martes, 8 de junio de 2021

Demasiados riegos: la guerra fría de la tecnología

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)


En La Vanguardia, Beatriz Navarro, su corresponsal en Washington, titula "Biden intenta alistar a Europa a su estrategia para hacer frente a China" confirmando el lazo rojo que une a Biden con Trump. El lazo rojo es una forma dentro de la cultura china de simbolizar las uniones eternas. En su plano exterior, expresidente y presidente están unidos por eso que se llama de forma un tanto oscura "los intereses norteamericanos". Si Estados Unidos "está de vuelta", como le gusta repetir al actual presidente, la Unión Europea ·está de vuelta y media", que es la forma hispánica de expresar que ya no podemos confiar en las sonrisas norteamericanas, que aunque Trump se haya ido, lo que se ha quedado es más importante.

Ante el titular del diario, cabe hacerse muchas preguntas, la principal de ellas porqué hay que hacer de repente un frente, cuáles son las acciones que buscan aislar a China y convertirla en la bestia universal, el mal del que hay que prevenirse bajo amenaza de nuevo apocalipsis.

Navarro nos avisa que Europa está escaldada en sus relaciones con los Estados Unidos y que se ha perdido la inocencia en las relaciones. Los norteamericanos dejaron ver con Trump la peor cara. Esta era la de la humillación del poderoso que se harta de dialogar e impone sus intereses de forma despectiva y brutal, como hizo Trump. Esto no es una cuestión achacable solo al mal humor de un personaje maleducado; lo cierto es que ese comportamiento agresivo hacia sus aliados le trajo más de ochenta millones de votos en las siguientes elecciones. Personalizar el "reinado" de Trump es un error. Se puede hacer con las formas, pero lo que hizo fue mostrar el comportamiento que muchos querían que saliera, el de la humillación, el doblegar al mundo con las amenazas del poder de armas y sanciones. Se trataba de "devolver el orgullo USA". El éxito de Trump estaba basado precisamente en la recogida de un sentimiento con peso popular y, sobre todo, el peso del mundo de los negocios, la industria, el armamento, las comunicaciones, etc. que no entendían por qué si Estados Unidos tenía el "poder" no lo utilizaba.

Escribe Beatriz Navarro:

 

Unos meses después, la victoria de Donald Trump enseñaba a los europeos los límites de la promesa de Obama. Lo que vinieron después fueron cuatro años de desencuentros, ataques y reproches, mensajes de aliento a los detractores de la Unión Europea y bofetadas a sus antiguos aliados, una situación que ayudó al club comunitario a asumir que debía tomar el futuro en sus propias manos y no fiarlo todo a su alianza con Estados Unidos. Trump ya no está, pero Biden deberá luchar contra la sospecha de que puede volver a ocurrir, de que el “América primero” puede volver, y Europa, dejar de ser el aliado indispensable de EE.UU. que glosaba Obama.*

 


Europa sería muy ingenua si creyera en las palabras de Biden o de cualquier otro sabiendo ahora lo que hay detrás de ella. Es el propio Biden el que ha dicho claramente que Estados Unidos debe hacer todo para evitar ser desplazado del "control mundial". La cuestión está en qué significa "control", a qué se refieren y qué supone esto para los demás en el mundo. El "imperio norteamericano" se va pareciendo cada día más al antiguo "imperio británico", en su fondo y en su forma. De hecho, los "Five Eyes", la organización de inteligencia y vigilancia mundial, está integrada por miembros del imperio británico, Canadá, Reino Unido, Australia, Nueva Zelanda y Estados Unidos. Es el mundo anglosajón vigilando al resto. Como veríamos hace unos días, el hecho de que Nueva Zelanda no se haya sumado a los ataques a China ha supuesto los ataques contra el país y que hablen de "New Xi Land" y los artículos contra la primera ministra. Es un detalle, pero significativo, al igual que lo ha sido en estos días el "escándalo danés", en donde el espionaje norteamericano ha utilizado al país nórdico para el espionaje en Alemania, incluida la canciller Angela Merkel.

Lo que queda en evidencia es que a lo que Biden pretende que nos subamos de nuevo es al carro norteamericano, no a una alianza común. Es simplemente una estrategia para tratar de frenar su propia caída a través de frenar a aquellos que suponen una amenaza a su papel controlador. Me he resistido a llamarlo "liderazgo" porque creo que hace mucho tiempo que Estados Unidos perdió esa condición. La perdió él mismo, nadie se la quitó. La perdió, por ejemplo, el día en que nadie encontró las "armas de destrucción masiva" en Irak, con las que se justificó una guerra. La perdió, por ejemplo, cuando abraza dictadores que le gustan, por más que diga representar el hogar de la democracia.  La pierde por sus propios actos, lo que hace mucho más difícil la credibilidad de los fines. Estados Unidos es admirable por muchas cosas, pero ha dejado de ser fiable y tampoco son ya fiables los motivos que se ponen encima de la mesa.



En el artículo de Beatriz Navarro se recoge la gestión de la pandemia como uno de los puntos de inflexión de la imagen norteamericana. Efectivamente, el mundo asistió asombrado a cómo la primera potencia, el país que envía hombres a la luna y hace descubrimiento asombrosos en el campo científico, se manifestaba de forma necia, entre biblias unos y negacionismos otros, provocando cientos de miles de muertos, cómo se ideologizaba el coronavirus con tal de atacar a China creando (como veíamos ayer) una xenofobia que se extendía a sus propios ciudadanos de origen asiático o se expandía por el mundo a través de grupos ultraderechistas empeñados en destruir al "maldito virus chino".

Pero no ha sido solo la gestión de la pandemia. El racismo galopante que estalló al amparo de las insinuaciones desde la Casa Blanca mostró el desprecio hacia los inmigrantes y hacia sus países de origen, llamándolos "pozos de mierda", por parte del presidente. La esposa del ex presidente Trump se permitió justificar la separación de las familias y la retención de los niños —una maniobra intimidatoria para evitar que entraran en USA— diciendo que en cualquier encierro norteamericano estarían mejor que en sus países de origen. Todavía hoy se siguen buscando a las familias de los niños secuestrados oficialmente. Estados Unidos perdió muchas cosas cuando Trump fue al muro en construcción en la frontera y escuchaba los gritos de sus fieles "¡Constrúyelo!", acompañado de las afirmaciones de matones señalando que les iba a hacer pagarlos.



Eso —y más— lo hizo sin disimulo Trump, ante el delirio de sus seguidores y el aplauso más o menos discreto de instituciones y una parte del mundo empresarial, la que le pedía aranceles, proteccionismo y sanciones, a los que no se plegaban a la fuerza.  Hasta España, ha pagado aranceles a sus productos. Los agricultores franceses pagaron con una subida del 25% sobre los bienes exportados el que se tomara una decisión tecnológica que no gustó a Washington. Se podrían citar muchos ejemplos en todos los órdenes para comprender algo más que Europa no se fie de Estados Unidos. No es ya cuestión de "confiar" sino del propio desarrollo y de las actitudes. 



Pero el golpe de gracia a su propio descrédito se lo dio el 6 de enero de 2021 con el asalto al Capitolio, una demostración de las carencias democráticas acumuladas por la sociedad norteamericana, capaz de seguir en sus peligrosas fantasías a un expresidente y a un partido, el Republicano, que sigue sosteniendo que les fueron "robadas" las elecciones. Esto fue un poderoso mensaje al mundo. El descrédito se ha conseguido por sus propias actitudes. Por más que Joe Biden repita que "Estados Unidos ha vuelto", el mundo sabe que no es fiable, que el poder es lo que importa y que ese poder se traduce en imponer los dictados conforme a sus intereses.

La política anti China es anterior a la pandemia, que ha sido utilizada y lo sigue siendo contra el país, para sancionarlo y evitar las relaciones con terceros. Comenzó en el terreno más doloroso para Estados Unidos, el de las comunicaciones. Parece que hace siglos que el entonces vicepresidente norteamericano Al Gore hablara de la creación de las llamadas "súper autopistas de la Información", que debería servir para la expansión de los Estados Unidos a través de algo inmaterial, más allá del dominio industrial.



La "sociedad de la Información" es de patente norteamericana y es algo más: supone el control del mundo a través del control de lo que circula por ellas. El ejemplo danés lo muestra con claridad. La guerra comenzó a ser más intensa cuando Huawei se reafirmó como primer vendedor de teléfonos y anunció que tenía una mejor oferta para el futuro, el 5G, la "internet de las cosas". El poder que da la información, el control de las redes, no se quiere compartir. Mientras la competencia ha sido en otros factores, la lucha ha sido por otros medios. Pero ahora es mucho lo que está en juego, lo que asegura el control del mundo: la información.

Escribe Navarro:

 

China también estará presente en los contactos de Biden con la UE. Su objetivo, explicó Sullivan, “alinear nuestros enfoques sobre comercio y tecnología, de forma que sean las democracias y nadie más, ni China ni ninguna otra autocracia, escribe las reglas del juego en el siglo XXI”, una forma de poner sobre la mesa, de forma diplomática, el asunto de Huawei, el gigante tecnológico chino al que Washington trata de cerrar las puertas más allá de sus fronteras alegando riesgos de espionaje.

 

No es precisamente "diplomática", sino simplemente sin citar los objetivos concretos, solo los generales. De nuevo nos encontramos con una forma peculiar de medir el mundo: Cuando Estados Unidos "espía" es por seguridad, aunque espíe a Angela Merkel. Cuando los otros son un "riesgo", se trata de una "amenaza". No ha habido una sola prueba de nada, pero pese a ello, Huawei quedaba excluida de cualquier negocio relacionado con el 5G. Cualquier país que decidiera hacerlo se veía presionado y amenazado por las sanciones norteamericanas. Da igual que los servicios de seguridad nacional revisaran todo y afirmaran que no veían problemas, como ocurrió en Alemania o Reino Unido, limitando la intervención de la tecnología de Huawei en las redes a sectores no críticos. Estados Unidos no solo no quiere perder el negocio; tampoco quiere perder el poder del control de las redes.



El gran problema de este punto de fricción es que es algo más que automóviles, televisores, etc. Se refiere a la "información", lo que implica aspectos estratégicos, militares, espionaje, vigilancia, detección, etc. desde los cuales es fácil dar el salto al "incidente", es decir, a un determinado choque real, como ya se está produciendo en las fronteras de China con la intensificación de las tensiones en lugares como India (ya ha habido muertos). Que se invite a India, en estas circunstancias, a establecer alianzas defensivas con USA es una jugada demasiado arriesgada. Lo mismo puede decirse de la invitación a Japón a formar parte de la Five Eyes o de los envíos de materiales sanitarios a Taiwán, lo que es visto por China como una provocación. Estados Unidos está jugando con países que pueden tener un conflicto directo si a alguien se le va la mano, como el caso de India. Ahora mismo China está rodeada de este tipo de conflictos que han sido amplificados, elevados a primer término o directamente creados para realizar esa presión. Y los países, cuando se sienten tan presionados con  amenazas, no siempre toman buenas decisiones. Demasiados riesgos.

Los próximos años va a ser de enorme tensión porque el tamaño económico de China ya es enorme, como lo es su potencial de producción. Está entrando, como hemos visto estos días, en la carrera espacial y está mucho más avanzada en diversos campos punteros de la tecnología. Está claro que China no se va a doblegar ante las presiones que Estados Unidos busca. Esas presiones solo buscan frenar el desarrollo de China. Las apelaciones a la "democracia" son retórica desde el momento en que se apoyan otras dictaduras. Lo que están consiguiendo es el efecto contrario, como ocurrió con Rusia en Oriente Medio. Cada vez que Estados Unidos se impone por la fuerza para lograr sus objetivos, son muchos los países que se ven impulsados al otro extremo, de esta forma se está dividiendo el mundo de forma suicida. Sobre todo se está desplazando el clima de competencia económica hacia la polarización política, que lleva finalmente al desarrollo armamentístico y a políticas de defensa más intimidatorias. Esto es utilizado por el otro bando para confirmar que necesita más armamento. Esto ya lo hemos vivido pero no de esta manera. La guerra fría surgió entre aliados después de una guerra; la nueva guerra fría es por no perder un liderazgo que se ha perdido ya y se traslada desde lo económico a la zona oscura de las posibles agresiones, como se vende a Japón, India y Taiwán, para que se unan al peligroso frente común que se quiere hacer contra China. En vez de la cooperación, se busca un peligroso frentismo que se confirma cada día. Estados Unidos se está acercando a las mismas puertas de China. Habrá que recordarles que China es algo más grande que Cuba para practicarle las mismas políticas de cerco.



* "Biden intenta alistar a Europa a su estrategia para hacer frente a China" La Vanguardia 08/06/2021 https://www.lavanguardia.com/internacional/20210608/7512406/biden-europa-estrategia-china-agenda-trump-relacion-transatlantica.html

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