Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Creo
que fue una de las primeras cuestiones que apuntamos cuando la pandemia comenzó
a entrar fuerte, cuando los casos y muertos empezaban a asustar. El miedo sería
una fuerza de división, el miedo a los otros. Había empezado a hablarse de
"pasaportes" identificativos, de certificados de estar libres de
contagio para poder crear islotes aislados del resto, percibido como peligro
constante. Ahora se nos confirma que la seguridad tiene un precio y unas
formas. Hay un dentro y un afuera del Edén.
Si ayer
hablábamos de las enloquecidas "corona party" en Tuscaloosa, Alabama,
en las que los estudiantes universitarios invitan a un enfermo para ver quién
es el primero en contagiarse y llevarse el bote, hoy La Vanguardia nos trae la
modalidad opuesta, la del espacio exclusivo con todos los filtros activos para
evitar el contagio y poder dejar el miedo aparcado en la maleta mientras se
toma el sol o el baño en el exterior, sin ver a los otros como potenciales peligros,
mirarlos con angustia o con irritación porque van sin mascarilla donde debieran
o por no respetar las distancias. Todo esto es difícil de automatizar y provoca
miedo y ansiedad, por lo que la tranquilidad pasa a ser un factor importante
para muchos.
Se
insiste en que tomes tus medidas, pero se relajan las colectivas, ya sea por la
apertura de fronteras, por los movimientos de turismo interior o por cualquier
otra circunstancia como la más peligrosa, la falta de responsabilidad y la
inconsciencia de muchos.
Nos
cuentan en La Vanguardia:
“Trillas Paradise, zona test PCR”, así ha
bautizado el camping Trillas Platja de Tamarit, uno de los campings históricos
de la provincia de Tarragona, el espacio que destinará a alojar de forma
exclusiva a clientes que se hayan hecho una prueba PCR y cuyo resultado sea
negativo.
La sección Paradise era una zona destinada
anteriormente a alojar bungalós, pero esta temporada se ha convertido en un
“mini-camping”. Cuenta con servicios como restauración, piscinas, zona
deportiva y un miniclub. Dentro de la sección no serán necesarias las medidas
de seguridad sanitaria que regirán en el resto del camping como el uso de
mascarilla o el distanciamiento social.
Además de la prueba diagnóstica, los clientes
también deberán completar un cuestionario médico en forma de aplicación que
desarrollaron en abril expertos de la Fundación para la Lucha contra el Sida
(FLSIDA) para hacer seguimiento de pacientes con la Covid-19.
“Teníamos que ofrecer la seguridad más alta
posible”, afirma el director del camping, Roger Trias. Para ello, se han
inspirado en el modelo de control epidemiológico que está llevando a cabo Corea
del Sur para mantener a ralla la pandemia de coronavirus a base de pruebas
diagnósticas.
El proceso será el siguiente: una vez el
cliente haga la reserva, deberá rellenar el cuestionario mencionado. Cuando
llegue al recinto, tanto él como todos los miembros de su familia, si fuera el
caso, deberán realizarse una prueba PCR. El precio será de unos 100 euros por
persona, mientras que el camping asumirá el 50% aproximadamente del coste total
del proceso.*
Todo un
diseño para asegurar la relajación
vacacional en un verano que se apunta duro por la cantidad de
irresponsables que se ven por las calles. Muchos perciben que no hay lugar
seguro. A ello contribuye este asombroso coronavirus capaz de desarrollarse en
personas que carecen de síntomas y que pueden bailar, besar, saludar,
abrazar... con completa normalidad y una sonrisa a otros que pueden morir o
sufrir semanas o meses en la UCI.
Un
médico veterano, entrevistado ayer en algún canal televisivo, comentaba que
jamás había visto una enfermedad como esta. Tiene razón. Cuando se suman sus
cualidades, resulta ser extraordinario por el éxito reproductivo, por su
capacidad de camuflaje. Lo dicen otros, no han visto un virus con una variedad
tan grande de posibilidades, del asintomático al que fallece en unos días, con
tales variaciones de edad, etc.
El
camping no es solo un paraíso; es también una cárcel. El destino de los
paraísos es que te expulsen de ellos. De este se te expulsa si sales. Solo pueden
garantizar tu tranquilidad mientras no corras riesgos y salir es hacerlo.
El
prestigio paradisiaco solo se puede mantener si no hay un solo caso, por lo que
las normas serán de aparente libertad, ya que puedes relacionarte con los demás
sin límite, pero un solo caso tendría efectos demoledores entre tanto confiado.
Es mejor no pensarlo. Pero seguro que el miedo no abandona totalmente, que
actúa como un destello antes de dormir o poco antes de levantarse. ¿Es bueno
educarse en este aislamiento artificial? ¿Cómo será el regreso a la
"temida normalidad"? Si siempre ha sido duro regresar de las
vacaciones, ¿cómo lo será ahora, pasando de un entorno garantizado a la jungla
salvaje del coronavirus?
Desde
la ventana que hay a mi izquierda, he visto estos días instalar varios sistemas
de aire acondicionado en el edificio de enfrente. Como si del Jeffries de La
ventana indiscreta se tratara, lo que veo me sirve de noticiero. Les veo en sus
ventanas y terrazas; hablan, toman medidas y pocas horas después escucho los
taladros mientras colocan los soportes para los aparatos refrigerados. Son el
síntoma de que muchos van a buscar la tranquilidad en sus propias casas. El dinero
del verano se gastará en la casa y en casa, saliendo lo menos posible.
Cuando
vas al centro comercial, de nuevo ves a la gente llevándose ventiladores y
grandes televisores, algo que suele ocurrir en los años en que hay olimpiadas y
mundiales de fútbol. ¿Se acuerdan cuando el Comité Olímpico nos decía que los
Juegos de Tokio "sí o sí"? Parece que han pasado siglos. Sin embargo,
el calendario muestra que no hace tanto, pero que nuestra mentalidad ha dado
grandes saltos en este proceso de indiferencia, negación y finalmente miedo.
En su
momento dijimos que se producirían el negocio de la certificación de la
seguridad, ya sea a través de los análisis o de las limpiezas integrales. Y así
ha sido. Ante la posición de que se trata de evitar que se colapse el sistema
sanitario, es decir, reducir el número de contagios hasta hacerlo "tratable"
y que cada cual se cuide de sí mismo, la gente lo hace. Y lo hace con más
garantías el que alquila terrazas y piscinas para el verano, como nos informan
los medios.
Es el
mismo principio de seguridad. ¿Por qué ir a una playa o a una piscina a
pelearte con tu vecino de sombrilla? Si te puedes permitir el lujo del
aislamiento, invierte en ello, en seguridad pagada. Yates, playas apartadas o
camping con seguro a todo el que entra. Es otra forma, aunque relativamente inesperada,
de reactivar la economía.
Los campings reservados pueden ser un anticipo de un océano tormentoso lleno de pequeños puertos seguros para aquel que los pueda pagar. Abrimos los aeropuertos, pero cerramos los campings.
El
negocio de los "paraísos" crecerá allí donde se puedan pagar. Serán
síntomas de estatus, como lo son yates y mansiones alquiladas. Los que estén al otro lado del paraíso tendrán que jugársela cada día para sobrevivir en un horizonte de rebrotes creciente.
La encuesta simple de La Vanguardia, con cerca ya de un millón de participantes, muestra esta misma mañana una preocupación del 82,65% por el avance del coronavirus. Es bastante preocupación para un horizonte tan optimista. No se puede reprochar al camping tomar estas medidas. El problema es más allá de la semana segura de vacaciones. Quedan muchas otras en el año.
Escucho un nuevo martillo golpeando en la casa de enfrente. Instalan otro aire acondicionado en la casa de enfrente.
*
"Un camping de Tarragona habilita un espacio para clientes con PCR
negativo" La Vanguardia 03/07/2020 https://www.lavanguardia.com/vida/20200703/482060693188/camping-tarragona-tamarit-clientes-pcr-negativo.html
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