Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Por increíble que parezca y debido en gran parte al caos del
liderazgo (o la falta de él) en Estados Unidos se sigue en pleno debate sobre
las mascarillas. Sabemos por qué no se la pone Trump. ¿Habrá que entender que
muchos no se la ponen porque Trump no lo hace? ¿Es un mero proceso imitativo?
¿Un razonamiento en paralelo, quizá? ¿Ausencia de razonamiento, tal vez?
No es difícil entender que alguien no lleve la mascarilla.
Es un incordio, da calor, resta expresividad, etc. Todo eso lo sabemos. Pero la
razones norteamericanas son de un orden distinto ya que se refieren en unos casos
al mandamiento (nadie decide por mí) y en otros al negacionismo (el coronavirus
no existe, es una conspiración de los demócratas para sacar a Trump de la Casa
Blanca). En un caso de niega la autoridad;
en el otro es la realidad lo que se
niega.
Estados Unidos es en estos momentos un país dividido en
muchas cosas, por no decir en casi todo. Hemos llamado muchas veces a Trump
"el Gran Divisor", la persona cuya estrategia es la división,
provocar el enfrentamiento. Los libros sobre él de ex colaboradores y
familiares (no tiene amigos) inciden en este rasgo o estrategia de su
personalidad. Probablemente no hay ningún presidente que haya ido tan lejos en
este sentido.
La cuestión de la mascarilla es crucial. Por aquí se va
imponiendo porque por muy contestones que seamos, la evidencia se nos
manifiesta sensiblemente en el bolsillo y en la autoconservación. Sigue
habiendo gente díscola, pero los regresos en las etapas del confinamiento van
abriendo los ojos a lo que puede ocurrir si no se consigue mantener a raya al
coronavirus, que es lo mismo que decir a nosotros mismo.
Mientras la Naturaleza no piensa, nosotros podemos pensar
estúpidamente o elegir el camino razonable. Por eso, el caso de los Estados
Unidos, un país considerado educado, rico y con conocimientos científicos
suficientes, es tan llamativo. Todo lo que sería positivo para vencer a la
enfermedad, se convierte en negativo por una cuestión de perverso liderazgo.
Dentro de las múltiples facetas que este problema plantea,
me parecen de interés estas reflexiones recogidas por Libby Cathey en la cadena
ABC News sobre en el marco de la denominada "Mask battle". El titular
ya nos dice el fondo de lo que está ocurriendo, "Republican governors
break from Trump amid growing calls for mask mandates". Conforme se acerca
la fecha de las elecciones presidenciales y las posibilidades de Trump se van
diluyendo a la vista de las encuestas, se hace más difícil sostener ante los
electores las acciones de Trump. Los muertos y contagiados siguen creciendo,
batiendo récords todos los días en muchos estados. En este contexto de
enfrentamiento político se recogen estas opiniones:
Dr. Sara Tariq, a professor of medicine and
associate dean at the University of Arkansas Medical School, acknowledged that
existing data showing masks prevent the spread of the novel virus is "not
yet comprehensive, but it is compelling."
"There are more and more facts coming out
supporting that in addition to physical distancing, we need to have 100% mask
use," said Tariq. "Our leadership should be compelled to be thinking
really hard about mandating mask use when the level of harm without it, in most
people's opinion, is morally unacceptable."
"Our sense of self-liberty is very strong,
but I worry that it's those same things that make us amazing -- our liberty,
our individualism, our freedom -- in this situation, are really harming
us," Tariq said. "Our country is going to have to atone and reconcile
how poorly we have responded to this pandemic."
She also said because the pandemic came to the
U.S. later than in Asia and Europe, the U.S. missed the chance to slow the
spread from the start.
"The disease came to us a little bit
later, so we had an opportunity to take a look at the data from other countries
which, recognizably was limited at the time, but we had an opportunity to
implement things like social distancing and masking," Tariq said.
"We've lost that opportunity because of lack of data, poor understanding
of the disease, a slow response, and because we culturally are a different
nation."
"I do believe though, we should be able to
change ourselves," she added. "We have no choice but to change
ourselves when we see data."*
Las reflexiones de la doctora Tariq están llenas de sensatez
y van al centro del problema. Uno puede ser un país amante de muchas cosas
buenas, pero sirven de muy poco ante la tozudez de la realidad y los datos. A
diferencia de lo que algunos filósofos pensaran, dejar de mirar la realidad no
la cambia. En términos de Trump, es el equivalente a dejar de hacer tests para
que las cifras de contagiados disminuyan, una de las mayores estupideces
escuchas en la historia de la Humanidad, una defensa de la ignorancia indigna
de un país moderno. Con ella, Trump se sitúa al nivel del integrismo más
retrógrado, en el que realmente se mueve, en el de la magia. Es como si evitar
que hagan test de inteligencia evitara que uno fuera idiota.
La doctora Tariq, en cambio, muestra la actitud humilde de
la Ciencia sin renunciar al sentido común: Hay cosas que no se pueden demostrar
al cien por cien, porque la Ciencia llega hasta donde llega, es un saber
abierto y de márgenes, mejorable. Los hechos, nos dice, avalan al ciento por
ciento el uso de la máscara y la distancia, no digamos, ya la higiene.
El lamento más profundo viene de comprobar cómo se usan las
palabras nobles para una causa infame, como lo es mantener el ego de Trump con
sus negaciones narcisistas e ignorantes. Lo hemos resaltado en ocasiones, pero
lo más triste es cómo la manada se tira por el barranco siguiendo ciegamente a
un líder que jamás ha estado a la altura de las circunstancias pero ha tenido
que meterse en todos los fregados sencillamente por su afán de protagonismo,
por su endiosamiento mesiánico que le hace sentirse por encima de todo el
universo.
No, Estados Unidos no tiene excusas. Ha tenido más tiempo,
más recursos y más información que nadie. Sencillamente, ha pisoteado todo ello
con un desdén orgulloso e ignorante, calculador y economicista, dirigida a
satisfacer el ego de un ignorante.
Lo malo es que puede que Trump desaparezca del mapa
político, pero el mal que ha hecho al país y su imagen internacional quedará.
No lo hará solo fuera, sino dentro, quebrando todavía más a los Estados Unidos.
Trump sigue dividiendo. Los gobernadores republicanos ya no
saben cómo parar los hechos y los matones que se pasean armados, disfrazados de
patriotas y de defensores de las libertades, no podrán ser argumento frente al
cierre de las escuelas, las fábricas, bares y la saturación insostenible de los
hospitales.
Da igual. Trump seguirá sosteniendo que ha hecho un
"gran trabajo", que de no hacer lo que ha hecho habrían muertos
millones, que la culpa la tiene China, que no existe el cambio climático, que
basta con tomar las medicinas que solo él y Bolsonaro defienden.
Un último punto. Me preocupa el enfoque
"Trump-Bolsonaro" (y algún otro más), que supone plantear las
restricciones sanitarias como un "asunto de libertades". Leo en El
País "Las comunidades vuelven a recortar libertades mientras los casos
siguen subiendo". La frase se repite dos veces de la
página principal y también junto al titular del artículo. Sin embargo no aparece en el texto del
artículo, lo que hace sospechar que no es el planteamiento del periodista, pero
sí del que ha titulado y hace dudar que sea la misma persona.
Este mismo problema lo hemos visto en algunos medios que
mantienen una actitud, vamos a decirlo así, más "económica", es
decir, ven las limitaciones como
desastres que hay que evitar. La presión económica tiende a detectarse en estos
pequeños detalles cuando nadie es capaz de salir a defenderla claramente con la
excepción, claro está, de nuestra celtibérica versión del trumpismo.
Jugar a poner etiquetas de "libertad" a lo que son
medidas de orden sanitario ante la irresponsabilidad algunos es un juego
peligroso no debemos imitar, pues las consecuencias son divisivas y perdemos
todos. Lo que hay que hacer es ahondar en las medidas de seguridad precisamente
para que, además de libres, sigamos
vivos. No imitemos lo peor y más cuando están a la vista los desastrosos
resultados obtenidos allí donde se practican estos juegos malabares de ideas y
principios.
La enfermedad no tiene nada que ver con la "libertad"
sino con la "seguridad" de todos. Es cierto que ambos conceptos entren
en conflicto en ocasiones, pero las "libertades" que aquí se reclaman
afectan a terceros. Las imágenes del la red que muestran a un joven que se
graba, entre risas, dando lametones a los productos de una tienda, no muestran
un ejercicio de "libertad", sino una acción criminal estúpida, como
lo puede ser un adelantamiento en una curva o violar la velocidad establecida.
No creo que a nadie le quiten las multas de tráfico apelando a la libertad de
ir a la velocidad que quiera o adelantar donde le parece. Es la seguridad de
otros lo que limita mi propia libertad. Es lo que diferencia al suicida del
"terrorista-suicida". Los médicos no tienen la "libertad"
de dejar de atender al que se ha contagiado por irresponsable, aunque quizá esto
cambiara el panorama. Si todos somos libres, ¿por qué no?
Como muy bien señala la doctora Tariq, hay que empezar por
cambiar para poder dejar de ser un irresponsable con el que los demás deben
cargar. Pero cambiar suele ser una muestra de inteligencia cuando se hace para
bien y aquí hay que cuestionar ambas cosas, la inteligencia y la bondad de
muchos.
¿Diferencias culturales? Sí y no. La sensatez no es cuestión de "cultura". Aquí hay que darle al césar lo suyo... y a los que apoyan al césar. Hacer creer que es la "sumisión" lo que justifica el uso de la mascarilla, mientras que la "libertad" justifica lo contrario, rechazarla, es una completa idiotez. Es seguir jugando peligrosamente con la palabras.
* Libby
Cathey "Republican governors break from Trump amid growing calls for mask
mandates" 17/07/2020
https://abcnews.go.com/Politics/republican-governors-break-trump-amid-growing-calls-mask/story?id=71818051&cid=clicksource_4380645_6_film_strip_icymi_hed
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