domingo, 26 de julio de 2020

El autoritarismo de Trump o los terroristas son los otros

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Donald Trump está batiendo todos los estándares de lo que debería ser un presidente. Hace algunas semanas advertíamos del peligro de su necesidad de dar la vuelta a los resultado de las encuestas que lo muestran en picado con su desastrosa gestión de la pandemia, el deus ex machina que no estaba escrito en su guión presidencial. Temíamos que en su busca de algún factor que le llevara a primera líneas, se viera afectado, especialmente en el terreno exterior el precario orden que ha ido dejando como herencia al que le suceda en la casa Blanca y, de paso, al resto del mundo. Aunque Trump salga de Washington, su herencia no será fácil de llevar, ya que son muchos los problemas que nos dejará.
Parece que Trump ya ha elegido cómo tratar de recuperar el terreno perdido en su electorado. Las dos estrategias se perfilan como las que tendrán como función mostrarlo como el presidente indispensable que Estados Unidos y el mundo necesitan.
En la parte exterior, juega a lo seguro: recrudecimiento de los ataques a China. Sus principales bazas son la responsabilidad por la pandemia, intentando mostrarse como un líder mundial capaz de encabezar un potente movimiento internacional anti China. Pero para ello solo ha logrado, hasta el momento, reclutar a los que ya estaban en sus huestes, Australia (que se enfrenta a duras sanciones de China, de quien depende en muchos aspectos por sus exportaciones), Reino Unido (a regañadientes con el tema del 5G y más "motivada" con la cuestión de Hong-Kong). Sin embargo, son ya muchas las voces de analistas que critican las últimas maniobras de Trump contra China como maniobras electoralistas, jugadas de cara a la galería, como ha ocurrido con las detenciones de científicos chinos en Estados Unidos o el cierre del consulado de Houston. No puede ser de otra forma porque hasta el momento, los Estados Unidos solo han lanzado acusaciones sin poner una prueba encima de la mesa en  ninguno de los casos que Trump ha abierto contra China. 

La Vanguardia
El caso más claro son las acusaciones contra Huawei, basadas en la posibilidad de que la empresa entregara información al gobierno chino. No hay más que especulación que le sirve para frenar a los competidores mundiales, que ya son reales, en el campo tecnológico, un aspecto que deja en evidencia al declive norteamericano o, si se prefiere, el ascenso de China. Trump ha tenido en esta línea poca contestación porque nadie se atreve a salir a decir claramente que no ha habido pruebas de ningún aspecto utilizado. Pero la culpabilidad tecnológica de China cuadra bien a una mentalidad nacional que en vez de aceptar que ha sido adelantada en muchos sectores punteros, establece que los avances del contrario se basan en el robo intelectual, algo que no explica por qué esta tecnología tan potente norteamericana no sale a la luz. Más bien, lo que ha hecho Trump es dar una excusa política para deshacerse de los rivales tecnológicos e imponer por la fuerza a los demás (caso de Reino Unido) que se siga dependiendo de los estados Unidos, algo que no había supuesto un choque directo cuando creíamos en la palabra "aliados" que Trump, con su mentalidad comercial y autoritaria ha transformado en "clientes cautivos", algo que hemos tenido ocasión de analizar aquí en múltiples ocasiones en estos años de su mandato. Puede que no haya sido el primer presidente que lo ha hecho, pero sí el primero que alardea de ello y no se molesta en convertirlo en exigencia.
Hay estrategia de presión, de amenaza en nombre de ese concepto mágico que todo lo autoriza, llamado "intereses norteamericanos". Estos van desde prohibir comprar a un país, eliminar una marca extranjera, amenazas de aranceles, etc. Todo se considera justificado por los intereses norteamericanos, incluidos sus empresas o ciertos particulares. 
Cuando se llega a ese límite, nada es discutible, todo está justificado, del chantaje a la fuerza bruta de la intervención. Te sirve para bombardear, eliminar mediante comandos a los que has fijado como tu "objetivo", imponerte aranceles como forma de chantaje o cualquier otra medida que el norteamericano trumpista aplaude como forma de revancha, convencido que el mundo es ingrato y necesita una lección. El maestro corrector, claro, es Donald Trump.



Pero es el interior, el otro aspecto, en donde Trump se está volcando con más fuerza y jugando las bazas más peligrosas. El presidente ha mantenido múltiples conflictos con estados o ciudades, no le ha importado nada entrar en insultantes debates con gobernadores o con alcaldes. Pero esta vez puede que haya calculado muy mal su jugada para intentar reforzarse ante las bases republicanas. Me refiero al uso de fuerzas federales para intervenir directamente en las manifestaciones antirracistas que se producen en muchas ciudades norteamericanas, casualmente demócratas.
La CNN ha publicado un artículo firmado por Angela Dewan con el titular "Trump is calling protesters who disagree with him terrorists. That puts him in the company of the world's autocrats". El artículo tiene tres partes definidas, comenzando por la descripción de las actuaciones de fuerzas que llega a calificar como "paramilitares", una segunda parte donde trata de esclarecer el sentido del término "terroristas" aplicados a los manifestantes y finalmente una comparación con figuras autoritarias del ámbito internacional que ha hecho algo similar, del egipcio Abdel Fattah al-Sisi al turco Erdogan, pasando por otros dirigentes autoritarios a los que Trump pondera, imita o inspira.

Heavily armed, unidentifiable security agents dressed in camouflage have been snatching anti-racism protesters off the streets of Portland, Oregon, and bundling them into unmarked cars, with no clear justification. They're scenes you might expect to see in authoritarian countries, not in America.
It turns out that among the hodge-podge of paramilitary-style officers wearing no name badges were many from the Department of Homeland Security, established after 9/11 primarily to deal with terrorism. More specifically, the officers were from the department's Customs and Border Protection agency, which is supposed "to safeguard America's borders" from dangerous people and materials. 
US President Donald Trump has repeatedly branded anti-racism protesters in the country as "terrorists," and his promise to "surge" his paramilitary-style units from Portland to other Democrat-run cities in coming weeks shows he is willing to employ the repressive tactics used by autocrats to vilify those who challenge them.*



Es este último aspecto el que preocupa desde muchos medios e instituciones. Desde el 11/S Estados Unidos abrió la fábrica del etiquetado del "terrorismo", incluyendo en las listas a quien le parezca bien. Diversos autócratas han imitado el modelo y bajo la etiqueta "guerra al terror" se mete a países enteros, a estados, a organizaciones, a personas, etc. muchas veces con el fin de acallar las meras críticas. Aquí lo hemos podido ver con frecuencia en el caso egipcio.
La idea de "guerra al terror" deja las manos libre frente a la "declaración de guerra" tradicional y sus implicaciones. Puedes bombardear una casa en un tercer país diciendo que allí se encontraban potenciales enemigos o que se estaba preparando un atentado contra tus intereses, etc. No hace falta traer muchos casos, porque son algunos recientes. Estados Unidos lo ha hecho contra sus enemigos exteriores. Los dictadores lo han hecho contra sus enemigos o críticos interiores, sirviéndoles para limpiar sus calles e instituciones de críticos u opositores. Es lo que le permitió a Erdogan desmantelar instituciones, de los jueces al ejército pasando por las universidades, abogados, etc. Basta con llamarlos "terroristas" para que el mundo se calle o, al menos, los gobiernos aliados que encuentran una excusa para evitar condenar, como ocurre con los casos citados de Turquía o Egipto. El hecho de tener casos de terrorismo real sirve para fabricar este terrorismo imaginario que sirve para hacer limpieza de opositores. Los jóvenes activistas egipcios de la Primavera Árabe languidecen en las duras cárceles egipcias o desaparecen etiquetados como "terroristas". Trump llamó a esto un "gran trabajo".


Pero en Estados Unidos no se ha pasado del "terrorismo doméstico" para tipos que realizan atentados tipo "Unabomber" (Theodore Kaczynski), con sus cartas bombas y otros de los que no hay duda. Pero el término "terrorista" ha ido tomando un carácter cada vez más amplio en boca de Trump, que se ha ido aplicando a los que discrepan o se le oponen abiertamente.
Trump está llamando terroristas a sus opositores y eso le ha servido para justificar el uso de medios paramilitares federales contra los manifestantes. No ha tenido bastante con el empleo de sus teorías de la conspiración y ahora necesita de terroristas en las calles para hacer su exhibición de fuerza y orden, el segundo factor para ganar ante la mirada de sus decepcionados seguidores.
Trump no ha tenido bastante con simpatizar con los "supremacistas blancos" y otras organizaciones, a la luz o en la sombra, sino que ha rizado el rizo al etiquetar a los que protestan como terroristas.
Escribe Angela Dewan en la CNN:

Definitions have been a major problem since 2001, Conor Gearty, a professor in human rights law at the London School of Economics, told CNN.
"What you had was the UN saying 'Get out there and do counter-terrorism and we'll let you decide what terror is.' And that was just a gift horse for authoritarian regimes," he said. 
While the picture in the US may not be as grim as in places like China, Turkey and Egypt, the events in Portland, as well as an earlier crackdown on protesters outside the White House recently, are just the latest signs that Trump is looking to those countries for inspiration, said Gearty, who describes Trump as an "aspirant authoritarian."
That should give Americans cause for concern, he said.
"What Americans should also be worried about is the apparent support for this from the rank and file, and the absence of any very senior voices opposing this," he said.
Not only does the country's security apparatus lack vocal opponents of the repression seen in Portland, some of its most senior members are suddenly taking an active part, even though they are supposed to be independent of domestic politics.
On Monday, acting Homeland Security Deputy Secretary Ken Cuccinelli retweeted videos and images of Portland, describing the situation there as "terrorism."
The nation's top military official, Gen. Mark Milley, apologized after criticism over his appearance with Trump in a photo op outside a church near the White House. Police used rubber bullets and pepper spray projectiles to clear protesters only moments earlier to clear a path for the President.*



En efecto, la preocupación por los hechos no debe distraer de las reacciones que ha provocado. El autoritarismo latente se está mostrando a través de estos comportamiento silenciosos o cooperantes con este uso de la fuerza exterior llevado por el presidente hasta Portland. Los que lo apoyan magnifican las protestas para justificar su intervención que, a su vez, crea protestas más violentas en una espiral que solo beneficia a Trump, dando a entender que hace falta mano dura y que las ciudades de electorado demócrata necesitan de esa mano dura por estar llenas de "terroristas". Es la estrategia de la dureza interior para tratar ganar votantes, recuperándolos dado que los 4 millones de contagiados y los más de 140.000 muertos pesan en la campaña.


Definir el terrorismo no es sencillo, efectivamente. Pero para Trump, jugador habitual con las palabras y sus excesos, eso no es problema. Construye inmediatamente un relato que justifica cualquier cosas, ¿por qué no el terrorismo tras las protestas anti raciales? ¿No equiparó en el pasado a los manifestantes anti racistas con los racistas? ¿Qué le impide hacerlo? Esa es precisamente la pregunta que se hacía en la CNN a los expertos, ¿cómo no hay nadie que pueda frenar una acción de este tipo en la Casa Blanca?
El pasado día 24, la CNN informaba en sus titulares "Judge in Portland bars federal officers from arresting or using force against journalists and legal observers" y explicaba:

A judge in Portland, Oregon, barred federal law enforcement officers from arresting or using physical force against journalists and legal observers mixed in with the crowds at nightly protests near a complex of government buildings there if they're not suspected of committing crimes.
Federal Judge Michael H. Simon issued the temporary restraining order Thursday evening ahead of another night of expected protests in the city's downtown. Videos taken by news crews there have captured harrowing moments -- like when the city's mayor was overcome by tear gas deployed to disperse a crowd on Wednesday -- and the American Civil Liberties Union had filed suit against the Department of Homeland Security and the US Marshals Service, which command the officers, detailing several examples of identified journalists allegedly being abused by the authorities.
The order, which Simon opened with a series of quotes about the importance of the free press, also says journalists can ignore dispersal orders issued by authorities.
The order could present federal law enforcement with new challenges as it continues to carry out its mission of protecting federal property. For the past two months, rioters have regularly torn down fencing and attempted to break into the Mark O. Hatfield Courthouse -- where Simon's chambers are located -- in a confrontation that has been seized on by President Donald Trump and spun into a political hot-button issue featured in his reelection messaging.**


La orden no frena a las fuerzas actuantes, pero impide que sean eliminados los testigos de la prensa, algo importante en el clima de impunidad creado al no ir identificados los agentes que intervienen en la represión, una medida que habla por sí sola sobre lo que se está haciendo en Portland.
El hecho de que la prensa esté allí, además de un elemento histórico y testimonial, es también un freno al exceso. Las imágenes puede que sirvan a los partidarios de Trump como solaz, pero también sirven para mostrar cómo el autoritarismo se ha ido extremando, dentro y fuera del país.
Las imágenes del alcalde de Portland gaseado y afirmando que no ha habido ninguna provocación son lo suficientemente claras e impactantes como para que no quede en la oscuridad lo que ocurre.


Trump es una personalidad autoritaria, narcisista y marrullera. El poder le da una energía que puede salir por cualquier sitio, ya que el mundo es para él un tablero de juego, un juego al que siempre tiene que ganar aunque haya que derribar la mesa. Por eso, estos meses finales ante las elecciones son muy peligrosos para todos. Puede desencadenar cualquier crisis, como ya ha hecho, y elevarla a niveles insospechados,  y dejar herencias políticas envenenadas. Ya ha dejado suficiente veneno en los Estados Unidos creando una división terrible, como no se había visto. Igualmente, lo ha hecho en la medida que ha podido fragmentando los acuerdos internacionales y los consensos sobre múltiples aspectos.


Trump ha iniciado una deriva muy peligrosa, tanto por los actos en sí —que se van extendiendo a otras ciudades— como por la aprobación que pueda tener desde las instituciones, los políticos republicanos que se ven compromeetidos ante los hechos, y el electorado. Una vez más, Trump pervierte el sistema envileciéndolo, llevándolo al límite. Él es el "orden", los demás son "terroristas". 



* Angela Dewan "Trump is calling protesters who disagree with him terrorists. That puts him in the company of the world's autocrats" CNN 26/07/2020 https://edition.cnn.com/2020/07/25/politics/us-protests-trump-terrorists-intl/index.html
** David Shortell "Judge in Portland bars federal officers from arresting or using force against journalists and legal observers" CNN 24/07/2020 https://edition.cnn.com/2020/07/23/politics/portland-ruling-federal-officers-stop-arrests/index.html?iid=ob_lockedrail_topeditorial

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