miércoles, 24 de marzo de 2021

Todo está permitido en campaña

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)



En estos días todo parece justificado con una frase: "estamos en campaña". Es sorprendente, pero es esto lo que escuchamos cada día como explicación o, más bien, intento de explicación porque no creo que esto convenza a nadie. Pero los políticos se replican unos a otros.

Esto ha ocurrido, por ejemplo, cuando se le pregunta al ministro Ávalos sobre lo dicho por el candidato socialista a la presidencia de Madrid. El señor Gabilondo ha dicho con claridad que si tiene que elegir un socio de gobierno, si se dan las circunstancias, prefiere a Ciudadanos antes que a Podemos. Preguntado el ministro señala que son "cosas de la campaña" y que el pacto en el gobierno central funciona muy bien, algo que solo cree él si se le pregunta. De esta manera, todo queda en campaña.



Dada la diversidad de pactos repartidos por el país, no es fácil hacer campaña sin insultar incómodamente a un socio en otro espacio. Unos días te insultas en un sitio, para al día siguiente abrazarte en otro.

Esto sería, por decirlo así, la vertiente de la diversidad o de la incongruencia, que se acerca más a la realidad. El poder lo justifica todo, aunque el señor Gabilondo diga lo contrario con buen criterio pero con poco futuro. Es filósofo, término que para algunos es un elogio (es mi caso), pero que en boca de otros suena a desprecio por no tener los pies en el suelo. Lo que no es necesario pero parece difícil de evitar es la cantidad de porquería acumulada en ese suelo que les rodea. Si las palabras dichas por los políticos se le acumularan como basuras alrededor, pronto muchos parecerían estercoleros, vertederos ideológicos con una estatua a lo Colón en el centro apuntando hacia el poder.

Si solo fuera la incongruencia, podría resultar hasta divertido. El problema es que las épocas de campaña parecen ser algo parecido a las licencias de Bond, autorizaciones "para matar" al que se les ponga por delante.



Hay demasiado "graciosillo" en la política, que maldita la gracia que tienen. Están deseando que les lleguen las campañas para insultar. Parece que se pasan los años intermedios de la legislatura en sus bancadas imaginando improperios, algo con lo que captar la atención mediática que haga ver a los electores de su circunscripción sus "valiosas" aportaciones a la patria en nombre de su provincia, autonomía, modesto pueblo o grandiosa capital.

En estos días de campaña, de claro corte carnavalesco, en donde todo está permitido, hemos asistido a dos especialmente vergonzosos.

El primero fue el "¡vete al médico!" lanzado en la intervención de Íñigo Errejón sobre los efectos en la salud mental de la pandemia del COVID-19. No sé si fue asesorado por su "equipo promocional" hacia puestos de más responsabilidad o si fue un acto de ingenio infinito servido por la ocasión, que pintan calva, como se decía antes. Me temo que la falta de sensibilidad y de oportunidad del bocazas parlamentario no dirija su futuro hacia buen puerto. La obsesión por el insulto, el gatillo fácil disparando lo primero que se le pasa por la cabeza, ha sido interpretado por los demás como una clara falta de sensibilidad ante un problema real, los efectos sobre la salud mental de muchos españoles. No era momento para bromas. Pero la política parece cada día más inoportuna con su incapacidad de frenarse en el insulto sea cual sea la circunstancia. En este caso, los efectos negativos del comentario hacen que hasta los partidos propios presionen para la disculpa ante la metedura de pata. ¿Hasta qué punto estas disculpas son sinceras o deben ser consideradas también "cosa de las campañas, cálculo electoral? Que cada uno lo decida, pero el chistoso se ha retratado.



El otro caso tiene la misma función faltona pero, lejos de ser espontánea, intenta ser ingeniosa a través de un confuso y retorcido juego retórico. Así nos describía ayer lo ocurrido Noelia Ramírez en el diario El País:

 

“Las mujeres (de Podemos) solo suben en el escalafón si se agarran bien fuerte a una coleta”, dijo el lunes el diputado por Cantabria del Partido Popular, Diego Movellán. Lo hizo durante la comparecencia de la ministra Yolanda Díaz en la Comisión de Trabajo del Congreso. “Hablan mucho sobre igualdad en su partido y su propio líder nos ha dejado claro que ahí dentro las mujeres solo suben en el escalafón si se agarran bien fuerte a una coleta, que para eso son ustedes como el cuento de Rapunzel”, destacó, en referencia al líder de Podemos, Pablo Iglesias, que hace unos días designó a Díaz como su sucesora en la vicepresidencia del Gobierno y la señaló como candidata perfecta para liderar el partido en las próximas generales.*

 


Incomprensiblemente, el artículo se encuentra en la sección "S Moda - Feminismo", lo que no deja de ser otro despropósito nacional en forma de machismo clasificatorio que acaba de confirmar el sentido general del artículo. No es la primera vez que ocurre, desde luego. Hay también formas machistas clasificatorias en los medios o que lo paracen. Pero "parecer" es todo en un mundo de pantallas y titulares y etiquetar y clasificar son maniobras nada inocentes.

Pero vayamos al núcleo, al "todo por la campaña" del caso. ¿Existe uno más rebuscado de intento de insultar siendo "ingenioso"? "Coletas, "mujeres", "Rapunzel"... ¿En qué gruta cántabra se ha formado este señor? Me surge la enorme duda de cuánto tiempo le llevó redactar esa ¿pregunta? al erudito que lleva dentro. ¡Qué imaginación retórica, qué manejo de los clásicos, aunque sea en versión Disney! Y es que los insultos deben entenderlo hasta los niños, que llegarán a mayores y podrán votar con un buen recuerdo.

La creación imaginativa de la coleta de Pablo Iglesias colgando desde la ventana de una escarpada torre y la ministra ascendiendo por ella es un ejercicio brillante que le habrá dejado exhausto. La ministra estuvo rápida al negarse contestar algo que no era una "pregunta" sino un insulto con un elevado grado de figuralidad retórica, que diría un teórico de la Literatura. El señor en cuestión no quería que le contestaran, sino que le aplaudieran. Así nos va.




Quizá, a falta de ideas, se podría establecer algún tipo de indicadores de insultos lanzados por cada político, incluso agruparlos por partidos. Se podría convertir los insultos en "palabras clave" y mostrar a través de buscadores y algoritmos especializados en este tipo de expresiones. No será fácil, dado el nivel de ingenio que muestran nuestros políticos profesionales. Hará falta mucha Inteligencia Artificial para evitar tener que exponer la nuestra a estos riesgos de volvernos idiotas o malas personas, en el caso de no estar ya afectados por esta epidemia del exabrupto. Unas gráficas comparativas con los datos nos vendrían muy bien.

No voy a insistir más —¿para qué?— en la importancia de las formas, de las buenas maneras para la vida democrática. Se siente uno como Gandhi en el Club de la Lucha.

La insistencia en que son "cosas de la campaña" desvirtúa por completo su función esencial, explicar a los ciudadanos los proyectos reales, no aprovechar para sacar navajas y puñales. Hace, además, que se le añada un componente teatral, algo así como "lo que se dice en campaña se queda en campaña", que es justo lo contrario de lo que debe ser. El sentido de las campañas es precisamente el compromiso público con los electores. Debería ser el momento de la máxima seriedad y sinceridad, pero lo hemos convertido en lo contrario, en circo.

 


* Noelia Ramírez "De «agarrarse a la coleta» a los «morritos» de Pajín: las penosas raíces del insulto político machista en España" El País 23/03/2021 https://smoda.elpais.com/feminismo/insultos-machistas-politica-agararrarse-coleta/

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