jueves, 3 de junio de 2021

El paraíso español

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)



Debo confesar que me resulta imposible asimilar los problemas gravísimos de España: el cierre de las pistas de baile y los horarios del ocio nocturno o si hay que llevar mascarillas en la playa o piscina y otros similares en profundidad. No, no consigo meterme en ellos; lo siento, no entiendo su carácter primario por más que me enseñen los números. Es una incapacidad, no sé si mental o genética. Debo ser muy bruto.

Una vez que la gente ha salido a la calle y se abre dentro y fuera, que los aforos se relajan, etc., el problema apocalíptico ahora es la pista de baile. Nos han convencido que los conciertos multitudinarios eran "experimentos" científicos para demostrar que se pueden reunir dos, cinco, diez o quince mil personas sin que haya desastres posteriores.

Quizá sea mi profesión, la de profesor, la que me impide ver el mundo a la manera en que un botellón, una pista de baile, etc. son la solución del futuro.



No voy a decir que un mundo en el que todo el mundo esté leyendo un libro sea perfecto (se quejarían los gimnasios y otros sectores, que entrarían en crisis), pero sí que eso que llaman "cultura", como algunas otras cosas, no es más que una ridícula caricatura de lo que pueda entenderse verdaderamente como tal. ¿Por qué lo llaman cultura? Los enfoques son puramente económicos y de intereses sectoriales inmovilistas.

Aquí tenemos unos partes enormes de la población con serios problemas de alcoholismo, pero no se puede decir porque tenemos a los productores de bebidas alcohólicas que protestan si no se les considera contribuyentes al bienestar.

Aquí el problema del botellón es que molestan a los vecinos (¡vaya por Dios!), que ensucian las calles (¡vaya por Dios!), etc. y no lo que realmente representa. Hemos escuchado hace unos días el argumento para que se abrieran los locales de ocio nocturno: para evitar que la gente esté haciendo botellón en la calle ¡que se abran los locales de ocio! La solución a las calles limpias son los locales cerrados, ¡qué oferta tan generosa!



He escrito "el problema del botellón", pero ¿es el botellón un problema? Solo si no se hace. Hemos desarrollado un enorme cinismo basado en la economía: cada uno hace lo que quiere si produce beneficios a terceros. Hemos renunciado a crear un futuro mejor porque entonces discutimos sobre el futuro que cada uno ve. A mí por ejemplo, me gustaría con gente leyendo, hablando de arte, con más bibliotecas, con más museos, con más ciencia e investigadores. ¡Qué vulgaridad la mía! ¡Eso no da dinero! Hemos asimilado esta forma de pensar en la que lo único que indica éxito o fracaso es el rendimiento económico. No hay otro.




El diario El País hablaba de "sector sobredimensionado" al referirse al mundo editorial, pero ¿no está sobredimensionado el del "ocio", con un bar por cada 170 habitantes? Si eso no es sobredimensión... Pero la vara de medir es muy distinta. ¿Se puede estar sobredimensionado culturalmente, transmitiendo realmente cultura, mientras que eso que llamamos de forma impúdica "ocio" no lo está? Es tan ridículo que otro medio celebra como "boom" que se abran ¡20 librerías en un año! Es realmente insultante para un país que producía libros, con librerías de fondo magníficas, que desde los años 70 se abrían magníficas librerías en la grandes ciudades, donde las ciudades "universitarias" tenían librerías alrededor de los campus y era raro no encontrar librerías cuando recorrías las calles principales. Dediqué muchas tardes a recorren determinada zonas de librería en librería. ¡Sobre oferta! Es increíble que se entienda de esta forma. Le escuché a un "crítico literario" de los medios que si las librerías habían cerrado, "algo habrían hecho mal"; lo dijo con cierta sorna. Cuando cierre su medio le preguntaré "qué hicieron mal".



La pandemia ha dejado al descubierto nuestras carencias y nuestras prioridades sociales, nuestros sectores influyentes, lo valorado y de quién dependen los políticos. Sí, el coronavirus ha traído desgracias, pero también luz iluminando nuestras miserias, el paraíso donde puedes hacer lo que quieras siempre que produzca algún beneficio a alguien.

El coronavirus nos ha mostrado la cara oscura del paraíso español, este que atrae ahora a extranjeros a hacer aquí, como dicen, lo que no pueden hacer -porque no les dejan- en sus países. No es un problema de ahora, pero ahora lo vemos con más claridad al poner el foco sobre ello.

No intento convencer a nadie, porque es una batalla perdida. Lo vivimos ya en lugares, como la propia universidad, donde se debería luchar por un futuro más "ilustrado", de personas más cultas en un país más culto. Pero lo hemos reducido todo a nuestro propio interés personal, nos hemos vuelto incapaces de pensar en términos de mejora del conjunto en un país dividido por cualquier cosa. Cada uno a lo suyo. Siendo egoístas se vive mejor.

Dejados a la deriva, gobernados por unas clases incultas, manejados por influencers y críticos que aspiran a serlo, nuestro destino es ser felices tratando de olvidar nuestra propia miseria. Pan y circo. El pan te lo traes tú y el circo lo ponemos nosotros.

Esto empezó hace mucho tiempo y seguimos con ello en la suela del zapato.


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