Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Una expresión se repite en los medios estos días a cuenta del macrobrote producido en Mallorca, "estigmatizar". Se pide —no está muy claro a quién— que no se "estigmatice" a los jóvenes por lo ocurrido, que no es ni más ni menos que un comportamiento irresponsable en cadena, que no solo les afecta a ellos. En este sentido, por ejemplo, RTVE.es incluye dos titulares al respecto: "Sanidad llama a no "estigmatizar" a los jóvenes pero les pide que "mantengan un mínimo de etiqueta" con los más mayores" y "Macrobrote: los jóvenes pide que no se les estigmatice".
Lo
ocurrido en Mallorca es una situación en la que convergen una serie de factores
y fuerzas de las que no deja de ser responsable la línea mantenida desde el gobierno
y, por ello, el propio ministerio, del que forma parte. Siguiendo la línea
habitual de dar "buenas noticias" el presidente y los ministros, para
dejar a los siguientes del escalafón la tarea de "dar la cara" cuando
las cuestiones no están muy claras, podemos leer en la primera de las noticias:
La secretaria de Estado de Sanidad, Silvia
Calzón, ha aseverado este lunes que "no es justo" estigmatizar a los
jóvenes en un momento en el que vuelven a aumentar los contagios entre la
población no vacunada y tras el brote masivo en un viaje de fin de curso a
Mallorca. Al mismo tiempo, el director del Centro de Coordinación de Alertas y
Emergencia Sanitarias, Fernando Simón, les ha llamado a "mantener un
mínimo de etiqueta", respetando las medidas de prevención de contagios,
cuando se relacionen con personas más mayores, aunque estas estén ya vacunadas.
En la rueda de prensa semanal para informar
de la situación del coronavirus, Calzón ha defendido que los jóvenes y
adolescentes españoles han tenido un comportamiento ejemplar desde el comienzo
de la pandemia, con "gestos de solidaridad" en "unos meses especialmente
duros en estas edades".*
Toda
categoría es injusta y, por ello, hablar de los "jóvenes" —como de
cualquier otra categoría— siempre tendrá la injusticia de las etiquetas. Es
injusto que se pegue en plena calle a un asiático americano, porque se les
estigmatiza en los Estados Unidos, por ejemplo; es injusto igualmente que se
considere que todos los norteamericanos son "racistas" por el mismo
principio. También es "injusto" que se diga que " los jóvenes y
adolescentes españoles han tenido un comportamiento ejemplar desde el comienzo
de la pandemia". Sí, el lenguaje es siempre injusto en cualquier
generalización que hacemos en cualquier campo.
Es
interesante que cuando se produce una situación (no uso el término
"hecho") como esta se hable de "estigmatización", cuando
esto no es más que una consecuencia de algo que tenemos todos los lunes en los
medios de comunicación, el fin de semana de botellones, donde jóvenes y algunos
disfrazados de jóvenes son "mostrados" en clara violación de las
normas de seguridad, propia y ajena. No sé entonces porque la señora Secretaria
de Estado sale ahora a pedir que no se estigmatice a los jóvenes, que han sido
ejemplares. Lo que hemos visto hasta el momento nos muestra las dos cosas,
incumplimientos y labores solidarias, según la atención que los medios les
presten. Los fines de semana toca estigma y durante el resto de la semana, a
ser posible, ejemplos de solidaridad de muchos jóvenes que, efectivamente, han
sido ejemplares en sus ayudas a los que lo necesitaban.
Me
interesan en cambio dos observaciones que se realizaban en estos vídeos de
RTVE.es. La primera se refiere a la presión de los sectores empresariales implicados
mediante la creación de estímulos que favorecían este tipo de situaciones. Esto
es importante porque se está jugando permanentemente con estímulos para la
contención, por un lado, y por estímulos a bajar la guardia. Esto se pudo
empezar a percibir desde el inicio de la desescalada. Al principio los locales
debían ser quienes mantuvieran el orden y el comportamiento seguro. Pronto se
vio que esto les generaba conflictos con la clientela a la que no podían estar
controlando porque, sencillamente, se iba a otros lugares donde pudieran hacer
lo que quisieran. Es la ley del mercado, por decirlo así. Hartos de que se
beneficiaran los que no eran exigentes, se empezó a relajar todo. Las imágenes
destinadas a mostrar cómo se cumplían las normas contrastaban con las denuncias
contra locales que se mantenían tras el cierre "oficial", donde se
estaba sin mascarillas, etc. Para estos parece que siempre ha habido clientela
y las denuncias y sanciones se han multiplicado. También aquí hay que señalar
que unos han cumplido y otros no; unos han seguido las normas de seguridad
exigiéndolas a los clientes, ajustando sus locales; otros, en cambio, han
preferido ignorarlas para mantener sus negocios. También ellos pedían que
"no se estigmatizara" al "ocio nocturno".
Las
presiones para llegar "en condiciones" al verano han hecho que lo que
proliferen sean los botellones, una alternativa barata y más eficaz en términos
de interacciones sociales, que es lo que se busca por la mayoría. La bebida es
el inhibidor que facilita las relaciones. Con el cierre de muchas actividades,
los botellones tienen también su "sector", no pensemos ingenuamente que
son actos espontáneos. Tienen sus propios "empresarios" y sectores de
abastecimiento que forman parte de la economía sumergida en muchos casos. En
este sentido, hay muchos jóvenes y no tan jóvenes "emprendedores" en
el "sector botellón".
Otro
sector que hemos visto en el punto de mira antes de macrobrote de Mallorca ha
sido el de los "pisos turísticos", motivo también de escándalo, del
que nos sabemos cuántos contagios se han producido. Era otro de los temas
estrella de los fines de semana con recuento los lunes. Alquileres de chalets,
fletado de autobuses, etc. han sido otros elementos que han contribuido a los "lunes
de estigma."
Hace
unos días comentábamos aquí la generosa oferta del sector del ocio nocturno
para abrirse y acabar así con los botellones, a los que —esta vez sí— se
estigmatizaba como fuente de contagios, fuera de control, etc. La apertura de
discotecas y pubs nocturnos iba a solucionar todo al ofrecer situaciones
controladas. Esa era la teoría generosa. La realidad es otra, tal como señalan
del sector. El botellón es ya una institución;
es el "Uber" de los taxis, por decirlo así. Es la competencia informal
al sector formal.
Nuestra
falta de creación de una economía productiva organizada ha hecho que sea el
ocio en sus diversas variantes, del turismo de 5 estrellas al botellón de
cientos de personas, el que atraiga a estos "autónomos" que viven,
algunos muy bien, de la organización de lo que ha pasado a ser el auténtico
símbolo de este país, la "fiesta" en cualquiera de sus
manifestaciones. Lo adultos viven de sanfermines, fallas o del chotis, mientras
que los periféricos del sector viven de todo ese otro mundo que perciben menos
oficial o folclórico y, sobre todo, más social, más interactivo de mayor
intensidad social.
El "estigma"
no tiene su origen en Mallorca; se equivoca la Secretaria de Estado de Sanidad.
Es la "guinda del pastel", el "tanto va el cántaro a la fuente",
etc., cualquier tópico que se le ocurra, de lo que lleva sucediendo sin arreglo durante la
mayor parte del periodo llamado de la "desescalada". Son los efectos
secundarios de lanzar a la gente a la calle, de quitar las mascarillas, de
sonreír tanto en las ruedas de prensa tras el Consejo de Ministros.
Mallorca no ha sido un "botellón" o un "concierto" sin reglas, como en otras ocasiones. Ha sido, sobre todo un "viaje", algo que —por la edad— ha sido autorizado y financiado por las familias, las mismas que ahora hablan del "secuestro de sus hijos". No deja de ser una ironía esos jóvenes que juntan sus muñecas para que la prensa los inmortalice como "Edmundos Dantés" de la pandemia, como inocentes víctimas de reactivar la economía.
Esto es
importante también por lo que algunos están apuntando. La franja de edad de los padres
está, según los cálculos, entre los 45 y los 55 años, justo los que se están
vacunando ya. Algunos analistas estiman que el hecho de que los padres estén ya
vacunados o a medias, ha sido un factor determinante al pensarse que ya no hay
que cuidarse pues la familia es ya inmune. Con los abuelos vacunados y con la franja de edad correspondiente
a los padres, que puedas contagiar a otros deja de ser importante.
Uno de
los temores que manifestaban el año pasado los jóvenes que estudiaban fuera era
regresar a casa con el coronavirus y contagiar
a la familia. Para evitarlo se realizaban un test antes de regresar. Es un
freno comprensible; es una enorme responsabilidad saber que has podido ser tú
quien ha contagiado a algún miembro y especialmente cuando las personas más
mayores han sido quienes peor parte se han llevado en esto.
Pero el
salto de la "familia" al extra familiar introduce en un escenario
nuevo. Con abuelos y padres vacunados ¿por qué no seguir tu vida?, pensarán
algunos. Los que van quedando sin vacunar todavía son los menores de treinta
años, la franja más peligrosa en este momento, porque se dan las circunstancias
más favorables para que se produzcan situaciones como las de Mallorca o
similares. Insisto en que las diferencias entre el "botellón" y el
"viaje de fin de curso" son importantes porque implican un visto
bueno familiar que ha resultado, a todas luces, irresponsable. Por eso es una
enorme ironía los que autorizaron y pagaron los viajes hablen ahora de "secuestros"
al tener que estar sus hijos en cuarentena, además de unos cuantos miles de
personas, contactos directos, en igual situación. De estar en algún otro país,
probablemente les hubieran pasado la factura de los hoteles que están ocupando
sus hijos mientras languidecen aburridos unos días, privados de fiestas y demás.
Se nos
ha dicho que "se está investigando", que es una forma de frenar las
críticas en lo que es un total despropósito. La evidencia es el cambio
anunciado ayer sobre la exigencia a los turistas británicos de vacunación y
test, algo que la patronal del sector en las Baleares ya ha considerado un
posible "desastre".
Los "turistas"
juveniles que han llegado de otros países a pasarse los fines de semana en
Madrid haciendo aquí lo que nos le dejan hacer allí no son más que el anticipo
de la polarización turística entre aquellos que quieren seguridad y aquellos
que buscan impunidad, es decir, hacer lo que quieran ante la mirada impotente
del sector. El turista es un cliente y este siempre tiene razón, especialmente
cuando hay escasez de ellos. El problema es que el turista de la seguridad es
incompatible con el de la impunidad. Se juega a unos o a otros. Intentar los
dos, es perder a ambos.
Ha habido muchos otros brotes simultáneos, como los de las fiestas en los colegios mayores o la de los Erasmus italianos. No ha interesado moverlos mucho y es más "interesante" para los medios comprobar cómo va a afectar a Baleares. Los Erasmus se irán y los colegios mayores cerrarán hasta la vuelta del verano. Lo de Mallorca es más suculento.
Puede
que el gobierno y las autoridades se hayan equivocado en la estrategia de
vacunación por franjas de edad, tal vez abrumados por las muertes (siempre
llamativas) de las personas más mayores, las de las residencias. Pero el
descenso de esa edad ya no está tan clara su eficacia. Es donde están la
mayoría de los asintomáticos o de leve síntomas donde está el mayor problema,
el de las interacciones sociales, que seguimos sin entender que es la causa de
la extensión de la pandemia.
Lo
importante, nos dicen, es mantener controlado el nivel en los hospitales, algo
que funciona, pero se nos ha desbordado en la atención primaria, donde acuden
muchas personas con síntomas menores pero que pueden tener que ser ingresados.
No se
acierta siempre, claro, pero sí hay que hacerlo en lo básico. Las
recriminaciones a la retirada de las mascarillas es un error de bulto,
denunciado por la mayoría de los especialistas. Ha sido, además, un error "político", ya que se trataba de mostrar un "éxito" en una vacunación
que no ha llegado a los niveles requeridos como para tomar una decisión de este
tipo.
Las
noticias de hoy nos dicen que hay Comunidades que se están echando para atrás
con la apertura y que la incidencia ha subido cuatro puntos de ayer a hoy. Todo
esto ocurre a las puertas del verano, donde los fines de semana se expanden,
con viajes y traslados, con nuevas interacciones sociales con propios y
extraños.
No, no se trata de "estigmatizar" a nadie, seguro que hay muchos más sensatos que insensatos, responsables que irresponsables. Lo importante no es cuántos, sino quiénes y dónde, detectar el problema allí donde se cree y sobre todo tratar de evitarlos. Lo malo es que este problema es ya una tradición de la que que muchos viven y con la que otros muchos no pueden vivir sin ella. Es nuestro "modo de vida", algo a lo que me niego a llamar —como hacen algunos— "cultura".
*
"Sanidad llama a no "estigmatizar" a los jóvenes pero les pide
que "mantengan un mínimo de etiqueta" con los más mayores"
RTVE.es 28/06/2021
https://www.rtve.es/noticias/20210628/coronavirus-sanidad-jovenes-estimagizar-etiqueta/2114062.shtml
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.