Joaquín Mª Aguirre (UCM)
La
creciente ola anti asiática desarrollada en los Estados Unidos ha tenido un
nuevo y trágico episodio en la ciudad de Atlanta, donde un desequilibrado ha asesinado
a ocho persona, de las cuales seis son mujeres asiáticas. Un par de días antes
habíamos hablado aquí de la ola de odio, de ataques perpetrados contra la
comunidad asiática en los Estados Unidos, crecida por la retórica racista de
Trump y los republicanos. La cobardía llevaba a emprender con los más débiles, los
ancianos que eran atacados en plena calle, derribados por energúmenos racistas
que veían en estos actos la forma de responder a lo que consideran, siguiendo
las indicaciones del ex presidente y otros líderes republicanos, un ataque
asiático contra la forma de vida americana, que es la que reflejan los
supremacistas, los integristas religiosos y demás mentes distorsionadas.
La
matanza de Atlanta tiene una serie de connotaciones específicas ya que ha sido
cometida en instalaciones de "masajes orientales", lo que ha servido
para poner en primera línea un cierto tipo hipócrita y criminal, que es el del
puritanismo norteamericano.
En La
Vanguardia, Francesc Perión, su corresponsal en Nueva York, nos explica parte
de la deriva puritana que acaba tratando de idealizar las motivaciones del
asesino:
Compasión policial con el pistolero blanco y
desprecio por las víctimas, casi todas ellas no blancas. Así es Estados Unidos.
El capitán Jay Baker, portavoz del sheriff
del condado Cherokee (Georgia), aseguró que Robert Aaron Long, de 21 años, tuvo
“un mal día” el martes cuando una supuesta “adicción sexual” le llevó a matar a
ocho personas en tres saunas en la zona de Atlanta. Seis eran mujeres de origen
asiático.
“Estaba harto y contra las cuerdas”, explicó
Baker (blanco), en lo que sonó a justificación no pedida. Asombró su desprecio
a los muertos, que no tuvieron un mal día, sino el peor. Sin un mañana.
La consternación creció al descubrirse que
ese policía comercializó en Facebook camisetas antiasiáticas con el lema “
Imported virus from Chy-na ”. La pandemia y su origen se consideran claves en
el significativo incremento de ataques a asiáticos en EE.UU.
“ Chy-na ” es la pronunciación satírica que
usa el expresidente Donald Trump para camuflar su mortífera gestión sanitaria.
El propio Baker divulgó que Long había
confesado que no actuó por una motivación racial. Lo del detenido, devoto de
Dios, consistió en “eliminar tentaciones sexuales”, añadió el agente.
Cualquiera que sea la justificación, voces de
la comunidad, expertos y activistas remarcaron que resulta imposible disociar
la raza de esta fechoría, se culpe o no a Long de un crimen de odio racial. El móvil
sigue siendo investigado. Además, este caso ha hecho saltar las alarmas por la
vulnerabilidad de las mujeres.*
El
texto es demoledor y deja al descubierto esa hipocresía que se ha apoderado de
una parte de los Estados Unidos, país de colonos, en donde la definición de
razas ha creado una fantasía racial, mezclada con la idea de "tierra prometida"
y de "pueblo elegido" por la Divinidad. Estas doctrinas han ido
afianzándose en sus diversas variantes olvidando el inmigrante blanco parte de
su viaje y desalojando del país a los que han considerado (y sigue considerando)
inferiores.
La lucha contra el racismo es la otra cara de la lucha del racismo contra aquellos a los que no considera parte de la nación norteamericana, despreciado a los vecinos del norte y del sur del continente, mientras mantienen una extraña relación con el resto del mundo. El supremacismo, en clave interna, tiene mucho que ver con el "supremacismo exterior", es decir, la idea asentada de la "era norteamericana", que deriva en una idea "imperial", como ha sido analizada con profusión, y cuyo declive es parte del recrudecimiento de las iras contra los que intentan competir.
El resurgimiento de los ataques a
los asiáticos —previos a la pandemia— no es más que el resultado de la
incapacidad de asimilar el desarrollo de países como China, Japón o Corea del
Sur. Nadie encarna esto con más claridad que Donald Trump y explica que haya
conseguido esos 75 millones de votos que dividen Estados Unidos con una línea,
más que política, moral. El país de la variedad, de las diferencias, se ha
convertido en muchas de sus áreas en sectario, integrista y racista, como nos
muestra la actitud de ese impresentable representante de la autoridad del
condado de Cherokee, Georgia, un representante claro de esa forma justificadora
de la violencia y que representa en su territorio precisamente la violencia
institucional, la del poder, cuando no se mueve de forma justa sino sectaria.
Decir que el asesino tuvo un "mal día", después de haber asesinado a
ocho personas asiáticas, seis de ellas mujeres, porque trataba de luchar contra
su afición al sexo, no es solo una vergüenza sino un ejemplo vergonzoso.
Recordemos al sheriff indultado por Donald Trump, involucrado también en
acciones racistas. El favor presidencial mostraba la calaña de una línea que
iba de la Casa Blanca hasta llegar al pequeño pueblo, a la frontera misma,
lanzando la consigna de que matar extranjeros es ser "buen
norteamericano", de la misma manera que hace unos días el senador
republicano Ron Johnson veía a los asaltantes del Capitolio como
"patriotas", "pacíficos" y respetuosos de la leyes".
Sí, los Estados Unidos tienen un serio problema de convivencia interna y
externa, pues esa actitud no se queda entre las fronteras sino que se proyecta
hacia el exterior.
Pero
hay un aspecto importante en ese racismo anti asiático que han visto todos
menos el sheriff de Cherokee, Georgia. Me refiero al componente machista entremezclado con el
supremacismo racista.
El
racismo y el machismo se han dado la mano con frecuencia, pues forman parte de un
mismo movimiento mental, la inferioridad del otro, ya sea el extraño o la mujer, que es percibida
culturalmente como una extraña contrapuesta al orden masculino y patriarcal.
En el
artículo de La Vanguardia leemos:
“Matar a mujeres asiaticoamericanas para
suprimir las tentaciones sexuales es algo habitual en la historia de su
cosificación, el mito de las damas dragón, las flores de loto, valores
relacionados con las fantasías y deseos masculinos”, afirmó Sung Yeon
Choimorrow, directora ejecutiva de la National Asian Pacific American Women’s
Forum.
Parte de los ataques que sufre su comunidad,
subrayó Choimorrow en la NBC, se deben a la perpetuación del estereotipo de la
mujer asiática como exótica, hipersexualizada y sumisa. “Basta de
fetichizarnos”, requirió.
Cerca de 3.800 incidentes de odio se recogen en el informe de la organización Stop AAPI Hate entre el 19 de marzo del 2020 y el 28 de febrero. En ese documento, publicado el martes, horas antes de la tragedia de Georgia, ya se destaca que las mujeres son la principal diana. Ellas padecen el 68% de los incidentes, por un 29% de los hombres.*
La
imagen de la mujer asiática como "mujer pecaminosa", como bien se
señala, se manifiesta en la cabeza del perturbado como algo más, un "ser
inferior" a las de su propio grupo, que son las mujeres que se reservan
para los motivos nobles, matrimonio y reproducción.
El
ejemplo más evidente lo tenemos en la célebre ópera de Puccini, donde el
capitán norteamericano acepta como un "entretenimiento" a la mujer
que le ofrecen porque la idea del "matrimonio" solo tiene sentido con
una "americana respetable", mientras que la geisha es solo un
divertimento seductor, alguien de otra "raza" y que carece de valores
morales que le conceden su origen y religión.
La
forma de relativizar el abuso sexual es siempre justificarlo mediante la inferioridad
de la mujer por pertenecer a otro grupo. A las pertenecientes a ese grupo se
les priva de cualquier honorabilidad o derecho ya que se elimina de ellas
cualquier rasgo de moralidad. Este perturbado veinteañero y criminal intentaba
relativizar su sexualidad yendo con mujeres asiáticas porque en su mente
enferma esto era un mal menor que buscar prostitutas, masajistas, etc. de su
propio grupo, lo que le haría sentir "pervertido" y "mancillador".
De esta forma, las mujeres que le tentaban eran precisamente aquellas que por
ser diferentes no tenían asomo de virtud, es decir, eran prostitutas natas,
mujeres carentes de moralidad.
Esto ha
sido el componente general que ha justificado las violaciones coloniales o las
"mujeres de placer" o "mujeres
de consuelo", las que han sido sometidas a violación en la invasión de
China y Corea por parte de Japón, un asunto que todavía sigue sobre el tablero
de las relaciones.
Convertir
en "virtuosa" a la mujer del propio grupo, que puede ser idealizada, y
envilecer a la del grupo diferente ha justificado muchas tropelías y, sobre
todo, ha creado una falsa imagen de "pureza" selectiva que ha
permitido los enormes abusos sexuales basados en el desprecio que da la
creencia en la superioridad.
Quizá
recuerden algunos lectores un tema que tratamos aquí, el de los grupos
baptistas del Sur de los Estados Unidos al utilizar el término
"Jezabel" para referirse a la actual vicepresidenta de los Estados
Unidos. Usar este término era una forma de racismo encubierto y de reducción de
la virtud, ya que el término encubre la "sexualización" de la mujer
afroamericana, al igual que a cualquier otra (como las asiáticas", ya que la
única mujer idealmente pura es la
"blanca". Al llamarla "Jezabel", un término más que
despectivo, una forma de categorizarla como amoral, sexualizada y perturbadora,
los predicadores estaba trasladando a sus fieles la idea que la edad avanzada
de Joe Biden podía traer lo impensable, que una mujer de "esa condición"
pudiera llegar a alcanzar la presidencia de los Estados Unidos, es decir,
gobernar sobre ellos, fieles seguidores blancos de un "Dios blanco".
Aunque
no lo parezca en muchos lugares, estamos en el siglo XXI y hablando de una
potencia mundial, vanguardista en muchos campos, pero en un imparable viaje
hacia un pasado oscuro, retrógrado del que nos han hablado ya desde muchos
campos con múltiples indicadores cuyas alarmas no han servido para alertar de
las consecuencias.
Numerosos ataques –insultos, escupitajos,
navajazos– han estado precedidos por la acusación a esas personas de ser las
culpables de la covid. Las palabras importan, terció la legisladora Judy Chu,
la primera chino estadounidense elegida para el Congreso. “El presidente Trump
–recalcó– avivó con su retórica las llamas de la xenofobia contra los asiático
americanos”.
Los republicanos callan. No todos. En una
comisión judicial de la cámara baja dedicada al creciente odio a los asiáticos
americanos (convocada previamente a la tragedia de Atlanta), el legislador Chip
Roy, republicano por Texas, provocó consternación.
Apeló a la justicia del linchamiento –la soga
y el árbol, aplicados históricamente a los negros– para defender que Trump
hablara del virus chino o kung flu (gripe). “El partido comunista chino, ellos
son los malos”, dijo.*
Desgraciadamente, la ambigüedad de los mitos norteamericanos, las creencias elaboradas por ellos mismos sobre su
propia condición, no logran salvar la distancia con la realidad. Esto es una
constante denuncia desde el siglo XIX, donde empezó a surgir el contraste entre
lo que se predicaba y lo que se practicaba, con la esclavitud de centro. Supremacismo, destino manifiesto, excepcionalismo, etc. ha servido para torcer en muchas ocasiones el papel de los Estados Unidos y su interpretación externa hasta llegar a un profundo maniqueísmo, una simplificación extrema en la que el "bueno" es unos y los demás los "malos".
La
propia dispersión norteamericana hace que estas enormes diferencias se estén
ampliando y que estén avanzando ideas salidas de los más oscuros fondos
ideológicos, de situaciones retrógradas que van afianzándose como ese
impresentable sheriff de Cherokee o tantas otras figuras emergentes en estos
tiempos de Trump, donde se perdió la vergüenza de mostrarse en estas
dimensiones tanto racistas como machistas.
Recordamos
aquí la funcionaria despida por referirse a Michelle Obama como "mona con
tacones" o al abogado judío de Nueva York que montó un escándalo porque
escucho hablar español a un camarero en el lugar donde comía. Son un par de
ejemplos que no quedan invalidados por las múltiples reacciones de rechazo. Y
eso es gran parte del problema: una cosa es manifestar repulsa y otra
combatirlo, es decir, tener el convencimiento de que eso debe ser erradicado
porque es intrínsecamente malo. Pero es ahí donde falla la acción, falla la
educación (que puede educar es esos valores negativos con pleno eficacia),
falla el sentido colectivo.
Lo
conseguido por Donald Trump, elevar los discursos escondidos a primera línea,
el racismo y el machismo como formas orgullosas, es demoledor aunque haya
salido de la presidencia. Los efectos sobre el Partido Republicano son
terribles porque este sentimiento retrógrado lo estamos viendo día a día cuando
se exaltan esto sentimientos negativos para conseguir votos o aplausos. Es
vergonzoso lo que hacen desde la Fox News, como veíamos hacer un par de días
burlándose del Ejército por haber diseñado ropa para las soldados embarazadas.
Allí ya vimos cómo se mezclaba el racismo con el machismo, pues ambos son hijos
peligrosos de un mismo padre.
No es
casual que se ataque a las mujeres asiático norteamericanas o simplemente
asiáticas. Pero deben ir preparándose porque hay una oleada de mujeres
asiáticas en los Estados Unidos —en todo el mundo— con mucho que decir dentro y
fuera. Mujeres como la directora india Deepa Mehta o como la directora china de
Nomadland, Chloé Zhao o muchas otras
que en todos los campos, del cine a la literatura, pasando por las otras artes
y en muchos campos de la ciencia, tienen mucho que decir en un mundo global y
local. Nos hablan de la realidad en la que viven y del mundo que comparten y
podemos ver que lo que consideramos "normal" no es más que nuestro
ajuste impuesto a la vida de los demás. Hay muchas cosas que no tienen ya
cabida y se resisten a desaparecer.
La directora Chloé Zhao |
Si desde
el racismo se odia al otro, el machismo es el complemento deshumanizador que se
dirige doblemente hacia las mujeres. Lo que Trump insultaba en Kamala Harris
era doble: su trabajo inteligente en su vida, ganada con el esfuerzo de
años, y el hecho de ser mujer. Viniendo
de un hijo de rico, cuyo abuelo se dedicó a abrir y gestionar prostíbulos, es
comprensible que sea incapaz de entenderlo. Trump ha sacado lo peor de la
gente, como hemos señalado en muchas ocasiones. Ha hecho que salgan esos
sentimientos estereotipados de frustración y odio y se normalicen
descaradamente por parte de aquellos que los aplauden, como es frecuente en sus
mítines, lugares donde cargarse de energía combativa contra todo. Trump ha sido
la catarsis que ha permitido aflorar lo que no era correcto manifestar, lo que
se mantenía en la familia o en los grupos sectarios. La posibilidad de hacerlos
aflorar ha creado ese refuerzo colectivo.
El
asesino de Cherokee, Georgia, no tenía una crisis religiosa. Es su religión lo que estaba en crisis, su
forma enfermiza y manipulada de entenderla que cree que la forma de acabar con
la "tentación" es matar a las mujeres por las que se siente
culpablemente atraído.
Las palabras dichas por el sheriff son hoy un escándalo que ha saltado a las páginas de todos los medios serios norteamericanos. Es difícil encontrar un ejercicio similar de cinismo, algo que debería preocupar en pleno estallido de críticas contra la forma de ejercer el control policial en muchas ciudades. Si el asesino "tuvo un mal día", son muchos los "malos días" de las fuerzas policiales en algunos lugares. Como bien señalaba Perión en su artículo en La Vanguardia, ni una palabra para las víctimas; solo excusas para el asesino. ¡Pena de chico!
Machismo y racismo se unen en un crimen de odio en donde lo irrelevante es que el "chico" se odiara a sí mismo. Por otro lado, la solidaridad crece. Esos voluntarios que ayudan a las ancianos asiáticos a poder caminar por las calles sin miedo a ser agredidos por energúmenos son una muestra de lado bueno, de la gente con conciencia solidaria.
Hay que evitar que este mal se esparza por el mundo. Hay que hablar de ello sin tapujos porque el silencio casi nunca evita nada. No se puede dejar que crezca disfrazándose de falso patriotismo, de religión o de cualquier otra causa que lo disfrace o exalte. Hay que ser claros.
*
Francesc Peirón "La matanza de Atlanta saca a la luz el racismo
antiasiático por la pandemia" La Vanguardia 19/03/2021
https://www.lavanguardia.com/internacional/20210319/6602052/atlanta-matanza-racismo-eeuu-pandemia-impacto.html
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