Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Parece
que va a ser muy difícil compatibilizar la seguridad para la salud con las
necesidades económicas. Sobre el papel, tenemos herramientas para poder evitar
contagios. Pero en la realidad, la cuestión es muy distinta. ¿El problema? Nosotros, nuestra
falta de prevención, nuestra creencia en que son cosas que les pasan a los
otros y toda una serie de mecanismos que sitúan la inconsciencia en el centro de los condicionantes humanos de la
pandemia.
La inconsciencia se suele percibir como una carencia de
información: hacemos cosas porque no somos conscientes de los efectos. Se
plantea, en realidad, como una falta de información o conocimiento. Pero no
podrá decirse en este caso que no existen advertencias, avisos, ruegos,
sanciones... todo tipo de discursos y maneras para hacer que la gente sea
consciente de lo que sus actos suponen.
La cuestión ha llegado a tal extremo que ya no se espera la
reacción adecuada y es más sensato pensar en términos de insensatez. Por
ejemplo, no basta con suspender una fiesta de celebración de la consecución de
una liga; es necesario partir del punto en el que sabemos que esto va a ser
ignorado. Por ello hay que actuar desde ahí. De no ser así, lo único que se
producirá serán dos cosas, los efectos temidos y un conflicto añadido más. Hay
un tercer efecto: el mal precedente. La difusión de lo bien que se lo pasan
violando las instrucciones se convierte en aliciente más, un plus de diversión.
De los Estados Unidos nos llega la constatación de que pese
a las advertencias y amenazas ante lo que podía ocurrir ante la celebración del
"4 de Julio". Jen Christensen publica un artículo sobre los
resultados del estudio de lo ocurrido con el titular "Cell phone data show
Americans hit the road over July 4, even as coronavirus surged". En el
artículo nos explica:
For the Fourth of July weekend, a new analysis
of cell phone data suggests even more people hit the road among 10 coronavirus
hotspots, despite warnings from health experts.
Mobility, experts say, is one driver of
transmission of the novel coronavirus.
The analysis comes from data shared with CNN by
Cuebiq, one of the private companies that the US Centers for Disease Control
and Prevention uses to track general movement in the United States. Cuebiq gets
its data when people download apps on their phones and opt into anonymous
location data tracking. The company's full data set includes 15 million phones nationwide.*
El
teléfono, en la medida en que es ya pieza inseparable de las personas
acompañándola en sus movimientos, es un gran indicador de esta movilidad
incesante que parece estimulada por la propia prohibición. El placer de
desobedecer, de la insumisión, está cada vez más extendido en nuestras
sociedades occidentales modernas y es algo más complejo que el mero
individualismo. El propio foco mediático en las prohibiciones aumenta el placer
amplificando las emociones por el salto de la norma. ¿Una forma de llamar la
atención? En muchos casos es probable.
La
festividad del "4 de julio" preocupaba en un país, los Estados
Unidos, en el que se están batiendo todos los desastrosos récords negativos. Cada
día no hay cifra de contagios que supere a los días anteriores en un
enloquecido viaje al desastre individual y colectivo, guidado por un loco. El
Premio Nobel Paul Krugman acaba de comparar a los Estados Unidos con el Titanic
señalando a Trump como el capitán, un rey
enloquecido, que lo pilota hacia el desastre. No le falta razón.
Trump, además, ha conseguido hacer de la desobediencia una
obediencia. La paradoja norteamericana es que Trump ha confundido tanto todo
que hoy el gobiernos central es ponderado contra los estados ("Free the
States!") en un insólito movimiento. Trump ha logrado ser el presidente no
presidente, el político no político, el rebelde presidente. Más de uno salió el
4 de Julio por pura provocación.
En el artículo de la CNN, se recoge:
"It's set up a perfect storm: the
combination of travel, the combination of reopening -- perhaps in some cases,
too early -- and the combination of people not necessarily following some of
these preventive guidelines," Dr. Joshua Barocas, an infectious disease
physician at Boston Medical Center, said before the holiday.*
Parece que infectarse se ha convertido en cuestión de
principios, casi en un deber nacional. Algo así anticipaban aquellos ancianos
patriotas norteamericanos que decían estar dispuestos a morir para que sus
hijos y nietos pudieran seguir disfrutando de los comercios abiertos y las
visitas a Disneyland. Hemos visto reportajes en estos meses en los que los
tenderos de alguna localidades eran celebrados como héroes por los trumpistas
por el hecho de abrir sus comercios y no exigir ninguna medida de seguridad.
Hasta ese extremo de estupidez se ha llegado, superado por cierto, como otros
récords, cada día con una nueva estupidez. Lo de las "corona fiestas"
es difícil de superar, pero todo llegará.
La idea del "4 de Julio" como "tormenta
perfecta" es bastante clara. Nosotros tenemos un montón de tormentas
perfectas sin necesidad de Trump. Las imágenes del comportamiento de manadas de
jóvenes turistas británicos en plenos rituales son un buen ejemplo de lo que
hay que aguantar por unas cervezas y una propinas.
La Vanguardia nos cuenta la noche pasada en Baleares:
Los turistas ingleses ya se dejan
notar en las Islas Baleares. El jueves protagonizaron la primera noche de
desfase y altercados. Ocurrió en Punta Ballena, donde jóvenes ingleses se
subieron encima de algunos coches mientras recorrían las calles. Es verdad que
no se vio la concentración de personas de otros años, pero la distancia de
seguridad y el uso de mascarillas brillaron por su ausencia en el lugar, como
se ve en varios vídeos publicados en las redes sociales por la televisión
autonómica IB3. La fiesta callejera se saldó con un detenido, según informó la
Policía Local de Calvià.
El viernes por la noche, le tocó
el turno a la playa de Palma. Aunque no hubieron altercados, la calle Miquel
Pellisa estaba bastante concurrida, sin distancia de seguridad entre turistas y
ausencia de elementos de protección como mascarillas.**
Es el problema de tener turismo de todos los niveles, del
exclusivo al hooligan. Esto viene ocurriendo desde hace años, pero con la
pandemia se hace especialmente complicado este desmadre. Para nosotros, hay
muchos 4 de julio, muchas tormentas perfectas para que sobrevivan bares y
restaurantes, hoteles y ferias. Triste panorama el nuestro, que nuestra
economía dependa de este tipo de situaciones a lo largo del año, de puente en
puente, de finde en finde, de vacaciones en vacaciones.
¿Aprenderemos?
Para esto es lo que queríamos la "reciprocidad"
británica en las cuarentenas.
Parece claro que en todas partes los rebrotes obedecen las
mismas causas, el exceso de movilidad, reapertura y la falta de precaución. Una
y otra forman ese cóctel explosivo al que parece que nos tendremos que
acostumbrar.
La única forma de supervivencia parece clara: si hay que
reabrir y no hay más remedio que moverse, es la tercera opción sobre la que hay
que cargar el peso. Y es precisamente esa la más tibia de todas, porque las
normas están ahí, pero la voluntad parece brillar por su ausencia,
especialmente por el temor a que ser muy estrictos en la vigilancia afecte
finalmente al negocio. Tomar medidas
es un acto que conlleva el regreso de la consciencia del peligro. Y eso puede
meter el miedo, restringiendo movilidad y
apertura. Sobre cualquiera de las tres patas que se actúe tiene efectos sobre
las otras dos.
La única solución, claro, es la que menos probabilidades
tiene de producirse: la cordura, que implica sensatez en la movilidad y en las
interacciones. Pero eso es mucho pedir.
* Jen Christensen "Cell phone data show Americans hit
the road over July 4, even as coronavirus surged" 12/07/2020
https://edition.cnn.com/2020/07/12/health/july-4-cuebiq-cell-phone-data-covid-wellness/index.html
** "Primera noche de desfase y altercados de turistas
ingleses en Magaluf" La Vanguardia 12/07/2020
https://www.lavanguardia.com/vida/20200712/482261630480/primera-noche-desfase-altercados-turistas-britanicos-magaluf.html
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