Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Lo
llaman ya "la guerra de las vacunas" y no ha hecho más que empezar.
Algunos consideran un héroe a Boris Johnson porque, después de haber fallado
estrepitosamente en el control de la pandemia, se ha hecho con el control de
las vacunas. No se sabe muy bien cómo, pero dicen que con malas artes y hablan
de la conexión británica de una de las empresas, que es anglo-sueca, la AstraZeneka.
La empresa, según apunta la Unión Europea, ha sido capitalista para contratar y nacionalista
para repartir.
La
respuesta europea ha sido fulminante: una ley para impedir que las vacunas que
se fabrican en el continente salgan para donde no deben, es decir, al otro lado
del canal, hasta que aquí no esté entregada la parte que se había pactado y
financiado. ¿Piratas de la vacunación surcan el Canal?
Aprovechando
la ligereza que les ha dado el Brexit, los británicos ha seguido su propia
política, lo que no exime el incumplimiento de la empresa ni el que lo hayan
contratado antes. Los plazos son los plazos y la farmacéutica amplía la mala
fama del sector precisamente por estos juegos con la salud y la enfermedad.
¿Han engañado a la Unión Europea? ¿Se están desviando vacunas a Reino Unido
indebidamente? Y algo peor: ¿está pasando algo raro con las vacunas que sobran?
Porque, sí, las sospechas de que se esté creando un mercado negro de vacunas
empieza a recorrer las páginas de la prensa.
Los
"adelantados" españoles, los que no esperan a que les toque el turno
y se saltan el protocolo, pueden quedarse en nada si sale a la luz un mercado
negro de vacunaciones, mucho más rentable que la venta al por mayor y, sobre
todo, si se crea un estado alto de demanda al restringir las vacunas disponibles.
Una simple cuestión de mercado: cuantas menos vacunas haya disponibles, más
aumenta su precio de mercado.
En La
Vanguardia, Marta Ricart titula su artículo de forma directa: “¿Tienes la
vacuna? Pagaré. Ponle precio”. El texto hace referencia a las llamadas y
presiones a los centros hospitalarios preguntando por las vacunas por parte de
aquellos que ven lejana la fecha del pinchazo, por algún motivo, ya sea por su
grupo dentro de la sociedad o porque tiene muchas ganas de lanzarse a la calle
a romper el mundo. Las respuestas que algunos dan a los centros cuando les
preguntan por la urgencia, escribe la periodista, son de todo tipo, desde el
que quiere viajar por el mundo (mala excusa en estos momentos) a los que dan
por respuesta “no voy a aplazar mis planes personales por la pandemia”*, señala.
Escribe Ricarte en el artículo:
La vacuna contra la covid es un bien
preciado, objeto de mercadeo al más alto nivel mundial, entre gobiernos y
multinacionales farmacéuticas, y parece que algunos querrían llevarlo también a
una escala menor. “¿Tenéis la vacuna de la covid?”. Es una de las preguntas que
escuchan casi cada día en el Centro de Atención al Viajero Internacional del
Hospital Clínic de Barcelona. Reciben estas semanas consultas sobre el fármaco,
no saben si por ignorancia de cómo funciona la vacunación o, en algunos casos,
por arrogancia, porque más de uno ha insistido: “pagaré”. O “¡dime un precio!”,
“¡ponle precio!”, cuando los sanitarios contestan que no la tienen. También hay
quien dice “pagaré para que me pongas en la cola”.
“Casi es una suerte que no dispongamos de la
vacuna, porque la presión podría ser tremenda”, comenta una sanitaria del
centro, que confiesa que le indigna esta postura de “quienes quieren saltarse cualquier
turno”. Dos compañeros coinciden. “Aunque tuviésemos la vacuna, ¡cómo vamos
nosotros a ponerle precio! Explicamos que la vacunación de la covid la hace la
sanidad pública de manera gratuita, pero que irá llegando a la población por
grupos de prioridad de riesgo”, añaden. Hay mucha desinformación, se quejan.
¿No se han enterado algunos de los planes de vacunación? Hay a quienes no les
convencen las explicaciones. O no se quieren dar por enterados.*
A nadie
se le escapa que el valor se centra en la escasez. Si las vacunas o la
vacunación (son dos cosas distintas) se retrasan más de lo esperado, el mercado
ya existente se ampliará con efectos imprevisibles. Qué efecto tenga esto en
las personas es lo que está por ver. El aumento del porcentaje de personas que
se quieren vacunar ha ido aumentando, lo que es otro factor a tener en cuenta
sobre la creación de expectativas.
Si no
se controlan las vacunaciones y se siguen produciendo "malos ejemplos",
este factor tendrá efecto sobre las personas, que consideran sus cumplimientos
revisándolos.
Me temo
que no se están teniendo en cuenta todos los efectos del anuncio de las
vacunas, un factor evidentemente positivo, pero junto a otro de carácter
restrictivo, como son la lentitud en la distribución y el orden de vacunación.
Por poner una comparación, es como el que toma relajantes y estimulantes
simultáneamente. La existencia de la vacuna me excita y la falta de vacunación
me frena. Eso tiene consecuencias.
Creo
que se está dejando crear unas expectativas sobre la vacunación que pueden ser
muy problemáticas para el comportamiento futuro. Podemos encontrarnos con una
sociedad dividida: la vacunada —libre para todo— y la sin vacunar —un grupo de parias,
limitados en su vida y actuaciones, mirados mal por el resto—, algo de lo que
ya tenemos ejemplos sobrados a lo largo de este tiempo largo que llevamos
sometidos a los peligros del coronavirus y del comportamiento irresponsable,
discriminatorio y egoísta de algunos. Las ideas de "pasaportes"
tienen como función establecer barreras entre unos y otros. De esta forma,
piensan alegremente, se podrá dejar entrar, circular, etc. a unos y marginar a
otros hasta que estén vacunados. ¡Sorprende la alegría con la que algunos
perciben el mundo!
La
ralentización de las vacunaciones va a crear nuevos problemas y actitudes que
es necesario prever y evitar antes que sea demasiado tarde. La pandemia, lo
hemos dicho, hace salir a la luz demasiados problemas y defectos, carencias y
vicios, a la vez. No solo es una enfermedad; es un detonante del comportamiento
social llevado al extremo, desvelador del comportamiento humano, individual y
social. Es algo que los anuncios, los eslóganes, los discursos políticos no
logran camuflar.
El miedo, por un lado, y el egoísmo, por otro, en ocasiones combinados son aspectos que producen alteraciones en el comportamiento. Los psicólogos están detectando tendencias colectivas de agresividad, de agorafobia en unos y de claustrofobia en otros, de falta de empatía. Los incidentes de enfrentamientos que se producen en distintos puntos de España por jóvenes que no renuncian a sus botellones o celebraciones privadas —que también se producen por Europa o Estados Unidos principalmente— tienen un componente nihilista que ya marcaba a una generación que no encuentra su sitio debido a las crisis económicas y, en muchos casos, familiares. Ese nihilismo se está volviendo agresivo y forma parte de esa respuesta generacional de rechazo hacia lo instituido.
Me comentaban hace unos días el caso de una especie de ataque de pánico de una mujer cuando les notificaron que debían volver a teletrabajar. Los hogares se están convirtiendo en espacios de conflictos porque muchos no están psicológicamente para una convivencia continuada, lo que les altera. No digamos ya si existen malos tratos o su temor. Los encierros han dado lugar a un problema real en este sentido, con un aumento de las cifras de violencia en el interior de los hogares. No es de extrañar que se produzca este rechazo a estar en casa o a teletrabajar en muchos casos. La vacuna se percibe entonces no solo como una cuestión relacionada con la salud, sino como un elemento que puede liberarnos de situaciones problemáticas.
Pero
mucho me temo que de nuevo se están creando unas expectativas que se pueden
volver contra las vacunaciones al hacerse a este ritmo tan lento y esta jerarquización protocolaria para decidir quiénes. Los
saltos del turno de vacunación, el "descuido" de dosis que van a
parar a no se sabe dónde, la sospecha de que pronto pueda haber un mercado
negro, etc. pueden convertirse en factores que alteren la presunta tranquilidad
del proceso de vacunación. Aquí no va a esperar nadie con una sonrisa que
"le toque", como estamos viendo, sino que van influir muchos
factores.
Desde
hace días, en una cadena española de televisión, he escuchado a algunos
comentaristas "relativizar" la idea del "protocolo", decir
que "no es una ley", que es algo que algunos han establecido por su
cuenta, etc. Se ha producido en el momento en el que muchos se han saltado ese
protocolo, mostrando lo fácil que es saltarlo o, lo que es lo mismo, la falta
de control sobre las mismas. Si alguien, como es el caso, se puede llevar
vacunas a su casa para ponérsela a su marido, es que no todo está tan claro como
debe. Se nos mostraron imágenes de cómo Ejército y Policía escoltaban las
primeras vacunas llegadas... ¿Y después, una vez en el hospital o lugar donde se
depositaran? ¿Cualquiera podía llamar a decir que se la pusieran?
Creo
que la condena social a los que se han aprovechado de cargo o cercanía a las
vacunas —de políticos a militares, de gerentes a parientes— ha sido clara. Esto
no significa que todo se arregle, sino más bien que se hará con más cuidado, se
temerán algunos.
Son preocupantes los mercados negros, las estafas inevitables, los incumplimientos empresariales y las lentitudes por burocracia, falta de medios y personal. Todos estos factores, junto con la presión mediática y las restricciones crecientes son un cóctel que puede ser, como suele decirse, explosivo. ¿En qué términos? Eso es lo que está por ver. Puede que sanitarios, sociales, políticos y económicos, por pares o a la vez.
La pandemia es el fenómeno total y global.
Se está haciendo creer que esto se acaba en el pinchazo, pero solo comienza
otra fase. El coronavirus y sus efectos va a estar mucho tiempo con nosotros. Cuanto antes modifiquemos nuestra percepción, antes podremos ir cambiando
todo aquello que sea necesario. Ya no son tiempos de simples pausas, sino de
necesarias acciones preventivas en distintos frentes, del modelo económico (que
no puede ser tan frágil y dependiente) a la inversión en sectores dique, que
actúen previniendo los efectos en el caso en que esto, cuyo desarrollo
desconocemos en gran medida, decida quedarse.
* María
Ricart “¿Tienes la vacuna? Pagaré. Ponle precio" La Vanguardia 30/01/2021
https://www.lavanguardia.com/vida/20210130/6209915/tienes-vacuna-pagare-ponle-precio.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.