martes, 15 de junio de 2021

La memoria y el coronavirus

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)



Conforme la pandemia se iba extendiendo y con ella los confinamientos, los expertos nos han ido dando consejos sobre nuestras preocupaciones y actualmente, ya con un periodo extenso de vida alterada son capaces de ofrecernos análisis de los efectos que han producido en nuestras vidas.

Los primeros consejos que nos daban, recuerden, eran los de hacer ejercicio y comer saludable. Era lo lógico pues los primeros efectos provenían de los relacionados con la movilidad. Me imagino que todos habremos visto o escuchado sobre cómo aprovechar el poco espacio disponible para realizar ejercicios que nos ayudaran a paliar los efectos de la falta de actividad. La primera preocupación venía de ahí. Comer sano se volvía esencial si a la falta de movilidad y al aburrimiento consecuente se le añadía el comer como forma de paliar la ansiedad generada.

Han aumentado los programas televisivos sobre ejercicio físico, sobre cocina y sobre mascotas, el elemento que completa el cuadro. Las mascotas —perros y gatos habitualmente, pero extensivo a todo tipo de animales— se convertían en otra forma de alivio de la soledad, el aburrimiento y el estrés generado por el encierro.

Ahora, pasado un tiempo, mucho tiempo para una situación así, una alteración profunda de la vida cotidiana, marcada por miedos y tensiones (sanitarias, laborales, económicas), por la reorganización de espacios y tiempos, modificación de las relaciones y comunicaciones, etc. los efectos que se miden son otros.

La BBC nos trae hoy un interesante artículo firmado por Claudia Hammond, una especialista en el campo de la memoria, titulado "Covid-19: Has the pandemic harmed our memories?". Hammond comienza observando que a raíz de un artículo suyo en la misma sección, Future en la BBC, estableció contacto con Catherine Loveday, profesora de Neurociencia Cognitiva en la Universidad de Westminster, para hablar sobre ello e indicarle que estaba realizando un estudio sobre esta cuestión. Ahora, gracias a la generosidad de Loveday, la autora del artículo ha tenido acceso al resultado del estudio, antes de su publicación académica, sobre cómo ha afectado el confinamiento al funcionamiento de la memoria. Los datos que le llegan le permiten hacer un repaso de aquellos aspectos más afectados.

Escribe Claudia Hammond sobre los datos obtenidos por Catherine Loveday:

 

The most common change was forgetting when an event or incident happened, which 55% of people said was happening to them. This suggests the pandemic has affected our perception of time, which is hardly surprising. When I examined the literature on time perception in my book Time Warped it was clear that some memories come with what's referred to as a time-stamp. When a memory is distinctive, vivid, personally involving and becomes a tale we have recounted many times since, we can pinpoint that memory exactly in the timeline of our life.*


 

Esto no solo es efecto de la pandemia. En cualquier vida rutinaria, la memoria tiende a forjar recuerdos sobre lo distintivo. Lo repetitivo es apenas recordado en situaciones normales y si ahora el porcentaje de repetición es mayor en ciertos campos, es lógico que no se formen recuerdos. Cuando un recuerdo es prácticamente igual a otro, el cerebro ahorra energía y espacio. Como bien señala Hammond, nuestra historia recordada es la de los vínculos entre elementos notables, que significan algo, o al menos distintivos. Tenemos dificultades para establecer líneas de tiempo cuando las cosas se parecen. Lo repetitivo confunde, lo inusual distingue y con ello estructura nuestro tiempo como un marcador.

Hasta ahí, no hay nada que no se supiera. Pero es en los siguientes aspectos en los que Hammond señala su sorpresa ante los resultados obtenidos:

 

I was interested to see that the next most common category where people said their memories had got worse was in remembering the right the word to say in a sentence. This is known in psychology at "the tip-of-tongue phenomenon". We all experience it from time to time and it happens more often with names.  (Usually, the name it comes back to us later on, when it's too late. "Oh yes, he's called Tom!")

Why this forgetfulness about words should have increased during Covid-19 restrictions is not clear, but it could simply be explained by the fact that many of us have been working from home alone or even distanced in a workplace, and we've therefore had fewer opportunities to talk with other people in person in the past year or so. We're out of practice at social interaction.*

 

La cuestión aquí es de grado. Evidentemente, largos periodos de inactividad comunicativa pueden implicar una "falta de forma" en el recuerdo de las palabras. El fenómeno lo observamos con los segundos idiomas. Cuando alguno de mis alumnos extranjeros regresa a España después de un periodo vacacional, lo primero que nota es ese fenómeno de las "palabras en la punta de la lengua". No las ha olvidado, sino que no surgen con la fluidez requerida. Pasados unos días su memoria recuerda las palabras en el momento necesario y a la velocidad necesaria. Efectivamente es un "out of practice".



Lo que podría sorprender del caso (y no tenemos más datos) es el papel que las comunicaciones online pueden desarrollar en este caso. Desconozco si el trabajo de Loveday introduce esta variable, la de personas que por razón de su trabajo, por ejemplo, han tenido que convertir en verbal online gran parte del día. En este sentido, no debería haberse producido ese olvido, salvo que exista un factor que desconocemos que establezca la presencia como un factor esencial.

Es cierto que nuestra experiencia del otro no solo afecta a la visión y al oído (como es online) sino que también experimentamos la "presencia" del otro como algo unificado por el cerebro, pero no sé hasta qué punto  afectaría negativamente a la fluidez del lenguaje, tal como se señala. La "interacción social" que se señala también forma parte de nuestra vida online, de la que es un componente cada vez más importante. Los efectos de un aislamiento prolongado junto con un exceso de contacto online podría explicar algún efecto que no se ha detectado anteriormente y que podría relacionarse con eso que algunos señalan "la fatiga" ante la comunicación online.

Es probable que no todos reaccionen de la misma manera, incluso, que muchas personas hayan aumentado su sociabilidad gracias a los contactos de la red. La soledad del encierro se ha visto compensada por los contactos telefónicos y a través de videoconferencias. ¿Puede producir fatiga y que sea esta también la responsable de esa fallas de memoria? Habrá que buscar más datos.

 

Other common memory difficulties revealed by the new data were forgetting you were told something, or forgetting to do things you said you'd do. The most likely explanation for this is a lack of cues in the external environment. Instead of travelling into work, moving about in an office, going to other places for meetings and bumping into people constantly, some of us have been mainly confined in one room at home, staring at the same screen for endless online meetings. When people were getting out more, they'd pass the room where they had a certain meeting or see someone walk past the desk, the sort of cues that remind us that, yes, we need to do a report for the next meeting or tomorrow is that friend's birthday.*

 

Somos seres espaciales, unidos a nuestro entorno. No solo ocupamos una parte en el espacio, sino que interactuamos  con en el diferentes planos. Nos movemos gracias a los planos mentales que trazamos. No movernos reduce esa actividad, nos deja sin estímulos. Espacio y acciones están conectados; lo que hacemos lo hacemos en un entrono determinado. Si espacio y acciones se vuelven rutinarios, la actividad de la memoria decrece. No es que lo "olvidamos", sino lo que no se registra por su repetición. Añade Hammond:  «People who got out and about and into different buildings, or who were able to go from room to room, reported fewer memory difficulties.» El movimiento, el desplazamiento de un lugar a otro, también mantiene activo al cerebro, que necesita situarse en el espacio, calcular el tiempo, etc. Nos damos cuenta de que por un lado está lo que nuestro ser consciente percibe y por otro la constante actividad cerebral, idas y venidas buscando información ya registrada, de la que no somos conscientes.



Lo que queda claro es que es la rutina, la falta de estímulo en el día a día, el "languidecer" lo que nos perjudica a través del olvido o la bajada del ritmo. Por eso el estímulo de muy diverso tipo es necesario para vencer a esa inactividad mental que baja el rendimiento de nuestra memoria. No se trata solo de pasear o no. Supongo que estímulos como la lectura u otros que nos hagan percibir más densamente el momento también actúan. La memoria involucra, como vemos, también al cuerpo, por lo que la inactividad, la repetición del mismo espacio o entorno, la rutina, en una palabra, nos debilita.

No es nuevo, por supuesto. Lo que miden ahora los estudios es este elemento a gran escala, entremezclado con otras combinaciones peligrosas, como la de rutina y estrés. En estos meses hemos encontrado noticias sobre los efectos depresivos especialmente en jóvenes y adultos. Hemos recibido también preocupantes noticias sobre el aumento de la violencia.



Al poco tiempo de la pandemia, las pérdidas de memoria se detectaban en personas que habían pasado por la enfermedad. Ahora se trata de otra cosa, de los efectos del confinamiento y de lo que este supone en nuestras vidas como alteración, por un lado, y como rutina por otro.

La mezcla de inactividad, estrés y —¿por qué no?— abundante información que aumenta el estrés, que se produce no solo por lo que nos ocurre sino por lo que "creemos que nos puede ocurrir" hace que la pandemia esté causando más estragos de los virus. Son los efectos colaterales.



El último de los factores señalados en la investigación de Catherine Loveday recogido por Hammond le resulta sorprendente:

 

The other big factor – more surprisingly at first sight – was gender. Women were more likely to say their memory had worsened. What could account for this? It seems women had higher scores because they experience more negative changes in their work situations, their relationships and higher rates of overall stress. This fits with other studies which have shown women being harder hit by lockdowns.*

 

Los datos surgen de la investigación, pero después hay que interpretarlos e intentar establecer conexiones no siempre fáciles. Pero el hecho está ahí. ¿Por qué cada vez que hay una crisis afecta en mayor medida a las mujeres? En el caso tratado, si el confinamiento afecta a la memoria, las mujeres estarían "más confinadas" que los hombres ya sea, como señala Hammond, por el trabajo y por la familia. De esta forma, el deterioro sería mayor por una mayor intensidad del encierro y una reducción de los estímulos. En estas circunstancias, cualquier novedad aporta, pero su duración es breve porque pronto se pierde el estímulo; se vuelve a la rutina que todo lo borra.

La pregunta podemos hacérnosla de otra forma y en un contexto español: ¿por qué ha aumentado la violencia de género en estos últimos meses hasta niveles no registrados anteriormente? Desconozco si el aumento —indiscutible— del grado de violencia se ha producido en otros países en igual forma o si es un fenómeno nacional, por llamarlo así.

No podemos pensar en la "memoria" como algo separado de nuestras vidas, algo específico. Somos nuestra memoria viva y si esta se encuentra afectada, es más que probable que esté afectando a nuestro comportamiento. Si es, por ejemplo, el estrés (que sabemos tiene un efecto negativo sobre la formación de recuerdo), una situación que nos provoca cierta distorsión del juicio, ¿cómo afecta a las personas? Nos hemos acostumbrado a ver estos fenómenos como "enfermedades", cuando hay que verlas también como "comportamientos" y como comportamientos con "consecuencias".

La memoria es más que el olvido o el recuerdo; es la fuente desde la que se toman decisiones y no es algo separado del cuerpo, como si fuera algo que se conecta y desconecta de nuestro cerebro, como si fuera un ordenador. Recordar o no es un síntoma de causas complejas derivadas, parece evidente, de ese gran cambio que es el confinamiento y la crisis provocada por la incertidumbre, la pérdida de recursos, la muerte de personas próximas, etc.

De todo ello, el estudio de la memoria, de la percepción del tiempo y del espacio, la fuerza de la acción, la rutina, etc. son piezas que debemos unir.

 

 

* Claudia Hammond "Covid-19: Has the pandemic harmed our memories?" 15/06/2021 https://www.bbc.com/future/article/20210614-covid-19-has-the-pandemic-harmed-our-memories

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