lunes, 25 de enero de 2021

Emociones que se pagan

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)



Algunos se han hartado y ya no lo llaman "ola", sino directamente "resaca". Casi todos ellos son médicos y sanitarios que ven el espectáculo trágico de las UCIs y les toca lidiar con lo que les llega. Esta misma mañana se lo escuchaba a un médico —""¡Queríamos "salvar la Navidad! ¡Pues ya le tenemos salvada!"—. Hace un par de días una enfermera se echaba a llorar y ahora lo leo en La Vanguardia. Hay que repetirlo: esto no son las olas del mar, que te llegan a la orilla; esto somos nosotros salpicando en la bañera, poniéndolo todo perdido y calando al vecino de abajo.

Se quejaba un consejero autonómico hoy mismo que "no tiene sentido" reunirse en casa si no te dejan hacerlo en el bar, chiringuito o cafetería. Esto obliga a establecer vigilancia en los espacios privados y la creación de roces constantes, ya que son los vecinos los que denunciarán las actividades que se realizan en las casas.

¿Es tan difícil? Parece que sí, que es un reto insuperable.

Le estamos cogiendo el gusto, además, a la excusa. Esta vez es la "cepa británica", la "brasileña" o cualquier otra. Cualquier desidia la compensamos con una excusa: "¡ah, claro!¡La cepa británica! ¡Acabáramos!" Todo aclarado y no se hable más.



Las cifras crecen por todo el mundo, por lo que deduzco que no somos más tontos que el resto; al menos no mucho más. Pero puede que nosotros tengamos nuestra especificidad.

Esta mañana nos mostraban imágenes de los Países Bajos, con la quema de un centro de vacunación contra el coronavirus. RTVE nos ha dicho que eran "negacionistas", otros que era gente que estaba "en contra de las restricciones" que comienzan hoy allí.

Una parte de las depresiones del personal sanitario se debe a dejarse la piel en los hospitales y al salir encontrarte con terrazas llenas, con gente viviendo la vida sin restricciones, con total descaro. Debe ser desmoralizante. ¿Recordamos los casos de las enfermeras a las que se amenazaba con carteles en los ascensores porque no se las quería en el edificio?

¿Fatalismo o desidia? Que ocurra lo que tenga que ocurrir o me da igual lo que ocurra. Da igual porque los efectos son los mismos.



No se acaba de entender el papel de los medios, saturados ya de información repetitiva, dando listas diarias de fallecidos, ingresados, contagiados, etc. cada vez más parecido al información del tiempo. Ayer, aprovechando lo de la "cepa británica", recogían las declaraciones previas del doctor Simón señalado que la "cepa británica" sería algo tangencial, sin apenas incidencia. Un turista por aquí, un par de trabajadores de La Línea por allá... Nada preocupante. Hoy es lo que más preocupa. Menos mal que el doctor Simón sobrevive casi a todo. Pero parece ya una especialidad periodística "pillar a Simón". ¡Cosas de los medios y de los que están detrás!, de los que les interesa dejar caer, como el que no quiere la cosa, que estos científicos se equivocan, que este gobierno se equivoca o que este doctor se equivoca, según el foco de antipatía.

En La Vanguardia leemos la entrevista al doctor Yuguero:

 

Con la errónea sensación de que en la intimidad familiar o entre colegas no hay riesgo, se registraron esta Navidad la mayoría de infecciones de esta tercera ola que vuelve a desbordar al sistema sanitario. Y la fatal estadística aún no refleja los contagios por la interacción en la semana de Reyes. Así describe Oriol Yuguero, médico de urgencias del hospital Arnau de Vilanova, su día a día en las últimas semanas.

LA RESACA navideña

“Los pacientes confiesan haber mantenido más de 20 contactos en 48 horas”

¿Le sorprende que casi el 70% de los contagiados en esta tercera ola confiesen que se infectaron en sus domicilios?

En absoluto. Y menos después de constatar una realidad jamás vista, desde el inicio de la pandemia, en el servicio de urgencias del hospital en el que trabajo.

¿Cuál es esa realidad?

La mayoría de pacientes que estas últimas semanas llegan al hospital confiesan haber tenido más de una veintena de contactos en solo 48 horas. Es una barbaridad y es totalmente nuevo para nosotros.

Eso son muchas burbujas...

Demasiadas. Esos pacientes nos cuentan que en un mismo día comieron con sus padres, cenaron con sus suegros y al día siguiente quedaron con un grupo de amigos. ¿La excusa? Que era Navidad.

¿Cumplirían, al menos, con la orden que limita el número de comensales en la misma mesa?

Sí, eso es lo que dicen muchos de estos nuevos enfermos víctimas de las fiestas navideñas, y que ahora lamentan, cuando ya no hay nada que hacer, haber bajado la guardia. Pero lo que no calcularon es que de nada sirve limitar el número de personas en los encuentros si se programan varias citas en muy pocas horas con diferentes burbujas.*

 


Sí, Navidad. No hay otra. Salvemos la Navidad, salvemos las ballenas... Salvar está muy bien. Pero las consecuencias están ahí. También a nosotros tienen que "salvarnos", pero no solo del COVID19, sino de nosotros mismos.

Somos una sociedad cómoda, que es lo que se estimula. Desde que decretaron que el ahorro era un crimen contra la humanidad, el gasto tiene un fundamento social: salvar la economía. Ahora hay que salvarlo todo, incluso lo insalvable. Todo... menos nosotros mismos, a los que nos salvan los sanitarios. Al menos, a los que se pueden salvar.

Con el paso del tiempo se ha ido viendo la evidencia. Se trata de "salvar" a todos menos a los que caigan. Es el porcentaje de "bajas" entre guerra del consumo contra la naturaleza.

Ahora que tenemos vacunas, todos nuestros políticos se han vuelto muy serios y exigentes. No quieren que las cifras se vuelvan contra ellos. Antes era la economía la que no querían que se volviera contra ellos. Ahora son las cifras de muertes, que quedarán en algún momento "estables", suponen.



Lo que explica el doctor Oriol Yuguero es de una obviedad palmaria. Pero hacemos unas interpretaciones sui géneris cuando no interesa. No queremos entender y lo hacemos buscando subterfugios, como con los "allegados". ¡20 contactos en un día! ¡Buena vida social! Seguimos entender que el número no es garantía de nada, solo una reducción de probabilidades. Muchos han entendido que pueden tener 10 reuniones diarias si son pocas personas o si son de la familia, ¡como si eso importara algo!

Si la pandemia nos deja una imagen es la de empecinamiento suicida. Ahora los ingresos han ido reduciendo las edades. Era de esperar, porque es la vida social, las interacciones personales las que determinan las probabilidades del contagio.

Tener que estar todo el día con la prohibición en la mano en vez de con el sentido común nos muestra esa incapacidad para acabar de entender —ya vamos para el año— cómo funciona esto.

 

Pues habría que aprender la lección...

Confío. Las personas que han pasado por esta nueva realidad creo que lo han entendido. Aunque la gran mayoría presentaban lo que conocemos como fatiga pandémica. Confesaron que estaban ya muy cansados de tantas limitaciones y de no poder compartir mesa, como antes, con sus seres queridos. Creo que esta Navidad vencieron los sentimientos a la prudencia. Pero una cosa es muy cierta: estamos pagando una factura, muy cara por esos incumplimientos. Afortunadamente, otras muchas sí cumplieron y se lo agradezco de todo corazón.*

 

No sé si es demasiado optimista. Los que han tomado medidas, saben que han servido de algo, que es duro pero que han protegido sus vidas y las de los suyos. Los que se lamentan ahora encontrarán alguna caja de excusas, como el "cansancio", la "cepa británica", la "brasileña" o cualquier otra.

Nos lo han explicado de todas las maneras posible, decenas de veces al día. Lo han hecho con gráficos, estáticos y animados; con simulaciones; con pizarras, de viva voz... Los medios lo han repetido hasta el aburrimiento. Pero no ha servido de nada. Las emociones navideñas nos han arrastrado, han nublado nuestra precaria inteligencia.

No es fácil resistirse a tanta invitación, a tanto deseo de verte. "¡A ver si nos vemos!" Pues no, hay que hacerlo, hay que resistirse. Es bueno el doctor: los sentimientos vencieron a la prudencia... También los hicieron a las vacaciones veraniegas, a los cumpleaños, entierros, despedidas de solteros/as, a los sanfermines alternativos, a los puentes, a las rebajas... Demasiados sentimientos. Si hay "inteligencia emocional", ¿también hay "estupidez emocional"? Me temo que sí.

 


* Javier Ricou "“Con la excusa de la Navidad se cometieron barbaridades”" La Vanguardia 25/01/2021 https://www.lavanguardia.com/vida/20210125/6195429/pandemia-espana-medico-entrevista-restricciones-covid.html

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.