Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Sí, se
sabía desde hace mucho tiempo, pero el COVID-19 nos lo ha dejado claro con esa
nitidez de la evidencia diaria: los tontos son sintomáticos. La inteligencia se
puede esconder, pero la estupidez no. Sus síntomas acaban saliendo a la luz.
La
cuestión queda más clara cuando leemos el titular de La Vanguardia que me ha
hecho dar un salto en mi silla inestable: "Fiestas del coronavirus en
Alabama: gana un bote el primero en contagiarse"* Tras recuperar la
respiración, me adentro en el texto que describe los procelosos mares de la
estupidez humana.
Este jueves se confirmó lo que llevaba días
siendo un rumor: algunos jóvenes están celebrando fiestas en Tuscaloosa para
ver quién se contagia antes con el coronavirus. Sí, la estupidez humana no tiene
límites como decía Albert Einstein. Según ha explicado la concejala de esta
ciudad del estado sureño de Alabama, Sonya McKinstry, estos universitarios
buscan infectarse a propósito.
El estúpido juego consiste en invitar a una
fiesta clandestina a alguna persona infectada con la Covid-19. Los presentes
ponen dinero en una olla y el primero que demuestre, días más tarde, que se ha
contagiado se lleva todo el bote, según informa la CNN o la agencia AP.
McKinstry confirmó enfurecida que estas
“fiestas del coronavirus” eran una realidad según las investigaciones médicas y
del propio estado de Alabama. Tienen constancia de que se han celebrado varios
eventos de este estilo en la ciudad y en sus alrededores, aunque temen que el
número total sea mucho mayor del que creen.
“Me pone furiosa el hecho de que algo tan
grave y mortal sea tomado de esta forma. No solo es irresponsable, también
puedes contraer el virus y llevarlo a casa con tus padres o tus abuelos”,
advierte la concejala recordando que aunque los jóvenes sean más resistentes a
la enfermedad pueden contagiar a familiares en situación de riesgo.*
Nosotros
teníamos a la "tonta del bote", que era un genio en comparación con
estos tarados universitarios. ¿Por qué será que nuestras universidades producen
estos irresponsables, que se creen inmortales y que les importan un bledo la
vida de los demás? hay que contestar urgentemente esta pregunta y hay que
hacerlo antes de que comience el próximo curso, que puede ser el mayor
ejercicio de irresponsabilidad mundial en las aulas.
Las
noticias televisivas nos mostraban hoy al ministro Illa diciendo "No me ha
gustado, no me ha gustado, no me ha gustado", un triplicado de gravedad
ante las noticias de las fiestas y festejos irresponsables, mayoritariamente de
jóvenes. Las fiestas han sido clausuradas oficialmente, pero se celebran
ilegalmente bajo las miradas de los municipales del pueblo correspondiente que
prefieren no liarla más, no sabemos si con buen o mal criterio, pero desde
luego, con muy mal ejemplo. Vamos a tener el mayor espectáculo veraniego de
fiestas clandestinas e irresponsables.
Lo
estamos viendo en terrazas, discotecas, calles, playas... y pronto lo será en
muchos más espacios conforme se vayan abriendo y se produzcan más
interacciones. Ya no es posible esconderse tras la ignorancia, pero queda la
estupidez congénita, la del que le da igual saber. Hay que reconocer que es un
porcentaje de la humanidad, algo sobre lo que los filósofos y tratadistas no
han querido adentrarse. Prefieren halagarnos con la "razón", la
"sabiduría" y el "bien", pero sabemos por los hechos que
precisamente eso es lo que repiten por su carencia. Cada día descubrimos que,
como el coronavirus, aumenta el número de sintomáticos de la estupidez,
deseosos además de exhibirla, pues una de las leyes que determinan este tipo de
comportamiento es que hacer el tonto en casa no tiene gracia, se necesita
público, risas, celebración ritual de la tontería.
Pero lo
de Alabama traspasa cualquier (toquemos madera) nivel de estupidez
irresponsable de las conocidas hasta el
momento. faltan palabras...o quizá sobran.
La
estupidez en los Estados Unidos es un continuo que va de las casas más humildes
hasta la Casa Blanca, donde se ha instalado, por elección, al mayor ignorante que
ha ocupado el despacho oval.
Lo que
ocurre en Alabama no se queda en Alabama. La tontería fluye y la simple noticia
inducirá a estudiantes de todo el mundo a hacer lo mismo. De igual forma, las
celebraciones sintomáticas de nuestros jóvenes se irán esparciendo porque ¡cómo
vamos a dejar de hacer los de Villaseta de Arriba lo que hacen los de Villaseta
de Abajo! La estupidez es contagiosa y pronto los que la ocultaban bajo
títulos, cargos y matrículas de honor, se lanzarán al espectáculo de su gloria
efímera grabada con teléfonos móviles.
Al
tonto de hoy le basta el selfie. Las noticias sobre los que se matan por
hacerse un selfie en sitios o situaciones peligrosas han dejado de ser noticia.
Pero siempre habrá un innovador, alguien que alcanza la gloria por la vía
estúpida. Los ejemplos nos llegan con claridad y fluidez.
¡Tuscaloosa
es un insulto a la inteligencia y a muchas cosas más! A los muertos, a los que
se juegan la vida por salvar las de otras. El triple enfado del ministro Illa
necesitaría de contundencia en Alabama, tal como han señalado sus autoridades.
Es en Tuscaloosa, Alabama, USA. Pero no nos engañemos, ahora mismo se están viviendo estupideces similares en muchos lugares próximos o lejanos. Esto ha salido a la luz en Alabama, pero podrían encontrarlas en algún lugar de La Mancha, más arriba o más abajo.
La mayor parte de los rebrotes se están produciendo en fiestas y celebraciones. Las llaman festejos familiares y fiestas privadas, pero las imágenes que nos llegan son de irresponsables celebraciones callejeras por fiestas patronales o simplemente porque es viernes y se busca la rutina de cada viernes. Luego edificios, barrios, pueblos cerrados. Y la queja por la economía, las culpas a un "paciente cero" llegado de no se sabe donde, etc.
Un detalle estadístico: nos dicen que la edad media de los contagiados ha bajado mucho, lo que hace que haya muchos pero menos muertes. Eso quiere decir que el factor "convivencia" se hace cada vez más peligroso. La fiesta se lleva a casa, como bien señalaba la concejala McKistry, de Tuscaloosa.
Los hay que se contagian porque se tienen que ganar la vida y en los campos, factorías, empresas, cárceles, etc. no tienen las condiciones para protegerse. Pero los que lo hacen en fiestas y celebraciones no tienen más excusa (¿la necesitan?) que su propia estupidez.
Son
muchas las preguntas que la manifestación de este tipo de comportamientos suscita.
The Washington Post no habla de cómo un hombre que asistió a una fiesta sin
mascarillas le pidió perdón a su familia antes de morir por el COVID19. Esto
solo conmueve a los que son capaces de entenderlo. A los tontos manifiestos que
se la juegan a ver quién es el primero en contagiarse, en cambio, no les dice
nada o lo considerarán "un pringao".
Su universo mental es impenetrable por su simpleza. Nada importa, solo la
emoción que rompe el tedio. Un mundo sin fiestas, sin celebraciones, no tiene
sentido para ellos. ¡Menudo veranito nos espera!
*
"Fiestas del coronavirus en Alabama: gana un bote el primero en
contagiarse" La Vanguardia 3/07/2020
https://www.lavanguardia.com/vida/20200703/482059489859/fiestas-coronavirus-alabama-primero-contagiarse-tuscaloosa.html
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