Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Ayer,
25 de enero, se cumplió el décimo aniversario del levantamiento en Egipto, el
posterior a lo ocurrido en Túnez, con la revuelta producida un mes antes. Un
aniversario es solo un momento para el recuerdo y para comprobar cómo se
recuerda, qué queda en nosotros de aquellos acontecimientos, cómo han cambiado
o no el espacio en que se produjeron.
Túnez
está hoy en el punto de mira. La crisis económica, la corrupción, los efectos
de la pandemia —tanto sanitarios como económicos—, pero sobre todo la falta de
soluciones a los problemas reales de la gente.
Los
estados de la zona son construcciones artificiales cuya función es la más de la
veces el control de la población, más que su desarrollo. Las diferencias
sociales son abrumadoras, pero son incluso mayores las de las mentalidades que
se establecen ante la disparidad de visiones de la vida, de su sentido,
organización y control. Las élites no ven los estados desde una perspectiva
nacional, sino desde la perspectiva de una burocracia controladora que sostiene
un aparato mayormente corrupto, basado en los clanes, en las redes familiares o
en los grupos religiosos.
En
Egipto, el movimiento del 25 de enero fue un grito —como el de Túnez— surgido
de un crimen y una injusticia. Hacía falta de la combinación de un elemento
aglutinador —las pancartas con "We Want Facebook"— como el acceso a
las redes sociales y el sentido de injusticia y rabia capaz de circular por
ellas, para que se produjera el estallido social. Son gotas que colman los
grandes vasos de la paciencia, un sentimiento que se transforma políticamente
en aceptación jerárquica del poder, donde los que mandan, mandan siempre porque
es su destino. Los que están por debajo tratan de sobrevivir molestando lo
menos posible a los que ostentan el poder, crean sus propias redes de
protección y pelean por conseguir favores, las migajas que los poderosos
arrojan para que el pueblo vea su mano generosa un día, implacable otros.
Túnez,
Libia, Egipto, Siria... eran entonces países con sus redes de poder y sus redes
de supervivencia. La aparición de una estructura comunicativa basada en las
redes sociales, los teléfonos móviles y los canales de TV satélites permitieron
la vertebración, por primera vez, de un movimiento de respuesta y resistencia
en las calles. ¿Hacia dónde?
Es esta
pregunta, en mi opinión, reside la clave del funcionamiento de ese espacio a
presión en el que se ha de levantar cada cierto tiempo la tapa para que no
reviente todo. El caso de Egipto es claro: es el propio Ejército el que
"jubila" a Hosni Mubarak para salvar algo mayor, el "estado",
pero no en un sentido "político", sino como un entramado de intereses
que mantiene el control del conjunto para sacarle el máximo provecho, creando
una estructura de explotación escalonada. El poder corrupto se ejerce por
tramos. Pueden ser las manzanas de un barrio, controladas por un policía
corrupto —como nos mostraba el magnífico filme de Yusef Chahine "¿El
caos?" (Heya fawda? 2007), el último de su carrera cinematográfica— o los contactos
empresariales para vender productos a Israel.
Me
llamó la atención que al producirse el levantamiento en Túnez, el gobierno
francés ofreciera el envío de tropas y material antidisturbios. No ha cambiado
mucho el sentimiento. La Primavera Árabe se murió por falta de ayuda, porque
los que se levantaron con pretensiones de sacudirse unos regímenes corruptos
pronto se vieron solos. Eso desarmó a los pocos demócratas que estuvieron al
lado de la gente. Digo "al lado" y no "al frente" porque
uno de los enormes dramas es la soledad democrática de muchas personas cuyas
vidas oscilan oscilan entre ser encarceladas por los gobiernos o ser asesinados
por los integristas islámicos de diverso pelaje.
El
drama lo podemos ver en la actualidad ultraconservadora egipcia donde una
feminista puede ser considerada "terrorista" y encarcelada por
atentar contra los "valores sagrados de las familias egipcias", donde
la crítica supone el arresto o la desaparición por "difamar a Egipto"
desde un escenario, como le ocurrió a la cantante Sherine.
El
poder egipcio ha aprendido a mantener un equilibrio entre los que se acogen a
su sombra y los que eligen el otro lado, el islamista, con gran poder social y
económico, que une a los parias y a élites económicas que les controlan. Saben
que nunca va a desaparecer la amenaza y han aprendido a rentabilizarla, tanto
por la ayuda exterior como porque su estabilidad pasa a ser un asunto crucial
en la zona y, más allá, para Europa.
¿Pero
cómo lo ven ellos? Los diez años no han dado para mucho. En la silente prensa egipcio
de la actualidad, son escasos los testimonios y valoraciones que vayan más allá
de la condena estándar: su valor es el del inicio, posteriormente se torció por
los islamistas y gracias al "golpe de timón" militar, el pueblo
recuperó su voz. La versión oficial es que el "pueblo" fue "obedecido"
por los militares, incluso en las matanzas. De esta forma se ha creado una
mitología, una narrativa satisfactoria que hace cuadrar la explicación con la
realidad.
Por
otro lado, lo que se trata de mantener en el recuerdo vivo, en el día a día de
lo que fue entonces considerada como la "Revolución de los Jóvenes".
Frente al "padre Mubarak", unos jóvenes se lanzaron a pedir futuro.
Dos actos aceleraron todo: la muerte del joven torturado y arrojado a la calle
como animal en Alejandría por la Policía en Alejandría, que es el
acontecimiento "oficialmente" reconocido, pero también otro
importante: la perspectiva social de que a los treinta años de gobierno de
Hosni Mubarak bajo la "ley especial", se hablaba de dejar paso en el
poder a su hijo Gamal, algo que difícilmente era soportable por muchos. Querían
salid de la oscuridad en la que vivían, sin futuro, sin palabra, con la mirada
fija en el suelo. El lema "¡Levanta la cabeza, eres egipcio!"
conectaba con ese sentimiento de miedo y vergüenza en el que se vivía.
Leo en Egyptian Street un breve artículo que trata de recoger lo que fue con el titular "Marking 10 Years Since Egypt’s January 25 Revolution":
Today marks 10 years since the start of Egypt’s
January 25 revolution.
This time 10 years ago, people of all ages and
from all backgrounds gathered in the country’s squares, alleys, streets and
boulevards to protest for bread, freedom and social justice. For some, the
revolution continues to live in their hearts and minds. For others, the
revolution was the darkest moment in Egypt’s modern history.
Today, countless articles will be written,
statements will be made and tweets will be sent debating the outcome of the
18-day uprising that managed to overthrow the 30-year-rule of former President
Hosni Mubarak and the current political, social and cultural landscape: was the
revolution successful? To what extent were those calls for bread, freedom and
social justice heard? Is life in Egypt better today than prior to the events of
January 25?
These are questions that will continue to be
debated for many decades to come. The pain, the loss, the hope, the unity.
However, there is one beautiful outcome of the January 25 revolution that is
undebatable and undeniable: the uprising sparked a wave of initiative,
creativity and innovation.
Today, #Egypt’s population – especially its
youth – are among the most creative in the world, taking initiative like never
before. Gone are the days of waiting for ‘someone else’ to take action. The
revolution showed the courage of Egyptians to stand up and take matters in
their own hands.
Young, courageous Egyptians are shaping,
improving and building their communities on their own initiative, pouring their
hearts and souls into innovative and sustainable ways to tackle social,
economic, cultural and even political challenges. Though the path to do so is
not always easy or even safe, if bread, freedom and social justice have not yet
become a reality, it is Egypt’s youth who will undoubtedly make it so.
Today, we celebrate Egypt’s youth and remember
those who gave everything towards a better future for all Egyptians.*
En su brevedad, el artículo dice varias cosas ciertas y solo contiene una inexactitud: no ha habido miles de artículos analizando la Primavera egipcia.
Han sido los jóvenes, efectivamente, los que aprendieron una dura lección, que se tendrían que buscar la vida por ellos mismos, desarrollar sus iniciativas y tratar de mantenerse lejos del poder. Los intentos del régimen de hacerse con el control de los jóvenes ha sido burdos, como esas "jornadas mundiales" que servían a los jóvenes oficialistas para escuchar las palabras paternalistas del presidente Sisi en sus concentraciones lejos de El Cairo, en los lugares turísticos que le servían de promoción y tranquilidad. Era demasiado burda la maniobra, demasiado obvia. Los jóvenes de Egipto, con enormes dosis de creatividad, aprendieron pronto a separarse para poder cumplir sus objetivos vitales. No siempre es fácil pues el poder lo quiere todo y le molesta el protagonismo.
El reciente caso de la creación de aplicaciones de denuncia contra los impunes ataques sexuales contra mujeres a manos de las minorías económicas, de los hijos del régimen, ha despertado la indignación de muchos. La iniciativa ha partido de jóvenes, de estudiantes, que aplican su ingenio y conocimiento, su valor, a denunciar lo que los medios, silenciados por vía del miedo o de la compra, no se atreven a sacar a la luz.
En el estatal Ahram Online, se reproducen dos artículos sobre el aniversario. En el primero de ellos, firmado por Gamal Abdel-Gawwad Soltan** y titulado "The Arab Spring: Opportunity missed or disaster averted?"*** nos centra inicialmente en el problema básico para hacernos un recorrido por lo que sucedió con los países que se lanzaron a la calle:
The Arab Spring made it clear that in Arab
politics there are too many Islamists and too few genuine democrats of a
secular, leftist and liberal kind.
In Syria, militant Islamists marginalised the
moderate Free Syrian Army (FSA) as well as the liberal intellectuals of the
Syrian National Coalition (SNC) in the years after the Arab Spring protests
began. The Islamic State (IS) group, with its capital in the city of Raqqa in
northern Syria, provided a graphic illustration of the threats of militant
Islamism in the Middle East.
In Yemen, the Sunni Islamist Islah Party led
the protests against former president Ali Abdullah Saleh. In a later stage, the
Shiite-based Houthi Movement occupied most of Northern Yemen, including the
capital Sanaa, and since then Yemen has been embroiled in civil war.
In Libya the situation is complete chaos.
Forces of tribalism, Islamism, regionalism, nationalism and ethnicity
intermingled to produce the Libyan Civil War. Ironically, while the Islamists
lost in the elections in Libya, they continue to exercise veto power over the
political process in the country. In the Libyan House of Representatives
elections in June 2014, the Islamists won only 30 seats out of the 200
contested. But they refused to recognise the results, challenging them in court
and ultimately violently storming the House itself, forcing its relocation to
the city of Tobruk 2,000 km east of the capital Tripoli.
In Egypt, the regime of former president Hosni
Mubarak imposed heavy restrictions on political parties and civil society, but
exerted only marginal control over mosques, which were turned into platforms
for Islamist funding, organisation and mobilisation.
When young people led the 25 January Revolution
and successfully breached the wall of silence in 2011, the Islamists took
advantage of this opening, stormed the broken walls, and then marginalised any
non-Islamists. The Muslim Brotherhood subsequently won the parliamentary and
presidential elections, but failed to establish a broad-based government.**
La frase que abre la cita describe una situación real —pocos genuinos demócratas, demasiados islamistas—, pero no entra demasiado en el por qué de ambas. La represión del poder siempre vio como enemigos intelectuales a los demócratas y como enemigos físicos a los islamistas. Por decirlo claramente, los demócratas no suelen poner bombas, ni cortar cabezas. Tienden a convertirse en líderes intelectuales, hablan para el conjunto del sistema y quieren sistemas en los que quepan todos aquellos que no tiendan a excluirse ellos mismos. Los islamistas son lo contrario: el programa ya lo tienen —la base religiosa—, lo que les garantiza que solo tienen que convencer a las masas de quiénes son sus enemigos, los que se oponen a la voluntad de Dios. Los islamistas viven de la ira y de redirigirla hacia los objetivos adecuados, contra los que quieren eliminar.
Las mentiras y engaños de los islamistas en Egipto se descubrieron en cuanto llegaron al poder. No tenían intención de gobernar más allá de lo de siempre, dejando atrás sus falsos programas, con los que engañaron a mucho haciéndoles creer que no tenían intención de acceder al poder (mentira) y después que gobernarían para todos (otra mentira).
Bastó con dejarles hacer sus planes, para que la gente se arrojase de nuevo en brazos del Ejército, del que se huía con el levantamiento. Lo más sorprendente del Ejército egipcio es cómo supo hacer creer al país que ellos no tenían arte ni parte en la dictadura de Mubarak ni en la corrupción reinante. Hay estudios sobre la manipulación informativo nacionalista del Ejército, la creación de una figura heroica (que se responde poco con la realidad) tras el levantamiento de los Oficiales Jóvenes, que dio salida a la creación de la república egipcia tras siglos de tutelas, ocupaciones y demás imposiciones exteriores. El Ejército supo administrar y repartir el pan, por decirlo así, acostumbró a la gente a apiñarse tras los camiones militares recibiendo todo aquello que faltaba. Era lo suficiente como para mantenerlo alejado de la imagen de corrupción. La realidad, en cambio, muestra cómo la economía egipcia está controlada por las empresas militares, cómo participan en los negocios de forma oscura. Quizá habría que reformular la frase de la cita, pocos demócratas, muchos militares y muchos islamistas, para completar el mapa egipcio.
La pregunta que se lanza desde el título —¿oportunidad o desastre?— podemos considerar que se contesta con un párrafo hacia el final:
The following indicators can illustrate this.
Between 2010 and 2019, Tunisian GDP declined by 12 per cent from $44.05 to
$38.8 billion. Per capita income declined by 18 per cent from $4,130 to $3,370.
With a lower political-liberties ranking and twice Tunisia’s rate of population
growth, Egypt’s GDP increased by 34 per cent in the same period from $218.98 to
$303.09 billion. Per capita income in Egypt increased by over 13 per cent from
$2,370 to $2,690.**
La conclusión es clara: con una dictadura se vive mejor, se gana más. Los números son muchas veces una forma de repartir mal para que todo parezca mejor. ¿Se consuelan los egipcios marginados, silenciados, encarcelados, desaparecidos, etc. con los datos que nos ofrecen? Lo dudo. Egipto ha perdido a muchas personas creativas, emprendedoras, liberales, etc. por no apuntarse a ese carro conservador, cada vez más integrista, que supone el Egipto actual. Dudo mucho que consuelen más que a los que quieren ser consolados, que, por supuesto, están muy por encima de esas cifras. Son los favorecidos del régimen, los que dice que sí a todo y todo lo aprovechan.
Las denuncias contra Egipto vuelan desde muchos ámbitos, no solo los derechos humanos, que ya es un campo amplio. El país, gobernado por aquel al que Donald Trump llamó "su dictador favorito", se ha beneficiado precisamente de la inestabilidad que les rodea, aprovechando lo que podríamos llamar la "inestabilidad de hierro", que no es otra cosa que asegurar la represión para que acudan los capitales inversores y el turismo.
Por eso hemos insistido tanto en la busca del silencio de los medios por parte del régimen. No se trata solo de los medios egipcios, sometidos a un control férreo, sino también del enfrentamiento constante con los medios internacionales, a los que se acusa de mentir sobre Egipto y servir a los intereses de la Hermandad Musulmana, Turquía, Irán, que son las tres piezas —junto a un global "occidente"— responsables de la "mala imagen" egipcia en el exterior.
Hoy mismo, Diaa Rashwan, director del Servicio Estatal de Información egipcio, se queja en Ahram Online del mal trato mediático dado a Egipto en el exterior:
Head of the State Information Service (SIS)
Diaa Rashwan said on Monday the agency monitors via its nine offices worldwide
everything raised about human rights in Egypt by foreign media outlets and all
1,500 foreign correspondents in the country.
Rashwan made the remarks during a meeting of
the House of Representatives’ Human Rights Committee to debate the SIS’s role
in confronting claims of international organizations and foreign media about
human rights in Egypt.
During the meeting, chaired by MP Tareq Radwan,
the SIS head noted that there have been positive and negative points over the
past four years.
The total of what has been accomplished in
Egypt is ignored externally, which, he said, is considered a negative matter as
well.
The criticism leveled against Egypt’s
construction phase in such a transitional period that follows two revolutions
entails a huge injustice, Rashwan said, noting that the foreign media depends
on individual sources, and listens to those who always complain without
receiving an Egyptian response.
In this regard, the SIS head underscored the
importance of giving an Egyptian response, emphasizing that most of the time
lack of rapid action on any allegations turns them into facts.
Rashwan cited the Human Rights Watch’s report
on alleged cases of torture in Egypt’s prisons, adding that the prosecutor
general launched a relevant investigation and demanded that the organization
presents the evidence it has.
The result was that no evidence has been
presented, and therefore the investigation was closed, he said.***
Se olvida Rashwan en continuo lamento de lo que suele ocurrir a los que denuncian. No deja de ser curioso que mencione el más claro de todos los casos, el de las torturas y muertes en las cárceles. Pero ¡qué se puede esperar de un gobierno al que se deja en evidencia con un caso como el de Giulio Regeni, secuestrado, torturado y asesinado! La falta de colaboración, la negación descarada de lo evidente, etc. han caracterizado al gobierno egipcio en cualquier investigación. Solo son diligentes sus jueces en la liberación de los policías acusados de torturas o directamente de asesinatos, como el de Shaimaa Al-Sabbagh. Los juzgan si el escándalo es grande, para volverlos juzgar pocos meses después, cuando ha pasado el escándalo y liberarlos. Se podría seguir aportando casos, pero todo es falso para el gobierno egipcio, conspiración, envidia.
El último de los artículos, el segundo mencionado en Ahram Online, es un conocido politólogo, Amr El-Shobaki, de tendencia liberal que ilustra muy bien el sentimiento que se ha ido adueñando para hacer concordar la realidad y el deseo. Finalmente han preferido seguir la corriente a mantener algo en lo que no creen.
La idea de El-Shobaki es que la idea inicial era buena y justa, "reformista", pero que los islamistas intentaron una "revolución" propia, no las reformas que la gente quería. Recuerdo en su momento las discusiones con amigos egipcios sobre "si había que parar" tras la dimisión de Mubarak o "había que seguir" hasta que cambiara el régimen. El matiz era algo más que matiz y pronto se vio la diferencia entre los que ya "habían tenido bastante" y aquellos que consideraban que el viejo régimen ya "había durado demasiado".
El-Shobaki se apunta así al oficialismo faraónico. Fueron los "revolucionarios" los que destruyeron las posibilidades "reformistas" que el régimen dejaba abiertas. La verdad es que eso era más de lo mismo, el mismo perro con distinto collar, algo por lo que los jóvenes principalmente no querían pasar. Recuerdo los conflictos entre unos y otros. Los que habían vivido (y viven) a la sombra protectora del régimen, metidos en sus estructuras y entramados, de universidades a empresas, la casta que se creó a la sombra de Mubarak no quería perder lo que habían conseguido en décadas de aceptación silenciosa.
El final del artículo está lleno de ese sentido propietario del pueblo, donde un grupo decide qué se hace, quiénes participan, en qué condiciones, etc.
The scene of young men and women cleaning
Tahrir Square after the fall of former president Hosni Mubarak was
unprecedented in the history of popular revolutions. It was a declaration that
the protests had ended and that rebuilding must now begin. It also epitomised
the true energy of the revolution and was consummately reformist. As the
majority of the demonstrators withdrew from the city streets, they reaffirmed
their confidence in the Egyptian armed forces, chanting that “the people and
the army are hand in hand.”
When Mubarak stepped down on 11 February 2011,
Egypt was ready to reach a consensus over an alternative from within the
establishment or even the old regime, as long as this could be brought about
through a consensual process and elections. Such a route would have
strengthened the chances of a reformist alternative.
Unfortunately, while this option was eminently
feasible, the Muslim Brotherhood’s thirst for power intervened. In one of the
group’s reversals of position, it decided to field a candidate for president,
fully aware of the consequences. When this closed and secretive ideological
group entered the elections, it refused to obtain the necessary permits and
comply with electoral laws. In short, it considered itself to be above the law.
Another development contributed to the
derailing of the Egyptian experience. After Mubarak stepped down, the
revolutionary coalitions opted to sustain their marches and protest
demonstrations. This permanent mobilisation and occupation of city streets and
squares alienated broad swathes of public opinion, which wanted to see an end
to anarchy and lawlessness. As public opinion turned against the protesters,
the discourse of the “need for stability and a return to normal” prevailed.
Finally, a revolution is an exceptional event
to which peoples are driven when they are no longer able to tolerate oppression
and marginalisation. After a revolution has taken place, the task should be to
build democracy, justice and the rule of law and not “revolutionary councils,”
“revolutionary courts” and emergency laws.
The 25 January Revolution in Egypt indicated
powerful aspirations that have not yet been attained. These aspirations are
towards a reformist, democratic and civil alternative, not one that shields
itself behind the language of revolution, religion or patriotism while granting
itself extraordinary privileges and the right to exclude opponents and opposing
views.
The alternative that Egypt expects should seek
to reform the institutions of government, not to destroy or to take revenge
against them. It should work to broaden democracy and the rule of law. That was
the true spirit of the January Revolution, and it is one that has not completed
its mission yet.****
Convertir la limpieza de las calles por parte de los jóvenes egipcios, algo que recuerdo perfectamente, como una bendición al régimen anterior, es un ejercicio hipócrita que alguien debería recordarle a El-Shobaki algún día. Los jóvenes dieron ejemplo de civismo, no de aceptación de un régimen que les había dejado fuera. Pensar que el problema de Egipto era Mubarak es solo una maldad más de las muchas acumuladas para enterrar lo que supuso.
No se pueden ignorar ni las maniobras por parte de los servicios de inteligencia entre los manifestantes ni la posterior actividad de los mismos en la agitación que ocurrió con el derrocamiento de Mohamed Morsi, un pésimo político y gobernante, al que le tocó por eliminación encabezar las listas, después que los jueces egipcios fueran eliminando uno tras otros a los candidatos islamistas. Posteriormente lo harían con los candidatos reformistas, nasseristas y ex islamistas que trataron de disputarle la presidencia a al-Sisi. No se hable, por favor, de los jueces y la justicia egipcia, de su imparcialidad.
A la maldad islamista, hay que sumar la torpeza interesada por parte del Ejército y del aparato del Estado, la burocracia poderosa, etc. que se vio amenazada por un movimiento que surgía desde abajo. Era mejor soltarle un poco de cuerda, dejar que se cansara, para que todo siguiera igual. Nuevas caras y más de lo mismo. Había que fabricar un héroe para satisfacer la mitomanía personalista egipcia.
Si vemos los cuatro textos en su conjunto, tenemos una percepción de estos años. Lo que ha quedado es parte de ese impulso y creatividad que ha logrado sobrevivir en un país faraónico, donde hay pocos demócratas, muchos islamistas y mucho militares.
El 25 de enero, diez años después, sigue mostrando que se incumplió aquella ilusión, que ha sido taponada con propaganda constante, con el culto a la personalidad de un presidente que seguirá y seguirá, que era militar y dijo no gobernaría un militar, que aseguró que no quería presentarse a la presidencia, pero que se presentó, se volvió a presentar y ha modificado los textos legales para poder seguir haciéndolo. La excusa es que el espíritu de Anwar El-Sadat se le apareció en sueños y le exigió que lo hiciera. Él, obediente, lo hizo. Su rostro está presente por todas las calles de Egipto, por las salas y despachos. La sisimanía fue un hecho que llegó, en el pudoroso Egipto, hasta la ropa interior. Fue el hombre al frente de los Servicios de Inteligencia durante el levantamiento de 2011; fue el ministro de Defensa durante el golpe de Estado, el "no-coup"; es el presidente. Es lo que El-Shobaki llamaría un "reformista" para la eternidad, gran invento egipcio. ¡Lo de siempre!
Se trata, desde la propaganda, de cimentar el mito de que Egipto se hundiría sin los militares. Los propios militares lo hace cierto con su actitud., con el bloqueo de las iniciativas sociales, de los grupos políticos. Solo es bueno lo que perpetúa la situación. Todo lo ocurrido en la Primavera, dice, han sido desgracias, destrucción... solo Egipto se salva del caos de otros países. Pero no es un "milagro", solo lo que se ha querido crear y creer.
Quedan en pie los sueños de los jóvenes. Sufrieron en Tahrir del acoso y violación a las mujeres manifestantes a las cargas de los policías. Las jóvenes sufrieron exámenes de virginidad por los médicos militares. Fueron enviados contra ellos tanquetas y camellos. Eran arrastrados y muchos desaparecieron. Trataron de proteger a los periodistas del mundo para que vieran lo que allí ocurría frente al hostigamiento y ataque a los corresponsales. Los periodistas lo contaron, lo fotografiaron, les entrevistaron. Por eso la queja del director del SIS es solo una broma sin gracia.
Para todos los que un día quisieron un Egipto mejor y no el Egipto de siempre. ¡Mis mejores deseos siempre!
*** "'Foreign media ignores accomplishments in Egypt,' SIS head says" Ahram Online - MENA 26/01/2021 http://english.ahram.org.eg/NewsContent/1/64/399625/Egypt/Politics-/Foreign-media-ignores-accomplishments-in-Egypt,-SI.aspx
**** Amr El Shobaki "The 25 January Revolution: Aspirations vs reality" Ahram Online 24/01/2021 http://english.ahram.org.eg/NewsContentP/4/399203/Opinion/The--January-Revolution-Aspirations-vs-reality.aspx
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