Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Los
datos sobre la violencia y los violentos en Barcelona trazan un sombrío
panorama de la ciudad como un punto caliente sobre el que es fácil prender
llamas cuando se tocan los resortes adecuados. Es llamativa la conjunción de
factores y su aprovechamiento maestro para causar el mayor impacto posible, que
es de lo que en última instancia se trata. Nada exige mejor organización que el
caos. Y de eso es de lo que se trata.
Las
noticias sobre las detenciones después de los sucesos más violentos explican
algunas cosas, aunque seguimos en su superficie de lo que hay detrás de este
caos "aparentemente espontáneo" que percibimos tras la detención de
un "rapero" que actúa como punto de inicio y de provocación. Probablemente
nadie ha disfrutado más de una detención buscada con insistencia como este
individuo. Consiguió varios objetivos: 1) notoriedad; 2) generar violencia y 3)
convertirse en líder, en director de la orquesta de la violencia.
Se
produjo en el momento perfecto, el de la parálisis política por las
negociaciones de un panorama político algo más que confuso. El hartazgo de la
pandemia, convertida por la ultraderecha y la ultraizquierda en un atentado a
la "libertad", llegando por vías "teológicas" distintas a
las mismas conclusiones. Los extremismos trabajan siempre resaltando la
insatisfacción.
Curiosamente,
nadie se parece estructuralmente al rapero que Donald Trump, otro anarquista insumiso,
con pretensiones de "víctima" del sistema y con la pretensión de
lanzar a sus huestes contra aquellas injusticias que les acosan. Ambos han
sabido "victimizarse" adecuadamente para generar la ira violenta que
lleva a unos a quemar coches y asaltar comisarías y a otros al asalto del
Capitolio.
Los dos
episodios de violencia son perfectamente calculados y dirigidos. La seguridad
afirma que han sido orquestados por "profesionales" del desorden. De
nuevo, aparentes paradojas. Los ultras trumpistas han sido dirigidos por ex
militares y miembros de las milicias paramilitares que abundan en los Estados
Unidos. La mujer que murió en primera línea del asalto era una ex militar. El
FBI ha rastreado el pasado de muchos de ellos; además se lanzaron advertencias
a los militares en activo sobre la participación en los actos y, recuerden,
hubo que revisar uno por uno a los miembros de la seguridad del acto de toma de
posesión del presidente Biden. El proceso dejó fuera a unos cuantos miembros de
distintos cuerpos tras la revisión. Igualmente, algunos de los guardias de la seguridad
que mostraron su firme actitud heroica en el asalto fueron rápidamente
reclutados por miembros de la nueva administración. Preferían estar seguro de
quién les cubría las espaldas.
Las
investigaciones en Barcelona han dado también algunos interesantes resultados
sobre el quién, el cómo, pero no es tan sencillo el "por qué" final,
aunque hay muchos parciales o intermedios.
El
diario El País nos dice que el juez encargado del caso ha mandado a prisión
provisional a los detenidos, con lo que siguen saliendo datos del quiénes que
nos permiten ver el perfil con más claridad:
El magistrado del juzgado de instrucción 17 de Barcelona ha acordado la prisión provisional, comunicada y sin fianza para los ocho acusados –cinco chicos de nacionalidad italiana, una chica de la misma nacionalidad, una joven francesa y otra de nacionalidad española– tras tomarles declaración, acusándoles de delitos de homicidio en grado de tentativa, atentado a los agentes de la autoridad, desórdenes públicos, daños, manifestación o reunión ilícita y pertenencia a un grupo criminal. Los detenidos se negaron a responder las preguntas del fiscal y solo contestaron a sus propios letrados.
Según los Mossos, los ocho detenidos actuaron
de forma muy organizada durante la protesta y con un “grado de violencia muy
elevado” dañando entidades bancarias, comercios, mobiliario urbano e
incendiando la furgoneta de la Guardia Urbana con el agente en el interior.
Este grupo fue en las últimas movilizaciones muy activo y organizado. En cada
acto vandálico, una parte de los miembros realizaba acciones violentas mientras
que el resto les protegía, daba cobertura y vía de salida para evitar su
detención. Según los agentes, eran expertos y aprovechaban la gran cantidad de
concentrados para promover la acción violenta y generar confusión a los
policías.*
Sorprenden
varias cosas en la información sobre la forma de percepción y, por ello, de
transmisión a los lectores. El primero tiene que ver con las categorizaciones.
¿Hasta cuándo vamos se seguir llamando "chicos" y "chicas"
a personas de 35 años, como la italiana que quemó la furgoneta con un agente de
la Guardia Urbana dentro? Hay una tendencia mediática a presentar como
"violencia juvenil" algo que tiene mucho de lo primero y poco de lo
segundo. La categorización como algo generacional solo sirve para convencer a
más adolescentes a que entre en el juego. Luego se manifiesta la sorpresa por
el descenso en la edad de participación. Tiene un efecto llamada, pues lo que
buscan los incitadores en convertirlo en marca generacional, como una especie
de rito de paso que da salida a una exculpación juvenil global. Dudo que los
detenidos estén pasando por ninguna crisis de crecimiento y posean acné
ideológico. Pasado el tiempo, ocuparán otros puestos en la estructura organizativa
de la violencia, traspasando su experiencia al grupo central y al reclutado.
En
segundo lugar, ¿cuándo vamos a dejar de sorprendernos que estos grupos estén
"muy organizados"? Más allá de lo descrito en el texto, ha sido frecuente
que esta expresión se repita por parte de los profesionales policiales que han
dado su opinión. Políticos y expertos han convertido el "alto grado de
organización" en un tópico que es, además contradictorio. Lo que está
organizado se puede vigilar y anticiparse. La organización es detectable,
mientras que el caos espontáneo no suele serlo, aunque se puedan anticipar las
consecuencias de posibles escenarios. Para eso deben existir las personas que analicen
con la información disponible lo que puede ocurrir. No se trata de que estén "muy
organizados", sino que están "mejor organizados" para conseguir
sus objetivos que los que tienen que repelerlos y, a ser posible, impedirlo. Si
se sabe que hay una organización detrás, hay que luchar por descabezarla, pues
es ahí de donde parten las instrucciones. Aunque se haya detenido al grupo, el
daño está hecho.
La siguiente acción es lógica: hay que separar a los "organizados" de los "espontáneos" dejando al descubierto sus intereses. Hay que desvelar la trama para que deje de atraer incautos.
La
labor de los medios elevando a la gloria al rapero victimizado ha sido
desastrosa. He asistido a debates vergonzosos en los medios tratando de
convencerse unos a otros de que la cuestión era la "libertad de
expresión". Es tan ridículo la simple comparación entre lo que significa
expresarse y lo visto cada noche que se debería mejorar la educación política
más allá de lo que se escucha en los medios, que aburridos por la pandemia,
encuentran el focalizar en el suceso una nueva vía de llamar la atención. Esto
es un mal endémico que es bien aprovechado por todo el que quiere atraer la
atención. El propio rapero lo ha hecho desde el principio convirtiendo cada
acción en actuación ante la "inocencia" mediática y la mala fe
política.
Este
último aspecto es preocupante —aunque no sorprendente— pues ha habido
irresponsables —aunque intencionadas— intervenciones de personas con cargos
políticos importantes intentando que esta violencia se interpretara como una
"respuesta" a una situación de "injusticia" previa. Solo el
caos gubernamental, tanto autonómico como central, debido a sus inestabilidades
minoritarias, puede admitir que esto se diga... y se ha dicho. Han tenido que
salir las víctimas sociales y económicas —de vecinos a comerciantes y
empresarios—, inocentes de cualquier cargo, a decir ¡basta! Pero para el
anti-sistema todos son culpables y cualquier excusa es buena para asaltar
comercios, bancos o prender fuego a lo que se encuentra. El mundo es culpable y
el orden debe ser destruido primero y convertido en "utopía" después.
En medio, sufrimiento para todos.
Contra ellos ya no valen los tópicos ni el concederles más crédito o simpatías. Saben atraer y saben escapar; saben reclutar a través del desánimo y la frustración, que es su materia prima. Tienen sus centros de formación y sus redes. Cuando han hecho su "labor" en un lugar, van al siguiente. Contra ellos, hay que estar mejor organizados de lo que ellos lo están; hay que jugar con la información rápida para desmantelar sus construcciones retóricas y comunicativas. Para esto hace falta claridad, unidad y deshacerse condenando la ambigüedad ante algo que solo busca aparentemente la violencia, por más que sus objetivos son múltiples en diferentes niveles.
Pasado su tiempo en activo, alguien les agradecerá
los servicios prestados convenientemente, y dejarán paso a los nuevos "jóvenes" reclutados.
* Alfonso L. Congostrina "Prisión para
ocho anarquistas acusados de quemar una furgoneta de la Guardia Urbana" El
País 3/03/2021
https://elpais.com/espana/catalunya/2021-03-03/prision-para-el-grupo-anarquista-que-quemo-la-furgoneta-de-la-guardia-urbana.html
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