martes, 28 de julio de 2020

La guerra del coronavirus y sus efectos

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Está la guerra contra el coronavirus, por un lado, la que supone la investigación para llegar a una vacuna, la lucha de los epidemiólogos para evitar que se expanda, de los sanitarios, etc.; pero por otro está la guerra del coronavirus, la que implica los conflictos políticos nacionales e internacionales. La guerra del coronavirus es la guerra anterior con nuevos argumentos nacidos de la gestión de la pandemia, su origen y efectos.
En esta segunda dimensión las posibilidades de conflicto son infinitas ya que se trata de canalizar el miedo, la irritación y la desconfianza de las personas hacia terceros. En el caso exterior más claro, la guerra contra China había comenzado mucho antes y, tras la vacilaciones iniciales de Trump, pronto dejó el "buen trabajo" y empezó la guerra contra el "virus chino". Los ataques contra China son continuos y es el frente exterior que ha elegido para encarar su complicada reelección. El COVID-19 le ha servido para arrastrar al país en esa dirección tratando de cubrir su mala gestión. Es un ejemplo claro.


Otro ejemplo lo tenemos estos días en los que el ejecutivo británico se enfrenta a su mala gestión y también a un componente que ha quedado en segundo término, pero es ya inaplazable, las negociaciones del Brexit. ¡Mal momento, muy inoportuno! ¿Ha pagado España la necesidad de Johnson de recuperar el control? Son varios analistas los que interpretan en clave de Brexit la imprevista medida de Johnson jugando a proteger a los británicos fuera de lo que no les ha protegido dentro. A algunos medios, muy decantados por el mundo empresarial, les ha parecido una osadía el comentario del doctor Fernando Simón diciendo que casi mejor que no vengan desde el punto de vista de la pandemia, dadas las cifras del Reino Unido. Los que se rasgan las vestiduras piensan más en el bolsillo que en otra cosas. Fernando Simón es médico; su trabajo es la salud. Que se lamenten los economistas si quieren. El deseo de tener ingleses pululando por nuestras playas y hoteles me parece muy loable y comprensible, pero sus cifras no animan a ello y ya tenemos bastantes problemas con los rebrotes.


Nuestra necesidad de los británicos —más bien de su dinero— ha dado alas a Boris Johnson que no ha desperdiciado la ocasión de que el gobierno español se humille ofreciendo esa cosa tan rara a la que llaman "corredor seguro" y que resulta un agravio comparativo.
En nuestro país, lo hecho por el gobierno —que se ha llevado no una, sino dos bofetadas— al seleccionar para el turismo británico Canarias y Baleares, ha creado otro escenario de lucha política. La Comunidad andaluza y la valenciana se han levantado inmediatamente diciendo que también quieren un "corredor seguro", que es una enorme tontería dada la imposibilidad de controlarlos una vez en su destino. La única solución sería mantener encerrados, confinados a los británicos. La versión oficial sería que se les protege de ser contagiados por españoles, mientras que la extraoficial diría que se trata de proteger a los españoles de los británicos, bastante más verosímil.


La cara y el tono del doctor Simón mientras decía esto sobre el freno a los británicos decía mucho más. Apostaría por un conflicto interno, por una advertencia —como es su obligación— al ejecutivo español, empeñado en hacer real lo imposible, que solo vengan británicos sanos y que se queden en su casa por las noches.
Pero el conflicto de los corredores seguros traerá cola, pues nada es más discutible que lo que no tiene lugar, al carecer de la evidencia de los hechos. Ahora tendremos más refriegas ya sea por el favoritismo y el abandono, ya sea la inoperancia de haberlo conseguido. La política puede ser escenario eterno de discusiones absurdas.
No creo que exista ningún país que se libre de la lucha política por el coronavirus. La lucha contra el coronavirus se convierte en un tema político en cuanto los diferentes grupos políticos dejan de ponerse de acuerdo y prefieren disputar sobre las medidas, agitar a las poblaciones y ejercer una permanente crítica justificada o no.


España es un ejemplo muy claro de cómo se ha perdido una ocasión provechosa de unidad, algo que hubiera dado un sentido mayor de responsabilidad a la ciudadanía. Sin embargo, un gobierno de enorme debilidad y con poca cohesión —se diga lo que se diga— ha visto debilitada sus funciones por los conflictos con las autonomías, que empezaron sin correr riesgos para después, animadas por sus propios partidos gobernantes, lanzarse al combate político en cuanto que han asumido las responsabilidades. El constante discurso defensivo del gobierno de que las autonomías nunca habían dejado a un lado su responsabilidad y competencias sanitarias durante el periodo de "mando único" es una muestra de este nadar y guardar la ropa.
El punto más crítico de esta forma de hacer política se podría situar en las declaraciones de Quim Torra cuando expresó que si Cataluña hubiera gestionado la crisis de la pandemia habría habido menos muertos. El ocho de julio, el diario El Mundo, junto con el resto de la prensa nacional se hacía eco de las palabras de Torra en el parlamento catalán: "La culpa es de Madrid, es evidente. Por eso queremos ser independientes. Todavía no sabemos, y algún día se sabrá, que en España hay el doble de muertos por Covid"* No sabemos si sigue pensando lo mismo ante la situación actual de Cataluña. El agravamiento de la situación ha llegado a límites en los que Torra habla ya de volver al confinamiento anterior, al más duro. Su simplista interpretación de la pandemia y, en paralelo, de la política, le pasa ahora factura ante su propia opinión pública que considera su gestión fallida y muy deficiente. Y el problema es que ya no tiene más argumentos ante lo contundente de los hechos.


El problema político de la pandemia del Covid-19 es que no negocia con nadie, no hay forma de hacer que trabaje a tu favor. Si se trata de conseguir el poder, la crítica es muy fácil, pero una vez conseguido el problema lo tienes tú. El problema no era "Madrid", por muy "evidente" que a Torra le pareciera.
¿Tiene consecuencias sobre la realidad la escenificación política de esta guerra del COVID-19? Creo que sí. Lo tiene porque aburre y, sobre todo, obliga al uso de argumentos que, como con Torra, se vuelven contra ti.
La democracia no es solo antagonismo. Es parte de su propia esencia precisamente el diálogo y el acurdo en aquello que se considera positivo para el conjunto de la sociedad. Nuestro mundo mediático plantea como una exigencia el enfrentamiento, pero esto es de un reduccionismo pasmoso, de una falta de comprensión del fenómeno democrático realmente deprimente. Una democracia de dogmaticos es una contradicción en sus términos, el equivalente al diálogo de sordos.
El ejemplo de Donald Trump en los estados Unidos debería ser analizado con más cuidado de lo que algunos (incluso los trumpistas españoles) lo hacen. Trump había logrado que le salvaran el cuello en el impeachment, pero su empecinamiento narcisista, su personalismo obcecado e ignorante, está arrastrando al abismo a los republicanos, que comienzan a abandonar el barco ante el desastre previsible del que las encuestas avisan hasta en los estados más favorables. Han sido precisamente los estados que más le han apoyado y seguido, como Florida, los que tienen las cifras más altas de contagios y con crecimiento diario, batiendo récords.


Trump lo ha intentado todo con el COVID-19. Intentó negarlo inicialmente, después despreciarlo, a continuación empezó ya a buscar culpables en extrañas conspiraciones de la "izquierda" y de los medios afines. Hoy Estados Unidos es el centro mundial del coronavirus, batiendo todas las cifras del planeta. Son más de cuatro millones de infectados y más de 140.000 muertos. No, la guerra contra el coronavirus no es la guerra del coronavirus, tal como Trump la ha planteado, una gigantesca conspiración para desprenderse de él. Y la gente se ha dado cuenta finalmente de la locura que ha sido seguir sus ideas.
La penúltima batalla en los Estados Unidos es la de hundir el prestigio de aquellos que han tratado de avisar sin recurrir a la política, los asesores científicos o los expertos epidemiólogos, que no hay día que no traten hundir las huestes del dogmatismo. En el caso de Estados Unidos hemos asistido a un combate permanente entre la Ciencia y la Ignorancia (sí, con mayúscula), la representada por el doctor Fauci frente a Donald Trump, que necesitó de un experto epidemiólogo pensando que este se plegaría a sus curiosos puntos de vistas e intuiciones peligrosas. Desde el momento en que no fue posible doblegarlo por lo delirante de las propuestas trumpianas,  Fauci fue puesto en el punto de mira de los seguidores fieles del mesías presidencial.
Oliver Tracy, con el titular "Sinclair drops segment featuring conspiracy theory about Fauci", nos explica la última jugada contra el epidemiólogo:

The Sinclair Broadcast Group (SBGI) said Monday it will not move forward with airing a segment featuring a conspiracy theory that suggested Dr. Anthony Fauci, the nation's top infectious disease expert, was responsible for the creation of the coronavirus.
Over the weekend, Sinclair announced it would postpone and "rework" the segment featuring discredited "Plandemic" researcher Judy Mikovits which was set to air during the program "America This Week" hosted by Eric Bolling.
But on Monday, the company pulled the plug altogether.
"Upon further review, we have decided not to air the interview with Dr. Mikovits," a spokesperson for Sinclair told CNN Business in a statement. "Although the segment did include an expert to dispute Dr. Mikovits, given the nature of the theories she presented we believe it is not appropriate to air the interview."
"We also reiterate our appreciation for all that Dr. Fauci and his team have accomplished for the health and wellbeing of Americans and people worldwide," the Sinclair spokesperson added. "During this pandemic, Sinclair and its affiliates have positively and prominently  featured Dr. Fauci on air, including interviews with our stations and our network, Stadium. There remains an open invite for Dr. Fauci to appear on our stations any time."**



Me imagino que el grupo periodístico Sinclair sintió vergüenza del papel que le pedían que jugara. Ha tomado la decisión más sensata, consciente de la manipulación que suponía en esa guerra contra el médico. La "teoría de conspiración" montada es tan delirante que solo se podría aceptar en los Estados Unidos de Trump, la república de las fantasías y ensoñaciones de su presidente, un mundo cambiante según los gustos de esta Reina de Corazones carrolliana en que se ha convertido.
Las guerras políticas con el coronavirus como arma pasarán factura a todos los que se lancen a ella por lo antes señalado, si consigues el poder te toca responder. Estados Unidos, como España y otros muchos países, tienen repartido el poder en múltiples escalones, estados, autonomías, municipios, etc. Si no trabajan de forma conjunta y coordinada es difícil que esto se pueda superar en esta fase sin vacuna, en donde dependemos de nuestra acciones, de nuestra responsabilidad para contenerlo lo suficiente como para que el desastre no vaya a mucho peor de lo que ha ido. Pero en el mundo existen trumps y bolsonaros, otros del mismo corte. Existen muchos con un sentido oportunista de lo que es ser oposición ante algo de este calibre mundial, un desafío sin precedentes, necesitado de una velocidad de respuesta mucho mayor, de una coordinación que precisamente Estados Unidos, con Trump al frente, se había empeñado en romper antes de su aparición destrozando todos los foros internacionales de encuentro.


Mucho me temo que los modelos de liderazgo beligerante que se ha ido imponiendo en muchas partes del mundo no son los mejores para lucha contra la pandemia. Este modelo del político demagógico y peleón es incapaz de crear un clima de acuerdo que debería ser mucho más fácil de lograr que en otras ocasiones. Pero ya sea por ejercer mal el poder, por no entender el papel de la oposición o por ambas cosas, lo cierto es que la política nos está defraudando más de lo que se pensaba. Creo que se puede echar parte de la responsabilidad por el incumplimiento y la desidia a la falta de compromiso que los políticos han transmitido, convirtiendo el de siempre el trágico del coronavirus.
Debería ser más sencillo ponerse de acuerdo y dejar de jugar políticamente con lo que está costando tantas vidas. Trump pasará a la Historia como el peor presidente de los Estados Unidos, otros lo harán igual en sus respectivas parcelas. Pero mientras tanto se pierde la oportunidad de ganar terreno al virus y demostrar que los países son fuertes cuando están de acuerdo en muchas cosas, que los políticos son eficaces cuando se ponen de acuerdo para lograr lo mejor para todos los ciudadanos, que es su función. Pero mucho me temo que, como ha ocurrido con Torra, todo se convierta en un ejercicio de reescritura o como sucede con Fauci o Simón, un ejercicio de acoso y derribo cuando no nos gusta lo que dicen.
El COVID-19 no pone a prueba a todos, incluidos los políticos o quizá a ellos especialmente, pues son los que han asumido la tarea de dirigir a los países. Por ello, produce tanta frustración ver que salvo raras excepciones la clase política no está a la altura por una causa u otra. 



* "Quim Torra culpa a Madrid de la pandemia en pleno rebrote de Lérida" El Mundo 8/07/2020 https://www.elmundo.es/cataluna/2020/07/08/5f059a13fc6c8352418b4653.html
** Oliver Darcy "Sinclair drops segment featuring conspiracy theory about Fauci" CNN 27/07/2020 https://edition.cnn.com/2020/07/27/media/sinclair-fauci-conspiracy/index.html

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