domingo, 24 de enero de 2021

De parecidos y guantes o sobre la crisis de los medios

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)




Llevo varios días resistiéndome, pero creo que se debe decir. Uno de los momentos más vergonzosos que me han hecho pasar los programas televisivos ha sido  la sorprendente "noticia" del "asombroso parecido" de una doctora transexual Rachel Levina, recientemente nombrada para la administración Biden, con la mitad de un conocido dúo cómico. Tras anunciar el nombramiento de una mujer transexual y mostrar su rostro, la imagen se completaba con el retrato del humorista para gastar bromas. No se profundizó en el hecho importante, sino que se le llevó a la broma y al ridículo. Pronto una riada de medios repetían la broma inicial. ¿Cómo iban a dejar pasar lo ocasión de repetir una gracia trivial?

Muchas veces te da vergüenza lo que ves y escuchas, pero creo que esta vez superó los niveles primero de vergüenza y después de indignación. ¿En qué están cayendo los medios, qué extraño juego caen o en qué desorientación se encuentran?

Los medios españoles sufren una profunda crisis que afecta tanto a su función como a sus prácticas, a su sentido de cuál es su función social y a los efectos sobre el público. Sé que decir los "medios españoles" es arriesgado porque hay muchas diferencias —afortunadamente— entre unos y otros, tanto por sectores (prensa escrita, audiovisuales, radio, digitales) como por las cabeceras. Hay, incluso, enormes diferencias dentro de cada medio, con buenos profesionales, gente que se deja la piel y que son los primeros probablemente en sentirse avergonzados por cosas que sus propios medios publican.




Aquí citamos cada día textos de medios que, entendemos, cumplen su labor informándonos de qué ocurre en el mundo y esforzándose por hacerlo bien. Pero también es cierto que, especialmente, en el campo de la televisión se está produciendo un cierto contagio de maneras de conseguir audiencias que están batiendo sus propios récords de ordinariez, trivialidad y despropósito.

Mientras algunos países, como acabamos de ver en los Estados Unidos, la prensa ha tenido un papel fundamental para combatir el avance de las falsedades para salvar el orden democrático, el panorama español es diferente y se ve arrastrado en su conjunto por una forma de considerar los medios y su función muy distintas.

Hasta hace unos años, el espacio de los informativos en las televisiones tenía una clara distinción del resto de la programación. Era la forma clara de decir que mientras las demás horas de programación podían responder a intereses de diverso tipo, como los comerciales, por ejemplo, y se podían emplear muchos estilos comunicativos, los informativos eran el espacio de la seriedad y sobre todo del servicio al público. Los periodistas eran periodistas y los criterios de organizar la información tenían un objetivo claro: la mejor información posible para los espectadores, a los que se respetaba en su acto de confiar para informase en un canal u otro.



Desde hace años esto ha dejado de ocurrir, la barreras en muchos programas se han rebajado y se permite el acceso de la publicidad, propia o ajena. Hace unos años, los profesionales habrían considerado inaceptable dedicarse a la publicidad en el seno del mismo programa, como se puede ver en la actualidad en varias de las cadenas. Ya sea para anunciar en el tiempo de informativos lo que se estrena esa noche en la cadena o, como en otras, insertar comerciales realizados por el mismo presentador. Pero esto es solo el comienzo.

Más preocupantes son las rupturas provocadas por las noticias intrascendentes, triviales, que permiten el chiste o la gracia. El informativo no se hace ya para contarnos el mundo y sus sucesos, sino para tratar de retenernos ante la pantalla de cualquier forma.

No es "lo que ocurre" lo que tiene preferencia para ofrecerse, sino aquello que pueda interesar, dándole a este término un sentido de mera atracción y en función de la capacidad de hacer que los espectadores tengan un sentido más completo de mundo en el que viven. Esto afecta a la forma de contarlo, que debe tratar de ser impactante,  morbosa o simpática, según los casos.



Muchas de las cosas que se nos ofrecen no son "noticias", pero se dispone de un oportuno vídeo sacado de las redes sociales que lo eleva a la categoría de "noticia". La excusa, claro está, es siempre su carácter "viral". Lo que se hace "viral" merece llegar a las pantallas de los informativos simplemente porque la gente lo ha hecho circular y eso es tanto justificación como garantía. Hay profesionales cuya tarea es rastrear vídeos curiosos que se nos introducen en las noticias con la misma naturalidad que cualquier suceso. Hay vídeo, hay noticia.

Un ejemplo claro nos lo ha ofrecido la prensa norteamericana y se ha hecho eco la española, con los guantes del senador Bernie Sanders en la toma de posesión de Joe Biden. Los miles de memes producidos lo han elevado a un acto tan importante como la toma de posesión. La vestimenta desenfadada de Sanders ha recorrido el mundo abriéndose paso seguramente dejando fuera otros aspectos importantes de la actualidad. Pero este ya no es el criterio sin la capacidad en entretener.




Hace años se acuñó el término "infotainment" para explicar la mezcla entre información y entretenimiento. Era el primer paso en este cambio de orientación, pero que va a más y, sobre todo, tiene consecuencias.

Los medios tradicionales están en crisis desde hace tiempo. No es una novedad. La televisión está en medio, ya que los nuevos medios son audiovisuales. Si la escritura se ajusta a la longitud del tuit, los audiovisuales se han ajustado a las longitudes en segundos permitidas por las diversas redes sociales, que a su vez establece la medida interna del tiempo estándar.

Nuestras medidas de los estándares temporales en muchos campos (incluida la educación) se han ido reduciendo. Lo que antes podíamos leer, ahora se nos hace largo, por lo que se recorta. Lo que antes veíamos o escuchábamos se ajusta ahora a las nuevas medidas de los vídeos y a las dificultades de concentración, comprensión y atención, algo de lo que se nos avisa constantemente desde muchos campos, pero lo ignoramos. Son demasiados los intereses en este mundo aparentemente desenfadado e informal; mucho el dinero que se mueve.




En mundo de la información forma un sistema donde todo interactúa. Lo hace además en interacción con sectores esenciales, como el educativo. Como personas, formamos parte de un espacio en el que estamos constantemente recibiendo y ahora produciendo información. Cualquier acontecimiento se vuele poliédrico gracias a las múltiples miradas que exploran el mundo, ya sea de forma voluntaria (teléfonos, cámaras) o involuntarias (cámaras callejera, de seguridad, tráfico...).

Hemos producido una sociedad mirona, por un lado, y con afán de protagonismo: mirar y ser mirados. Eso genera un tráfico del que se benefician los que poseen el campo de juego y fijan las reglas del movimiento. Lo que hemos contemplado estos días, las grandes compañías controlando o cerrado las cuentas del presidente de los Estados Unidos parecía más de una distopía invertida que de la realidad. Pero así ha sido y así siguen con una cadena que pronto será interminable: el líder supremo de Irán, autoridades chinas...

¿Cómo tratar este mundo saturado de información y cada día más alejado de los comunes mortales, narcotizados por imágenes triviales, buscadores de impactos, de emociones visuales, ya sean propia o ajenas? La herramientas se multiplican con nuevas aplicaciones que arrastran millones y que deforman con su peso el espacio mediático, que se curva y pliega antes el impacto innegable sobre millones.

Los informativos, los periódicos, etc. recurren cada vez más al propio mundo virtual más que al real. No muestran lo que las redes mueven y dejan de moverse por la realidad. Es más barato y eficaz encontrar el parecido entre una persona nombrada para la administración Biden y un cómico que investigar sobre los nombramientos y dar información valiosa sobre la primera persona transexual en la administración norteamericana. Es más barato coger un programa asiático de humor y hacer comentarios racistas "chistosos" ridiculizándolos que hacer un programa original. Cada vez proliferan más los "enfoques divertidos", los comentaristas chistosos.

Los medios tienen que competir con "influencers", con  "YouTubers", con ingeniosos que logran el objetivo supremo: atraer la atención. Ya no hay otro. La información es la excusa no el objetivo. ¿Cómo competir en la atracción de personas cada vez más triviales, menos interesadas en la profundidad de las cosas, sino solo es su trivialidad ingeniosa, en algo que retuitear? ¿Cómo compite la palabra con el meme, el logos con la copia?




Los informativos, de forma voluntaria u obligada, llenan sus espacios de los dos elementos que se comen la información sobre el mundo: la información meteorológica y el deporte, otro elemento sobredimensionado. ¿Se ha molestado alguien en establecer las diferencias entre las grandes cadenas informativas internacionales respecto al tiempo que dedica a ambos espacios? ¿Cuánto le dedicamos a cada ámbito? Los minutos que la BBC le dedica al tiempo meteorológico del mundo es el que empleamos nosotros para una sola autonomía. Nuestra "economía del desplazamiento" (movernos para generar gasto) hace que se le dedique este tiempo excesivo cuando se ignoran importantes cuestiones de la actualidad. Pero qué sea importante ya no lo deciden los profesionales, sino la gente cada vez peor informada sobre el propio mundo; son las cifras de la audiencia las que marcan de qué hablar, cuánto tiempo dedicarle, etc. Es un círculo vicioso.

La atención dedicada estos días a los "YouTubers" escapados a Andorra para pagar menos impuestos ha tenido que ser de un tanto desmoralizante para aquellos que tratan de informar profesionalmente y con profesionalidad. Estos jóvenes millonarios gracias a su ingenio, convertidos en héroes de la sociedad de la información, en emprendedores del ingenio, comunicadores sin barreras ni restricciones, acaban marcando las tendencias. Su éxito social es un síntoma más de cómo funciona la pecera en la que nos movemos cada día.

Hay una gran crisis mundial de la Información. El problema son sus consecuencias. Lo estamos viendo cada día. El ejemplo de la responsabilidad asumida por algunos medios en los Estados Unidos para enfrentarse al mundo de las fake news, de los reenvíos de tuits incendiarios, de los medios alternativos dedicados a la desinformación, hasta de los robots dedicados a la reescritura de tuits o noticias... solo se puede resolver mediante más y mejor información. Pero el gran problema es que la buena información solo se aprecia por parte de aquellos que desean estar bien informados. Y es este número el que decrece por la exposición continua a estos sucedáneos de información con los que somos bombardeados, que cread además, adicción informativa.




Los medios necesitan reorganizarse y reorientarse hacia un fin claro. Tienen todo en contra, desde el cambio de lo que se llama "modelo de negocio" hasta la competencia por la atención. Hace tiempo que la atención es estudiada desde múltiples ángulos, personales y colectivos, psicológicos y sociales. En ella está la clave del nuevo modelo económico.

La atomización de los medios en el ciberespacio de las redes resta eficacia; las "masas" ya no son los que eran. El papel vertebrador y orientador de los medios tradicionales agrupando audiencias se ha reducido ante la competencia de los nuevos medios, más absorbentes de la atención, más narcóticos, en términos de Marshall McLuhan, cuya importancia va creciendo conforme se desarrolla esta etapa narcisista en la que vivimos.

¿No es desmoralizante para un profesional que invierte tiempo y recursos en hacer una buena información comprobar que un vídeo sacado de las redes sociales tiene más lecturas que aquello que sabe que tiene interés? Más allá de la desmoralización, esto tiene un impacto fuerte dentro de una concepción economicista de la información. Su contrato depende del gancho, de la capacidad de atraer "visitas", de mantener la audiencia ante una pantalla o del número de visitas de su información.

Muchos medios importantes investigan sobre los efectos de la titulación para atraer a sus lectores. Unos titulares morbosos, intrigantes, etc. van a la contra de la práctica leal de que la información sea clara y los lectores sepan qué se van a encontrar. Sin embargo, eso no importa, solo el clic que te ha llevado hasta allí y que se contabilizará.

Son muchos factores, pero todos van en la misma dirección, la pérdida de tensión informativa, la creación de una realidad artificial de la que se informa en detrimento de la profundización en los acontecimientos reales. Pero estos ¿a quién le importan?



Cuando te enfrentas a un problema político de primer orden, como ha ocurrido en los Estados Unidos; cuando tienes que elevar la "verdad", una especie en extinción,  al centro de tu discurso, deberíamos comprender la importancia de tener un sano espacio informativo. Las democracias son espacios de decisión y por ello la calidad de la información es esencial. Para que esta se produzca hacen falta dos requisitos, profesionales bien formados y comprometidos, por un lado; por otro, algo cada día más difícil, una sociedad más consciente de sí misma, de sus problemas y necesidades, con capacidad crítica e interés en el mundo real.

La prensa surgió en el mundo en el siglo XVIII cuando el mundo se empezó a relacionar y cuando empezó a tomar el destino en sus manos creando algo llamado "opinión pública", que debía estar informada para tomar las decisiones que se habían alejado de los poderes absolutos, que no necesitan más que la obediencia.

Recibimos mucha información, pero estamos mal informados. Unas veces por los medios, que desatienden su función básica y se muestran como un negocio más o tratan de sobrevivir. Otras veces por la falta de interés en un mundo del que solo se ven las excentricidades, del que solo interesa lo insólito, que muchas veces se fabrica expresamente para ser consumido, para llenar programaciones y bolsillos. Me viene a la mente la imagen de una hoja en el aire, sin dejar de caer, sin llegar al suelo, movida por las corrientes de todos estos chorros informativos que nos mueven.




No voy a decir que la información que citábamos al principio sea una línea roja. Aquí cada día se pintan y repintan en un mundo posibilista y cuyas normas de modifican. Pero sí creo que cuanto peor sea nuestro sistema informativo, cuanto más nos coma esta fascinante trivialidad, más se deformará nuestra vida. Los medios son la tubería por la que tratan de llegar a nosotros. Por ellas pasa la actualidad filtrada, los políticos astutos que saben plegarse a estos modelos (Trump y sus tuits), los partidos con sus gabinetes de comunicación, las empresas con sus estrategias de penetración en los mercados... Todo es hoy comunicación. En este espacio de falsa naturalidad, donde todo está pensado al milímetro, donde el Big Data nos revela en nuestra trivialidad cotidiana, recibimos aquello que se nos asigna, lo que nos toca, lo que decide el algoritmo. Los múltiples desafíos que tenemos por delante necesitan que estemos bien informados; los que nos quieren sumisos, lo contrario.

Me imagino que a quien se le ocurrió la pieza del parecido habrá sido felicitado por haber conseguido el "minuto de oro", el momento de máxima audiencia, que la información se haya retuiteado hasta el infinito para mayor gloria de la nada, que nos espera sonriente. Todo se basaba, parece ser, en una estrategia causal de promoción del nuevo programa de los humoristas en la cadena. A alguien se le ocurrió la idea del "parecido" y les ha funcionado. La importancia histórica del nombramiento de Biden ha quedado difuminada por un mal chiste promocional. La BBC en español hablaba de los guantes de Bernie Sanders como uno de los "momentos notables" de la toma de posesión de Biden. Saben distinguir cuando se dirigen a sus audiencias británicas y cuando lo hacen en español, esencialmente hacia América Latina.

Este es el diseño mediático del futuro, la nimiedad convertida en tendencia. ¿Los efectos? Puede que incalculables pero camuflados por lo cotidiano. En aquellas sociedades en las que la educación falla, también lo hace la información, pues son los mismos receptores. Cuanto menor es el nivel social, más condenados estamos a consumir información basura. Es una interacción que hace que se rechace lo "difíci" y nos lancemos de cabeza al cenagal de este tipo de informaciones, cada vez más atractivas para el que se va vaciando de sentido junto con el mundo que le rodea que queda reducido a espectáculo intrascendente en el que solo se aspira a salir del aburrimiento existencial, al lento pasar de los días esperando el próximo chiste, la próxima gracia.



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