundo y, especialmente, el "liderazgo"
norteamericano. Hace tiempo que comentamos aquí lo que parecía ser un patrón de
actuaciones: crea un conflicto que provoque inseguridad y luego vende armas. Lo
que iba a ser "el acuerdo del siglo" para Oriente Medio se tradujo en
un aumento de la violencia en la zona y un aumento paralelo de la venta de
armas.
La
apertura del consulado, como ocurrió en Israel con el traslado a Jerusalén, ha
creado un clima de violencia y desencuentro que acaba, pasado un tiempo, en la
situación que hemos vivido en Palestina, una verdadera guerra, cuando se
bendicen las ocupaciones de colonos israelíes sacando de sus casas a los
palestinos. Todo eso es posible porque unos y otros se sienten respaldados en
sus acciones por el líder supremo mundial, los Estados Unidos.
Hace
unos días señalábamos que esa idea tan norteamericana de que el mundo debe
borrar lo anterior cada vez que hay un cambio en la Casa Blanca es errónea e injustificable.
El conflicto existente en las cámaras norteamericanas para reducir los efectos
de Trump en el caso del Sahara lo muestran con claridad. El daño hecho por
Trump es grande y el provecho que el gobierno de Marruecos le quiere sacar a
sus acuerdos, que afectan a terceros, también se pone sobre la mesa como
amenaza.
El
liderazgo norteamericano no es tal si no es transparente ni ecuánime; si
responde a los intereses propios (incluidos la venta de armas), la confianza se
reduce a cero. Y esto no es solo cuestión de Trump. Muchos problemas empezaron
con las indecisiones de Obama en Oriente Medio, con su falta de apoyo a los
pueblos que se levantaron, creando una inestabilidad enorme. No había por
Oriente Medio personaje más odiado que Hillary Clinton, entonces Secretaria de
Estado y que se salió del mapa político para no desgastar sus posibilidades de
suceden a Barack Obama, algo que no le sirvió de mucho, como sabemos.
Pero el
daño estaba hecho, especialmente en la desconfianza generada contra Estados
Unidos por parte de los perjudicados, los demócratas de la zona, dejando el
asunto en manos de islamistas (los únicos organizados) y gobiernos corruptos y
autoritarios. Obama se equivocó y todavía (y por mucho tiempo) se padecerán las
consecuencias de la Primavera Árabe, un movimiento frustrado en su deseo de
librarse de dictadores. Pero Trump mostró que es divertido bailar la danza de
la espada con autócratas y abrazar dictadores implacables, todo en nombre de
esos "intereses norteamericanos", que se les puede vender armas para
que repriman a sus pueblos y así seguir haciendo negocios con ellos.
El
artículo de La Vanguardia se cierra con la situación actual de bloque a los acuerdos
con Marruecos:
En febrero, 27 senadores escribieron una
carta al presidente Biden en la que le piden explícitamente que revoquen el
reconocimiento de la soberanía marroquí sobre el Sáhara. Entre los firmantes
había no solo demócratas sino también republicanos.
El Departamento de Estado expresó esta semana
su incomodidad con la percepción de que existe continuidad respecto a las
políticas de la anterior administración en la región del Magreb y Oriente Medio
en general. Existen “algunas diferencias importantes y muy profundas”, dijo su
portavoz, Ned Price, a preguntas de este diario. En estos momentos, se están
produciendo “consultas privadas entre las partes sobre cómo frenar la violencia
y llegar a una solución duradera”, señaló.
La insistencia en una solución negociada
entre las partes supone, en la práctica, desmarcarse de la proclamación de
Trump, un giro histórico en la posición de EE.UU. que no obstante ningún otro
país del mundo siguió. La comisión de Exteriores de la Cámara de Representantes
del Congreso ha pedido al Departamento de Estado que le informe antes de julio
sobre la marcha de los contactos en el marco de las Naciones Unidas para
reactivar las negociaciones. “Existe preocupación por el impacto de las
políticas de Donald Trump y estamos activamente implicados con el presidente
Joe Biden de cara a próximos pasos”, dicen a La Vanguardia fuentes del
Congreso.*
La estrategia de Marruecos —absolutamente prepotente e ingenua— no sirve de mucho en un conflicto que siempre se ha encontrado con el uso de la fuerza y el "apoyo de la amistad" estableciendo acuerdos con aquellos que puedan frenar las respuestas a sus acciones bilaterales. La política marroquí, la de sus estrategas, no da más de sí. Se basa en rabietas y en un infantil sentido de la realidad, solo es real lo que le beneficia.
En las
recientes maniobras militares conjuntas con los Estados Unidos, estos no se
dejaron arrastrar a realizar ejercicio en zonas en disputa, las ocupadas, para
lograr así un segundo reconocimiento de facto.
Pero
regresemos de nuevo a la cuestión del liderazgo. La percepción de Marruecos de
que siendo aliado de Estados Unidos puede hacer lo que quiere no es única. En
la zona, muchas veces se apela a ella, creando un sentido antinorteamericano
cuyas bases son la falta de congruencia y las relaciones militares que permitan
ampliar el control y vigilancia del mundo allí donde consideren necesario
hacerlo y la compra de materiales militares.
Los
demás aprenden. La situación de críticas políticas a Egipto, por ejemplo, se
saldan con la compra de material militar a Francia e Italia, con quienes tiene
conflictos directos, como es el caso del secuestro, tortura y asesinato del
estudiante italiano Giulio Regeni. Arabia Saudí puede secuestrar, torturar y
descuartizar al periodista saudí Jamal Khashoggi en su consulado en Turquía,
porque se sabe que su príncipe heredero, el responsable máximo, será recibido
sin problemas en la Casa Blanca. Nada que unas buenas compras de armas no pueda
arreglar.
A esto
no se le puede llamar "liderazgo", evidentemente. La frase
"¡Estados Unidos ha regresado!", muy querida por Biden, no es más que
una ingenuidad que toma a los demás por tontos. Estados Unidos no se fue nunca,
pues hizo lo que quiso en solitario, sino que se cerró a los otros despreciando
las reuniones de los distintos G en marcha. En la mentalidad de Trump, Estados
Unidos no debía perder el tiempo negociando con nadie. Si tienes el poder, hay
que usarlo. Esa era su mentalidad y su forma de actuar.
Ahora
esas muestras de poder de la era Trump invaden el espacio de Biden, algunas
—como lo que ocurre con el cerco a China— ampliamente aceptadas. Lo que se consigue
no es lo que se pretende. Las dudas de Obama contribuyeron a que se formen
unidades de apoyo, lo que hizo a Putin un amigo más confiable que los Estados
Unidos. Son las acciones norteamericanas las que obligan a ir en una dirección
u otra. De esta forma, aumenta la influencia de países como Irán en lugares
como Iberoamérica.
No solo
se trata de lo militar, pues los efectos de la pandemia han servido para
dividir más el mundo y crear desesperación absoluta en zonas del mundo que
siguieron ejemplo norteamericano de Trump, como Brasil. Hoy, Iberoamérica es un
polvorín político y sanitario, con ambas cuestiones actuando sobre la violencia
y la desesperación. No le va a la zaga Palestina, donde la política israelí de Netanyahu
contó con el apoyo y camaradería de Trump.
Por eso, la conversión de la frontera euro-marroquí en un lugar de conflictos tiene que frenarse. Son muchas las circunstancias, pero es cierto que el apoyo norteamericano a Rabat —que como bien se señalaba, nadie siguió con Trump— ha sido decisivo en el desarrollo de esta crisis que, lejos de cerrarse, acabará buscando nuevas formas de conflicto en las que manifestarse. Así nos lo muestra la tradición de conflictos con Marruecos y sus manejos en las fronteras, tanto del Sahara como con España.
* Sara Navarro "El Congreso de EE.UU.
frena las promesas de Trump a Marruecos" La Vanguardia
13/06/2021https://www.lavanguardia.com/politica/20210613/7525621/marruecos-eeuu-apoyo-trump-biden-relaciones.html
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