Joaquín Mª Aguirre (UCM)
La
noticia está en todos los medios: Trump ha indultado a Steve Bannon. La CNN le
dedica un enorme frontal en el mismo día que, dentro de unas horas, Biden
entrará en la presidencia. Ha aguardado hasta el último minuto para evitar lo
que difícilmente podrá evitar. Sobre el papel, la posibilidad de "indultarse"
a sí mismo, curiosa e ilustrativa paradoja que culmina, como guinda infame, un
pastel amasado con desvergüenzas, mentiras y delitos encargados a los amigos
que reciben ahora su recompensa en forma de indulto.
Pero
creo que esta es la mitad del asunto. Evidentemente, Trump no puede estar en la
calle, protegido por su condición presidencial, y estar sus colaboradores directos
—sicarios y estrategas— en la cárcel. Eso supondría un peligro constante para
él por lo que pudieran declarar o aclarar, dada la peculiar flexibilidad
negociadora del sistema judicial norteamericano.
Teniendo
en cuenta el peculiar sentido de la "lealtad" (el mismo de los
mafiosos) que Trump exige, el paso por la cárcel es visto como una demostración
de fidelidad al jefe, algo que Trump necesitará para su proyecto de futuro, que
puede ser modelado desde este tipo de detalles.
Son
muchos los que se preguntan por el "futuro" de Trump. En el concepto
se incluye, como marco, el futuro de la vida política norteamericana de los
próximos cuatro años, el del partido republicano y el de la convivencia social.
El
escenario de un Trump callado no es factible porque va contra su propia
naturaleza. Ya no es solo el ego, sino su —declarado públicamente— sentido de
la venganza. Esto forma parte de su visión de la vida y del poder. Mata a tu
oponente, no dejes atrás nada que se vuelva contra ti y persigue hasta el
infinito a tus enemigos, como se suele decir, que no puedan dormir tranquilos.
Otras personas se tomarían un tiempo después de pasar por la presidencia. Trump
no.
Él no
es un "presidente saliente"; es un monarca exiliado, que necesita su corte en el exilio planificando
la restauración de su reino. Lo que hemos visto durante el mandato de Donald
Trump es más que suficiente para intentar especular sobre lo que será el día
siguiente a su salida y el resto hasta llegar a las siguientes elecciones.
La
principal estrategia de Trump hacia el futuro será no perder el capital que
suponen 73 millones de votos, una enorme cifra, que ha necesitado de un enorme
esfuerzo demócrata para poder superarlo. Desde esta perspectiva, el objetivo de
Trump no puede ser otro que el desprestigio de Biden, presentar sus acciones
como "anti americanas", una entrega a las aspiraciones de China,
traición al "MAGA", etc. Si Biden, ha anunciado procesos de regulación
de los inmigrantes, el último acto de Trump es ante el muro construido en
Texas, presentado como una defensa frente a la "invasores",
delincuentes (los "bad hombres") que llegan del sur. Lo mismo irá
ocurriendo con todos los pasos que dé Biden: relaciones con Europa, cambio
climático, políticas en Oriente medio, etc.
Para
poder hacer esto, Trump tiene un obstáculo que pronto se verá si es capaz de
saltar: el partido Republicano. Si Trump se autoproclama como candidato a las
próximas elecciones, el partido tendrá que decir algo. Debilitado por la
pérdida de las dos cámaras, se enfrenta a una situación compleja: quedar
marginado como oposición si se opone a Trump y a sus tácticas mediáticas del
contacto directo con sus seguidores, por un lado, o convertirse en una mera
empresa del grupo Trump, cuya función es aplaudir al viejo monarca depuesto,
soñando con un regreso. Quizá en esta decisión este realmente el futuro.
La
cuestión está en la capacidad del partido republicano en distanciarse de lo que
será el trumpismo reconociéndolo como una aberración autoritaria respaldada por
los grupos extremistas. Por eso Trump necesita recuperar a Bannon, a Flynn y a
otros halcones que le sirven de enlace, estrategas del populismo nacionalista a
la americana y exportadores de turbulencias.
Con
unos Estados Unidos tomado por las fuerzas de la Guardia Nacional, con las
fuerzas de Inteligencia intentando rastrear los infiltrados (o reclutados) en
sus propios cuerpos, sin poderse fiar demasiado de un simple guardia que se
pone en una puerta, el riesgo de que esto se vuelva una "normalidad",
un país más allá de la división política, bajo riesgo de altercados como el del
asalto al Capitolio, la situación próxima no va a ser fácil.
Creo
que todo el mundo es consciente que ante esto, una situación actual que algunos
analistas compara con la división de la Guerra de Secesión, las bunas palabras
de Biden se van a quedar en eso. Los intentos de revertir lo hecho por Trump
serán interpretados, como hemos señalado, como debilidades y traiciones. Pueden
ser eficaces y justas en un nivel, pero desde el punto de vista de su
percepción, el trumpismo mediático lo presentará como fracasos.
Trump
necesita sus aparatos de propaganda propios, tanto en redes como otros que
cubran el hueco —si se echan para atrás— de la FoxNews. La fórmula de contacto
directo (sus tuits) y amplificación mediática (FoxNews y medios afines) le ha
funcionado e intentará repetirla, aunque sea con agentes nuevos. Necesita
también del gabinete estratégico, el grupo de fieles que está sacando de la
cárcel a golpe de indultos.
El
partido republicano tiene una vez más la palabra y el destino en sus manos.
Tendrá que decidir si defiende el sistema democrático norteamericano y se opone
a Trump, tanto por el asalto al congreso como por su intento de controlarlo, o
si, por el contrario, planta cara a Trump, aunque pierda las próximas
elecciones de dentro de cuatro años. Para esta última opción, necesitará
reconstruirse en lo personal, lo moral y lo ideológico, librándose de la vieja
guardia que se puso al servicio de Trump y le libró de un primer impeachment a
sabiendas de sus manejos, por lo que perdió el sentido de la moralidad
política.
Por
eso, este segundo impeachment es decisivo, de lo que ocurra en él depende el
futuro, sobre todo el de Trump, menos el del trumpismo, que agrupará filas con
él y en el que, si es eliminado, se abrirá una lucha feroz por gestionar esa
masa del MAGA, que muchos se resisten a desperdiciar. Ya hay candidatos, como
el oscuro Mike Pompeo, un hombre salido del Ejército, forjado en el mundo de
los intereses empresariales, pasado por la jefatura de la CIA y, finalmente, Secretario
de Estado. Todo junto nos da un perfil especial, del que Pompeo ha sabido
ocultar los elementos oscuros (la financiación de sus donantes), crearse su propia
línea de intereses en la sombra de Trump. Pero puede que no sea el único, con
algunos republicanos más trumpistas que Trump, que se lanzarán pronto a la
conquista si Trump es inhabilitado o algo peor.
El entierro político de Trump nos dejará un Trump zombi, sin otro fin que la destrucción y, quizá, colocar peones que pueda controlar. Al menos lo intentará; lo del segundo plano no va con él.
En apenas
unas horas, Joe Biden jurará su cargo como presidente. Lo que ocurra desde ese
momento marcará el futuro por mucho tiempo. Con la imagen de los Estados Unidos
perjudicada, con el liderazgo de China, con los puntos de fricción alentados o
creados por Trump, Biden cuenta con una importante baza en el exterior: la
práctica totalidad del apoyo mundial para olvidar a Trump. Con la excepción de
algunos dictadores y de algunos aspirantes a serlo, el mundo suspira por todos,
por un respiro y poder reconstruir relaciones, volver a tratados comunes, poder
simplemente hablar para hacer algo mejor. A su pesar, Trump nos ha enseñado
algo importante a todos: lo desastroso de su persona y de los efectos de lo que
representa en la presidencia de un país como los Estados Unidos. Esto debería
ser un aviso para los políticos democráticos de todo el mundo, pues la amenaza
populista es global y cada vez más coordinada, algo a lo que ha contribuido el
propio Steve Bannon, hoy mismo indultado.
El
indulto de un delincuente (Bannon ha sido condenado por estafar dinero a los
donantes republicanos) es el pistoletazo de salida de la carrera del mismo
Trump con distinto pellejo, pero que sigue siendo el mismo. Los indultos han seguido la misma tónica que "su reinado", una línea absolutista, del poder sin justificación y personal, algo a lo que le va a costar renunciar. Los indultos son un último insulto, un desprecio al orden, a la justicia y a la moralidad. Es decir, puro Trump; hacer lo que se puede y no lo que se debe.
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