Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Trump
sigue presente. Estaba anunciado y él mismo lo declaró, regresaría. La cuestión
es el concepto de "irse". ¿Qué quiere decir "irse"? Sí, ha
salido de la Casa Blanca, pero eso es tener una visión muy roma de la política
y de los espacios en los que se está realmente. Probablemente, muchos vieran el
problema en la ocupación de la presidencia, pero ese no era el problema, sino un problema de los
muchos creados por Donald Trump.
Los
enfoques de los problemas dicen mucho sobre nuestra capacidad (quizá
incapacidad) de resolverlos. Los seguimos viendo como "puntos" en vez
de verlos como "campos". Es la vieja física causal de la política y
su geometría simple. Por el contrario, un fenómeno como el de Trump desencadena
toda una serie de efectos interactivos, abriendo situaciones de enorme
complejidad.
En todo
este tiempo hemos insistido en la observación del partido de los republicanos.
Observar solo a Trump es ignorar los efectos de la piedra al hundirse en el
lago, quedarse en el objeto y no en lo que desencadena, que, sin embargo, es lo
que queda visible cuando el objeto empieza a hundirse bajo la superficie
crispada.
Trump
es la suma de sus efectos sobre todo lo que le rodeaba y rodea, de sus efectos
primarios y secundarios. Hay un Trump estático, que puede ser descrito en cada
momento, y un Trump dinámico, cuyos efectos se producen y modifican en el
tiempo en función de sus respuestas a las reacciones del entorno que él mismo
provoca.
De los
muchos efectos que ha provocado, sus interacciones con el partido republicanos
son de gran interés para la política norteamericana y mundial y ahora están en
primer plano, expuestas, con motivo de la participación de los senadores en la
votación de segundo impeachment.
En la CNN,
leemos el artículo firmado por Michael Warren con el títular "The
Republican Party is at war with itself as it charts its post-Trump future":
A cold war is underway within the Republican
Party as its members begin to navigate how former President Donald Trump and
his legacy fit into the GOP's future.
Some in congressional leadership have signaled
their desire to move the party beyond Trump by impeaching and convicting him.
Allies of the former President, on the other hand, are proclaiming their
loyalty to him in conservative media and in state and local party
organizations. Still other Republicans remain fearful of the power Trump may
yet wield in GOP primaries or see electoral possibilities in embracing a
version of his populist-conservative approach.
The result is a Republican Party in a fight
with itself over who will determine its path forward -- and, more crucially,
who should be kept from the levers of power in the GOP. For the moment, party
unity is giving way to recriminations, a culmination of the longstanding
dispute between the party's grassroots and its leadership class that was mostly
put on hold during Trump's presidency, when few Republicans dared to cross him.
"Republicans are entering the wilderness
and looking desperately to point blame," said Erick Erickson, the
conservative commentator and radio host. "They're going to have to make room
for each other or let the Democrats run over them in the midterms."
Disunity could present a more existential
threat to Republicans. In his final days in the White House, Trump raised the
idea of starting a new political party, a senior Trump adviser told CNN. While
others around him dismissed this scheme to launch a "patriot party"
as unserious, the potential of a split among right-of-center voters looms for
Republicans.*
Esta situación era previsible desde hace mucho tiempo e iba evolucionando en función de los efectos de Trump sobre los votantes republicanos, donde el partido fue perdiendo influencia. Trump es un peligro para los propios republicanos desde que se fue creando su propia influencia, consiguiendo un apoyo diferenciado, divisorio, del propio partido. Trump se aseguró su fuerza, aun perdiendo las elecciones. De esta forma, secuestraba al partido que, como se señala en el artículo de Michael Warren ve peligrar su estatus en dos puntos: a) el peligro de la división con la creación de un partido alternativo y b) la amenaza a los candidatos republicanos que buscan la reelección y que pueden verse menospreciados por Trump perdiendo votos esenciales.
Un "político republicano" trataría de afianzar al partido para beneficiarse del efecto. Trump no actúa así. Trump puede destruir con total tranquilidad el partido republicano con tal de conseguir su objetivo personal. Trump no es ni ha sido ni será ·hombre de partido", sino persona que hace girar a su alrededor la política. Él es la ideología. Trump solo quiere adulación y obediencia. Los que respeten esta regla recibirán su apoyo. Los que no lo hagan, su ira.
La pérdida de las elecciones y la Casa Blanca ha cambiado los objetivos de Trump, en cuyo punto de mira se encuentran ahora el partido republicano y la candidatura a la reelección.
El voto del segundo impeachment, es decir, la posibilidad real de invalidar su presencia en unas futuras elecciones favorece en realidad a los republicanos más que a los demócratas, que tendrían un oponente debilitado al que recriminar su pasado. Si Trump sale liberado por los votos de los senadores republicanos, estos habrán votado por la muerte de su propio partido. Podemos considerar que es un voto bajo el "síndrome de Estocolmo", que es un voto resultado de la radicalización republicana o que es un cálculo partidista para no ser atacados en sus propias reelecciones por las "bases" de Trump. Pero el efecto será el mismo.
No por ser más radical se puede votar más de una vez. Los votos de Trump en el futuro difícilmente pueden aumentar. Es probable que haya llegado al tope y que sea un descenso más o menos lento lo que se produzca. Sí es más probable que conforme se vaya produciendo la radicalización previsible entre sus seguidores, esto produzca una reducción y abandono.
Si finalmente el partido republicano se divide y aparece uno nuevo con el trumpismo como base, eso se volverá contra el partido republicano, que probablemente necesite, como mínimo, perder las próximas elecciones, las de dentro de cuatro años, para sanearse internamente y sacudirse los efectos de Trump.
Lo que ocurra con los votos republicanos en el senado es decisivo para Trump pues, como hemos señalado, afectarían a sus posibilidades personales y esto es esencial en una persona como Trump, cuyo narcisismo le impide trabajar para otro a menos que lo pueda controlar satisfaciendo su ego. Pero es más decisivo para el partido republicano, que se juega su futuro. Necesita de una renovación que le libere de Trump. Que medio estados Unidos siga a Trump y su populismo, su visión del mundo y de cómo manejarlo, es una perspectiva aterradora.
Trump es vengativo —él mismo lo considera un rasgo importante de su personalidad, un principio de actuación— por lo que irá tras los que le abandonen y considere enemigos, obstáculos o traidores. La cuestión es la fuerza disponible para hacer cumplir sus venganzas. ¿Se puede repetir lo ocurrido en el Capitolio, el asalto del día 6 de enero?
Todo parece indicar que los republicanos salvarán de nuevo a Trump en el segundo impeachment. Desaprovechan la ocasión de desprenderse de él para el futuro y, además, se hacen responsables de lo que este pueda hacer en la vida política, algo que ahora comprende de la calle al Capitolio.
* Michael
Warren "The Republican Party is at war with itself as it charts its post-Trump
future" CNN 26/01/2021
https://edition.cnn.com/2021/01/26/politics/republican-party-future/index.html
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