Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Hablaba
por teléfono con el sonido quitado al televisor. Salían los de siempre, pero
con cara de más enfadados, por lo que me fijé en los rótulos que aparecían. Uno
hizo saltar las alarmas: "Convocatoria de elecciones en Madrid". Como
he perdido el sentido del tiempo con esto de la pandemia y los confinamientos,
solo el grado de enfado que mostraban sus rostros me hizo pensar que estas elecciones
llegaban cuando no tocaba, que algo había pasado.
Y
efectivamente así era.
Los
titulares, aburridos por la rutina de la pandemia, vuelven coloristas,
espectaculares, tremendistas: "Casado y Ayuso: “Si Cs se atreve en Murcia,
apretamos el botón nuclear”" (El País), "Convulsión política en
España" (Editorial de ABC), "Ciudadanos rompe con el PP y desata un
terremoto en Madrid y otras autonomías" (La Vanguardia), "La ruptura
entre PP y Cs provoca un terremoto político en España que obliga a recolocar el
tablero" (RTVE), "Los críticos del PP apremian a Pablo Casado:
"Si se pierde Madrid, sería el fin"" (El Mundo)...
"Terremotos",
"botones nucleares", "el fin"... En fin, es el apocalipsis
a la española, noticias terribles, primero lo del Barça... ¡y ahora esto! Una
España cogida con alfileres se enfrenta a su un desguace de gobiernos en donde
los pactos, las relaciones, los apoyos ya no pasan por los desafíos de Rufián,
sus amenazas de celebrar en casa y no
en La Moncloa, a esta convulsión con Ayuso, el gatillo fácil del PP, lanzando
un órdago antes que la puedan lanzar a ella por la ventana de la ruptura de pactos.
El
simple rumor sobre que la siguiente podía ser ella — ¿quién hace estas
filtraciones tan ruidosas?— desata el contragolpe que lanza a Madrid a unas
inciertas elecciones que complican todo y a todos. La rebelde del cierre
perimetral apuesta todo en su órdago, con lo que deberemos prepararnos todos
parea la nueva temporada de huracanes.
Como
una especie de efecto mariposa, lo que comenzó en Murcia se extiende contra la
voluntad de muchos por Castilla-León, Andalucía, Madrid... y lo que te rondaré.
Los pinchacitos del "vacunagate" murciano, como los socios de
gobierno lo han calificado, ha sido una explosión nacional haciendo que todo el
mundo salga a dar explicaciones o a lanzar acusaciones. ¡Qué duro es el poder,
incluso para los que están en él!
El
modelo hispano de la doble oposición está pasando factura. Te tienes que pelear
a voces con los de la bancada opuesta, la oposición oficial, y también tienes
que hacerlo, sotto voce, con tus malditos socios. Este mal de la doble
oposición nos corroe, no nos deja dormir con la sospecha de que tras cada
palabra, tras cada decisión, tras cada movimiento de tu socio se esconde un
intento de robarte votos, de dejarte en evidencia, de incumplir un pacto con
una sonrisa o un desmentido.
Lo paga
el PSOE en sus propias carnes con sus socios lanzados a por sus votos sembrado
hoy con la esperanza de recoger mañana. Y si no, que les quiten lo bailao. Aquí, esos cuantos diputados o concejales
que te faltan para llegar a la mayoría necesaria, se pagan al precio de sangre
sudor y lágrimas. Y el final siempre será el mismo, la traición, pues sale más
rentable ser pequeñito y resultón que casi
mayoritario y depender siempre de los otros. ¡Qué injusticia, consigues casi
todos los votos, pero te quedas a un paso de la felicidad, el sueño de todo
político, la mayoría de la tranquilidad, esa cada vez más lejana por el
fraccionamiento del mapa político, que ha quedado como una sopera de porcelana
después de un traspiés.
Como
espectadores inmóviles de esta tragedia griega, nos sentimos sacados de la
indiferencia, arrastrados fuera del drama de la Champions que acaparaba todo
nuestro dolor hacia un mundo radio novelesco de traiciones, reproches, insultos
y amenazas. El espectador español de este drama ya no quiere encerrarse en
casa, necesita de una habitación del pánico para superar la tormenta que se
avecina. Lo de Murcia ha sido como hacer cosquillas al equilibrista, echarle
pica-pica en las narices al portor que sostiene el precario edificio humano de
la política española, siempre con redobles de atención o de guerra de fondo.
España
se nos ha llenado de órdagos. Todos lanzan los suyos, desde los que llaman a la
insumisión en el partido contrario a ver si se queda vacío, con líder pero sin
gente, a los que visionarios que ven nuevas mayorías para poder tener nuevos
divorcios en perspectiva a medio plazo. Desgraciadamente, la Historia no tiene
botón de reset. Hay que tirar con lo que hay y las viejas amistades de
conveniencia son las enemistades de hoy cuando cada cual quiere desmarcarse del
otro. Siempre se dijo que no se sabía gobernar en mayoría, pero lo de los
gobiernos en minoría clama al cielo.
Si
teníamos poco con lo de Cataluña, ahora el efecto mariposa de la biodiversidad
política española se traducirá en desastres
locales seguidos de reconciliaciones allí donde sean forzosas o de enemistades
eternas durante lo que quede de legislatura. Algunos añorarán el bipartismo,
inexistente porque nunca lo hubo. Pero la nostalgia tiene eso, un componente de
ilusión y fantasía, una idealización. No creo que cuando esto pase —si es que
pasa algún día— pueda ser idealizado por nadie, pero la capacidad de hacer las
cosas peor es un rasgo humano.
La prensa ya se ha posicionado. Héroes y villanos. Nadie se queda sin recibir lo suyo de unos y otros. De la pandemia a la epidemia política nacional pasando por los brotes locales. El confinamiento político nos hace dudar de cuántos se pueden sentar en la misma mesa, quiénes son los convivientes y quiénes los allegados. ¡Cuidado con quien te juntas, que puede ser asintomático! ¿Para cuando los PCR políticos?
¡Qué
curioso! Hace unos días saltó a los medios José María Aznar dando a Casado el
consejo de unir a toda la "derecha". Apenas un par de días después,
el amplio espectro de derecha española se ha visto sacudido y ha saltado por
los aires rompiendo pactos y formando nuevas alianzas a derecha e izquierda.
Es el
comienzo de una nueva gran enemistad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.