Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Los
peores augurios parecen cernirse sobre la democracia norteamericana. El Partido
Republicano ha elegido el peor camino, el de la senda del trumpismo. ¿No han
entendido todavía a dónde les lleva a ellos y a dónde lleva al país el modelo
que Trump ha normalizado en la vida política? ¿Es tan difícil verlo?
Probablemente una de las consecuencias más acusadas de la era Trump sea la
desconexión del mundo real y el adentramiento en una peligrosa fantasía
política y social basada en formas de prédica del desastre, en llevar a la
gente hasta el extremo, rompiendo las reglas de la convivencia.
¿Ha
perdido tanto el rumbo la política, el sentido de lo común en favor de la consecución
del poder? Es necesario reformular los principios y bases de la política misma
para intentar comprender las perversiones que la aquejan desde su propio
interior, tratar de comprender su progresiva transformación bélica y la
ostensible extensión a la ciudadanía, que comienza a enfrentarse.
Trump
es un fenómeno que no puede ser ignorado dentro ni fuera del país. Lo que
ocurre en Estados Unidos no se queda en Estados Unidos. Los efectos de una
súper potencia son incontables y de carácter sistémico. En el interior, Trump
está a punto de arrastrar al país llevándolo a una división sin precedentes, como
se ha observado por múltiples analistas, desde la Guerra Civil.
En esta
situación ha jugado un papel esencial el mecanismo del "colegio
lectoral". Ya ocurrió cuando resultó elegido con menos votos que su
contrincante. Pero lejos de suponer esto un freno, supuso la profundización en
los fenómenos de radicalización, llevando a la sociedad al enfrentamiento
constante, incluso con casos como el asalto de Capitolio, hecho que simbolizará
el cambio de rumbo de la convivencia norteamericana, ya anticipado por
múltiples sucesos que recibieron el apoyo directo e indirecto de Trump, del racismo
a la violencia policial; de la intimidación armada a los gobernadores que no
secundaban sus políticas (como en Michigan) a las actuales amenazas a los
senadores republicanos que han votado a favor del impeachment.
Trump,
que carece de sentido político, tiene voluntad
de poder, que es algo muy distinto. No se considera un "representante"
porque carece de ese sentido del deber, de la escucha y de la humildad
necesaria para ello.
Las
instituciones democráticas las percibe como un obstáculo y, en la mejor
tradición fascista, ha desarrollado una "conexión emocional" con algo
llamado "pueblo", que representa su alter ego colectivo. Esa
"masa" que le sigue lo hace porque le refuerza sus frustraciones, le
marca sus enemigos y le da las soluciones que satisfacen ambas. Su personalidad
autoritaria y egocéntrica le enfrenta a toda institución, como ha podido
comprobarse, que no pueda manipular y poner a su servicio.
En la CNN leemos, de mano de Stephen Collinson:
In an extraordinary comment on Thursday, House
Speaker Nancy Pelosi warned of the enemy "within" in an apparent
reference to some pro-Trump Republicans.
"We have members of Congress who want to
bring guns on the floor and have threatened violence on other members of
Congress," Pelosi said.
Given the urgency of getting every American --
regardless of party -- a vaccine before the pandemic mounts another deadly
wave, it might have been expected that the Republican House leader would be
locked in negotiations.
But Kevin McCarthy was in Florida, paying
homage to the ex-President, paving the way for Trump's political comeback and
effectively launching the 2022 midterm election campaign.
The make-up session means McCarthy is pinning
his hopes of winning the House majority next year on the Trump base and an
aggressive political effort by the former President. Far from being ostracized
for trying to destroy democracy, Trump is yet again dictating its future.
Trump is still a hero to his base, but since he
just comprehensively lost a national election, McCarthy is taking a gamble. In
the shorter term, his genuflection means that with the House GOP in thrall to
the former President and his vengeful instincts, Republicans will be even less
ready to work with Biden on critical efforts to respond to the pandemic.*
La ceguera republicana es enorme, peligrosa y contagiosa. Los que apuestan por la continuidad con Trump y el trumpismo a la vista de los enormes resultados electorales están jugando con fuego y con una esperanza secreta en muchas de sus mentes, capitalizar el trumpismo tras Trump. Es una baza arriesgada tanto para el partido como para el país y, por ello, para el resto del planeta que volverá a estar sometido a chantajes y amenazas, el único lenguaje que Trump entiende desde el poder y la fuerza que le da estar al frente de los Estados Unidos. Trump es la fuerza; eso es lo que exalta y lo que utiliza. Y eso es terriblemente peligroso en un mundo global y sometido a desafíos planetarios.
Creo que la política de Trump es belicista y que en cualquier momento puede estallar, pues esa es la demostración de fuerza que busca para que nadie se oponga a su estrategia. Para él y los que le sigan no tiene sentido unos Estados Unidos poderosos sin demostración de ese poder. Trump ha buscado el conflicto "ejemplar", es decir, aquel que demuestre a otros, dentro y fuera, el poder norteamericano y las consecuencias de desafiarlo. Eso conecta bien con esa masa violenta y frustrada que le sigue, a la que ha convencido que ha sido una forma de parasitismo lo que ha hecho que otros se desarrollen "robándoles" el control del mundo, su destino como potencia.
Si el partido republicano no se regenera —y tiene todas las trazas de no hacerlo— la política norteamericana dejará de ser para volver a la violencia contra los diferentes, considerados enemigos que hay que exterminar. El grito de "¡USA!", con el que se asaltó el Capitolio y se vejaron las instituciones y personas son una muestra del tipo de "grandeza" que Trump ha alentado desde su absoluta indiferencia por la política, las instituciones y los resultados electorales.
Una vez más: Trump es el aglutinador de las múltiples corrientes de descontento, ignorancia y prepotencia: de los anti globalización a los anti vacunas; de los negacionistas de las vacunas a los teóricos de la conspiración de todos los pelajes; de los "proud boys" y el KKK a la exoneración mediante indulto de mercenarios criminales condenados por la justicia. Con Trump, la política norteamericana es un aquelarre. Pero es un negocio, tanto político como económico, y muchos no quieren renunciar a él ni al poder que otorga. Atrae, de esta forma, a lo peor hacia la política, del violento al ambicioso, de mercenario al mentiroso. Por eso es esencial la actitud dentro del partido republicano, pero cada día con menos esperanzas de cambio si los trumpistas lo arrasan en su beneficio.
Sigue siendo un problema que se vea como un fenómeno "norteamericano", pues es el resultado de una serie de factores comunes en las democracias avanzadas. No es un caso de "tercermundismo", como algunos señalan. Es el huevo de la serpiente. Los que conocen el filme de Bergman saben de su análisis del ascenso del nazismo en Alemania. Las consecuencias las conocemos todos.
Los nuevos riesgos parece que se ignoran y los viejos peligros se olvidan. Es el peor escenario.
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