miércoles, 6 de enero de 2021

Cursillos para corruptos

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)



Sé que los comienzos de año son siempre de buenos propósitos, que luego se cumplen o no. Es el momento de mirar al futuro con ilusión y esperanza. Detrás quedan los malos momentos, los esfuerzos inútiles y demás cargas con las que los riñones existenciales se resienten. El año comienza y con él una imaginaria vida en la que todo es posible. Sí.

Pese a ello, me ha extrañado leer el titular de La Vanguardia "Interior inicia un curso para reinsertar a presos por corrupción", firmado por Joaquín Vera desde Madrid.

Los caminos del delito son insondables, desde luego. Pero hay que tener cuidado con los buenos deseos en su choque con la realidad. Compartiendo los ideales regeneradores de quienes han lanzado la idea, debo manifestar cierto escepticismo y algo de inquietud. La gente va a la cárcel por muchas cosas y la actitud ante el delito y el tipo cometido es esencial. En este caso, la "corrupción" también es compleja partiendo de la propia metáfora que la determina. Las cosas "se corrompen", los cuerpos "se corrompen" como parte de un proceso natural. La corrupción social es otra cosa y se parte de una concepción metafórica de la sociedad como un "cuerpo", el cuerpo social.

Se es corrupto y se corrompe. Son dos dimensiones diferentes. Los hay que son corrompidos y los hay corruptores. La corrupción se produce no solo por lo hecho, sino por el "mal ejemplo" que supone. La contemplación del delito de una persona corrupta induce a la corrupción de otros. Es corruptora por sí misma. Nos hemos acostumbrado a un uso restringido del término, pero la manzana podrida corrompe al resto del cesto. Por eso hay que retirarla, arrojarla lejos para impedir que contamine al resto.




En estos días hemos hablado varias veces del efecto "corruptor" sobre la democracia norteamericana de Donald Trump. Indudablemente, Trump es un "corruptor", más allá de que sea un "corrupto", algo que tendrían que determinar los jueces. Desde que salieron a la luz las conversaciones con el secretario del Estado de Georgia, se habla de corrupción. Las llamadas insistentes, en número y contenido, trataban de corromperle, es decir, hacer que incumpliera con su deber. Por eso existe un delito que es el intento de corromper, como ocurre en los intentos de soborno.

En elderecho.com, Pilar Rasillo López publicó un artículo en 2016 al hilo de las nuevas reformas en el código penal español en materia de corrupción, recogiendo la preocupación española por la cuestión:

 

La corrupción entendida como abuso de poder público para obtener una ventaja ilegítima en beneficio privado ha sido una constante a lo largo de todas las sociedades para obtener decisiones favorables de quienes ostentan el poder (1). En la actualidad la corrupción ha pasado a ser en nuestro país un tema de primera línea, a la vista de los numerosos casos de corrupción que han aflorado en los últimos años, algunos tan mediáticos como el Gürtel, los ERE, la Operación Púnica, Taula, Bárcenas o el caso NOOS, con imputaciones a miembros de la familia real. 

La corrupción constituye hoy un tema de gran preocupación para la sociedad española, que la considera como el segundo principal problema de España, detrás del paro. Aunque en el último barómetro del CIS de septiembre de 2016, el descontento por la corrupción y el fraude descendió, los españoles siguen considerando a la corrupción como el segundo problema principal que existe en España (un 36.6%) y un 13,7% considera que la corrupción y el fraude es el problema que más le afecta. 

El Eurobarómetro especial de 2013 sobre corrupción señalaba que el 95% de los ciudadanos españoles considera que la corrupción en España está muy extendida. En los Informes de Transparencia Internacional, España pasó del puesto 27 (con una puntuación del 6.7) en el año 2007, al puesto 58 (puntuación 36) en el año 2015, lo que supone una leve mejoría respecto de los años anteriores (puesto 60 en el año 2014 y 59 en el año 2013). 

A pesar de ello, según estudios recientes, en España la corrupción pública en España no sería corrupción administrativa -la corrupción entre los funcionarios es baja-, sino corrupción esencialmente política, que se habría desarrollado ante todo en el nivel local de gobierno y vinculada al boom de la construcción y al descontrol del sistema financiero; señalándose por algunos autores que a partir de un reforzamiento de las unidades investigadoras, se habrían descubierto casos relevantes y se habrían intensificado las noticias sobre corrupción; y que esas noticias confirmarían las hipótesis de desconfianza sobre los políticos (2).*

 


Podríamos decir que nos salva el funcionariado, que mantiene la integridad propia y de la administración, velando por nosotros y que, en cambio, nos engañamos nosotros mismos con los políticos a los que llevamos a los cargos y ellos se llevan lo que pueden desde ellos. Fallamos nosotros. El político corrupto corrompe. Acaba creando lo que aquí hemos llamado "tramas", las conexiones hacia dentro y hacia fuera. Es como un cáncer que se extiende pues su poder (también su debilidad) proviene de su capacidad de extenderse, de corromper más y más.

La "corrupción", en términos sociales, es muy compleja porque conlleva muchos elementos morales. La "corrupción" es una enfermedad; es lo contrario de la "salud", que sería el cumplimiento de las obligaciones y de los procedimientos. El cuerpo social corrupto es un cuerpo enfermo.

Hay sociedades en las que no se puede dar un paso sin toparse con la corrupción. Es la del funcionario en la ventanilla, la del guardia en la calle, la del que controla las obras públicas. Un certificado es un trámite penoso si no lo "aceleras" incentivando al funcionario. Cualquier cosa se convierte en un proceso corrupto. La sociedad se acostumbra a ello y procura cubrirse las espaldas haciendo a su vez favores.

Por eso es importante saber que nos preocupa la corrupción de las estrellas, de los políticos, de los partidos, de sus entramados empresariales, del manejo de los presupuestos y contratas, del cobro de un tanto por ciento en las obras. Lo malo sería que nos pareciera normal o que nos consideráramos tontos si no hacemos lo mismo.




La corrupción vende más que la honradez. Un corrupto se ve más que cien honrados. La honradez es discreta y casi nunca se premia. Se da por hecha. Nos sorprenden esas personas que encuentran una cartera con dinero y la devuelven quizá porque muchos piensan que devolverían la cartera y se cobrarían el favor. 

La lucha política hace que los casos de corrupción alcancen una enorme difusión porque los utilizan unos contra otros en vez de —como hemos señalado en varias ocasiones— aprovechar para realizar un ejemplar pacto contra la corrupción, con una reglas comunes de obligado cumplimientos por los partidos que lo suscriban y la creación de comisiones independientes que hicieran informes, que recibieran denuncias desde dentro o fuera.

Los casos de corrupción españoles son culebrones, una eternidad que desgasta y aburre. Procesamiento, sentencias firmes, etc. todo vale de excusa para cosas que resultan muy evidentes para todos. Los nombres se repiten una y otra vez en las discusiones parlamentarias y alientan debates que no buscan más que el desprestigio del otro, pero cuyo resultado es la erosión del sistema. Creo que queremos ver menos discusiones y más hechos, más principios pactados para erradicar la corrupción que su constante lanzamiento contra el ventilador.

La Vanguardia nos explica lo ocurrido en España estos años y la idea de esos cursos de "reeducación":


Bárcenas, Rato, Correa, Díaz Ferrán, Roca, Fabra o Urdangarín son solo algunos de los apellidos de los presos por delitos económicos que han ido poblando en los últimos años las cárceles de toda España. Desde este mes de enero, todos ellos, junto a otros 2.000 reos, podrán acogerse –de manera voluntaria, aunque contarán con beneficios– a un programa pionero de Instituciones Penitenciarias para reeducar y reinsertar a corruptos en la sociedad que finaliza con un encuentro entre el reo y una víctima para pedirle perdón por el daño causado. En el caso de Iñaki Urdangarín, al que se le acaba de otorgar la semilibertad, este curso será obligatorio si quiere seguir con las ventajas de cumplir su pena en un centro de inserción social o ir a casa un fin de semana al mes. 

Se trata del Programa de Intervención de Delitos Económicos que acaba de poner en marcha el Ministerio del Interior con unos objetivos claros: que los delincuentes no reincidan, además de responsabilizarse del hecho penado y pedir perdón. Un novedoso programa de reinserción que responde, según informan desde Instituciones Penitenciarias, al incremento significativo de los presos condenados por delitos económicos que cumplen condena en los últimos años en las cárceles de todo el país. 

“De ser una cuestión testimonial por reducida, se ha producido una explosión de nuevos ingresos. Tenemos la obligación de ofrecer tratamientos que intenten paliar los problemas que les han llevado a delinquir”, explica Miguel Ángel Vicente Cuenca, director general de Ejecución Penal y Reinserción Social de Instituciones Penitenciarias.**

 



No sé muy bien cuáles han sido los "problemas" que les han llevado a delinquir, como señalan en la información. A lo mejor tenemos que cambiar nuestra interpretación de lo que es un "problema" y de relativizarlo frente a potros problemas más comprensibles que afectan al común de los mortales, entre los que no se encuentran desde luego algunos de los nombres citados anteriormente. Compadecerse del delincuente está bien hasta que ves cómo viven; después puedes sentir compasión de ti mismo.

Tampoco sé si el incremento de los delitos de este tipo justifica lo que llaman "reinserción social". ¿A quién van a pedir perdón, a la sociedad en su conjunto que es normalmente a la que han robado y corrompido con sus actos? Entiendo que al delincuente que no tiene educación se le dé para que pueda encontrar un trabajo digno; entiendo que a los violentos se les enseñen técnicas de control de la ira; entiendo hasta que un terrorista se arrepienta y pida perdón a las víctimas... pero en el caso de los señores citados anteriormente no sé muy bien qué tienen que aprender. La mayor parte de ellos poseedores de buenas educaciones en buenos colegios, viviendo en buenos barrios y con lujosas casas, vehículos.

Estos señores querían lo que se repite hoy en las escuelas empresariales: nunca se tiene bastante. El que se contenta con lo que tiene, por mucho que sea, es un pringao. La única excusa que he escuchado en estos casos es la de "me dijeron que lo hiciera", la de la obediencia, la del condicionamiento para poder seguir subiendo en el partido y acceder a las decisiones de negocios más sustanciosos. Son comisionistas, conseguidores. Vivían bien, pero querían vivir mejor. No sé si esto tiene regeneración y menos inserción. Han vivido de las influencias y de ser influyentes. ¿Van a dejar de ser lo que son por asistir a un cursillo? Lo que eran les abría las puertas y les cogían el teléfono.  Tengo curiosidad por conocer el temario del cursillo.



El que haya aumentado el número de casos (más bien el de ingresos, los casos son los que pillan) no se va a solucionar con cursillos. Son los que los acogen fuera, los partidos, las instituciones, etc.  los que tienen que reformarse para no tener en su interior a las personas que corrompen. Se tienen que acabar las "tarjetas opacas", los fondos sin control, los concursos a dedo, etc. todas las mañas prácticas y los "agujeros" que aprovechan. Eso es la corrupción; lo otro son los corruptos y los corruptores. Pero el castigo está en que estos señores no son nadie sin esas influencias, sin ese respaldo que les viene de fuera y que usan para su propio beneficio o de terceros, partidos o empresas.

La posibilidad de que alguien se acerque a ellos en busca de favores es más reducida, aunque siempre les quedarán contactos y favores por cobrar, nombres que nos han dicho, etc. No todos ven mal sacar  provecho de puestos y situaciones. Son tiempos poco dados para hablar de moralidades cuando es el éxito lo que se valora por encima de todo. El camino por el que se consiga es ya otra cosa.

La corrupción tiene sus propias formas, su mentalidad propia. No es individual, sino grupal, involucra a otros y daña a todos. Lo preocupante es que la sociedad empiece a verlo como "nueva normalidad". Ese es el peligro real. Los corruptos no obedecen a un impulso, sino a un plan. Saben aprovecharse y disponen de recursos amplios para conseguir y ocultar, para mantenerse en la sombra y a plena luz simultáneamente. Necesitan convertirse en ejemplos vivos de lo rentable que es la corrupción, deben vivir bien. Y eso les pierde muchas veces, porque no es fácil dejar mostrar que se es más listo que el resto, que los mortales van por la vía lenta mientras que ellos, los olímpicos, van por la autopista y sin pagar.  Tienen gustos caros y los muestran.

Sería mucho más eficaz dirigir el esfuerzo hacia las instituciones, mejorando las auditorías, dando independencia a los que tienen que controlar las cuentas y los negocios públicos para que se redujera la tentación, que es el primer paso. Y luego la condena real, no con la boca chica.

Me queda la ilusión de que los cursillos para los corruptos se puedan comercializar por temporadas y los pueda coleccionar. Tendrán un lugar de honor en mi videoteca. 

 



* Pilar Rasillo López "Los delitos de corrupción tras la reforma del Código Penal por LO 1/2015" 14/11/2016 https://elderecho.com/los-delitos-de-corrupcion-tras-la-reforma-del-codigo-penal-por-lo-12015

** Joaquín Vera "Interior inicia un curso para reinsertar a presos por corrupción" La Vanguardia 6/01/2021 https://www.lavanguardia.com/politica/20210106/6168919/barcenas-correa-urdangarin-el-bigotes-interior-programa-reinsercion-presos.html

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