Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Lo han
etiquetado como "periodismo de lado humano" o con fórmulas similares, pero ¡qué
triste es tener que etiquetar la "humanidad" de nuestra mirada! En un
mundo de pantallas, hemos perdido la humanidad del ver, sustituida por la
curiosidad o el morbo.
No, no
creo que haya una etiqueta para lo "humano". El Periodismo es humano
o no es. Hay muchas cosas que aparecen en los medios, sí, pero no son siempre
"periodismo", una actividad en la que se siente el mundo para poder
contarlo.
Una periodista que regresaba el otro día de ver una realidad dura, me decía que la gente se
agolpaba para poder decirle lo que sentían, porque se sentían con ella no entrevistados
sino escuchados. Me dijo que regresó llorando en su vuelo, con esas lágrimas que descubres de repente ya rodando por la mejilla, con la mirada perdida.
Hay una
gran diferencia en el escuchar y en el mirar, ambas actividades profundamente
humanas, cuando no se disfrazan de distancia o de indiferencia, de
"profesionalismo". No, no hay que superar las emociones en busca de
la insensibilidad. Hay que buscar la comprensión y el acercamiento a los otros.
Hay
muchas fórmulas para justificar el distanciamiento, pero no siempre se puede
realizar porque la empatía, nuestra capacidad de sentir con los otros, no es un
obstáculo, sino una forma de poder acercarnos para poder contar.
Todos
los días tenemos ejemplos de cómo se manipulan la emociones, de cómo se trata
de atrapar a la gente en su propia congoja mediante artificios más o menos
burdos. Hoy, en un mundo de teléfonos con cámaras, tenemos imágenes para
compartir, cosas que han pasado bajo la mirada curiosa de quienes estaban
cerca.
Pueden
ser interesantes, no lo niego. Pero tiene algo de inquietante ver cómo no
tiembla la mano sosteniendo un teléfono, cientos de teléfonos, ante un
espectáculo de horror. Preferimos captar la imagen con los móviles a ver lo que
ocurre con las personas. Nos hemos distanciado "estéticamente" y
contemplamos el mundo desde una proximidad que es, paradójicamente, distante.
Recuerdo
haber escrito aquí mismo sobre el selfie realizado por una chica en un puente con un suicida
de fondo. No perdía la acostumbrada sonrisa del "aquí estoy, ante un
suicida y lo único que me importa es sonreír", captar este "momento".
Frente
a esta falsa mirada, la del Periodismo verdadero solo puede acabar en ese
llanto contenido, necesario, el del regreso, que nos demuestra que el mundo no nos es
indiferente, el gran mal contemporáneo. En otros tiempos fue el tedio, hoy es
la indiferencia solo despertada por la ocasión de un buen selfie o un vídeo que colgar en la red.
Cuando
me dijo que había llorado, le dije que eso era justo lo que tenía que hacer,
que no era malo, sino la demostración de que había escuchado, que había mirado y no
solo grabado lo que le decían.
Sería
un mal síntoma para el Periodismo que los periodistas dejaran de llorar. En un
mundo cada vez más manipulado a través de los medios, tener la capacidad de
escuchar y mirar, de no perder la conciencia de que quien está frente a
nosotros es un ser humano que siente, padece, tiene ilusiones y frustraciones,
que ve el mundo de una manera es importante. Es una garantía.
No
vemos a los periodistas llorar, quizá porque esconden sus lágrimas, porque
temen que se les considere demasiado blandos para enfrentarse a ese mundo que
nos cuentan, pero ¿quién puede ser lo bastante duro para él?
El
periodista frente al mundo, sí, pero también los profesores ante sus alumnos,
los médicos ante sus pacientes... muchas relaciones en las que es necesario
rehumanizarnos para no perdernos, para conservar la esperanza más allá del día a día.
Mientras
haya periodistas que lloren, hay garantías para todos. Por eso hay escucharlos, además de leerlos.
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