domingo, 31 de mayo de 2020

El presidente que solo creía en sí mismo

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Los Estados Unidos de Trump le han ofrecido al presidente lo que este necesitaba, nuevos conflictos con los que sacar sus dos grandes cualidades: el victimismo conspiratorio y su deseo teatral de salvación. 
Afortunadamente para el mundo, ambos conflictos son locales y no deseo que suene cínico, pero el mundo esperaba cualquier despropósito norteamericano conforme nos acercamos a las fechas de la reelección. 
Todos saben ya que Trump necesita estos golpes de efecto para dar salida a su teatralidad narcisista, primero, y para hacer ver a sus seguidores que su espada flamígera sigue señalando en la dirección correcta y cortando las cabezas correctas por el camino. Los críticos que señalan que está echando leña al fuego tienen razón.


Los dos aspectos le han venido milagrosamente juntos: con el etiquetado de sus mensajes como "falsos" por parte de Twitter se ha satisfecho el lado victimista, por un lado, y con los levantamientos en las ciudades como respuesta a la infame muerte de George Floyd en Minneapolis, mediante la aplicación de la técnica llamada "rodilla-a-cuello", por otro, toma el mando. 
La conjunción de estos dos factores va a permitir a Trump reconstruir sus filas para las elecciones. Hay un tercer factor: los dos anteriores permiten desviar la gestión errática y nefasta de la pandemia del COVID-19. 
En esta situación, Trump tratará de dar seguridad y confianza a parte de sus desconfiados electores, los que han ido quedando por el camino. Le permiten los ataques a la "izquierda radical demócrata", a las redes sociales que le están dejando en evidencia, y el mensaje racista, junto al empleo de la fuerza que es lo que está buscando en esta situación. Ya lo ha advertido. Es el personaje que le gusta interpretar. Los ataques justifican la respuesta.


Acabo de ver sus imágenes en la CNN. No hay que escuchar  sus palabras, basta con ver su actitud, desafiante, engreída, levantando el mentón (el gesto mussoliniano), ladeándose en la tarima relajado. Era otro Trump. Ya no era el Trump a la defensiva, tenso. Basta con ver su relajación anunciando su nueva lucha para comprender que se encuentra en su terreno, en el punto que quería. Tiene la tormenta perfecta para surfear las olas a su gusto. A algunos se les da mejor navegar en tormentas, mejor en huracanes o tifones. Ese es Trump.
En The New York Times, Peter Baker escribe:

With a nation on edge, ravaged by disease, hammered by economic collapse, divided over lockdowns and even face masks and now convulsed once again by race, President Trump’s first instinct has been to look for someone to fight.
Over the last week, America reeled from 100,000 pandemic deaths, 40 million people out of work and cities in flames over a brutal police killing of a subdued black man. But Mr. Trump was on the attack against China, the World Health Organization, Big Tech, former President Barack Obama, a cable television host and the mayor of a riot-torn city.
While other presidents seek to cool the situation in tinderbox moments like this, Mr. Trump plays with matches. He roars into any melee he finds, encouraging street uprisings against public health measures advanced by his own government, hurling made-up murder charges against a critic, accusing his predecessor of unspecified crimes, vowing to crack down on a social media company that angered him and then seemingly threatening to meet violence with violence in Minneapolis.*



Expresado así, en tres párrafos, pareciera que se está describiendo una mala película, con malos actores, malos guionistas y un pésimo director. Pero es la realidad. Es el mundo en que uno se levanta y se acuesta, en que se come y duerme. Es la realidad que un mal actor ha conseguido transformar en su plató, en el escenario al que salta cada día tras pasar por maquillaje.
¡Qué ingenuidad la de pensar que el mundo y las responsabilidades del cargo iban a cambiar a Donald Trump! ¡Qué gran error! Es Trump el que ha convertido el mundo en un peligroso escenario. Se ha ido deshaciendo de todos aquellos que le han intentado asentar un poco. ¿Dónde está aquel curtido general que llegó a hacerse cargo de la Jefatura de la Casa Blanca para poner orden? Acabó —como toda persona que levantó la voz o elevó una simple ceja incontrolada— en un vertedero con un acuerdo de confidencialidad firmado que le impedía contar lo que era aquello.


Pero no hace falta imaginarse lo que ocurre tras los muros de la Casa Blanca. Basta con escuchar atentamente, observar con atención, salir de la hipnosis del momento, para comprender el desastre al que Donald Trump ha llevado a los Estados Unidos y a una gran parte del mundo. Le di mucha importancia al desastre causado por su visita a los Boy Scouts. Nada se resiste a Trump.


El día 25 de diciembre de 2018, la BBC reproducía los diálogos de Donald Trump con niños. Eran llamadas para hacer sus encargos de juguetes a Santa Claus que habían sido desviadas a la Casa Blanca para ser contestadas por el matrimonio Trump. «Trump (in booming voice) to a kid named Collman: "Hello, is this Collman? Merry Christmas. How are you? How old are you?.... Are you doing well in school? Are you still a believer in Santa?"»**


Creo que es así cómo hay que evaluarle. No son los grandes momentos de la teatralidad, sino estos pequeños detalles los que revelan una personalidad, una forma de estar en el mundo.
Pero los detalles de la personalidad reveladores no son los que crean el caos exterior. La pobre niña que llamó para encargar sus regalos es una víctima solitaria. Los Estados Unidos y parte del mundo lo son en términos mucho más peligrosos. El peligro viene de la necesidad de provocar el caos para poder presentarse como salvador, como el "gran arreglador", como el mejor negociador y conseguidor de acuerdos beneficiosos. Para Trump todo lo hecho anteriormente está mal por el sencillo motivo de que no lo ha hecho él. Da igual que haya sido hecho por los Estados Unidos. No lo hizo él y ese es motivo suficiente como para destruirlo.


Ahora tiene sus dos guerras abiertas, lo que atraerá su atención. Ha mantenido a sus seguidores convencidos de que el coronavirus era un invento demócrata hasta que son ya más de 100.000 muertos acumulados y más de millón y medio los contagiados. Pese a ello rechaza la máscara. Le parece un ejemplo de debilidad que él no se puede permitir. Su ejemplo está causando muertes, pero eso no importa. En realidad, nada importa. Solo Trump importa a Trump. Hace mucho que se dijo, pero nunca se pensó que llegaría a ser tan cierto y absoluto.
Está incitando y respaldando el racismo, inflamando las calles tratando de producir más conflictos que le permitan emerger de las llamas como un artista de heavy metal en medio de un concierto. Ese es Trump, un Alice Cooper del "Welcome to my nightmare".


Los Estados Unidos de están más divididos, son más racistas e intolerantes. Es el fruto de lo sembrado por Trump, pero solo en parte. No siempre es fácil discernir la causalidad, qué es el efecto y cuál es la causa. Trump fue llevado a la Casa Blanca por una conjunción de fuerzas que apostaron por él. No llegó por azar. Por eso ahora, perdida la gran baza de la economía por la pandemia, Trump tiene que reunir filas para resistir el contraataque. Todo lo que ocurra se hace pensando en esas futuras elecciones.
Si Trump se mantiene en la Casa Blanca, el desastre mundial está garantizado. Todos los frentes abiertos —muchos a la espera de ver qué ocurre— seguirán siendo tocados, pero esta vez sin freno, en un mandato sin posibilidad ya de reelección. Trump echará el resto, una especie de gira mundial de despedida tratando de dejar huella. Es un peligro que está en la mente mundial, de los dirigentes a las instituciones.


Ha sido otra intensa noche de disturbios por todos los Estados Unidos. Las redes sociales se están llenando de mensajes todo tipo de mensajes de solidaridad para la comunidad afronorteamericana. Empresas y particulares muestran su apoyo con manifiestos en los que se expresa el deseo de justicia.
Trump tiene en estos momentos el escenario perfecto para su remontada. Ya no tendrá que contar con díscolos asesores científicos y tener que hablar sobre cosas que ignora recomendando beber desinfectantes o tomar medicamentos contraindicados. Ahora se encuentra en su salsa, con un conflicto racial y callejero y otro con los medios. ¡Quién se lo iba a decir! Está feliz y no lo puede ocultar. ¡Qué miedo da!



* Peter Barker "In Days of Discord, a President Fans the Flames" The New York Times 31/05/2020
https://www.nytimes.com/2020/05/30/us/politics/trump-george-floyd-protests.html
** "Trump to child: Do you believe in Santa?" BBC 25/12/2020 https://www.bbc.com/news/world-us-canada-46678124



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