jueves, 21 de enero de 2021

Verdades, milagros y regresos

Joaquín Mª Aguirre (UCM)



La ceremonia fue atípica por muchos motivos y circunstancias, por las presencias y la ausencia, por lo que siempre se hizo y por lo que dejó de hacerse. Pero no podía ser de otra manera. Era la frontera de una era, el fin de un mundo y el comienzo de otro; dos voluntades distintas y un deseo compartido por muchos en muchos lugares: no más Trump.

Creo que nunca fue tan universal el sentimiento de participar en las elecciones norteamericanas, que son un poco de todos por motivos difíciles de explicar. No sientes lo mismo con Alemania, Francia, México o cualquier otro lugar. Quizá haya sido el efecto Trump, dividiendo el mundo en dos partes, a favor o en contra, sembrando el mundo de discordia.

En lo positivo, lo entrañable de las palabras de muchos y el discurso de Biden llamando a una nación unida, tratando de convencer a los norteamericanos de que América es otra cosa, que puede ser mejor que lo que se ha visto en estos cuatro años, peleada con el resto de la humanidad, abrazando dictadores, llena de personajes siniestros en los cargos o de gente honesta que tiró la toalla y no quiso ser cómplice de un presidente al que nadie puede arrebatar la gloria de ser enjuiciado dos veces, por obstrucción a la justicia y por incitación a la rebelión, dos acusaciones graves.




Joe Biden ha hecho un discurso sencillo y honesto. El que fuera el senador más joven de los Estados Unidos con 29 años es ahora el presidente más longevo, pero también un político experimentado, un político que conoce muy bien la política norteamericana y un ex vicepresidente durante ocho años al lado de Obama. También conoce la política internacional y lo importante de recuperar la confianza dentro y fuera.

Biden ha hecho girar su discurso sobre la verdad, algo que no debe sorprender si tenemos en cuenta el tiempo de las mentiras que se ha vivido en los Estados Unidos, con la necesidad de anotar cada palabra presidencial señalando si era verdad, mentira o inexacta. Se lo han tenido que hacer hasta en su discurso de despedida a pie del avión.

La verdad... Sí, es importante que la verdad se valore.



Vivimos en tiempos en los que se considera la manipulación de la verdad una herramienta cada vez más respetable. El mundo se nos ha llenado de manipuladores profesionales de la verdad, constructores de la "realidad" aparente, de constructores de "discursos eficaces", con lo que se quiere expresar que el objetivo lo es todo. Y todo significa "ganar", ganar lo que sea, un puesto, un premio, un posicionamiento... unas elecciones. Se forman en nuestras universidades y les enseñamos a hacerlo. Trump es el santo patrón de la mentira manipuladora. Hemos aceptado que el político es mentiroso, que forma parte de la naturaleza de la política la mentira. Es un tremendo error que estamos pagando caro, porque se nos ha llenado de tramposos, embusteros y marrulleros, de histriónicos manipuladores como Trump, con distintos papeles, pero sin renunciar a ese sentido teatral, escenificado de la política. Los que llegan a renovar solo cambian el discurso.

Por eso la reivindicación de la verdad como parte de la política es importante. La actividad política no puede ser el ejercicio diario de desmontarse las mentiras los unos a los otros.

Un aspecto que se ha resaltado es la vicepresidenta Kamala Harris, el equilibrio buscado con Biden en todos los aspectos. Frente al machismo de Trump, una mujer en la vicepresidencia, de la que se resaltan orígenes y trayectoria profesional y política. Todo anticipa que tendrá protagonismo junto a Joe Biden. 



Las palabras de Trump hablan de su mandato como de un tiempo "milagroso". En realidad lo que le cuadra mejor es esa figura del buhonero que vende milagros embotellados de pueblo en pueblo, un estafador consumado, un mentiroso compulsivo que ha desarrollado una sarta de mentiras que, desgraciadamente, le llevaron a la cima, a la presidencia de los Estados Unidos. Ha prometido, como nos temíamos, que regresará, que esto no es un final, solo un principio.

El final del mandato de Trump ha dado un sentido especial a la celebración, ha tenido un sentido reivindicativo de valores fundamentales, pero se notaba una emoción por la esperanza de lo que comenzaba, como el nadador que sale a la superficie después de haber contenido la respiración. Era una bocanada de aire.




La seguridad y la pandemia han dejado a la celebración sin público presente, pero también eso le ha conferido un grado de excepcionalidad elevado y sentido entre solemne y familiar, entrañable en momentos. Mientras Trump era recibido en Florida con 21 salvas de los cañones, Biden era recibido por una superficie cubierta de banderas en la explanada que debería estar repleta de público. Las cámaras mostraban las ausencias, pero también las destacadas presencias, como la de Mike Pence, liberado de su papel junto a Trump y enfrentado a sus pretensiones en los últimos momentos. La Historia tiene terreno que recorrer.

En The New York Times recogen una valoración especial: “I’ve been listening to these inaugural addresses since 1961,” said Chris Wallace, the “Fox News Sunday” anchor. “I thought this was the best inaugural address I ever heard.”* Lo dice el hombre que sobrevivió al caos del primer debate presidencial, con un Trump enloquecido, o si se prefiere, muy natural.



La celebración tendrá más momentos que recordar, como la joven poeta Amanda Gorman, que deslumbró a todos con su poema y energía comunicativa; Lady Gaga y el himno; el grito emocionado y emocionante en español de Jennifer López hablando de una nación indivisible en busca de la verdad y la justicia... la interpretación del This Land is Your Land, del padre de la canción social, Woody Guthrie, un hermoso canto a la apertura de los Estados Unidos como nación de acogida, lugar de los sueños. Era todo ello la escenificación de un despertar de la pesadilla vivida con ese colofón del asalto, que sigue produciendo titulares y teniendo consecuencia.



Los últimos días en la Casa Blanca, hasta llegar a ese apocalíptico 6 de enero para la Historia, con el asalto al Capitolio, han cambiado algunas ideas sobre Trump. Pese a ello, nos dicen que más del 80% de sus votantes siguen creyéndole, siguen pensando que le robaron las elecciones, una creencia interesad pues sirve para justificar muchas cosas. ¿Seguirá así o las informaciones que inevitablemente irán llegando harán despertar de la pesadilla?

Para ello, la verdad es indispensable. Trump ha sido una desgracia, pero también un aviso para navegantes. Hemos especulado en estos días pasados sobre el futuro de Trump o, más precisamente, sobre el futuro que Trump cree tener por delante. Es evidente que lo que ha podido hacer desde la presidencia no lo podrá hacer desde su exilio en Florida, que los que estaban a su alrededor como presidente buscarán otros soles bajo los que calentarse de forma más rentable. Pero también es evidente que ha marcado un camino, ha revelado unas texturas de la vida norteamericana que llevaban décadas esperando su mesías.



No hay que tomarse a broma sus amenazas de regreso. No creo que aumente su crédito, que sume nada más. Por el contrario, ya se van alejando de él muchos que estuvieron a su lado y que no quieren ser señalados por ello, no quieren ser cómplices en la próxima locura. Pero eso no significa demasiado. es lo que hay detrás de Trump lo preocupante, esas fuerzas que le llevaron hasta la Casa Blanca y que, si no pueden llevarle, buscarán otro. En los últimos días, el trumpismo enseñó dientes y garras.

Entre los versos de Amanda Gorman hay unos que han sido resaltados por los medios:


But while democracy can be periodically delayed, 

it can never be permanently defeated.

In this truth, in this faith, we trust.

For while we have our eyes on the future,

history has its eyes on us.

 


Hace falta volver a los principios y a la confianza. La debilidad de la democracia moderna se nos muestra con periodos como el que se cierra con Trump. Por eso el discurso de Biden ha sido sencillo y directo, una vuelta a las raíces: verdad y unidad, empeño y futuro. Los "milagros" de Trump se irán disolviendo en el tiempo, por más que se pase el resto de su vida reivindicándose como el mejor presidente de la historia norteamericana. Trump deseó "suerte, mucha suerte" a Biden. Lo hizo con un tonillo inequívocamente irónico. Quizá se refería a su creencia en que ha sido el "maldito virus chino" el que cambio el sentido de la Historia, donde él tenía todos los triunfos. Su reacción indignada cuando se hizo pública la noticia de una primera vacuna apuntaba a una conspiración para que no se dijera hasta después de las elecciones. Trump solo ha sabido ver el mundo desde sí mismo; 400.000 muertos lo atestiguan.

Joe Biden ha tenido una acogida cálida, esperanzada. Es lo que transmite y lo que quiere transmitir a un país dividido, alterado por las brechas abiertas por quien debería unir.  Los efectos de jugar a la desunión y el uso de las mentiras ya los hemos visto. Biden quiere seguir el camino contrario. Esperemos que lo consiga porque nos afecta a todos.



* "From Trump to Biden, TV Captures a Dramatic Shift" The New York Times 20/01/2021  https://www.nytimes.com/2021/01/20/business/media/inauguration-tv-media-trump.html


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