miércoles, 3 de marzo de 2021

El caos bien organizado

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)



Los datos sobre la violencia y los violentos en Barcelona trazan un sombrío panorama de la ciudad como un punto caliente sobre el que es fácil prender llamas cuando se tocan los resortes adecuados. Es llamativa la conjunción de factores y su aprovechamiento maestro para causar el mayor impacto posible, que es de lo que en última instancia se trata. Nada exige mejor organización que el caos. Y de eso es de lo que se trata.

Las noticias sobre las detenciones después de los sucesos más violentos explican algunas cosas, aunque seguimos en su superficie de lo que hay detrás de este caos "aparentemente espontáneo" que percibimos tras la detención de un "rapero" que actúa como punto de inicio y de provocación. Probablemente nadie ha disfrutado más de una detención buscada con insistencia como este individuo. Consiguió varios objetivos: 1) notoriedad; 2) generar violencia y 3) convertirse en líder, en director de la orquesta de la violencia.

Se produjo en el momento perfecto, el de la parálisis política por las negociaciones de un panorama político algo más que confuso. El hartazgo de la pandemia, convertida por la ultraderecha y la ultraizquierda en un atentado a la "libertad", llegando por vías "teológicas" distintas a las mismas conclusiones. Los extremismos trabajan siempre resaltando la insatisfacción.

Curiosamente, nadie se parece estructuralmente al rapero que Donald Trump, otro anarquista insumiso, con pretensiones de "víctima" del sistema y con la pretensión de lanzar a sus huestes contra aquellas injusticias que les acosan. Ambos han sabido "victimizarse" adecuadamente para generar la ira violenta que lleva a unos a quemar coches y asaltar comisarías y a otros al asalto del Capitolio.



Los dos episodios de violencia son perfectamente calculados y dirigidos. La seguridad afirma que han sido orquestados por "profesionales" del desorden. De nuevo, aparentes paradojas. Los ultras trumpistas han sido dirigidos por ex militares y miembros de las milicias paramilitares que abundan en los Estados Unidos. La mujer que murió en primera línea del asalto era una ex militar. El FBI ha rastreado el pasado de muchos de ellos; además se lanzaron advertencias a los militares en activo sobre la participación en los actos y, recuerden, hubo que revisar uno por uno a los miembros de la seguridad del acto de toma de posesión del presidente Biden. El proceso dejó fuera a unos cuantos miembros de distintos cuerpos tras la revisión. Igualmente, algunos de los guardias de la seguridad que mostraron su firme actitud heroica en el asalto fueron rápidamente reclutados por miembros de la nueva administración. Preferían estar seguro de quién les cubría las espaldas.

Las investigaciones en Barcelona han dado también algunos interesantes resultados sobre el quién, el cómo, pero no es tan sencillo el "por qué" final, aunque hay muchos parciales o intermedios.

El diario El País nos dice que el juez encargado del caso ha mandado a prisión provisional a los detenidos, con lo que siguen saliendo datos del quiénes que nos permiten ver el perfil con más claridad:

 

El magistrado del juzgado de instrucción 17 de Barcelona ha acordado la prisión provisional, comunicada y sin fianza para los ocho acusados –cinco chicos de nacionalidad italiana, una chica de la misma nacionalidad, una joven francesa y otra de nacionalidad española– tras tomarles declaración, acusándoles de delitos de homicidio en grado de tentativa, atentado a los agentes de la autoridad, desórdenes públicos, daños, manifestación o reunión ilícita y pertenencia a un grupo criminal. Los detenidos se negaron a responder las preguntas del fiscal y solo contestaron a sus propios letrados. 

Según los Mossos, los ocho detenidos actuaron de forma muy organizada durante la protesta y con un “grado de violencia muy elevado” dañando entidades bancarias, comercios, mobiliario urbano e incendiando la furgoneta de la Guardia Urbana con el agente en el interior. Este grupo fue en las últimas movilizaciones muy activo y organizado. En cada acto vandálico, una parte de los miembros realizaba acciones violentas mientras que el resto les protegía, daba cobertura y vía de salida para evitar su detención. Según los agentes, eran expertos y aprovechaban la gran cantidad de concentrados para promover la acción violenta y generar confusión a los policías.*

 


Sorprenden varias cosas en la información sobre la forma de percepción y, por ello, de transmisión a los lectores. El primero tiene que ver con las categorizaciones. ¿Hasta cuándo vamos se seguir llamando "chicos" y "chicas" a personas de 35 años, como la italiana que quemó la furgoneta con un agente de la Guardia Urbana dentro? Hay una tendencia mediática a presentar como "violencia juvenil" algo que tiene mucho de lo primero y poco de lo segundo. La categorización como algo generacional solo sirve para convencer a más adolescentes a que entre en el juego. Luego se manifiesta la sorpresa por el descenso en la edad de participación. Tiene un efecto llamada, pues lo que buscan los incitadores en convertirlo en marca generacional, como una especie de rito de paso que da salida a una exculpación juvenil global. Dudo que los detenidos estén pasando por ninguna crisis de crecimiento y posean acné ideológico. Pasado el tiempo, ocuparán otros puestos en la estructura organizativa de la violencia, traspasando su experiencia al grupo central y al reclutado.

En segundo lugar, ¿cuándo vamos a dejar de sorprendernos que estos grupos estén "muy organizados"? Más allá de lo descrito en el texto, ha sido frecuente que esta expresión se repita por parte de los profesionales policiales que han dado su opinión. Políticos y expertos han convertido el "alto grado de organización" en un tópico que es, además contradictorio. Lo que está organizado se puede vigilar y anticiparse. La organización es detectable, mientras que el caos espontáneo no suele serlo, aunque se puedan anticipar las consecuencias de posibles escenarios. Para eso deben existir las personas que analicen con la información disponible lo que puede ocurrir. No se trata de que estén "muy organizados", sino que están "mejor organizados" para conseguir sus objetivos que los que tienen que repelerlos y, a ser posible, impedirlo. Si se sabe que hay una organización detrás, hay que luchar por descabezarla, pues es ahí de donde parten las instrucciones. Aunque se haya detenido al grupo, el daño está hecho.



La siguiente acción es lógica: hay que separar a los "organizados" de los "espontáneos" dejando al descubierto sus intereses. Hay que desvelar la trama para que deje de atraer incautos.

La labor de los medios elevando a la gloria al rapero victimizado ha sido desastrosa. He asistido a debates vergonzosos en los medios tratando de convencerse unos a otros de que la cuestión era la "libertad de expresión". Es tan ridículo la simple comparación entre lo que significa expresarse y lo visto cada noche que se debería mejorar la educación política más allá de lo que se escucha en los medios, que aburridos por la pandemia, encuentran el focalizar en el suceso una nueva vía de llamar la atención. Esto es un mal endémico que es bien aprovechado por todo el que quiere atraer la atención. El propio rapero lo ha hecho desde el principio convirtiendo cada acción en actuación ante la "inocencia" mediática y la mala fe política.

Este último aspecto es preocupante —aunque no sorprendente— pues ha habido irresponsables —aunque intencionadas— intervenciones de personas con cargos políticos importantes intentando que esta violencia se interpretara como una "respuesta" a una situación de "injusticia" previa. Solo el caos gubernamental, tanto autonómico como central, debido a sus inestabilidades minoritarias, puede admitir que esto se diga... y se ha dicho. Han tenido que salir las víctimas sociales y económicas —de vecinos a comerciantes y empresarios—, inocentes de cualquier cargo, a decir ¡basta! Pero para el anti-sistema todos son culpables y cualquier excusa es buena para asaltar comercios, bancos o prender fuego a lo que se encuentra. El mundo es culpable y el orden debe ser destruido primero y convertido en "utopía" después. En medio, sufrimiento para todos.




Lo ocurrido es una muestra más de un fenómeno que se repite y no se ataja. La mayor parte de los detenidos son extranjeros, personas con antecedentes en sus países por lo mismo, según nos dice la prensa. Son especialistas en el desorden y la guerrilla urbana, de la que viven. Forman parte de una "internacional callejera" con confusos orígenes y oscuros medios de subsistencia.

Contra ellos ya no valen los tópicos ni el concederles más crédito o simpatías. Saben atraer y saben escapar; saben reclutar a través del desánimo y la frustración, que es su materia prima. Tienen sus centros de formación y sus redes. Cuando han hecho su "labor" en un lugar, van al siguiente. Contra ellos, hay que estar mejor organizados de lo que ellos lo están; hay que jugar con la información rápida para desmantelar sus construcciones retóricas y comunicativas. Para esto hace falta claridad, unidad y deshacerse condenando la ambigüedad ante algo que solo busca aparentemente la violencia, por más que sus objetivos son múltiples en diferentes niveles.

Pasado su tiempo en activo, alguien les agradecerá los servicios prestados convenientemente, y dejarán paso a los nuevos "jóvenes" reclutados.

 


* Alfonso L. Congostrina "Prisión para ocho anarquistas acusados de quemar una furgoneta de la Guardia Urbana" El País 3/03/2021 https://elpais.com/espana/catalunya/2021-03-03/prision-para-el-grupo-anarquista-que-quemo-la-furgoneta-de-la-guardia-urbana.html

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