Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Está la guerra contra
el coronavirus, por un lado, la que supone la investigación para llegar a una
vacuna, la lucha de los epidemiólogos para evitar que se expanda, de los sanitarios, etc.; pero por otro
está la guerra del coronavirus, la
que implica los conflictos políticos nacionales e internacionales. La guerra
del coronavirus es la guerra anterior con nuevos argumentos nacidos de la
gestión de la pandemia, su origen y efectos.
En esta segunda dimensión las posibilidades de conflicto son
infinitas ya que se trata de canalizar el miedo, la irritación y la
desconfianza de las personas hacia terceros. En el caso exterior más claro, la
guerra contra China había comenzado mucho antes y, tras la vacilaciones
iniciales de Trump, pronto dejó el "buen trabajo" y empezó la guerra contra el "virus chino". Los ataques contra China son
continuos y es el frente exterior que ha elegido para encarar su complicada
reelección. El COVID-19 le ha servido para arrastrar al país en esa dirección
tratando de cubrir su mala gestión. Es un ejemplo claro.
Otro ejemplo lo tenemos estos días en los que el ejecutivo
británico se enfrenta a su mala gestión y también a un componente que ha
quedado en segundo término, pero es ya inaplazable, las negociaciones del
Brexit. ¡Mal momento, muy inoportuno! ¿Ha pagado España la necesidad de Johnson
de recuperar el control? Son varios analistas los que interpretan en clave de Brexit
la imprevista medida de Johnson jugando a proteger a los británicos fuera de lo
que no les ha protegido dentro. A algunos medios, muy decantados por el mundo
empresarial, les ha parecido una osadía el comentario del doctor Fernando Simón
diciendo que casi mejor que no vengan
desde el punto de vista de la pandemia, dadas las cifras del Reino Unido. Los
que se rasgan las vestiduras piensan más en el bolsillo que en otra cosas.
Fernando Simón es médico; su trabajo es la salud. Que se lamenten los
economistas si quieren. El deseo de tener ingleses pululando por nuestras
playas y hoteles me parece muy loable y comprensible, pero sus cifras no animan
a ello y ya tenemos bastantes problemas con los rebrotes.
Nuestra necesidad de los británicos —más bien de su dinero—
ha dado alas a Boris Johnson que no ha desperdiciado la ocasión de que el
gobierno español se humille ofreciendo esa cosa tan rara a la que llaman
"corredor seguro" y que resulta un agravio comparativo.
En nuestro país, lo hecho por el gobierno —que se ha llevado
no una, sino dos bofetadas— al seleccionar para el turismo británico Canarias y
Baleares, ha creado otro escenario de lucha política. La Comunidad andaluza y
la valenciana se han levantado inmediatamente diciendo que también quieren un
"corredor seguro", que es una enorme tontería dada la imposibilidad
de controlarlos una vez en su destino. La única solución sería mantener encerrados,
confinados a los británicos. La versión oficial sería que se les protege de ser
contagiados por españoles, mientras que la extraoficial diría que se trata de
proteger a los españoles de los británicos, bastante más verosímil.
La cara y el tono del doctor Simón mientras decía esto sobre
el freno a los británicos decía mucho más. Apostaría por un conflicto interno,
por una advertencia —como es su obligación— al ejecutivo español, empeñado en
hacer real lo imposible, que solo vengan británicos sanos y que se queden en su
casa por las noches.
Pero el conflicto de los corredores seguros traerá cola,
pues nada es más discutible que lo que no tiene lugar, al carecer de la
evidencia de los hechos. Ahora tendremos más refriegas ya sea por el
favoritismo y el abandono, ya sea la inoperancia de haberlo conseguido. La
política puede ser escenario eterno de discusiones absurdas.
No creo que exista ningún país que se libre de la lucha
política por el coronavirus. La lucha contra el coronavirus se convierte en un
tema político en cuanto los diferentes grupos políticos dejan de ponerse de
acuerdo y prefieren disputar sobre las medidas, agitar a las poblaciones y
ejercer una permanente crítica justificada o no.
España es un ejemplo muy claro de cómo se ha perdido una
ocasión provechosa de unidad, algo que hubiera dado un sentido mayor de
responsabilidad a la ciudadanía. Sin embargo, un gobierno de enorme debilidad y
con poca cohesión —se diga lo que se diga— ha visto debilitada sus funciones
por los conflictos con las autonomías, que empezaron sin correr riesgos para
después, animadas por sus propios partidos gobernantes, lanzarse al combate
político en cuanto que han asumido las responsabilidades. El constante discurso
defensivo del gobierno de que las autonomías nunca habían dejado a un lado su
responsabilidad y competencias sanitarias durante el periodo de "mando
único" es una muestra de este nadar y guardar la ropa.
El punto más crítico de esta forma de hacer política se
podría situar en las declaraciones de Quim Torra cuando expresó que si Cataluña
hubiera gestionado la crisis de la pandemia habría habido menos muertos. El
ocho de julio, el diario El Mundo, junto con el resto de la prensa nacional se
hacía eco de las palabras de Torra en el parlamento catalán: "La culpa es
de Madrid, es evidente. Por eso queremos ser independientes. Todavía no
sabemos, y algún día se sabrá, que en España hay el doble de muertos por
Covid"* No sabemos si sigue pensando lo mismo ante la situación actual de
Cataluña. El agravamiento de la situación ha llegado a límites en los que Torra
habla ya de volver al confinamiento anterior, al más duro. Su simplista
interpretación de la pandemia y, en paralelo, de la política, le pasa ahora
factura ante su propia opinión pública que considera su gestión fallida y muy
deficiente. Y el problema es que ya no tiene más argumentos ante lo contundente
de los hechos.
El problema político de la pandemia del Covid-19 es que no
negocia con nadie, no hay forma de hacer que trabaje a tu favor. Si se trata de
conseguir el poder, la crítica es muy fácil, pero una vez conseguido el
problema lo tienes tú. El problema no era "Madrid", por muy
"evidente" que a Torra le pareciera.
¿Tiene consecuencias sobre la realidad la escenificación
política de esta guerra del COVID-19? Creo que sí. Lo tiene porque aburre y,
sobre todo, obliga al uso de argumentos que, como con Torra, se vuelven contra
ti.
La democracia no es solo antagonismo. Es parte de su propia
esencia precisamente el diálogo y el acurdo en aquello que se considera
positivo para el conjunto de la sociedad. Nuestro mundo mediático plantea como
una exigencia el enfrentamiento, pero esto es de un reduccionismo pasmoso, de
una falta de comprensión del fenómeno democrático realmente deprimente. Una
democracia de dogmaticos es una contradicción en sus términos, el equivalente
al diálogo de sordos.
El ejemplo de Donald Trump en los estados Unidos debería ser
analizado con más cuidado de lo que algunos (incluso los trumpistas españoles)
lo hacen. Trump había logrado que le salvaran el cuello en el impeachment, pero
su empecinamiento narcisista, su personalismo obcecado e ignorante, está
arrastrando al abismo a los republicanos, que comienzan a abandonar el barco
ante el desastre previsible del que las encuestas avisan hasta en los estados
más favorables. Han sido precisamente los estados que más le han apoyado y
seguido, como Florida, los que tienen las cifras más altas de contagios y con
crecimiento diario, batiendo récords.
Trump lo ha intentado todo con el COVID-19. Intentó negarlo
inicialmente, después despreciarlo, a continuación empezó ya a buscar culpables
en extrañas conspiraciones de la "izquierda" y de los medios afines.
Hoy Estados Unidos es el centro mundial del coronavirus, batiendo todas las
cifras del planeta. Son más de cuatro millones de infectados y más de 140.000
muertos. No, la guerra contra el coronavirus no es la guerra del coronavirus,
tal como Trump la ha planteado, una gigantesca conspiración para desprenderse
de él. Y la gente se ha dado cuenta finalmente de la locura que ha sido seguir
sus ideas.
La penúltima batalla en los Estados Unidos es la de hundir
el prestigio de aquellos que han tratado de avisar sin recurrir a la política,
los asesores científicos o los expertos epidemiólogos, que no hay día que no traten
hundir las huestes del dogmatismo. En el caso de Estados Unidos hemos asistido
a un combate permanente entre la Ciencia y la Ignorancia (sí, con mayúscula),
la representada por el doctor Fauci frente a Donald Trump, que necesitó de un
experto epidemiólogo pensando que este se plegaría a sus curiosos puntos de
vistas e intuiciones peligrosas. Desde el momento en que no fue posible
doblegarlo por lo delirante de las propuestas trumpianas, Fauci fue puesto en el punto de mira de los seguidores
fieles del mesías presidencial.
Oliver Tracy, con el titular "Sinclair drops segment
featuring conspiracy theory about Fauci", nos explica la última jugada
contra el epidemiólogo:
The Sinclair Broadcast Group (SBGI) said Monday
it will not move forward with airing a segment featuring a conspiracy theory
that suggested Dr. Anthony Fauci, the nation's top infectious disease expert,
was responsible for the creation of the coronavirus.
Over the weekend, Sinclair announced it would
postpone and "rework" the segment featuring discredited
"Plandemic" researcher Judy Mikovits which was set to air during the
program "America This Week" hosted by Eric Bolling.
But on Monday, the company pulled the plug
altogether.
"Upon further review, we have decided not
to air the interview with Dr. Mikovits," a spokesperson for Sinclair told
CNN Business in a statement. "Although the segment did include an expert
to dispute Dr. Mikovits, given the nature of the theories she presented we believe
it is not appropriate to air the interview."
"We also reiterate our appreciation for
all that Dr. Fauci and his team have accomplished for the health and wellbeing
of Americans and people worldwide," the Sinclair spokesperson added.
"During this pandemic, Sinclair and its affiliates have positively and
prominently featured Dr. Fauci on air,
including interviews with our stations and our network, Stadium. There remains
an open invite for Dr. Fauci to appear on our stations any time."**
Me imagino que el grupo periodístico Sinclair sintió
vergüenza del papel que le pedían que jugara. Ha tomado la decisión más
sensata, consciente de la manipulación que suponía en esa guerra contra el
médico. La "teoría de conspiración" montada es tan delirante que solo
se podría aceptar en los Estados Unidos de Trump, la república de las fantasías
y ensoñaciones de su presidente, un mundo cambiante según los gustos de esta
Reina de Corazones carrolliana en que se ha convertido.
Las guerras políticas con el coronavirus como arma pasarán
factura a todos los que se lancen a ella por lo antes señalado, si consigues el
poder te toca responder. Estados Unidos, como España y otros muchos países,
tienen repartido el poder en múltiples escalones, estados, autonomías,
municipios, etc. Si no trabajan de forma conjunta y coordinada es difícil que
esto se pueda superar en esta fase sin vacuna, en donde dependemos de nuestra
acciones, de nuestra responsabilidad para contenerlo lo suficiente como para
que el desastre no vaya a mucho peor de lo que ha ido. Pero en el mundo existen
trumps y bolsonaros, otros del mismo corte. Existen muchos con un sentido oportunista
de lo que es ser oposición ante algo de este calibre mundial, un desafío sin
precedentes, necesitado de una velocidad de respuesta mucho mayor, de una
coordinación que precisamente Estados Unidos, con Trump al frente, se había
empeñado en romper antes de su aparición destrozando todos los foros
internacionales de encuentro.
Mucho me temo que los modelos de liderazgo beligerante que
se ha ido imponiendo en muchas partes del mundo no son los mejores para lucha
contra la pandemia. Este modelo del político demagógico y peleón es incapaz de
crear un clima de acuerdo que debería ser mucho más fácil de lograr que en
otras ocasiones. Pero ya sea por ejercer mal el poder, por no entender el papel
de la oposición o por ambas cosas, lo cierto es que la política nos está
defraudando más de lo que se pensaba. Creo que se puede echar parte de la
responsabilidad por el incumplimiento y la desidia a la falta de compromiso que
los políticos han transmitido, convirtiendo el de siempre el trágico del
coronavirus.
Debería ser más sencillo ponerse de acuerdo y dejar de jugar
políticamente con lo que está costando tantas vidas. Trump pasará a la Historia
como el peor presidente de los Estados Unidos, otros lo harán igual en sus
respectivas parcelas. Pero mientras tanto se pierde la oportunidad de ganar
terreno al virus y demostrar que los países son fuertes cuando están de acuerdo
en muchas cosas, que los políticos son eficaces cuando se ponen de acuerdo para
lograr lo mejor para todos los ciudadanos, que es su función. Pero mucho me
temo que, como ha ocurrido con Torra, todo se convierta en un ejercicio de
reescritura o como sucede con Fauci o Simón, un ejercicio de acoso y derribo
cuando no nos gusta lo que dicen.
El COVID-19 no pone a prueba a todos, incluidos los políticos o quizá a ellos especialmente, pues son los que han asumido la tarea de dirigir a los países. Por ello, produce tanta frustración ver que salvo raras excepciones la clase política no está a la altura por una causa u otra.
* "Quim Torra culpa a Madrid de la pandemia en pleno rebrote de Lérida" El Mundo 8/07/2020 https://www.elmundo.es/cataluna/2020/07/08/5f059a13fc6c8352418b4653.html
** Oliver Darcy
"Sinclair drops segment featuring conspiracy theory about Fauci" CNN
27/07/2020
https://edition.cnn.com/2020/07/27/media/sinclair-fauci-conspiracy/index.html
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