miércoles, 17 de marzo de 2021

Moisés iracundos o ¡adiós a la moderación!

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)



No sé qué tiene la palabra "elecciones" que saca lo peor de muchas personas. Parece que se da un pistoletazo para aumentar el grado perverso de teatralización que la propia política conlleva. El político vive en un escenario, en un plató, ante una audiencia posible las veinticuatro horas del día desde que se escucha la palabra "elecciones". Van a renovar el vestuario de insultos, descalificaciones y categorías de los oponentes como van a renovar el vestuario o el look global si es necesario.

Se detecta la labor de los "grupos de ingenio", etiqueta con la que nombro a esas personas de cada partido (o exclusivas para el candidato) que suministran tópicos ingeniosos para la descalificación del contrario. Ayer escuché algunos de nuevo cuño, estrenados para la ocasión, como "depredadores de lo público". Son la respuesta a expresiones "comunismo o libertad", acuñadas en la otra banda del campo en sustitución de la anterior, de vida breve, "socialismo o libertad", que los planes políticos cambiantes hicieron rectificar.



La política española es como una película de Cecil B. DeMille, que ha quedado para la historia por aquella frase, de que hay que empezar con un terremoto y luego subir en intensidad. Esto y por la imagen de un Moisés separando las aguas con Charlton Heston en Los diez Mandamientos. La política española tiene muchos Moisés iracundos, bajados del Sinaí con las tablas de su propia Ley revelada en la mano, dispuestos a darte en la cabeza con ellas para que las "entiendas" mejor. Demasiados profetas sueltos a los que seguir.

¡Adiós a la moderación! es el lema general. El moderado desaparece en todos los sentidos de la palabra. Ya nadie dice aquello de España es del centro, quizá por ser acusados de "centralistas", que es otra cosa. La moderación desaparece entre las voces gritonas y llamativas. No se puede ser moderado a voces, pese a que algunos lo intentan.



El terremoto político con epicentro fallido en Murcia, ¡quién nos lo iba a decir de una autonomía uniprovincial! pasó a otra, Madrid, hizo una rápida gira por España, como la bolita de la ruleta "a ver dónde cae" y acabó (por ahora) haciendo descender a la arena madrileña al vicepresidente del gobierno, que no ha sido excesivamente bien recibido en el cuadrilátero. Quizá porque ven en él a otro Moisés que viene con las tablas bajo el brazo.

Quizá haya en ello mucho de fenómeno mediático, que los medios atiendan más al que grita e insulta, al que da juego, como se suele decir. Mientras los medios dediquen más espacio al que insulta que al que piensa, al agresivo antes que al dialogante, estaremos condenados al crescendo del insulto y a una política irritante en todos los sentidos de la palabra.



Hace unos días se proponía detener los partidos de fútbol en los que se produjeran insultos homófobos, algo que se ha intentado anteriormente con los de tipo racistas, otro clásico del insulto. Algunos pensarán que qué gracia tiene ir al estadio si no se puede insultar, porque hay gente así. ¿Se podría hacer algo así en la política, detener el juego si los insultos y descalificaciones suben de tono? A veces se intenta en el parlamento cuando se les va la lengua, pero son reprimendas protocolarias, poco enérgicas.

Convertir las elecciones en la guerra del insulto parece un destino, pero me resisto a ello, me resisto a aceptarlo. El problema es que eso te deja aislado en un mundo en el que se ha convertido en normalidad. ¿No se entiende que la moderación debe ser en todo y que la radicalidad no implica la mala educación? Por supuesto que no se entiende, ¡qué iluso!, pensarán algunos con razón.

Me viene a la memoria —mucho, mucho tiempo ha pasado— el caso de una señora anciana, de Murcia para más señas, que votaba a un político radical (de entonces). "Pero, abuela —le decían—, ¡que va en contra de todo lo suyo!". "Pero es tan educado", contestaba ella, que identificaba aquel hablar pausado y de curilla con sus propias ideas, si es que las tenía. A la señora lo que le gustaba es que no se metiera con nadie y que, si lo hacía (que lo hacía), ella no lo entendiera. Valoraba las formas por encima de otra cosa.



Todos los partidos deberían —quizá por ley— tener un moderado en la expresión, aunque fuera radical en las ideas. Incluso, pasado el tiempo se podría hablar de "paridades" y de "cuotas" para poder alentar el voto de los que se declaran objetores por la mala educación de los políticos. Quizá hubiera que sortearlo entre los candidatos y al que le toque que se aguante. Pero algo tiene que hacerse. Ironías aparte, creo que los ciudadanos deberíamos empezar a presionar en este asunto, exigir a nuestros representantes (que lo son de todos) mejorar su maneras.

Es triste tener que ver las campañas electorales con el sonido quitado. Como ya sabes de qué va cada uno, te ahorras los insultos y las ironías fáciles. No sé a cuántos da trabajo el sector del insulto ingenioso, del discurso agresivo, pero quizá hubiera que ampliar el perfil y contratar una cuantas personas educaditas capaces de expresar las ideas sin faltar.

Pero, vuelvo a la idea expresada, ¿qué gracia tienen unas elecciones si no se puede insultar? Pues a lo mejor no tienen por qué tener gracia, sino ideas que la gente entienda. A lo mejor es ahí donde radica el problema, que exista una relación entre la carencia de ideas y la proliferación del insulto, la descalificación y el chiste facilón. Una vez más, el rey en esto ha sido Trump. Nadie ha insultado tanto, se ha burlado tanto ni ha mentido tanto como él. Y, pese a perder —¡no se lo recuerden!—, ha tenido más de 70 millones de votantes. Ideas planas y excluyentes, maximalistas, como "America First!". ¿Es posible un mensaje más reducido que deje en manos del que lo escucha la lista de los que sobran de "América" y los que quedan en segundo lugar. Por eso, como comentábamos ayer del senador republicano Ron Johnson, es posible pensar que los que asaltaron el Capitolio, con cinco muertos en su haber, eran "personas amantes de su país, pacíficos y respetuosos de la ley".

Una política que se basa en el insulto, la descalificación del otro estigmatizándolo y llamando a la radicalidad ante la proximidad del apocalipsis local, está condenándose a un enfrentamiento constante que siempre acabará mal. Eso o el abstencionismo, la desconexión, el otro mal de la política a cara de perro. Hay mucha gente, valiosa en sus campos, que no participan en la política porque sencillamente no va con su forma de ser esta agresividad constante. ¡Hasta los pacifistas son violentos!



Antiguamente —términos político-temporales— se podía jugar aquellos partidos de fútbol de confraternización en los que unos partidos políticos jugaban contra los del otro bando. También los había de "políticos" contra "periodistas". Era un intento naif de hacer ver que lo que se discutía en el parlamento no implicaba enemistad real. Había políticos que tenían amistades profundas con gente del otro bando y a nadie le extrañaba que fueran padrinos de boda o de algún hijo. ¡Se imaginan algo así hoy! Eran gestos, pero los gestos son importantes en política representativa. Hoy, si haces algo así, te acusan de tránsfuga.

Con la extensión de las campañas a la totalidad de las legislaturas, los votantes no tenemos una pausa pacífica, educadita. Algunos necesitamos un respiro, seguir confiando en la política, al menos, diferente en sus formas y maneras. Lo malo es que esto ha salido ya del ámbito estrictamente político y hay mucho vocacional suelto que exhibe sus malas manera allí donde hay un foro público. Parece que la inteligencia solo brilla mediante el insulto ingenioso y la descalificación.

Descubro esperanzado que los políticos españoles son capaces de unirse en la celebración en Castilla-La Mancha de un partido de "fútbol solidario" por los "derechos humanos en Rusia"  y que quien lo organiza es Amnistía Internacional. Quizá en Rusia se haya organizado un partido solidario en favor de la buena educación política en España y no nos hayamos enterado. ¿Por qué no? Si ese es el camino, bienvenido sea.

 


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.